Nueva coyuntura política
Después del paro del campo
En el momento que
redactamos esta editorial (miércoles 2 de abril) el paro
del campo se ha levantado. El gobierno K realizó ayer
martes una concentración de importancia en Plaza de Mayo
(unos 50.000 asistentes) pero menor en su convocatoria a la
del 25 de mayo del 2007. Por su parte, el “campo” acaba
de finalizar una concentración en Gualeguaychú (unos
20.000 asistentes) donde anunció formalmente el
levantamiento del lock out agrario. Se impone entonces sacar
las conclusiones políticas de estas tres semanas de crisis
que han abierto una nueva coyuntura en el país.
El “campo” sale fortalecido de la pelea con el
gobierno K
Es preciso, en primer lugar, hacer un balance del
resultado inmediato que ha dejado esta pulseada. Es verdad
que el frente único de las organizaciones del campo ha
levantado la medida sin obtener por ahora la reivindacion
casi única y central por la que salieron a pelear: la
rebaja de las retenciones al nivel que tenían antes del 11
de marzo pasado. En lo inmediato, el gobierno salvó la
ropa tomando una serie de medidas para los pequeños y
medianos productores, evitando tener que dar marcha atrás
en la anunciada suba de las retenciones.
Sin embargo, da toda la impresión que la cosa no va
a quedar así nomás. La SR, FAA, CRA y Coninagro levantaron
señalando que lo hacían “por un mes y para sentarse en
la mesa de negociación que convoco la presidenta”.
Más allá de no haber obtenido –en lo inmediato–
la reivindicación por la que salieron a cortar las rutas,
es un hecho que salen fortalecidos de la pelea porque
lo que emergió de esta disputa es un movimiento social
que logro concitar el apoyo de amplios sectores de las
masas urbanas, no sólo de las clases medias, sino también
–equívocamente–
de sectores populares.
La continuidad del paro seguramente hubiera horadado
este enorme capital político, en la medida que el brutal
desabastecimiento y los escandalosos aumentos de los precios
de los productos de primera necesidad (amén de las imágenes
de los centenares de millones de litros de leche echados a
perder), sumado al comienzo de las suspensiones en muchas fábricas,
podrían haber hecho que las ciudades terminaran dándose
vuelta contra el campo. Al haber levantado el paro al
tiempo, esto no ocurrió.
El gobierno de Cristina K, si bien formalmente logro
“aguantar el chubasco”, concediendo medidas menores y no
retrocediendo en la principal demanda del paro agropecuario,
salió sin embargo muy debilitado ante la opinión
publica. Quedó
en minoría tanto en los centros urbanos como rurales
y no está claro que, en esas condiciones, bajo cuerda, no
termine cediendo, de una u otra manera, frente al reclamo
agrario.
Igualmente para precisar este aspecto habrá que ver la dinámica
política general y, particularmente, la negociación que
ahora se abre.
Emerge un movimiento social conservador
El lock-out agrario significa una fuente de enorme confusión
entre las masas trabajadoras. Porque,
contradictoriamente, terminó recogiendo un creciente
malestar con el gobierno de Cristina K que se vino incubando
a lo largo de todos los meses del verano (malestar del
cual la mayoría de la izquierda siquiera se percató en
oportunidad de la pelea del Casino).
Claro que este malestar es completamente justo en
la medida que los esposos K cada vez más significan
creciente carestía de la vida, aumentos salariales a la
baja, patoteadas a los que salen a luchar, manutención de
la esclavitud laboral de los ’90, doble discurso hipócrita
en el terreno de los derechos humanos, etc.
Sin embargo, y lamentablemente, en lo inmediato este
justo descontento popular y el desarrollo de una acelerada
experiencia respecto del gobierno K, no son capitalizados
por un movimiento social y / o político de los
trabajadores, sino por la emergencia de uno de rasgos
conservadores.
Es que emergió un movimiento social heterogéneo,
una típica coalición donde están mezclados pequeños
propietarios, políticos patronales, sectores acomodados de
las clases medias, todos comandados bajo la batuta de algún
sector gran patronal (la Sociedad Rural) pero que irrumpe en
la escena con métodos de movilización de masas.
