Elecciones
en el viejo continente
¿Giro a la derecha en
Gran Bretaña y Europa?
Por
Claudio Testa
Ola
de huelgas y triunfo electoral de los conservadores
El Reino
Unido vive una ola de paros y manifestaciones de
trabajadores como no se veían desde hace mucho tiempo.
A fines del
mes pasado, más de 400.000 trabajadores estatales,
principalmente del magisterio, estaban en huelga. Para los
maestros, es la primera huelga nacional que hacen en los
últimos 20 años. En Londres y el resto de las ciudades
de la isla se realizaron además grandes manifestaciones el
jueves 24.
Ha sido
principalmente la cuestión del salario la que ha
unido a trabajadores de distintas ramas y sindicatos para
efectuar paros, piquetes y movilizaciones en las calles.
Es que el
gobierno de Gordon Brown, sucesor del no menos nefasto Tony
Blair, está haciendo frente a la crisis económica mundial,
con medidas para descargarla sobre las cabezas de los
asalariados y los más pobres. En eso sigue la pauta de los
gobiernos capitalistas de Europa y del resto del mundo.
Pero, como comienza ya a suceder en varios países, esto
genera respuestas de los trabajadores.
Una de las
medidas de Brown es la de mantener los aumentos de salarios
por debajo de la inflación, que también está desatada en
Europa. Falseando estadísticas –una costumbre que
empiezan a adoptar muchos gobiernos, y no sólo el de los
K–, Brown alega que la inflación es sólo del 2% anual.
Pero las exigencias para “parar la olla” de los
asalariados tienen poco que ver con esas fantasías: los
alimentos han aumentado casi un 8%, y la gasolina un 18%.
Los costos de vivienda, tanto hipotecas como alquileres,
también se han ido a las nubes.
Otras
medidas son una “reforma impositiva” que favorece a los
ricos y castiga a los sectores de menores ingresos, y
recortes en los gastos sociales, como el presupuesto de
educación. Esto lo dispone el gobierno que dilapidó miles
de millones de libras para salvar de la bancarrota a los
bandidos de los bancos y fondos de inversión, responsables
de la crisis financiera.
Pero, en
medio de este cuadro, el Partido Conservador ha logrado un
aplastante triunfo en las elecciones municipales de esta
semana (realizadas solamente en Inglaterra y Gales). El
laborismo ha retrocedido tanto, que ha quedado situado como
la tercera fuerza detrás del Partido Liberal, y perdió
además en su feudo de Londres, gobernado por el famoso
laborista “de izquierda”, Ken Livingstone.
Todos
coinciden en que el voto no fue decidido por cuestiones
municipales y locales, sino que fue un “voto castigo”
de carácter nacional: en primer lugar, por el desastre
económico que se está volcando sobre la cabeza de los
trabajadores y los más pobres, y también por el arrastre
del rechazo a la guerra de Iraq y demás aventuras
coloniales en las que el gobierno laborista fue a la cola de
Bush.
El hecho es
que el “New Labour” ha quedado tan golpeado que está en
cuestión si seguirá gobernando o se verá obligado a
llamar a elecciones parlamentarias anticipadas.
Una situación contradictoria
Que por
todos los desastres y canalladas que hicieron desde el
gobierno se haya “castigado” a los laboristas votando a
los conservadores, es algo así como salir de la sartén
para caer en el fuego.
Las
municipales de Inglaterra y Gales, con todas sus
diferencias, presentan en el fondo las mismas
contradicciones que dieron la victoria a Berlusconi en
Italia y, tiempo atrás, a Sarkozy en Francia y Merkel en
Alemania. Las trampas de las opciones burguesas de
“oposición” (que continúan las mismas políticas que
muchos los electores quieren “castigar”) siguen
funcionando bien.
Tanto por
las de Gran Bretaña como por otras elecciones recientes,
muchos charlatanes de la prensa se han apresurado a hablar
de un “giro a la derecha” en Europa. Algunos lo comparan
con los ‘80, los años de Margaret Thatcher en Gran Bretaña,
que marcaron la triunfante ofensiva neoliberal, que culminó
en el derrumbe del falso socialismo de la ex URSS y el Este.
Sin
embargo, las cosas son más complejas y contradictorias.
El hecho objetivo (y peligroso) es que se votó
mayoritariamente a los partidos de derecha, que hoy
sostienen un programa de (contra)reformas neoliberales.
Pero el otro hecho de no menor importancia es que sus
“adversarios” electorales –los partidos de
“izquierda” (laboristas, socialdemócratas, ex
“comunistas”, etc.) que estaban en el gobierno en esos
países– venían aplicando esencialmente el mismo
programa.
Es que hace
ya décadas que las diferencias entre “derecha
conservadora” e “izquierda reformista” se han prácticamente
esfumado, por lo menos en las cuestiones importantes,
que tienen que ver con las concesiones económicas y
sociales de los capitalistas a los trabajadores. Los
electores votan por distintos partidos que tienen en el
fondo el mismo programa. Así, el “voto popular”
zigzaguea con rapidez: en Francia, se votó masivamente por
Sarkozy; un año después, sufría un abrumador “voto
castigo” también en elecciones municipales... y hoy su
“popularidad” está casi al nivel de Bush.
Es que hoy
una verdadera alternativa sólo puede ser anticapitalista
y socialista. Y eso no es un mero problema
“electoral”, sino que exige un profundo cambio global;
un cambio revolucionario ideológico, político y
organizativo de las masas trabajadoras y populares.
Pero otros
factores hacen aún más contradictoria y compleja la
situación. En primer lugar, el capitalismo en su versión
neoliberal no está en ascenso sino en una grave crisis,
que lo está desacreditando cada vez más y le ha hecho
perder legitimidad. Es lo opuesto de los años de Margaret
Thatcher.
Por último,
estos triunfos electorales de la derecha se están dando
–como ahora en Gran Bretaña, antes en Francia y en menor
medida en Italia y Alemania– en medio de importantes
luchas de los trabajadores y los estudiantes.
Pero esto
ya no es una cuestión “europea”. Uno de los más
graves y peligrosos problemas de nuestra época es ese desfase
entre las luchas obreras y sociales en general, y su traducción
política. Esto deja una brecha que permite hacer
funcionar el pérfido mecanismo del “voto castigo” y la
engañosa opción entre alternativas políticas que, en el
fondo, hoy son prácticamente iguales.
El gran
problema (europeo y mundial) es cómo esas luchas obreras y
sociales –que van a ser acicateadas por una crisis hoy
creciente del capitalismo– dan la base para un cambio
radical: la ruptura masiva con las falsas alternativas
burguesas de “derecha” y de “izquierda”, y el
surgimiento de alternativas políticas independientes,
obreras, socialistas y revolucionarias.
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