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Elecciones municipales en Francia
Derrota de Sarkozy y debate en la izquierda
Por
Marcelo Yunes
El
partido de Sarkozy, la UMP, salió muy golpeado de las
elecciones municipales a sólo 10 meses de llegar a la
presidencia. El PS se quedó con casi todas las ciudades
grandes en disputa, aunque no termina de recomponer su
imagen. En cierto modo esto se reflejó en la buena elección
de la “extrema izquierda”, especialmente la LCR, cuya
propuesta de “nuevo partido anticapitalista” genera
interés y debate.
Las
elecciones municipales en toda Francia dejaron como saldo
una derrota del presidente Nicolas Sarkozy. En un escenario
polarizado que barrió con la agrupación de “centro”
Modem, de François Bayrou –que había obtenido el 18% en
las presidenciales de 2007–, el PS obtuvo cerca del 47% de
los votos en la primera vuelta contra 40% de la UMP de
Sarkozy. El ballottage determinó que el oficialismo
perdiera en todas las ciudades importantes en disputa
(Toulouse, Estrasburgo, Reims, Amiens, Caen, Quimper y
Perigueau), salvo Marsella, por estrechísimo margen. Los
grandes centros urbanos de Francia quedaron en manos del PS.
Los intentos de Sarkozy por despegarse del resultado
electoral con la excusa de que se trataba de una elección
local y no nacional sonaron ridículos, siendo que varios de
sus ministros de perfil más alto fueron candidatos.
“Es la economía, estúpido”
La
frase acuñada por Bill Clinton cobra vigencia renovada en
el contexto de los problemas que acucian a Francia y a toda
Europa. Contra los análisis superficiales que remiten a un
supuesto hartazgo con el estilo mediático y el
“comportamiento presidencial poco francés” de Sarkozy
–que incluye culebrones románticos con esposas pasadas y
presentes, exhibicionismo de nuevo rico y de pésimo gusto,
vacaciones eternas y “berlusconiadas” por el estilo–,
el centro de las preocupaciones de los franceses está en la
economía. El rechazo a Sarkozy no se basa en que llama públicamente
“pobre pelotudo” a un transeúnte que lo critica, sino
en que no parece registrar la carestía de la vida, el desempleo y las
dificultades de los asalariados para llegar a fin de mes.
En
ese sentido, y sin llegar a configurar un ascenso o una
nueva situación política, cabe tomar nota de que en
Francia como en otros países de Europa occidental empiezan
a asomar rasgos más clásicos de la lucha de clases.
Tras la “primavera” de las movilizaciones de masas del
movimiento antiguerra en 2002-2003, motorizadas por sectores
juveniles a veces radicales pero sin referencia clara de
clase, el panorama social europeo muestra una presencia más acentuada de luchas
de los trabajadores, tanto de la industria como de
los servicios. Y en la base de esta mayor actividad está un
lento pero perceptible deterioro
de las condiciones de vida, en especial el poder de compra
de los salarios.
Irónicamente,
la lectura que hace el oficialismo del resultado electoral
–tras el autismo inicial de negar la derrota– es
insistir con la misma medicina, pero redoblada. El primer
ministro François Fillon ya anunció la continuidad de las
“reformas”. En la misma línea, el secretario de la UMP,
Devedjian, sostuvo: “Hay que ir más alto, más lejos, más
fuerte en las reformas”, y Valérie Pécresse, ministra de
Universidades, pidió “más reformas, más rápido, más
fuerte”. Es decir: se intentará profundizar los ataques
contra el “estado de bienestar” y las conquistas
sociales y laborales de las décadas pasadas, supuestamente
al mejor estilo Margaret Thatcher... pero después de perder
las elecciones debido a las consecuencias de los primeros
intentos en esa dirección. Lo que a priori nos permite
dudar de que el francés pueda emular a la “dama de
hierro” inglesa.