¿Cuál es entonces la tremenda contradicción que
hay que subrayar aquí? Que lo que termina emergiendo y
polarizando contra el gobierno K no es una gran huelga
obrera o lucha popular, sino un movimiento social de
grandes y pequeños propietarios agrarios que levantaron
por programa una medida (la disminución indiscriminada de
las retenciones) que sólo puede tender a afectar aún más
las condiciones de vida y salario de los trabajadores,
tanto de la ciudad como del campo mismo. La paradoja es que
por haber recogido un creciente sentimiento popular anti K,
un paro reaccionario es el que termina concitando la adhesión
popular amenazando con inclinar el conjunto de la situación
política no hacia la izquierda sino hacia el polo
opuesto.
Esta situación que emergió en
las últimas semanas no es un fenómeno puramente
“nacional”. Hace parte de la actual coyuntura en toda
la región latinoamericana por la cual (por toda una
serie de razones que no podemos desarrollar aquí) la
situación política se encuentra polarizada entre
los gobiernos de la centroizquierda capitalista y / o
“progresistas” y las oposiciones burguesas de derecha
que logran sumar el apoyo de importantes sectores de masas
(y tienen la simpatía, tras los bastidores, del gobierno de
George Bush). Es el caso hoy de los “escuálidos” en
Venezuela (frente a los estrechos límites burgueses del
propio Chávez), como también en Bolivia en la emergencia
de la reaccionaria oligarquía del Oriente del país y su
chantaje separatista. El movimiento
agrario emergente de estas semanas del lock-out tiene
acordes similares a lo que está ocurriendo en otros
países de la región.
Aparece una fisura en la burguesía alrededor del
plan económico K
Pero hay que profundizar aún más en el análisis de
la polarización entre el gobierno K y el movimiento
social conservador que se vivió en estas semanas.
Porque el movimiento social del frente único del
“campo” como tal (los grandes propietarios arrastrando a
los pequeños detrás de su programa) fue comandado, ni más
ni menos, que por tradicionales organizaciones oligárquicas
como la Sociedad Rural. Y la pelea por el cobro y el reparto
de la renta agraria del país (ver artículo específico en
esta misma edición), expresó, puso de manifiesto es la
emergencia de una división burguesa de importancia a la
hora del plan económico K.
Desde Duhalde en adelante, y reafirmado por los K, lo
que ocurrió en el terreno de la economía fue una redistribución
de las ganancias donde –en términos relativos– se
desfavoreció a las privatizadas de servicios y las empresas
de finanzas (las estrellas bajo Menem) en beneficio de
los grandes capitalistas dedicados a la industria.
Junto con esto, los grandes propietarios y
productores agrarios, se han visto enormemente beneficiados
por la política económica K, llegando a quintuplicar lo
que les ingresa por renta agraria con relación a los ’90.
Sin embargo, con la suba de las retenciones algo se rompió. Sea
porque consideran suficientemente “normalizado” el país
como para presionar con que no haya “paliativo” alguno
para las masas urbanas (léase, precios del transporte
subsidiados u otros). O porque todo el mundo ha comenzado a
hacer sus cálculos frente a la crisis económica
internacional que se avecina, crisis que ya está comenzando
a asentar sus reales en el país (la creciente inflación es
una muestra palmaria de esto). La cosa es que este sector se
planta frente al gobierno en la búsqueda de acabar con un
mecanismo que le venía obligando a compartir parte –sólo
una parte– de sus ingresos extraordinarios con el Estado K.
Y
es esta división burguesa la que termina abriendo la crisis
política y el cuestionamiento al plan económico K que se
ha vivido en estas ultimas semanas y por la que emergió un “atisbo”
de campos patronales enfrentados. Porque frente al tímido, mezquino y puramente capitalista
“neo-desarrollismo” K, frente a una economía algo mas
“regulada” producto de la intervención del Estado luego
de la rebelión popular de diciembre del 2001, frente al
proteccionismo económico burgués que –en un sentido–
significan las retenciones, el “campo” lo que enarbolo,
de alguna manera, tanto política como ideológicamente, es
un ensayo o suerte de reivindicación de retorno a las
condiciones “idílicas” de “libertad de mercado” al
estilo de los ’90.
