Intervención de Eduardo Lucita
Una crisis del capital
Sobre la crisis mundial, el calor
reinante habla de que la cosa está que arde. En los minutos
que tengo quisiera colocar tres o cuatro cosas.
En primer lugar, creo que es muy
importante caracterizar esta crisis como una crisis del
capital. Digo esto, porque hay mucha vulgata periodística,
mucho comentarista de radio, de televisión, mucho analista,
que plantean la crisis del sector financiero, que
separan las finanzas de la economía real. Tratan
escindir una cosa de la otra, como si la economía no
fuera una sola, y como si las finanzas no fueran
absolutamente necesarias para el desenvolvimiento de la
economía capitalista.
Se acusa a la “plata dulce”,
a la “codicia de los banqueros”, a los
“especuladores”. Se plantea que la culpa es de esa idea
de hacer dinero del dinero,
sin pasar por el complejo trámite de la producción...
y, por lo tanto, de la explotación de la fuerza del trabajo,
etc., etc.
Son argumentos a la gente en
general le parecen convincentes. Es que de solo pensar que
el capital financiero era casi diez veces a nivel mundial de
lo que está instalado en el sector productivo, muestra el
peso que tenían las finanzas sobre la economía. En Estados
Unidos, incluso, el crédito llegó a ser el 140% del
producto bruto.
Pero poner el acento en esto,
poner el acento en el neoliberalismo, poner el acento en el
sector financiero, es en realidad ver las consecuencias y
no las causas. En última instancia, es una maniobra
para exculpar al sistema del capital. Y esta crisis, más
allá las características propias y específicas que tiene
toda crisis de una envergadura como esta –como el problema
de la financierización de la economía, etc., etc.– es
una crisis de sobreacumulación de capitales, de sobreproducción
de productos manufactureros, que se combina, a mi
juicio, con una escasez relativa de materias primas y de
productos energéticos.
Hay una gran deslegitimación del
capitalismo
Hoy ya no se está discutiendo en
el mundo si el aterrizaje va a ser suave o va a ser de
golpe, ya no se discute si es una desaceleración de la
economía o es una recesión: la economía ya ha entrado
en recesión en los principales países del mundo. Hoy
lo que se está discutiendo es si vamos a entrar en una
depresión económica duraderas.
Incluso, ayer o anteayer, Roubini
–ese gurú que está de moda en EEUU– ha planteado que
se está avanzando rápidamente a un proceso de liquidación
de stock y de baja de precios. Esto es un estancamiento con
deflación, con inflación negativa, lo cual habla de un
escenario de recesión De ahí lo que están haciendo todos
los estados: insuflar dinero para recomponer el crédito,
para evitar las quiebras, para recomponer los bancos, etc.,
etc.
Como la crisis estalló por el
lado fuerte del neoliberalismo –por el lado del
individualismo, del reino del mercado, de hacer del dinero
la medida de valor de todos los valores–, esta crisis
brinda a los socialistas una situación excepcional, porque
hay cierta base de deslegitimización del sistema.
Cuando la gente capta que la
crisis que tiene hoy el Citibank fue porque no declaró
correctamente sus balances –y no estamos hablando de una
empresita en la Argentina, sino del segundo o tercer banco
del mundo–, cuando la gente ve eso, ve que ha sido
estafada, ve que está perdiendo sus jubilaciones en todos
lados, hay una fuerte deslegitimación del sistema,
por el lado del individualismo, del gran triunfo del
neoliberalismo en esta etapa.
Una situación excepcional para
desenvolver los argumentos marxistas
Entonces, el primer punto que
quería colocar es que –desde el punto de vista de los
marxistas, los revolucionarios– hay una situación
excepcional para desenvolver el argumento que es el capital
la principal traba para resolver los problemas que el propio
capital, los males que causa en nuestras sociedades y sobre
todo a los sectores de los trabajadores y las clases
populares. Esa es la primer cuestión a tener en cuenta.
¿Éxito o fracaso del
neoliberalismo?
La segunda cuestión,
para desenvolver en una estrategia anticapitalista,
es si la crisis viene por el fracaso del neoliberalismo o,
paradójicamente, por su éxito.
A mi juicio, el neoliberalismo
está agotado, pero ese agotamiento no es producto de esta
crisis. Esta crisis es el estertor, el estirar la pata del
neoliberalismo.
Pero ese agotamiento no es
producto de su fracaso sino de su éxito, porque logró
la mayoría de las pautas programáticas que se propuso.
Pero sobre todo, a mi juicio,
porque estableció una relación de fuerzas absolutamente
favorable al capital y absolutamente desfavorable para los
trabajadores y el conjunto de las clases oprimidas. Lo que
ha pasado ahora, que a pesar de ser exitoso, el
neoliberalismo termina en un estruendoso fracaso, porque
es el agotamiento de un ciclo largo, el ciclo que se inició
a mediados de los años 70 y que fue la respuesta que el
capital dio cuando a fines de la década del 60 había
comenzado a caer la tasa de ganancia a nivel mundial.