Se abre un espacio para la izquierda “roja”
A
pesar de que el PS se recompuso de su derrota en las
presidenciales, más que el prometido “tsunami rosa” a
favor del PS lo que hubo fue una suerte de “voto
castigo” al oficialismo. La abstención, del 35%, perjudicó
a Sarkozy, pero así y todo el resultado pudo haber sido una
verdadera catástrofe para la UMP. Si no lo fue es porque el
PS sigue sin convencer a amplios sectores, que también
abandonaron en esta ocasión al “centrista” Bayrou. En
ese sentido, es un poco exagerado hablar, como la
hace la LCR, de “marea contra Sarkozy-Fillon”…
Por
otra parte, la
polarización dejó un espacio a la izquierda,
que fue aprovechado sobre todo por la Liga
Comunista Revolucionaria, el partido más importante del
Secretariado Unificado-IV Internacional fundado tras el Mayo
Francés de 1968. Dentro de la “extrema izquierda” o
“izquierda de la izquierda”, como le dicen en Francia,
la LCR se muestra como la fuerza más importante, por encima
de otras organizaciones de origen trotskista como Lutte
Ouvrière (LO) y el lambertista Partido de los Trabajadores
(PT). Consolidando su 4% obtenido en las presidenciales, la
LCR presentó más de 200 listas comunales (sólo 91 en las
elecciones anteriores), de las cuales más de la mitad (114)
sobrepasaron el 5%; 34 estuvieron por encima del 10% y en 11
comunas fue al ballottage por haber superado el piso de
12,5% de los votos. En sus mejores resultados pasó el 15%,
como en Saint Nazaire (Loira) y Clermont-Ferrand (Auvernia).
Así, más que duplicó el número de “electos”
(concejales), que pasaron de 30 a unos 70.
Párrafo
aparte merece LO, protagonista de un bochorno político.
Tras décadas de sectarismo inveterado, negándose casi
siempre a hacer listas comunes con el resto del trotskismo
–también ahora rechazaron el envite de la LCR en ese
sentido–, LO hizo un acuerdo con el PS y el PC (la “Unión
de Izquierda” reformista y gobernista) en 69 comunas para
integrar la lista común. Lo más escandaloso fue el
compromiso de votar presupuestos municipales de los
candidatos PS-PC a cambio de cargos en las listas... o en el
Ejecutivo municipal mismo. El corolario de esto fue la
expulsión de hecho de una fracción que se opuso a esta política
vergonzosamente oportunista. Y además, poco fructífera,
ya que sólo consiguió 36 concejales, de los cuales 21
fueron electos mediante este acuerdo totalmente espurio, y
sacó menos votos que la LCR prácticamente en todos lados.
En
comparación, la algo vidriosa –pero también
cuestionable- propuesta de la LCR de “fusión técnica”
para la segunda vuelta en aquellas comunas donde no tuviera
candidatos propios, parecía al menos dejar en claro que no
habría participación posterior en la mayoría y
resguardando cierta independencia… Pero dado que el PS y
el PC, en general, se negaron a todo acuerdo que no fuera
apoyo explícito y sin condiciones, la LCR llamó a
“derrotar a la derecha”; esto es, una forma de llamar a
votar a la Unión de la Izquierda (supuesto “mal menor”)
pero sin decirlo con todas las letras. Conclusión: solo en
dos o tres comunas pequeñas de Gironda y Finisterre hubo
“fusión técnica”.
La LCR y el “nuevo partido anticapitalista”
Hay
que tomar nota que la buena performance electoral de la LCR
tiene su explicación, al menos en parte, en su inserción
en los movimientos sociales y de lucha de los últimos años.
Al respecto, es interesante una “radiografía militante de
la LCR” realizada por la socióloga Florence Johsua, a la
que hace referencia Sylvia Zappi en Le Monde
(26-12-07). El estudio muestra que desde 2002 el activo
militante de la LCR se ha vuelto “más numeroso, más
joven y más «popular»”. El 70% de los miembros
ingresados después de 2002 tiene menos de 40 años, y el
40%, menos de 30. Según la investigación, “la juventud
de sus miembros distingue a la LCR del resto de la izquierda
tradicional”, a la que se agrega un mayor componente de
asalariados privados (42% contra 32% en 2002) y una baja de
los componentes docentes y empleados públicos propios del
período anterior. En conclusión, “la composición de la
organización se aproxima a la de la realidad social del país”,
en lo que representa “una evolución única en la
izquierda: el PS se aburguesa y la composición militante
del PC envejece”.
