Una mezcla que puede
ser explosiva
Obama, 15 días en la
presidencia
Por
Claudio Testa
La situación
política y económico-social de los países
“desarrollados” ha pasado a ser la clave de la
situación mundial, marcada por la crisis más
devastadora desde los años 30. Europa ya da síntomas de
convulsionarse. Sin embargo, también en EEUU se
centran las miradas del mundo; en primer lugar, en la nueva
administración de Obama.
Aunque
todavía en EEUU “no pasa nada” en comparación con
Europa, se ha conformado allí una mezcla que
finalmente podría ser explosiva.
¿En
qué consiste esta mezcla explosiva?
Por un
lado, Obama encara la peor crisis económica y social
desde la Gran Depresión, que anima en EEUU un clima de
desesperación, ansiedad y tremenda bronca en las masas
trabajadoras y populares. Por el otro, esas masas han
depositado enormes expectativas en que Obama va a
solucionar las cosas.
Contradicciones
parecidas entre los nuevos gobiernos y las expectativas
populares se han presentado muchas veces y han dado
resultados diversos: desde revoluciones (el ejemplo clásico,
Kerensky, en la Revolución Rusa de 1917) hasta derrotas y
desmoralización de las masas. Es que cada caso ha combinado
ingredientes particulares, que llevaron a distintos
resultados.
En el caso
de EEUU, aunque estamos en un “tiempo de espera” de
duración impredecible, algunos de los ingredientes no
auguran nada bueno para el sistema.
En primer
lugar está, por supuesto, la enormidad de la crisis,
que limita seriamente la capacidad de dar concesiones a las
masas expectantes. Pero a esto se suman otros elementos.
La subida
de Obama ha sido una brillante maniobra política de un
sector de la burguesía, que armó una alternativa ante un
hecho objetivo de importancia trascendental: la bancarrota
ideológica, política, militar y, finalmente,
económica de la orientación hegemónica
en el imperialismo yanqui desde la presidencia de Ronald
Reagan (1981-1989) y su “Revolución Conservadora”.
Efectivamente,
lo que hicieron George W. Bush (2001-2009) y sus
“neoconservadores” fue profundizar esta orientación
estratégica global del imperialismo yanqui que, con otros
“modales”, los demócratas, bajo la presidencia de Bill
Clinton (1993-2001), también habían aplicado. Entonces,
las dimensiones del fracaso son mucho mayores que los
traspiés de un tonto en la Casa Blanca.
La Revolución
Conservadora implicó la reorganización neoliberal del
capitalismo estadounidense y mundial, las derrotas de la
clase obrera que eso significó dentro y fuera de EEUU, el
“fracaso del socialismo” (con la restauración
capitalista en la ex URSS y China), la agresiva política
colonialista que desembocó en las guerras de Iraq y
Afganistán, las ideologías cavernícolas impuestas en
amplios sectores populares, etc. Hoy todo eso está en
crisis y cuestionado, desde la economía hasta el plano
de las ideas.
Un temprano
remezón había sido la gran movilización de Seattle en
noviembre de 1999. Anunció que mundialmente había
terminado la situación “pos Muro de Berlín”, de legitimidad
absoluta y sin cuestionamientos del neoliberalismo.
Seattle expresó una protesta mundial, que en América
Latina iba después a tomar cuerpo en las rebeliones de
Ecuador, Argentina, Bolivia, en el proceso venezolano, etc.
Pero los
atentados del 11 de septiembre de 2001 revirtieron esta
tendencia al interior de EEUU, abriendo un período de
extrema reacción. Finalmente, los desastres geopolíticos
y la crisis económica y social bajo Bush volvieron a poner
las cosas en su lugar. Obama presidente es una de sus
consecuencias.
Obama
y sus votantes
Por
supuesto, no hay la menor duda sobre quién es Obama y a quiénes
sirve. Pero otra cosa son los giros políticos e ideológicos
en las masas (que aprovechó demagógicamente para
llegar a la Casa Blanca).
La
tendencia que presidió los primeros años de Bush fue el
predominio de las ideologías más cavernícolas. En sus últimos
años, fue sucediendo lo opuesto.
La realidad
fue haciendo trizas pilares ideológicos fundamentales; en
primer lugar, el dogma de la infalibilidad e infinita bondad
del Dios Mercado y sus popes de Wall Street. La crisis ha
puesto todo en cuestión: ahora el buen Dios Mercado envía
a millones al infierno del desempleo, los salarios
miserables, la pérdida de la vivienda y la jubilación.
Esto venía
impactando especialmente sobre las cabezas de la nueva
generación. Obama se ha apoyado sobre este giro: por eso,
logró la gran mayoría de los votos juveniles, como también
de trabajadores.
Al mismo
tiempo, este terremoto ideológico es un factor favorable
para que, el día de mañana, los que hoy esperan
soluciones de Obama, mañana pasen a reclamarlas mediante
la movilización.
Para la
izquierda independiente y socialista se está abriendo un
nuevo escenario, como no se presentaba en EEUU desde hacía
décadas.
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