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A
veintisiete
años de su secuestro y asesinato
En memoria de Ana María Martínez,
"Rosalía"
Por
Pizu, febrero 2009
"¿Quién era el que, a pesar de aquella tempestad, velaba en la
isla de los sanguinarios piratas?..." Emilio Salgari, Los tigres de Mompracem
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Militante
convicción
Pizu
El
día que el verano se hizo escarcha
la
mañana que la sangre congeló
con
el vientre preñado de bandera,
roja
leche de la revolución.
Con
la lluvia anegando las pupilas
tu
mirada al futuro pestañó.
Es
tu cuerpo lacerado, Rosalía,
el
dedo que señala acusador
a
los perros de la noche sin estrellas
que
eclipsaron tu cielo soñador.
Tierna
madre, mujer dura,
frágil
materia del futuro.
Tu
calvario es la levadura
del
pan que se amasa del dolor.
Si
en la fosa desdentada del espacio
una
luz palpita de esperanza
es
tu lejano latido...Ana María
un
destello de tu militante convicción.
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El 4 de febrero se cumplen 27 años del secuestro y
asesinato de nuestra compañera del Partido Socialista de
los Trabajadores (PST) Ana María Martínez, "Rosalía"
para sus camaradas.
Ana María estaba embarazada cuando fue secuestrada en la
localidad de Villa de Mayo, el 4 de febrero de 1982, por una
"patota" al servicio de la dictadura militar, y su
cuerpo martirizado fue hallado en un pajonal a la vera de la
ruta 9, a la altura de Dique Luján, el 12 del mismo mes.
"Rosalía" era conciente de los peligros que
enfrentaba en su militancia clandestina, sin embargo tomaba
el riesgo, seguramente porque como todos los
revolucionarios ansiaba para su hijo una vida plena, digna
de ser vivida, libre de la violencia brutal que esgrimía
como único argumento la tiranía genocida.
Ana María fue la última compañera que perdimos asesinada
por el "proceso", y su crimen por sus características
aberrantes agrietó
la lápida de silencio que habían impuesto sus verdugos, a
tal punto que la noticia ocupa la tapa de la oficialista
revista "Gente", y hasta el gobierno de los
Estados Unidos, promotor del golpe militar, requiere
informes sobre el caso, como consta en un documento
desclasificado de la Oficina Federal.
Poco después, el 30 de marzo de 1982, una gran manifestación
convocada por la CGT que se transforma en una batalla contra
la dictadura en las calles de Buenos Aires y varias ciudades
del país, deja en
jaque al régimen que no tiene mejor idea que intentar
desviar la lucha ocupando las Islas Malvinas, con la lógica
del bombero que apaga el incendio con nafta, ya que desata
una gigantesca movilización antiimperialista y luego,
antidictatorial, que se llevó puestos a los
"intelectuales del gatillo" que habían impuesto
el terror por más de seis años.
La derrota de Malvinas, la falta de conciencia de clase, de
organización y de un fuerte partido revolucionario capaz de
darle una salida obrera y socialista a la crisis, creó las
condiciones para que los políticos burgueses rapiñaran el
poder, poder que no se merecían ya que antes, durante y
hasta el día de hoy fueron cómplices de los dictadores,
encumbrándose como los adalides de la democracia y los
derechos humanos.
Hasta aquí, es historia conocida. Pero lo que no es
conocido porque ha sido deliberadamente ocultado es que para
que la dictadura cayera fue indispensable que la
clase de los trabajadores, con altibajos pero
persistentemente, no le diera tregua, y con sus luchas
conmoviera hasta los cimientos del régimen del terror.
Los militantes del PST estuvimos presentes en la primera línea
de esta batalla, único privilegio que reclamamos.
Ana María es el ejemplo del revolucionario dispuesto a dar todo por la libertad, por su clase,
por sus ideales. Para ella nuestro reconocimiento y
nuestro mejor homenaje: que
su recuerdo embandere las futuras luchas por el socialismo.
Hasta la victoria siempre, compañera.
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