Socialismo o Barbarie, periódico Nº 141, 04/12/08
 

 

 

 

 

 

Intervención de Roberto Ramírez

“Nuevas condiciones para la lucha
política e ideológica anticapitalista”

Aquí ya se ha hablado de la profundidad de la crisis. En eso no hay discusión más allá que siempre se hacen comparaciones históricas. Por ejemplo, todo el mundo se remite a la situación de 1929. Pero ninguna crisis se repite, aunque su profundidad y sus dimensiones y los mecanismos de la crisis capitalista en abstracto son similares. Las situaciones son distintas, pero también, al mismo tiempo, nos sirven como un marco de referencia.

Crisis de legitimidad

Es evidente que acá estamos frente a una crisis particular que acompaña la crisis económica y financiera, y que es muy importante para nosotros, como políticos revolucionarios: es una crisis de legitimidad profunda del capitalismo que han señalado antes en varias intervenciones.

El capitalismo, efectivamente, desde la caída del Muro de Berlín, había logrado una legitimación a través de la desaparición de los llamados países socialistas, que además significó un triunfo no sólo económico, sino político e ideológico de extraordinaria importancia. Es que le pegó un garrotazo en la cabeza a millones y millones de trabajadores y explotados del mundo, en relación a la posibilidad de otro sistema distinto al capitalismo.

Es un problema fundamental y muy grave, con el que tropezamos en todas las situaciones políticas y hasta en las luchas reivindicativas más elementales. Detrás de todas las luchas, desde las rebeliones que se han producido en América Latina hasta el menor conflicto obrero o popular, esta ese maldito “telón de fondo”, que es una traba tremenda: que el capitalismo es el único sistema social posible, lo que único “funciona”. Ahora la crisis pone en cuestión esa legitimidad.

Ahora estamos en una situación en la que cayeron los cascotes para el otro lado: se trata de la caída del Muro de Wall Street, algo de enorme importancia. Claro que esto no significa, de ninguna manera, que esté resuelta la cuestión. Pero sí que se abre una perspectiva mundial completamente nueva, en muchos sentidos.

¿Qué pasa con las masas?

Eso no significa que vaya a haber reacciones o estallidos inmediatos. Tampoco los hubo después de la crisis de 1929. Los grandes estallidos en Europa y Estados Unidos demoraron tres o cuatro años. Por ejemplo, las grandes huelgas en Estados Unidos, se dieron en el ’34, cuando se crea unos meses antes la CIO (Congreso de Organizaciones Industriales).

La primera reacción de la gente fue de estupor, y hoy también hay mucho eso: el mundo ha quedado con la boca abierta. Se cayó Wall Street, se cayó la Estatua de la Libertad, se derrumbaron los grandes bancos de Estados Unidos. Se presenta un escenario que, para los marxistas era previsible pero que sin embargo a nosotros también nos impactó. Pero, para el común de las gentes, esto no sólo es un cambio catastrófico sino que también era imposible de imaginar poco tiempo atrás. Aún hay que digerir esto.

Por otra parte, estamos recién en los tramos iniciales de la crisis, las consecuencias aún no están desarrolladas del todo. Simultáneamente, para gente hay una situación en que no se sabe para donde disparar. Esto es, en alguna medida, un sentimiento mundial.

Por ejemplo acá nosotros tenemos algunos compañeros que viven en Nueva York, en el Bronx,, Yo converso bastante por teléfono con ellos. En primer lugar, la gente allí está como si le hubieran dado un mazazo en la cabeza.

Pero más que eso influye allí el factor Obama. Al mismo tiempo que recibieron el mazazo –que sienten como una continuidad del desastre de Bush– hay una esperanza e ilusiones colosales con Obama. Todo el mundo –el norteamericano medio, el inmigrante, ¡todos!– está esperando (y confiando) que Obama arregle los problemas.

Eso lo analizaba bastante bien un historiador norteamericano, Mike Davis, que se pregunta qué va a pasar cuando Obama produzca lo que él llama “los corazones rotos”. O sea, los millones corazones en los que laten esas ilusiones Obama. ¿Qué va a pasar cuando Obama burle sus esperanzas. Va a haber un proceso en ese sentido, que puede abrir entonces un cuadro muy distinto.

En Europa todavía el horizonte general también está en calma. Pero ha habido algunas movilizaciones importantes, principalmente en España, en Barcelona. También en Grecia se producido movimientos huelguísticos importantes.

La experiencia histórica de la crisis iniciada en 1929, muestra rasgos parecidos. En Estados Unidos tardó tres o cuatro años el desencadenamiento de luchas. En Europa también. El triunfo de Hitler en Alemania, en 1933, no fue precisamente de carácter revolucionario. El primer gran estallido obrero, el primer gran estallido en sentido contrario al de Alemania, fue apenas 1934, en Francia. O sea, pasó un tiempo.

Pero ahora, en lo inmediato, estamos frente a una inmensa oportunidad: la de salir a una lucha política e ideológica que era imposible hacer a gran escala apenas un año atrás.

Es la oportunidad de poder explicar a miles y miles de trabajadores, activistas, a todo el mundo, el problema del capitalismo, su crisis, sus desastre. Es decir, una ofensiva política e ideológica anticapitalista, en sentido contrario a la que desplegó el capitalismo después del Muro de Berlín.

Para esto, en América Latina, posiblemente existan condiciones más favorables que en EEUU y Europa. En los últimos años se han desarrollado aquí procesos de la lucha de clases que hemos llamamos de rebeliones populares, que han significado la acumulación de importantes experiencias.

Pero también nos han planteado un serio problema, para la lucha anticapitalista y socialista de las masas trabajadoras, existen una serie de “mediaciones”. Se trata, precisamente, de esos gobiernos que podemos denominar como “nacionalistas burgueses” o “neodesarrollistas”, que incluso hablan de “socialismo del siglo XXI”, y que nos ponen ante una lucha política e ideológica más complicada.