La tragedia de Dolores
La
responsabilidad del gobierno, la patronal y
la burocracia
Por Oscar Alba
El
accidente ocurrido en la madrugada del sábado 8 en Dolores
fue una de las mayores tragedias ocurrida en los últimos
tiempos. A pocas horas del hecho, el banquillo de los
acusados ya estaba ocupado, los choferes condenados y
presentados como asesinos seriales.
Un
micro de la empresa Rápido Argentino fue embestido por un
tren provocando la muerte de 17 personas y más de sesenta
heridos. La magnitud del desastre concitó la atención y
sobre todo la preocupación de la mayor parte de la población.
Los
accidentes en calles y rutas de nuestro país se han
convertido en una postal cotidiana de la cual nadie está
exento. Pero no podemos quedarnos con la información, las
acusaciones y los hipócritas consejos que destilan los
medios y el gobierno.
A
pocas horas de ocurrido el hecho el banquillo de los
acusados ya estaba ocupado por Javier Rodríguez, que conducía
el micro, y su acompañante Luis Garófalo. Rodríguez fue
detenido y procesado por homicidio con dolo eventual, cargos
que contemplan pena de 8 a 25 años de prisión. Pero no fue
sólo la fiscalía correspondiente la que lo apuntó como
responsable. Desde los medios, el gobierno y la patronal
salieron a lavarse las manos e indicar la culpabilidad
absoluta del chofer. Daniel Millaci, titular de la Cámara
Empresaria del Transporte Automotor, negó que Rodríguez y
su acompañante se hubieran excedido en su jornada laboral:
“La ley dice que el límite de trabajo de los dos choferes
es de 16 horas en total: ocho horas de uno más ocho horas
del otro. A ambos les faltaba para entrar en su período de
descanso. No es algo que estemos inventando ahora. Esta es
la manera en que trabaja todo el sector” (Clarín,
10-3-08). En algo Millaci tiene razón: la cantidad de horas
que trabajan los choferes, sobre todo en temporada de
vacaciones, no es un invento de ahora.
Desde hace años los trabajadores del transporte son
obligados a manejar sin el descanso necesario. Este
ritmo de superexplotación ha seguido aumentando durante los
gobiernos K.
Mayor explotación
Cuando
se privatizaron los ferrocarriles, en los años 90, el
transporte automotor de pasajeros cobró un gran impulso. Así
se formaron fuertes grupos (como el Grupo Plaza, dueño de
El Rápido Argentino). En un principio los choferes sólo
debían manejar, ya que la tarea de servir la comida y
ocuparse durante el viaje de la atención del pasajero recaía
en otro trabajador o trabajadora. Posteriormente se sacó a
este personal y, desde entonces, son los choferes los que
además de manejar, tienen que servir la comida, juntar los
desperdicios y atender al pasaje. Lo cual significó un
recargo de tareas.
La
superexplotación que sufren los choferes es posible también
por que la burocracia de la UTA actúa en connivencia con la
patronal. Se limitan a sacar comunicados, pero son incapaces
de tomar una medida efectiva para que mejoren las
condiciones laborales de los compañeros, a la vez que
matonean y agreden a quienes luchan, como en el caso de los
delegados de la línea 60, que fueron golpeados por oponerse
a la burocracia de Fernández/Palacios.
“Todos los niveles de la modernidad”
Dejamos
para el final de los “acusadores” al gobierno. Cristina
K, refiriéndose al accidente, el lunes 10 del
corriente mes, dijo en un acto en la localidad entrerriana
de Larroque que “ayer vimos que se perdían vidas humanas
por un acto de irresponsabilidad”. Y para que quedara
claro a quién le endilgaba la “irresponsabilidad”,
aclaró “era un colectivo nuevo, impecable, de reconocida
marca, modelo 2007. El paso a nivel tenía todos los niveles
de la modernidad: barrera automática, señalamiento sonoro
y lumínico” (DyN)
La
“modernidad” a la que se refiere la presidenta K para
los choferes significa jornadas laborales extenuantes, mayor
recarga de tareas, salarios que no alcanzan y una legislación
que resguarda los intereses patronales. Esta es la verdadera
“modernidad” capitalista de la que se ufana Cristina K.
Las
medidas que se han anunciado para paliar estos accidentes,
como control policial en las rutas, control de alcoholemia a
los choferes y el llamamiento a los pasajeros de los micros
a que “vigilen” las actitudes de los choferes no son más
que para continuar garantizando a la patronal la
superexplotación de los trabajadores.
Es
necesario poner en
pie una lucha para que los trabajadores del transporte
automotor cambien sus condiciones laborales. Por
la reducción de la jornada laboral sin rebaja salarial,
abriendo nuevos puestos de trabajo, y aumento de
salarios que cubran el aumento de los precios de la canasta
familiar. Esta lucha debe contemplar la organización democrática
de los trabajadores, echando a los burócratas, matones y
corruptos al servicio de la patronal y del gobierno,
verdaderos responsables de la tragedia de Dolores y de otras
tantas que seguirán sufriendo los trabajadores y los
sectores populares si no se lucha. Por eso esta pelea es,
fundamentalmente, antipatronal y contra la política de
Cristina K de hacer de la superexplotación de los
trabajadores la fuente de ganancias de los empresarios.
|