Derechos
humanos
Se
agudizan las tensiones
Las
heridas no cicatrizadas se profundizan y se pueden
transformar en gangrena. La etapa K abrió un período de
reformas que ocultó los síntomas con Museos de la Memoria
y discursos y al mismo tiempo, sin duda, impuso penas
ejemplares a algunos personajes emblemáticos de la
dictadura como Etchecolatz y Von Wernich. Ese
proceso, iniciado en el gobierno de Néstor K y al que la
actual primera dama pensaba darle un estoque final,
terminando los juicios y elevando la alicaída imagen de las
Fuerzas Armadas, está en un tembladeral.
Tembladeral
que parte de la crisis política que jaquea al gobierno en
su pelea interpatronal con la oligarquía del campo, pero
también abarca a su inconsecuencia y parcialidad para
cerrar las heridas del genocidio con cataplasmas de
curandera.
Cerremos
las compuertas
La
señora Isabel Perón no va a ser extraditada. Así lo
decidió la Justicia española, en una resolución que
preserva no sólo a la señora, sino también al gobierno
nacional del torbellino político que desataría la llegada
al país de la ex presidenta. Sería el comienzo en serio
del juicio a la Triple A y sus responsables y salpicaría a
todos los aliados que apoyaron o consintieron, de una u otra
forma, el accionar de esta banda fascista.
Para
seguir apaciguando posibles tempestades, la Cámara Federal
desprocesó por falta de mérito a Fernando De la Rúa y a
cinco policías involucrados por la represión del 20 de
diciembre del 2001. Este hombre estaba acusado solamente de
la muerte de cinco personas y de dejar heridas a ciento
diecisiete más durante la represión desatada ese día a la
movilización popular.
El
proceso a dos ex presidentes no es poca cosa en una
Argentina todavía no tan “normalizada” ni
“institucionalizada”. Mejor... “mutis por el foro”.
Golpes
y contragolpes
Ataques
como los que sufrió la titular de la Correpi, María del
Carmen Verdú o el secuestro de Juan Puthod, titular de la
Casa de la Memoria de Zárate, muestran no sólo que los que
amenazan, pegan y secuestran están en las fuerzas de
seguridad, sino que actúan como “Pancho por su casa”.
Según su testimonio, reproducido por Página 12, lo sueltan
a 15 cuadras de la Casa de la Memoria que preside, lugar
lleno de personas, muchas de ellas... policías. Esta vez la
Justicia lo caratuló como “desaparición forzada de
personas”. No tardó 19 meses para hacerlo, como en el
caso de Jorge Julio López. También la hija de la señora
Bonafini ha sido amenazada.
Pero
el gobierno no ha tomado ninguna medida efectiva para
proteger a los participantes en los juicios, para investigar
y castigar los zarpazos de los represores.
Por
otro lado, continúan, aunque en cuentagotas y con el
peligro permanente para los testigos, familiares y
defensores, juicios importantes a responsables de la represión
genocida. Comienza en este mes de mayo en Córdoba el que
involucra como fundamental acusado a Luciano Benjamín Menéndez,
responsable de III Cuerpo de Ejército durante el gobierno
militar.
Estos
hechos marcan una situación dinámica, en la que la lucha
por la investigación y el castigo a los responsables de la
represión de ayer y de hoy, está a la orden del día.
Profundizar
y masificar la movilización
El
movimiento de los derechos humanos iniciado hace más de 30
años con la dictadura, es específico, pero ha tenido un
vaivén pegado a la vida política del país y a las luchas
de los trabajadores y el pueblo.
Con
la dictadura, ante la derrota de la clase obrera y el
pueblo, se constituyó como movimiento esencialmente de
“familiares” y de las agrupaciones de izquierda que las
acompañaron.
Con
la caída del gobierno de las Juntas, al conocerse la
existencia de los cementerios clandestinos, los testimonios,
el movimiento se extendió a una vanguardia más amplia de
luchadores que acompañaron a los familiares, integrándose
a los organismos existentes o formando otros nuevos. Es la
primavera democrática que despertó amplias expectativas de
justicia efectiva.
Con
el Punto Final y la Obediencia Debida de Alfonsín se
produce una derrota y un nuevo realinamiento político de
los organismos. La misma se produndizó con el indulto de
Menem.
La
rebelión del 2001 removió las estructuras sociales y políticas
de este país y el movimiento se dinamizó. El reclamo de
juicio y castigo volvió a estar a la orden del día. El
gobierno K se embanderó tras él, coptó a los organismos más
importantes, que se encandilaron con las promesas tantas
veces incumplidas. El hecho grande como una casa de que el
gobierno echó a rodar juicios a los represores del golpe
militar, y en los últimos dos años a la Triple A, abrió
un campo para la lucha democrática y popular que hasta
ahora no se ha cerrado, sino que se profundiza en la situación
actual, de creciente polarización y tensión.
Junto
con esto, también en este terreno empieza a cristalizarse
una experiencia con el gobierno. La vanguardia de los
derechos humanos, tanto algunos organismos como honestos
luchadores o intelectuales, como el profesor Néstor Kohan
(*), cayeron en la cuenta que el gobierno de los derechos
humanos no iba ir hasta el final en el castigo al genocidio.
¡Si no busca al desaparecido de su gobierno!
También
los trabajadores que han salido a pelear por su salario, por
condiciones de trabajo o por despidos, sintieron en carne
propia los palos de la Gendarmería, la Policía o las
patotas. Y vieron a la señora Hebe de Bonafini en el mismo
escenario que Hugo Moyano.
El
movimiento por los derechos humanos sufrió una nueva
fractura producto de esta experiencia: quedó claramente
delimitado entre los que apoyan incondicionalmente al
gobierno y los que se oponen a él. Experiencia que debemos
ayudar a hacer consciente poniendo la pelea por el castigo
al genocidio junto a la pelea contra el gobierno, para
lograr el desmantelamiento del aparato represivo, para
apostar y ayudar a desarrollar la movilización masiva para
derrotar la impunidad de ayer y de hoy.
(*)
Colaborador y docente en la Universidad de las Madres que
hizo pública una carta fechada el 18/6/07, donde relata sus
diferencias políticas con ellas en relación al apoyo al
gobierno, motivo por el cual se quedó sin su cátedra.
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