Contradictoriamente,
esta dinámica, los buenos resultados electorales y una
participación relativamente independiente reforzaron la
convicción de la mayoría de la LCR de lanzar en breve
plazo –de aquí a fin de año– un “nuevo partido
anticapitalista” (NPA) que incluiría a los miembros
actuales de la LCR y a una serie de activistas, colectivos,
agrupaciones, etc. Se trataría de un partido “anti”, es
decir, sin definición categórica por la revolución y el
socialismo.
El
planteo merece un debate que excede estas líneas, de modo
que sólo cabe hacer algunos señalamientos. Por lo pronto,
algunas críticas desde sectores del trotskismo en el
sentido de que es un error perse plantear la
construcción de un partido “sin definición estratégica”,
donde convivan reformistas y revolucionarios son
unilaterales. No es un
principio inamovible que los socialistas revolucionarios sólo
pueden estar organizados en partidos socialistas
revolucionarios. Lo decisivo es si se trata de una
herramienta de la clase trabajadora (por ejemplo, un
Movimiento o Partido de Trabajadores) y que haga progresar
la conciencia y/o las luchas de la clase trabajadora y sus
aliados, lo que depende de un cierto número de
circunstancias concretas.
En
el contexto europeo, que no es de ascenso aún, hubo y hay
experiencias de “partidos anticapitalistas sin definición
estratégica”, de frentes únicos, etc. Cabe señalar que
la mayoría de ellas atraviesan serios problemas o crisis.
Es el caso del SSP escocés (un partido donde convivían
reformistas y trotskistas); de la alianza Respect en
Inglaterra (un frente único entre un diputado ex laborista
reformista, sectores de la comunidad musulmana y el SWP
trotskista), del Bloco de Esquerda portugués, etc... para
no hablar de experiencias cada vez más fallidas en América
Latina, como el PSOL brasileño.
Está
a la vista, entonces, que es un error suponer que el mero
reagrupamiento como medida organizativa resuelve o facilita
los problemas; en todo caso, crea otros nuevos, que no son fáciles
de procesar si la coyuntura no está dinamizada por la
actividad del movimiento obrero y social y si los puntos de
referencia son puramente “ideológicos”
(“anticapitalismo” en general) y no de clase.
En
Francia, de hecho, los principales “socios” potenciales
de la iniciativa del NPA tienen mucha menor entidad que la
propia LCR. En particular, todavía no asoma un proceso que
cambiaría toda la perspectiva de un NPA y le daría más
sustento: una ruptura hacia la izquierda de la base electoral del PS.
El diario Libération da cuenta de un debate sobre el
NPA en Tours: “son más de 70 personas debatiendo;
sindicalistas de la CGT [y de otras corrientes sindicales],
militantes de Alternativa Libertaria, miembros de la Liga y
un comunista. Pero ni un solo socialista”.
El
peligro: disolver la LCR en su composición actual no en
función de un salto constructivo real, lo que podría dar
lugar a un curso muy regresivo. Porque mientras
el panorama de las luchas contra las “reformas” de
Sarkozy no se haga más dinámico, las presiones en un
eventual NPA van a estar menos mediadas por las necesidades
del movimiento real y más
cruzadas por la atmósfera pantanosa de la superestructura
de la izquierda francesa, “extrema” o semi-reformista.
A esas presiones pueden sumarse otras que en
Argentina hemos conocido bien: las del electoralismo. En
efecto, la figura de Olivier Besancenot ocupa un lugar que
es una conquista para la izquierda radical francesa. Según
sondeos de BVA-Orange para L’Express y de IFOP
Paris Match, su popularidad y nivel de conocimiento están
al nivel de los máximos dirigentes de la izquierda, Ségolène
Royal, Dominique Strauss-Kahn (sí, el del FMI) y Bertrand
Delanoë, alcalde de París. Un diputado de la UMP sostuvo
en campaña que “no hay nadie entre Sarkozy y
Besancenot” (Libération). En las luchas, suelen
decirle “a la izquierda, sólo estás tú”. Entre los
simpatizantes de la idea de un NPA, suele hablarse de un
“partido de Olivier”. Sin duda, la candidatura de
Besancenot y su construcción como figura pública
partidaria que ya excede ese ámbito han sido un acierto de
la LCR. La cuestión
es al servicio de qué proyecto se pondrá ese capital político.
La respuesta se cifra, en buena medida, en qué
respuesta dará el movimiento obrero y social francés a los
próximos ataques de un Sarkozy debilitado que acaso se
juegue su carta más importante.
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