Bolivia
La batalla del aceite
La
pelea planteada por las oligarquías agroexportadoras no se
da sólo en Argentina. En estos mismos momentos está
pasando algo parecido en Bolivia. Reproducimos esta nota de
Econoticiasbolivia, publicada en la edición del domingo 30
en www.socialismo-o-barbarie.org
La Paz.- El gobierno del
presidente Evo Morales y los 100 poderosos clanes que
controlan la tierra, el poder y la economía de gran parte
de Bolivia, abrieron un nuevo frente de batalla en torno a
la producción y venta de aceites y soja, profundizando la
dualidad de poderes existente entre la izquierda indigenista
asentada en el altiplano y la rancia oligarquía que tiene
el control de los valles y los llanos.
Un decreto de Morales que prohíbe
temporalmente las exportaciones de aceites de soja y girasol
desató la ira de los 100 clanes de la burguesía
agroexportadora del oriente, que llamó a la resistencia
civil y al desacato. Esta convocatoria tuvo eco de inmediato
entre los transportistas y los pequeños y medianos
productores de soja.
El decreto presidencial, según
explicó la controvertida ministra de Desarrollo Rural,
Susana Rivero, se orienta a frenar la especulación y
desabastecimiento de aceites, provocadas por tres mega
empresas agroexportadoras, que buscan obtener crecientes y
millonarias ganancias y, simultáneamente, dañar la gestión
del presidente Morales, elevando los precios que castigan a
la economía popular y a los más pobres.
"No es correcto, no es
aceptable, que el sector exportador venda al consumidor
nacional al precio más alto que el que se registra en
Chicago que es donde se sitúa el precio
internacional", dijo Rivero, quien denunció que la
tonelada de soja se cotiza actualmente en 1.290 dólares en
el mercado de Chicago, mientras que en Bolivia, donde se
produce el grano, esa misma tonelada se vende a 1.690 dólares.
Entre los empresarios, en cambio,
la acción gubernamental es calificada como una guerra económica
desatada desde el Gobierno contra los productores y
agroexportadores del oriente, que anualmente exportan cerca
de 400 millones de dólares en soja y sus derivados
(aceites, tortas y grano) a los mercados de Colombia, Perú
y Venezuela.
Pulseta política
La prohibición gubernamental y
el desacato empresarial son parte de la batalla que el
Gobierno de Morales y los 100 clanes libran por el control
político de Bolivia (ver "La rebelión de los 100
clanes"). No es de extrañar, por ello, que uno de los
principales protagonistas de estas escaramuzas sea Branko
Marinkovic, el fascista presidente del Comité Cívico de
Santa Cruz y líder visible de los poderosos clanes
familiares que pugnan, por todos lo medios, por legalizar de
facto su autonomía regional en un referéndum
inconstitucional e ilegal previsto para el 4 de mayo.
El clan Marinkovic, junto al
transnacional del grupo peruano Romero ligado al Banco de Crédito
y la transnacional estadounidense Archer Daniels Midland
(ADM), son los tres consorcios que monopolizan la producción
y exportación de aceites. Los norteamericanos exportan el
aceite SAO, el grupo Romero el aceite Fino y los Marinkovic,
dueños de Industrias Oleaginosas (Iol), el aceite Rico.
Negocio multinacional
Detrás de ellos están los
grandes exportadores de soja. La producción y exportación
de soja, uno de los grandes pilares que sostiene a la
agroexportadora economía cruceña, está en manos de
grandes empresas que funcionan con capital extranjero y que
aprovechan con mucha eficiencia las ventajas que ofrece la
región oriental, según detectó una investigación de
Econoticiasbolivia.
En el rubro de la soja, el grano
de oro y producto estrella de la agropecuaria comercial de
Santa Cruz, la voz cantante la llevan un puñado de grandes
empresarios brasileños y otros inversionistas asentados en
las colonias japonesas y de menonitas. Todos ellos producen
y comercializan cerca de dos terceras partes de toda la
producción de soja (harina, torta y aceites) destinados al
mercado internacional. El tercio restante es generado por
productores nacionales, grandes y pequeños.
Desde la última década, la
agropecuaria oriental vivió una etapa floreciente, con el
denominado "boom de la soja", acrecentando las
millonarias y extraordinarias ganancias generadas por el
alza internacional de precios, una millonaria subvención
estatal y el uso intensivo de los acuerdos comerciales que
garantizan un acceso privilegiado a los mercados de
Colombia, Venezuela y Perú
Internamente, el boom de la soja
se sustenta en el fácil y barato acceso a la tierra por
parte de los grandes empresarios, al bajo nivel de impuestos
que se paga al Estado, a los reducidos salarios que se
entrega a la fuerza laboral y a la existencia de grandes vacíos
legales que permiten la expansión de esta actividad sin el
debido control ambiental que impida el deterioro de las
tierras.
Presiones, diálogo y
concertación
En el gobierno de Morales se
sospecha que una parte de estas millonarias ganancias,
especialmente las manejadas por el clan Marinkovic, estarían
siendo utilizadas en el proceso de desestabilización y
conspiración (ver: “Branko, el fascista que quiere
derrocar a Evo").
Es claro, por ello, que el
gobierno de Morales, además de tratar de impedir el alza
desmesurada de precios en contra de la canasta familiar,
apunta a herir los intereses de los dirigentes de los clanes
empresariales.