Y acompañando la división burguesa, lo que también
se vio (más abiertamente que lo que significaron las
elecciones del año pasado en la capital donde ganó Macri),
es la emergencia de una división entre las clases medias
urbanas y del interior del país, donde el sector mas acomodado
y conservador de las mismas salió a “cacerolear” por
derecha contra el gobierno K.
Esta división de las clases medias, es otro
tanto de los síntomas de las situaciones de polarización
política como la que ha irrumpido en estas semanas en
nuestro país.
Las brazas de la rebelión popular siguen ardiendo en
el proceso de recomposición de los trabajadores
De continuar el paro agrario, muy posiblemente al
menos parte de la opinión publica urbana, se hubiera dado
vuelta. Había creciente síntomas de eso. Si esto no ocurrió,
igualmente creemos que no va a pasar mucho tiempo para que
entre amplios sectores de los trabajadores se tome conciencia
de que tanto desde el “campo” como desde el gobierno
K (junto a la burocracia de la CGT y la CTA), en mor de
defensa de la “estabilidad” y la “paz social”, se
pretenda que sean los trabajadores los que paguen cada
“concesión” que se termine haciendo a los propietarios
agrarios.
Frente a esto, surge otro
rasgo que es también común hoy en
Latinoamérica. Es la emergencia de muy duras luchas
obreras contra los gobiernos progresistas,
los cuales, frente a la creciente crisis económica
y el asedio de la derecha, tienden a adoptar un curso
crecientemente conservador. Es categóricamente hoy
el caso de Chávez en Venezuela. Si no que lo digan los
obreros de Ternium-Sidor (aceria de los Rocca en ese país)
que están en un duro y directo enfrentamiento con el
gobierno de Chávez que podría dar lugar a una suerte de
paro general en los próximos días. También (aunque más mediatizado) el de Morales en Bolivia. Y
no será de otra manera con Cristina K en nuestro país.
Pero incluso si frente a las luchas obreras se establece un frente único
entre ambos “campos” patronales, hay un elemento de
enorme importancia que ni por un momento debemos olvidar.
Desde el estallido del ciclo de rebeliones populares
latinoamericano, en ningún caso todavía se han dado
derrotas obreras y populares de importancia.
En nuestro país, parte de las concesiones obligadas
a dar por la clase capitalista (por intermedio del gobierno
K), fue organizar la economía de manera tal que se
recuperase –de manera muy importante– el
empleo. En estas
condiciones, una nueva generación obrera ha entrado a
trabajar y ha comenzado un estratégico proceso –de vanguardia, pero muy profundo– de
recomposición de los trabajadores. Los casos de la Marrón
en el neumático, del cuerpo de delegados del subte, de la línea
60, de las opositoras del SUTEBA, etc., están allí para
testimoniarlo.
En las condiciones del actual deterioro económico,
de una inflación que es creciente, y de la eventualidad de
agravarse las cosas, de suspensiones y / o despidos, casi
inevitablemente se asistirá a un ciclo de muy
importantes huelgas y luchas obreras. Luchas que van a
ser muy duras porque seguramente enfrentaran –en
este punto– a ambos bandos capitalistas unificados. Pero
atención: las mismas las llevara adelante una clase
trabajadora que a pesar y en contra de las burocracias de la
CGT y la CTA, no se va a dejar despojar así nomás, fácilmente,
de las relativas mejoras en las condiciones de vida de
los últimos años. Mejoras que han sido un subproducto no
de las “bondades” del gobierno K sino de las medidas que
los capitalistas se vieron obligados a tomar para reabsorber
la rebelión popular del 2001. Para este escenario debe
prepararse la izquierda revolucionaria.
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