El cierre de un ciclo
La respuesta del capitalismo fue
una profunda reestructuración de sus espacios industriales,
productivos, de servicios, de comercialización, de
distribución de las mercancías, que fue precedido de una fuerte
ofensiva del capital sobre el trabajo.
Esta ofensiva fue sostenida y
generalizada. Sostenida, porque se desenvuelve desde
los primeros años de la década del 70 hasta nuestros días.
Y generalizada, porque ese despliegue lo fue sobre el
conjunto de las conquistas obreras, que los trabajadores,
generación tras generación, habían ido levantando como
barreras para oponerse a la voracidad del capital.
Ahora bien, este proceso de
reestructuración productiva y esta ofensiva del capital
sobre el trabajo, requería que el capital fuera desmontando
todas y cada una de las regulaciones y los controles
estatales establecidos. Ustedes recordarán aquí los
argumentos de Cavallo y compañía, los mercados “son muy
rígidos”, condicionan la tasa de ganancia, “hay que
achicar el estado para agrandar la nación”. Esto, con
distintas formas y estilo, se reproducía en todo el mundo.
Ahora, la argumentación que
nosotros podemos desenvolver, es sobre este desmonte de
todas y cada una de las desregulaciones y controles
estatales.
Esas desregulaciones y controles
las había puesto el propio capital, en el llamado “ciclo
dorado” que va del 45 al 75, precisamente para resolver la
crisis de salida de la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1975
eso se había convertido en una traba, y entonces
desregularon todo.
Y ahora, ¿cuál es el argumento
para explicar la crisis?: porque no se regulaba nada y no
había ningún control estatal...
¿Qué quiero decir con esto?.
Que tenemos argumentos suficientes en esta crisis,
vinculando al tema de los ciclos, para explicar cómo el
capital, una y otra vez, se ve sometido a crisis y
tiene que superar los límites que el propio capital se
impone en determinadas circunstancias. Entonces podemos
explicar que lo que sabemos en teoría, y ahora lo podemos
demostrar en la práctica cotidiana.
Esta crisis vulnera mucho más
que las finanzas y la economía. Esta crisis vulnera toda
la vida cotidiana del mundo. Es una crisis que tiene
como telón de fondo una crisis alimentaria muy
profunda, una crisis energética, una crisis
ambiental, como nunca antes habíamos conocido.
Voy a dar unos datos: en la
actualidad hay unos 950 millones de hambrientos en el mundo,
hay 4.750 millones de pobres, hay 1.000 millones de
desempleados, el 50% de la población activa está
subempleada, o precarizada, el 45% no tiene acceso al agua
potable, hay 3.000 millones de personas que no tienen acceso
a servicios sanitarios en condiciones medianamente
tolerables.
Esta crisis opera después de un
ciclo corto, que se inició después del 2002 / 03, a nivel
mundial, después del ataque a las Torres Gemelas, que le
sirvió a Bush para cohesionar la sociedad civil de EEUU
para lanzarse a la aventura militar en Iraq y Afganistán, y
que dio origen, junto con la baja de las tasas de interés,
a un ciclo de crecimiento de la economía estadounidense.
Y el 60% de crecimiento de la economía mundial se
explica por la demanda de Estados Unidos.
Después de todo este ciclo de
crecimiento, resulta que tenemos esos datos catastróficos
de hambre, pobreza y desempleo. Y, sobre esos datos catastróficos,
cae ahora esta crisis mundial de proporciones. Entonces, con
esto podemos demostrar a la sociedad, para ganar la
conciencia de la gente, para desarrollar una política
anticapitalista, lo que sabemos por teoría hace muchos años:
que las crisis y los ciclos son esenciales para la
reformulación del capitalismo, para la continuidad
de la dominación del capital.
¿Resolución de la crisis en el
plano de la política o de la economía?
Lo que sí creo es que la salida
de esta crisis –que me parece que no será breve–
va a ser otra fase del capital, con una condición: que
no aparezca un sujeto social y político capaz de tirar el
sistema al basurero de la historia, que es donde debiera
estar de hace muchos años.
Pero si el problema no se
resuelve en el plano de la política sino en el plano de la
economía, el capital se va a reconstituir sobre otras
bases. Lo que nosotros vamos viendo, de ciclo en ciclo,
de fase en fase, es que esa reconstitución del capital, que
siempre se da, es siempre en un nivel inferior al
anterior. Por lo menos en los últimos dos o tres ciclos
de veinte o treinta años, recompone la tasa de ganancia.