El objetivo declarado del
gobierno de la izquierda indigenista es tratar de lograr un
gran acuerdo nacional con la burguesía agroexportadora,
dejando de lado tanto la nueva Constitución Política del
Estado aprobada por la oficialista Asamblea Constituyente
como los Estatutos autonómicos secesionistas impulsados por
la oligarquía en las regiones de Santa Cruz, Beni, Pando,
Tarija, Cochabamba y Chuquisaca.
Con este mismo propósito,
semanas atrás también había declarado al margen de la
ley, a través del Congreso Nacional y la Corte Nacional
Electoral, a los referéndums autonómicos que las fuerzas
leales a la oligarquía organizan en los valles y los llanos
del oriente (ver "Ni la ley frena la subversión oligárquica").
Ahora, presiona con acciones económicas
punitivas, e intenta encontrar, con ayuda de la Iglesia Católica,
la forma de sentar a la oligarquía a la mesa del diálogo.
El ala más dura de los oligarcas
también quiere sentarse a dialogar con Morales, pero sólo
después de llevar adelante sus referéndums, que les
permitirán negociar desde una posición de fuerza y con la
legitimidad que otorga el voto popular. Ellos están seguros
que vencerán con amplitud en las urnas.
Evo no hace cumplir la
ley
Los 100 clanes, que ejercen el
poder político y económico a través de los prefectos
(gobernadores) de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y
Cochabamba, de los comités cívicos y empresariales, que
han logrado el apoyo de las organizaciones sociales,
populares, vecinales y juveniles, especialmente en el área
urbana en seis de los nueve departamentos de Bolivia,
avanzan en su proceso conspirativo ante la evidencia de que
Morales no tiene ni la fuerza ni la decisión política para
enfrentarlos en la calle ni menos para aplicar la fuerza del
Estado en cumplimiento de la ley.
En rigor, en los valles y el
oriente la única ley que está en vigencia es la que sirve
a la oligarquía. El garrote, las bandas fascistas y la gran
prensa también cumplen su rol en defensa de los poderosos.
Los subversivos cuentan con el
apoyo, aval y financiamiento de la Embajada de Estados
Unidos, denuncia constantemente el Gobierno, que intenta, a
su vez, lograr el respaldo activo y sin condicionamientos de
los sindicatos y organizaciones laborales, que han comenzado
tímidamente a recobrar su independencia política y
sindical, enarbolando las banderas que abandonó Morales:
nacionalización real del gas, liquidar el latifundio y
guerra frontal contra los 100 clanes (ver: “Los mineros
apuntan a los 100 clanes”).
Subvención a los ricos
En sus dos primeros años de
gobierno, la administración de Morales ha sido en extremo
generosa con la oligarquía que no deja de potenciarse y
conspirar contra el indio presidente.
La propia ministra de Desarrollo
Rural explicó que la rebelde burguesía agroexportadora del
oriente se está beneficiando con millonarias subvenciones
en el precio del diesel y con la devolución de impuestos.
Los empresarios obtienen el barril de diesel a 27 dólares
(en el mercado internacional el barril cuesta 110 dólares),
por lo que la subvención anual concedida a los empresarios
alcanza a casi 200 millones de dólares.
"Todos los bolivianos
estamos subvencionando el precio del diesel para la producción
del aceite, además gobiernos anteriores han ido entregando
una serie de beneficios al sector exportador. Es uno de lo
pocos países que regula la devolución impositiva a través
del Cedeim; es el único país en todo el continente que les
devuelve un impuesto especial que se llama GAC. Entonces es
un abuso por parte de los empresarios la subida exorbitante
del precio del aceite", dijo.
Aseguró que existe un
tratamiento muy favorable y condescendiente con el sector
empresarial ya que, según la ministra, al Gobierno le
interesa exportar para potenciar a los sectores productivos,
pero que "no pueden seguir trabajando con este tipo de
empresarios que solamente piensan en sus bolsillos, en
perjuicio de toda la población boliviana".
Una rebelión imparable
En la otra vereda, los
agroempresarios anunciaron una reunión de emergencia para
este martes en Santa Cruz, seguros de que podrán movilizar
al conjunto de la población en defensa de sus intereses y
para preservar su pleno derecho sobre la tierra, que
monopolizan y usan hasta degradarla, con el único fin de
aumentar sus millonarias ganancias, a costa del hambre del
pueblo y de un gobierno central, atrapado en sus montañas,
y que hasta ahora no es capaz de hacer cumplir la ley ni sus
decretos.
La rebelión de los 100 clanes
familiares, que tienen en sus manos 25 millones de hectáreas,
cinco veces más que dos millones de campesinos, y que además
controlan la agroindustria, el comercio exterior, la banca y
los grandes medios de comunicación, sigue adelante.
Los clanes familiares ya se han
apoderado de las tierras más fértiles de Bolivia y han
levantando gigantescos latifundios, sobre los que han
edificado un creciente poder económico y político,
manejando a su antojo las principales organizaciones
empresariales, cívicas e incluso populares de las regiones
orientales y del sur del país (Santa Cruz, Beni, Pando y
Tarija), desde donde conspiran para echar abajo al
"indio presidente" e intentan armar su propio
Estado, con su Parlamento y Policía propia y con el control
absoluto sobre la tierras, la educación y los impuestos
(ver "La oligarquía arma su propio Estado" en
www.socialismo-o-barbarie.org/bolivia_arde/071216_b_oligarquia_arma_propio_estado.htm
)
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