Socialismo o Barbarie, periódico Nº 126, 08/05/08
 

 

 

 

 

 

Derechos humanos

Se agudizan las tensiones

Las heridas no cicatrizadas se profundizan y se pueden transformar en gangrena. La etapa K abrió un período de reformas que ocultó los síntomas con Museos de la Memoria y discursos y al mismo tiempo, sin duda, impuso penas ejemplares a algunos personajes emblemáticos de la dictadura como Etchecolatz y Von Wernich. Ese proceso, iniciado en el gobierno de Néstor K y al que la actual primera dama pensaba darle un estoque final, terminando los juicios y elevando la alicaída imagen de las Fuerzas Armadas, está en un tembladeral.

Tembladeral que parte de la crisis política que jaquea al gobierno en su pelea interpatronal con la oligarquía del campo, pero también abarca a su inconsecuencia y parcialidad para cerrar las heridas del genocidio con cataplasmas de curandera.

Cerremos las compuertas

La señora Isabel Perón no va a ser extraditada. Así lo decidió la Justicia española, en una resolución que preserva no sólo a la señora, sino también al gobierno nacional del torbellino político que desataría la llegada al país de la ex presidenta. Sería el comienzo en serio del juicio a la Triple A y sus responsables y salpicaría a todos los aliados que apoyaron o consintieron, de una u otra forma, el accionar de esta banda fascista.

Para seguir apaciguando posibles tempestades, la Cámara Federal desprocesó por falta de mérito a Fernando De la Rúa y a cinco policías involucrados por la represión del 20 de diciembre del 2001. Este hombre estaba acusado solamente de la muerte de cinco personas y de dejar heridas a ciento diecisiete más durante la represión desatada ese día a la movilización popular.

El proceso a dos ex presidentes no es poca cosa en una Argentina todavía no tan “normalizada” ni “institucionalizada”. Mejor... “mutis por el foro”.

Golpes y contragolpes

Ataques como los que sufrió la titular de la Correpi, María del Carmen Verdú o el secuestro de Juan Puthod, titular de la Casa de la Memoria de Zárate, muestran no sólo que los que amenazan, pegan y secuestran están en las fuerzas de seguridad, sino que actúan como “Pancho por su casa”. Según su testimonio, reproducido por Página 12, lo sueltan a 15 cuadras de la Casa de la Memoria que preside, lugar lleno de personas, muchas de ellas... policías. Esta vez la Justicia lo caratuló como “desaparición forzada de personas”. No tardó 19 meses para hacerlo, como en el caso de Jorge Julio López. También la hija de la señora Bonafini ha sido amenazada.

Pero el gobierno no ha tomado ninguna medida efectiva para proteger a los participantes en los juicios, para investigar y castigar los zarpazos de los represores.

Por otro lado, continúan, aunque en cuentagotas y con el peligro permanente para los testigos, familiares y defensores, juicios importantes a responsables de la represión genocida. Comienza en este mes de mayo en Córdoba el que involucra como fundamental acusado a Luciano Benjamín Menéndez, responsable de III Cuerpo de Ejército durante el gobierno militar.

Estos hechos marcan una situación dinámica, en la que la lucha por la investigación y el castigo a los responsables de la represión de ayer y de hoy, está a la orden del día.

Profundizar y masificar la movilización

El movimiento de los derechos humanos iniciado hace más de 30 años con la dictadura, es específico, pero ha tenido un vaivén pegado a la vida política del país y a las luchas de los trabajadores y el pueblo.

Con la dictadura, ante la derrota de la clase obrera y el pueblo, se constituyó como movimiento esencialmente de “familiares” y de las agrupaciones de izquierda que las acompañaron.

Con la caída del gobierno de las Juntas, al conocerse la existencia de los cementerios clandestinos, los testimonios, el movimiento se extendió a una vanguardia más amplia de luchadores que acompañaron a los familiares, integrándose a los organismos existentes o formando otros nuevos. Es la primavera democrática que despertó amplias expectativas de justicia efectiva.

Con el Punto Final y la Obediencia Debida de Alfonsín se produce una derrota y un nuevo realinamiento político de los organismos. La misma se produndizó con el indulto de Menem.

La rebelión del 2001 removió las estructuras sociales y políticas de este país y el movimiento se dinamizó. El reclamo de juicio y castigo volvió a estar a la orden del día. El gobierno K se embanderó tras él, coptó a los organismos más importantes, que se encandilaron con las promesas tantas veces incumplidas. El hecho grande como una casa de que el gobierno echó a rodar juicios a los represores del golpe militar, y en los últimos dos años a la Triple A, abrió un campo para la lucha democrática y popular que hasta ahora no se ha cerrado, sino que se profundiza en la situación actual, de creciente polarización y tensión.

Junto con esto, también en este terreno empieza a cristalizarse una experiencia con el gobierno. La vanguardia de los derechos humanos, tanto algunos organismos como honestos luchadores o intelectuales, como el profesor Néstor Kohan (*), cayeron en la cuenta que el gobierno de los derechos humanos no iba ir hasta el final en el castigo al genocidio. ¡Si no busca al desaparecido de su gobierno!

También los trabajadores que han salido a pelear por su salario, por condiciones de trabajo o por despidos, sintieron en carne propia los palos de la Gendarmería, la Policía o las patotas. Y vieron a la señora Hebe de Bonafini en el mismo escenario que Hugo Moyano.

El movimiento por los derechos humanos sufrió una nueva fractura producto de esta experiencia: quedó claramente delimitado entre los que apoyan incondicionalmente al gobierno y los que se oponen a él. Experiencia que debemos ayudar a hacer consciente poniendo la pelea por el castigo al genocidio junto a la pelea contra el gobierno, para lograr el desmantelamiento del aparato represivo, para apostar y ayudar a desarrollar la movilización masiva para derrotar la impunidad de ayer y de hoy.


(*) Colaborador y docente en la Universidad de las Madres que hizo pública una carta fechada el 18/6/07, donde relata sus diferencias políticas con ellas en relación al apoyo al gobierno, motivo por el cual se quedó sin su cátedra.