Pero esa tasa de ganancia no alcanza el nivel de la del
ciclo anterior. ¿Qué quiere decir esto? Que el capital, de
ciclo en ciclo, tiene cada vez más dificultades para
resolver los problemas de la sociedad, para atender la
necesidad de cada vez mayor cantidad de seres humanos en el
mundo.
Estados Unidos y América Latina
Ahora me parece que, si entramos
en otra fase del capital, en algún momento, no sé cuando,
seguramente va a haber un nuevo equilibrio de las
relaciones de poder. Probablemente más multilateralismo,
probablemente veamos alguna recuperación de cierto nivel de
proteccionismo por países y regiones.
Eso hay que estudiarlo acá en el
Mercosur. Se está hablando también de que puede haber
regiones monetarias. Pero eso vamos a verlo.
Un momento central para nuestra
intervención
La otra cosa que quiero decirles,
es que cada vez que suceden estas grandes crisis, en ese
interregno, en ese espacio temporal en que se producen las
crisis, la declinación del ciclo anterior y comienza la
recuperación del otro ciclo, es el momento central,
donde nuestra intervención puede tener mayor capacidad
política, mayor rédito político. Entonces hay que
tener cierta capacidad de intervención, hay que ver que es
lo que está en el arte de los tiempos en ese momento, para
intervenir con decisión y con audacia.
La otra cuestión que quisiera
decir es que esta crisis no se da en un mar político
sereno, en un cielo sereno. Se presenta en un marco donde
hay una vuelta –después de la caída de la URSS– a las disputas
interimperialistas e intercapitalistas a escala mundial.
La principal potencia imperialista y sus aliados están
empantanados en dos guerras, en que es tan malo para ellos
salir como quedarse. Se da con una Unión Europea, que todavía
no logró asimilar los veintitantos países que se
incorporaron con su ampliación. Se da también en una
Europa que todavía no restañó las heridas del
desmembramiento de Yugoslavia en los Balcanes. Se da con la
reaparición de Rusia como potencia que juega en el
escenario mundial, que tiene alianzas con la China y que
acaba de hacer acuerdos con Venezuela y con Cuba, y que
ayer anunció que su flota va a volver a dar vueltas
por el Caribe, como una contrapartida de la IV Flota de los
EEUU. Esto, además, se da en un momento en que, al otro día
del triunfo de Obama, Rusia adelantó la línea de misiles
en Europa.
En este contexto, la Unión
Europea no logra salidas o propuestas de conjunto para la
crisis. Cada vez que se reúnen, dicen “soluciones
nacionales” en cada uno de los países. No logran, en
general, soluciones en conjunto.
El imperialismo no tiene
propuestas para América Latina
Ahora, para concluir y para
discutir después, el imperialismo no tiene propuestas
para América Latina. Hay un vacío de políticas. Fíjense
ustedes en el ALCA, que fue el proyecto político global
para el conjunto del continente americano, el primero después
de la Alianza para el Progreso en el año 61.
Tardaron cuarenta y tantos años
para tener un proyecto político global para la región y se
lo voltearon en cinco años. Hoy no hay un proyecto, por más
que andan dando vueltas algunos TLCs y el proyecto IRSA para
infraestructura. Pero eso no alcanza a ser una política
global como la que pretende Estados Unidos.
En este vacío de políticas, es
posible entender cómo hay algunas burguesías locales que
recuperan cierta capacidad de movimiento, que tienen cierta
capacidad de moverse con un mayor grado de independencia,
que en los años ’90. Y se da, entonces, una confrontación
entre aquellos países, un debate no explicitado, entre los
que quieren profundizar el “socialismo liberal” y los
que nosotros solemos llamar neodesarrollistas.
A la vanguardia de los primeros
está Brasil, que plantea recuperar la Ronda de Doha antes
de fin de año, lo cual va a significar acuerdos para
liberalizar el ingreso de productos que estén al tono con
nuestro país.
Por otro lado, hay modelos que
llamamos “neodesarrollistas”, que se encarnan en países
como Bolivia, Venezuela, Ecuador, y en cierta forma en
Argentina, que plantean cierto grado de confrontación con
el imperio, y hay cierta posibilidad concreta de desarrollar
en todo este terreno políticas de características
anticapitalistas.
Necesitamos un programa concreto
Para concluir, me parece que lo
que necesitamos es un programa concreto que tiene que
tener dos virtudes: en primer lugar, no es un tipo de
programa clásico como los que siempre hemos levantado. Hay
que tener lo que está en el aire, lo que está dando
vueltas y reformularlo para ejercer esos programas. Y, en
segundo lugar, ese programa debe tener la capacidad y la
virtud de convocar de tal manera a distintas fracciones de
la sociedad, para que, en la medida que desenvolvemos ese
programa, ayudemos a modificar la relación de fuerzas
sociales, que hoy es muy desfavorable para los
trabajadores. Pero creo que la crisis brinda una
oportunidad para los revolucionarios y no hay que dejarla
escapar.
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