Socialismo o Barbarie, periódico Nº 144, 05/02/09
 

 

 

 

 

 

Una bandera de toda la clase obrera del país

¡Que los trabajadores del subte se organicen
como ellos quieran!

Vamos a dedicar el editorial de esta edición a la valiente lucha democrática que están protagonizando los trabajadores del Subterráneo de Buenos Aires. Es que muchas veces, aún sin tener plena conciencia de ello, los compañeros se han caracterizado por sostener con la lucha y la organización independiente banderas que trascienden su lugar de trabajo y encarnan aspiraciones de amplios sectores de la clase obrera de nuestro país.

Este es el caso de la lucha que están encarnando en este momento. Seguramente en muchísimos lugares de trabajo cae con total simpatía su pelea contra la misma burocracia sindical que es odiada por la inmensa mayoría de los trabajadores.

En concreto: hartos de las patoteadas de la burocracia cegetista de la UTA, que contra la abrumadora expresión democrática de la base obrera pretende avasallarlos pasando por arriba de su cuerpo de delegados a como dé, están decidiendo democráticamente constituir un sindicato independiente como forma de preservar sus conquistas.

Esta realidad merece una reflexión y algunas ideas generales sobre el curso de acción de aquí en más.

Un poco de historia

El Subte de Buenos Aires es un sector de trabajadores con grandes tradiciones de lucha. En los últimos años –más o menos a partir del “Argentinazo” del 2001– estas tradiciones han sido recreadas constituyéndose en uno de los más importantes sectores de la vanguardia de la clase obrera del país junto a experiencias como las de Zanón en Neuquén y el SUTNA San Fernando en la zona Norte del Gran Buenos Aires entre otras.

En estas condiciones, desde hace años que los compañeros tienen un cuerpo de delegados democrático y más allá de distintos vaivenes y presiones políticas (que continúan hasta hoy) es mayormente independiente de todo sector patronal y burocrático.

A partir de esa conquista, los compañeros salieron a la lucha para recuperar la salubridad laboral que garantizaba jornadas de trabajo de seis horas. Luego de una dura lucha lograron este objetivo.

Pero esta nueva conquista, en el contexto de un país que hace solo pocos años era un océano de desempleo de masas, encarnó en los hechos un reclamo enormemente sentido por la mayor parte de la clase obrera del país, tanto ocupados como desocupados.

Lamentablemente a los compañeros no les dio la madurez para poder extender de manera más “política” su experiencia alrededor de la campaña nacional que habían lanzado por la jornada de 6 horas y a la cual la mayor parte de la izquierda le había dado la espalda...

Sin embargo, desde hace varios años permanecen como un ejemplo de una de las más avanzadas conquistas de la vanguardia de trabajadores del país.

La pelea por la libre organización de los trabajadores

Con la normalización K del país y la recuperación del empleo, la burocracia sindical de la mano del gobierno está intentando “volver por sus fueros”. Es decir, su pretensión viene siendo “barrer de la geografía” de la clase obrera sus más avanzadas experiencias de organización independiente.

Esto adquiere diversas formas concretas según la rama productiva o el sector de que se trate; pero el contenido es el mismo: sacar del mapa a las experiencias de organización independientes, las más de las veces protagonizadas por luchadores vinculados a la izquierda, sea a los partidos de la misma o como independientes.

En el caso del cuerpo de delegados, concretamente, siempre les costó entender la necesidad de pensar una estrategia que fuera más allá de los límites de su lugar de trabajo viendo cómo impactar en el resto de los trabajadores de la UTA.

Aprovechándose de este límite, pero fundamentalmente de las condiciones de “normalidad” de los últimos años, la UTA descargó una brutal ofensiva para lisa y llanamente barrer al cuerpo de delegados.

Sin embargo, nunca logró ganarse a una parte de la base. Es que más allá de las idas y venidas, la generalidad de los compañeros trabajadores siempre han considerado –de manera absolutamente correcta– como una enorme conquista su cuerpo de delegados; organismo que encabezó la lucha por la jornada de seis horas y por un salario de los más altos de la clase obrera del país.

