Socialismo o Barbarie, periódico Nº 126, 08/05/08
 

 

 

 

 

 

Elecciones en el viejo continente

¿Giro a la derecha en Gran Bretaña y Europa?

Por Claudio Testa

Ola de huelgas y triunfo electoral de los conservadores

El Reino Unido vive una ola de paros y manifestaciones de trabajadores como no se veían desde hace mucho tiempo.

A fines del mes pasado, más de 400.000 trabajadores estatales, principalmente del magisterio, estaban en huelga. Para los maestros, es la primera huelga nacional que hacen en los últimos 20 años. En Londres y el resto de las ciudades de la isla se realizaron además grandes manifestaciones el jueves 24.

Ha sido principalmente la cuestión del salario la que ha unido a trabajadores de distintas ramas y sindicatos para efectuar paros, piquetes y movilizaciones en las calles.

Es que el gobierno de Gordon Brown, sucesor del no menos nefasto Tony Blair, está haciendo frente a la crisis económica mundial, con medidas para descargarla sobre las cabezas de los asalariados y los más pobres. En eso sigue la pauta de los gobiernos capitalistas de Europa y del resto del mundo. Pero, como comienza ya a suceder en varios países, esto genera respuestas de los trabajadores.

Una de las medidas de Brown es la de mantener los aumentos de salarios por debajo de la inflación, que también está desatada en Europa. Falseando estadísticas –una costumbre que empiezan a adoptar muchos gobiernos, y no sólo el de los K–, Brown alega que la inflación es sólo del 2% anual. Pero las exigencias para “parar la olla” de los asalariados tienen poco que ver con esas fantasías: los alimentos han aumentado casi un 8%, y la gasolina un 18%. Los costos de vivienda, tanto hipotecas como alquileres, también se han ido a las nubes.

Otras medidas son una “reforma impositiva” que favorece a los ricos y castiga a los sectores de menores ingresos, y recortes en los gastos sociales, como el presupuesto de educación. Esto lo dispone el gobierno que dilapidó miles de millones de libras para salvar de la bancarrota a los bandidos de los bancos y fondos de inversión, responsables de la crisis financiera.

Pero, en medio de este cuadro, el Partido Conservador ha logrado un aplastante triunfo en las elecciones municipales de esta semana (realizadas solamente en Inglaterra y Gales). El laborismo ha retrocedido tanto, que ha quedado situado como la tercera fuerza detrás del Partido Liberal, y perdió además en su feudo de Londres, gobernado por el famoso laborista “de izquierda”, Ken Livingstone.

Todos coinciden en que el voto no fue decidido por cuestiones municipales y locales, sino que fue un “voto castigo” de carácter nacional: en primer lugar, por el desastre económico que se está volcando sobre la cabeza de los trabajadores y los más pobres, y también por el arrastre del rechazo a la guerra de Iraq y demás aventuras coloniales en las que el gobierno laborista fue a la cola de Bush.

El hecho es que el “New Labour” ha quedado tan golpeado que está en cuestión si seguirá gobernando o se verá obligado a llamar a elecciones parlamentarias anticipadas.

Una situación contradictoria

Que por todos los desastres y canalladas que hicieron desde el gobierno se haya “castigado” a los laboristas votando a los conservadores, es algo así como salir de la sartén para caer en el fuego.

Las municipales de Inglaterra y Gales, con todas sus diferencias, presentan en el fondo las mismas contradicciones que dieron la victoria a Berlusconi en Italia y, tiempo atrás, a Sarkozy en Francia y Merkel en Alemania. Las trampas de las opciones burguesas de “oposición” (que continúan las mismas políticas que muchos los electores quieren “castigar”) siguen funcionando bien.

Tanto por las de Gran Bretaña como por otras elecciones recientes, muchos charlatanes de la prensa se han apresurado a hablar de un “giro a la derecha” en Europa. Algunos lo comparan con los ‘80, los años de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, que marcaron la triunfante ofensiva neoliberal, que culminó en el derrumbe del falso socialismo de la ex URSS y el Este.

Sin embargo, las cosas son más complejas y contradictorias. El hecho objetivo (y peligroso) es que se votó mayoritariamente a los partidos de derecha, que hoy sostienen un programa de (contra)reformas neoliberales. Pero el otro hecho de no menor importancia es que sus “adversarios” electorales –los partidos de “izquierda” (laboristas, socialdemócratas, ex “comunistas”, etc.) que estaban en el gobierno en esos países– venían aplicando esencialmente el mismo programa.

Es que hace ya décadas que las diferencias entre “derecha conservadora” e “izquierda reformista” se han prácticamente esfumado, por lo menos en las cuestiones importantes, que tienen que ver con las concesiones económicas y sociales de los capitalistas a los trabajadores. Los electores votan por distintos partidos que tienen en el fondo el mismo programa. Así, el “voto popular” zigzaguea con rapidez: en Francia, se votó masivamente por Sarkozy; un año después, sufría un abrumador “voto castigo” también en elecciones municipales... y hoy su “popularidad” está casi al nivel de Bush.

Es que hoy una verdadera alternativa sólo puede ser anticapitalista y socialista. Y eso no es un mero problema “electoral”, sino que exige un profundo cambio global; un cambio revolucionario ideológico, político y organizativo de las masas trabajadoras y populares.

Pero otros factores hacen aún más contradictoria y compleja la situación. En primer lugar, el capitalismo en su versión neoliberal no está en ascenso sino en una grave crisis, que lo está desacreditando cada vez más y le ha hecho perder legitimidad. Es lo opuesto de los años de Margaret Thatcher.

Por último, estos triunfos electorales de la derecha se están dando –como ahora en Gran Bretaña, antes en Francia y en menor medida en Italia y Alemania– en medio de importantes luchas de los trabajadores y los estudiantes.

Pero esto ya no es una cuestión “europea”. Uno de los más graves y peligrosos problemas de nuestra época es ese desfase entre las luchas obreras y sociales en general, y su traducción política. Esto deja una brecha que permite hacer funcionar el pérfido mecanismo del “voto castigo” y la engañosa opción entre alternativas políticas que, en el fondo, hoy son prácticamente iguales.

El gran problema (europeo y mundial) es cómo esas luchas obreras y sociales –que van a ser acicateadas por una crisis hoy creciente del capitalismo– dan la base para un cambio radical: la ruptura masiva con las falsas alternativas burguesas de “derecha” y de “izquierda”, y el surgimiento de alternativas políticas independientes, obreras, socialistas y revolucionarias.