Las patronales del campo ya no
tienen margen
Lo que la
Mesa de Enlace no vio
Por Manuel Rodríguez
La
historia parecía repetirse. Comenzaba octubre y la Mesa de
Enlace convocaba a los productores a movilizarse al margen
de las rutas y cesar en la comercialización de la producción.
Sumado a la amenaza de cortar las rutas, con esta demostración
de fuerza la dirigencia de la patronal agropecuaria pedía
por el fin de las retenciones, el aumento de los subsidios a
los diferentes sectores y una ayuda extraordinaria por la
“impresionante sequía que asolaba al país”. Según
adelantaban en la edición del domingo 5 de Página 12 Vervitsky y Novarro, el gobierno preparaba una serie de
medidas para entenderse con estas patronales: una importante
reducción de las retenciones en un mecanismo de fomento de
la producción y de la exportación, y subsidios para el
sector lechero, por las sequías y créditos para la
agricultura familiar. Con esto, buscaba el gobierno empezar
a recomponer la relación con esta patronal. Dolían todavía
los cacerolazos y movilizaciones masivas en las grandes
ciudades del país, el “voto no positivo” de Cobos.
La coyuntura se dio vuelta
El
campo lanzó su nueva movilización habiendo ya comenzado la
más espectacular crisis capitalista desde los años ‘30.
Mientras todo el país miraba diariamente cómo se
desplomaba Wall Street y el Merval y colapsaban gigantes
financieros en todo el mundo, la patronal agraria llamaba a
salir a las calles para recuperar para sí esa inmensa renta
agraria extraordinaria que había surgido con el crecimiento
económico mundial y del astronómico ascenso de las
commodities… ¡y que acababa casi de desaparecer! ¡Tarde
les llegó la noticia a la Mesa de Enlace! Sólo lograron
balbucear en el conflicto que el precio de la soja también
se desplomaba. ¡Sí que lo hizo! Brutalmente, como todo en
esta crisis, cayó más de un 50% desde mediados del año
pasado.
Antes
de la crisis capitalista mundial, la patronal agropecuaria
se movilizaba y movilizaba a los sectores “chetos” de
las grandes ciudades (primos hermanos de los escuálidos
venezolanos y de los gusanos cubanos). Pero cambió no la
coyuntura nacional, sino toda la situación mundial. Y el
mundo entero notó el cambio. ¡Menos las patronales del
campo! Porque si por lo menos antes de la crisis capitalista
mundial Buzzi se estaba convirtiendo en el hazmerreír de la
política nacional, al declarar continuamente que “el
campo está peor después del paro”, que las patronales
del campo “estamos en el horno”, una vez que la crisis
mundial arrancó, el reclamo del campo simplemente cayó en
saco roto: al Congreso de la Nación sólo se movilizaron un
par de cientos de desocupados del MST y del PCR, mientras
que en San Pedro sólo fueron 5.000.
La vergüenza de la izquierda campestre no tiene fin
Lamentable
espectáculo han dado los sectores de izquierda que han
apoyado al campo. Han ayudado al gobierno kirchnerista a
entrenarse en descargar el peso de la crisis a los obreros,
a la educación y salud públicas, al pueblo argentino. Por
más que intenten reacomodarse estas corrientes, como lo
intenta Izquierda Socialista (producto de una ruptura que
sufrió en Córdoba esta organización, contraria a su política
pro-campo), han cruzado la frontera de clase y han dividido
a la vanguardia en torno al apoyo o no de un reclamo
patronal, a movilizarse o no con los escuálidos argentinos.
Han debilitado a la izquierda a la hora de preparar la
respuesta frente al tremendo ajuste que se viene.
El poder de los campestres se diluyó
Hoy
en día todos los gobiernos se preparan para descargar el
peso de los rescates, de las bancarrotas y del colapso de
las patronales en los hombros de la clase obrera y pueblos
del mundo. Cristina, pedante como sólo una “cheta”
progresista puede serlo, sale a vanagloriarse de haberse
anticipado con su intervención en la economía (la fijación
de precios, los subsidios y la miseria salarial), los nuevos
tiempos que corren. No puede entender que esas medidas
fueron el producto necesario de la administración burguesa
de una sociedad en estado de rebelión popular. Mientras,
improvisa con su gabinete medidas para evitar el terremoto
que se aproxima, del cual ya hay anticipos varios. Por su
lado, enfrascados en un estrecho reclamo sectorial, las
patronales del campo se quedaron sin apoyo político,
replegaron su ofensiva y empiezan a buscar favores en el
Gobierno. No supieron ni construir una alternativa política,
ni hacer una lectura seria de la situación de crisis que se
aproximaba. Lo pagarán.
Luego
de los acuerdos con el sector lechero, subsidios a la
producción fruti-hortícola y a los productores
perjudicados por la sequía, a Cristina se le acabaron los
grandes anuncios para el campo. El viento que sopla desde
Chicago (donde se cotiza la soja) deja a los productores en
la lona. Y si bien el gobierno busca recomponer la relación
con el campo, va a aprovechar el pifie del último “paro
del campo” para conseguirlo bajo sus condiciones: el
aumento de la producción para exportar y conseguir divisas
y para mantener el mercado interno con precios fijos. Y lo
hará a la tasa de ganancia que pueda imponerle el gobierno,
ya no en pelea con las patronales del campo, sino a los
trabajadores rurales y al consumo obrero y popular.
Más que nunca con una posición independiente de
todo bando patronal
La
pelea entre el campo y el gobierno y la lucha por una posición
independiente de ambos bandos patronales es sin duda un hito
en la historia contemporánea de Argentina. Las lecciones
están al alcance de todos los luchadores honestos, de los
estudiantes comprometidos con la lucha del movimiento obrero
y los trabajadores comprometidos con el destino de su clase:
la necesidad de la independencia política de los bandos
patronales y el Estado, la necesidad de la intervención política
de los explotados y oprimidos y su organización
principalmente.
Los
trabajadores, estudiantes y al pueblo pobre venimos de
lidiar con los últimos platos rotos que dejó la última
crisis nacional. En el marco de la crisis mundial, la clase
obrera argentina, junto al resto de los explotados y
oprimidos del país y a sus corrientes políticas, deberán
derrotar el ajuste que se viene, no sólo para evitar lo
peor de la barbarie capitalista, sino para empezar a
construir la alternativa progresiva que hace falta: el
socialismo.
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