De ahí que frente a esta realidad la burocracia haya quedado como “desnuda”: sus “iniciativas” son vergonzosas patoteadas que las más de las veces quedan en evidencia frente a la opinión pública dado el carácter estratégico que tiene el subte en la vida de la Capital Federal (vitrina política del país).

El nuevo sindicato

En estas condiciones, es evidente que a los compañeros no les queda otra, y así lo han de formar una organización aparte. Sí hasta es un hecho cierto que prácticamente deben reunir el cuerpo de delegados en la “clandestinidad” porque si la patota se entera va a apalearlos.

Por todo esto que la lucha de los compañeros vuelve a encarnar una bandera general de la clase obrera. No se trata del problema táctico de las mil vías para hacer avanzar a los trabajadores por un curso independiente. En este sentido no hay recetas y tiene que ver con el análisis concreto de la situación concreta qué pasos se dan para barrer a la burocracia.

En este caso, los compañeros han decidido hacer esta experiencia y para el nuevo MAS se trata entonces de defender incondicionalmente lo que los compañeros han resuelto.

Se trata de otra cosa: que independientemente de las formas, frente a la burocracia sindical vinculada al gobierno K, los compañeros lo que están haciendo valer es un principio fundamental de la clase obrera: el derecho a organizarse como les plazca. Reiteramos: el nuevo MAS defiende incondicionalmente este derecho, uno de los principios más importantes de la organización obrera.

Ni lerdos ni perezosos, tanto el gobierno como la burocracia le tienen terror a este principio, que de aplicarse a lo largo y ancho de la clase obrera argentina, destruiría uno de los pilares de la dominación de los capitalistas del país: la burocracia sindical.

No hay que perder la independencia

Pero a los compañeros se les presenta un peligro. Desarrollando hasta el final la lucha por la forma de organización que ellos han decidido (el nuevo sindicato) una vez que éste sea puesto en pie se les va a plantear el problema de su relación con el resto del movimiento obrero.

Aquí hay dos consideraciones clásicas a tener en cuenta. Una, que hay que evitar como la peste el salir de “Guatemala para caer en guatepeor”. Es decir, no hay que llevar agua al molino de otra burocracia (la CTA), sino sostener la experiencia de organización independiente como tal. Desde ya que por las presiones sobre la eventualidad del reconocimiento del nuevo sindicato o no, seguramente allí estará la CTA para intentar vender “el oro y el moro” a los compañeros. Creemos que sería un error ir para ese lado.

Por otra parte, tampoco hay que creérsela y pensar que ahora el nuevo sindicato será uno “rojo”, de los “únicos buenos”. Inevitablemente deberá establecer relaciones con las otras experiencias independientes en curso como las ya señaladas del SUTNA San Fernando, el Hospital Garrahan, etc., etc., en la perspectiva de la formación de un polo clasista de la vanguardia obrera argentina que pugne –sin despegarse de la base ni quedar en el aire– por una reorganización integral de la clase obrera del país.

La tarea del momento

Sin embargo, es evidente que lo que venimos diciendo tiene que ver con los desafíos que están por delante. En lo inmediato, la tarea de toda organización y militante de izquierda conciente de nuestro país es defender incondicionalmente el derecho de los compañeros del subte a organizarse como ellos quieran enfrentando hasta las últimas consecuencias a la burocracia sindical, al gobierno, la patronal y las instituciones del Estado que harán lo imposible para que no cunda este ejemplo revolucionario a todo lo largo y ancho de la clase obrera argentina.

Esto más aún cuando se están acumulando condiciones “objetivas” de la eventualidad de un retorno al ruedo de una lucha de clases incrementada en el país al calor de una crisis de la economía mundial capitalista que ya es histórica y preanuncia históricos combates de clase.