Intervención de Roberto Ramírez
“Nuevas condiciones para la
lucha
política e ideológica anticapitalista”
Aquí ya se ha hablado de la
profundidad de la crisis. En eso no hay discusión más allá
que siempre se hacen comparaciones históricas. Por ejemplo,
todo el mundo se remite a la situación de 1929. Pero
ninguna crisis se repite, aunque su profundidad y sus
dimensiones y los mecanismos de la crisis capitalista en
abstracto son similares. Las situaciones son
distintas, pero también, al mismo tiempo, nos sirven
como un marco de referencia.
Crisis de legitimidad
Es evidente que acá estamos
frente a una crisis particular que acompaña la crisis económica
y financiera, y que es muy importante para nosotros, como
políticos revolucionarios: es una crisis de legitimidad
profunda del capitalismo que han señalado antes en
varias intervenciones.
El capitalismo, efectivamente,
desde la caída del Muro de Berlín, había logrado una
legitimación a través de la desaparición de los llamados
países socialistas, que además significó un triunfo no sólo
económico, sino político e ideológico de extraordinaria
importancia. Es que le pegó un garrotazo en la cabeza a
millones y millones de trabajadores y explotados del mundo, en
relación a la posibilidad de otro sistema distinto al
capitalismo.
Es un problema fundamental y muy
grave, con el que tropezamos en todas las situaciones políticas
y hasta en las luchas reivindicativas más elementales. Detrás
de todas las luchas, desde las rebeliones que se han
producido en América Latina hasta el menor conflicto obrero
o popular, esta ese maldito “telón de fondo”, que es
una traba tremenda: que el capitalismo es el único sistema
social posible, lo que único “funciona”. Ahora la
crisis pone en cuestión esa legitimidad.
Ahora estamos en una situación
en la que cayeron los cascotes para el otro lado: se trata
de la caída del Muro de Wall Street, algo de enorme
importancia. Claro que esto no significa, de ninguna manera,
que esté resuelta la cuestión. Pero sí que se abre una
perspectiva mundial completamente nueva, en muchos sentidos.
¿Qué pasa con las masas?
Eso no significa que vaya a
haber reacciones o estallidos inmediatos. Tampoco los
hubo después de la crisis de 1929. Los grandes estallidos
en Europa y Estados Unidos demoraron tres o cuatro años.
Por ejemplo, las grandes huelgas en Estados Unidos, se
dieron en el ’34, cuando se crea unos meses antes la CIO
(Congreso de Organizaciones Industriales).
La primera reacción de la gente
fue de estupor, y hoy también hay mucho eso: el
mundo ha quedado con la boca abierta. Se cayó Wall
Street, se cayó la Estatua de la Libertad, se derrumbaron
los grandes bancos de Estados Unidos. Se presenta un
escenario que, para los marxistas era previsible pero que
sin embargo a nosotros también nos impactó. Pero, para el
común de las gentes, esto no sólo es un cambio catastrófico
sino que también era imposible de imaginar poco
tiempo atrás. Aún hay que digerir esto.
Por otra parte, estamos recién
en los tramos iniciales de la crisis, las consecuencias aún
no están desarrolladas del todo. Simultáneamente, para
gente hay una situación en que no se sabe para donde
disparar. Esto es, en alguna medida, un sentimiento
mundial.
Por ejemplo acá nosotros tenemos
algunos compañeros que viven en Nueva York, en el Bronx,,
Yo converso bastante por teléfono con ellos. En primer
lugar, la gente allí está como si le hubieran dado un
mazazo en la cabeza.
Pero más que eso influye allí
el factor Obama. Al mismo tiempo que recibieron el mazazo
–que sienten como una continuidad del desastre de Bush–
hay una esperanza e ilusiones colosales con Obama.
Todo el mundo –el norteamericano medio, el inmigrante, ¡todos!–
está esperando (y confiando) que Obama arregle los
problemas.
Eso lo analizaba bastante bien un
historiador norteamericano, Mike Davis, que se pregunta qué
va a pasar cuando Obama produzca lo que él llama “los
corazones rotos”. O sea, los millones corazones en los
que laten esas ilusiones Obama. ¿Qué va a pasar cuando
Obama burle sus esperanzas. Va a haber un proceso en ese
sentido, que puede abrir entonces un cuadro muy distinto.
En Europa todavía el horizonte
general también está en calma. Pero ha habido algunas
movilizaciones importantes, principalmente en España, en
Barcelona. También en Grecia se producido movimientos
huelguísticos importantes.
La experiencia histórica de la
crisis iniciada en 1929, muestra rasgos parecidos. En
Estados Unidos tardó tres o cuatro años el
desencadenamiento de luchas. En Europa también. El triunfo
de Hitler en Alemania, en 1933, no fue precisamente de carácter
revolucionario. El primer gran estallido obrero, el primer
gran estallido en sentido contrario al de Alemania, fue
apenas 1934, en Francia. O sea, pasó un tiempo.
Pero ahora, en lo inmediato,
estamos frente a una inmensa oportunidad: la de salir
a una lucha política e ideológica que era imposible
hacer a gran escala apenas un año atrás.
Es la oportunidad de poder
explicar a miles y miles de trabajadores, activistas, a todo
el mundo, el problema del capitalismo, su crisis, sus
desastre. Es decir, una ofensiva política e ideológica
anticapitalista, en sentido contrario a la que
desplegó el capitalismo después del Muro de Berlín.
Para esto, en América Latina,
posiblemente existan condiciones más favorables que en EEUU
y Europa. En los últimos años se han desarrollado aquí
procesos de la lucha de clases que hemos llamamos de
rebeliones populares, que han significado la acumulación
de importantes experiencias.
Pero también nos han planteado
un serio problema, para la lucha anticapitalista y
socialista de las masas trabajadoras, existen una serie de
“mediaciones”. Se trata, precisamente, de esos gobiernos
que podemos denominar como “nacionalistas burgueses” o
“neodesarrollistas”, que incluso hablan de “socialismo
del siglo XXI”, y que nos ponen ante una lucha política e
ideológica más complicada.
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