Socialismo o Barbarie, periódico Nº 144, 05/02/09
 

 

 

 

 

 

Una mezcla que puede ser explosiva

Obama, 15 días en la presidencia

Por Claudio Testa

La situación política y económico-social de los países “desarrollados” ha pasado a ser la clave de la situación mundial, marcada por la crisis más devastadora desde los años 30. Europa ya da síntomas de convulsionarse. Sin embargo, también en EEUU se centran las miradas del mundo; en primer lugar, en la nueva administración de Obama.

Aunque todavía en EEUU “no pasa nada” en comparación con Europa, se ha conformado allí una mezcla que finalmente podría ser explosiva.

¿En qué consiste esta mezcla explosiva?

Por un lado, Obama encara la peor crisis económica y social desde la Gran Depresión, que anima en EEUU un clima de desesperación, ansiedad y tremenda bronca en las masas trabajadoras y populares. Por el otro, esas masas han depositado enormes expectativas en que Obama va a solucionar las cosas.

Contradicciones parecidas entre los nuevos gobiernos y las expectativas populares se han presentado muchas veces y han dado resultados diversos: desde revoluciones (el ejemplo clásico, Kerensky, en la Revolución Rusa de 1917) hasta derrotas y desmoralización de las masas. Es que cada caso ha combinado ingredientes particulares, que llevaron a distintos resultados.

En el caso de EEUU, aunque estamos en un “tiempo de espera” de duración impredecible, algunos de los ingredientes no auguran nada bueno para el sistema.

En primer lugar está, por supuesto, la enormidad de la crisis, que limita seriamente la capacidad de dar concesiones a las masas expectantes. Pero a esto se suman otros elementos.

La subida de Obama ha sido una brillante maniobra política de un sector de la burguesía, que armó una alternativa ante un hecho objetivo de importancia trascendental: la bancarrota ideológica, política, militar y, finalmente, económica de la orientación hegemónica en el imperialismo yanqui desde la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) y su “Revolución Conservadora”.

Efectivamente, lo que hicieron George W. Bush (2001-2009) y sus “neoconservadores” fue profundizar esta orientación estratégica global del imperialismo yanqui que, con otros “modales”, los demócratas, bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001), también habían aplicado. Entonces, las dimensiones del fracaso son mucho mayores que los traspiés de un tonto en la Casa Blanca.

La Revolución Conservadora implicó la reorganización neoliberal del capitalismo estadounidense y mundial, las derrotas de la clase obrera que eso significó dentro y fuera de EEUU, el “fracaso del socialismo” (con la restauración capitalista en la ex URSS y China), la agresiva política colonialista que desembocó en las guerras de Iraq y Afganistán, las ideologías cavernícolas impuestas en amplios sectores populares, etc. Hoy todo eso está en crisis y cuestionado, desde la economía hasta el plano de las ideas.

Un temprano remezón había sido la gran movilización de Seattle en noviembre de 1999. Anunció que mundialmente había terminado la situación “pos Muro de Berlín”, de legitimidad absoluta y sin cuestionamientos del neoliberalismo. Seattle expresó una protesta mundial, que en América Latina iba después a tomar cuerpo en las rebeliones de Ecuador, Argentina, Bolivia, en el proceso venezolano, etc.

Pero los atentados del 11 de septiembre de 2001 revirtieron esta tendencia al interior de EEUU, abriendo un período de extrema reacción. Finalmente, los desastres geopolíticos y la crisis económica y social bajo Bush volvieron a poner las cosas en su lugar. Obama presidente es una de sus consecuencias.

Obama y sus votantes

Por supuesto, no hay la menor duda sobre quién es Obama y a quiénes sirve. Pero otra cosa son los giros políticos e ideológicos en las masas (que aprovechó demagógicamente para llegar a la Casa Blanca).

La tendencia que presidió los primeros años de Bush fue el predominio de las ideologías más cavernícolas. En sus últimos años, fue sucediendo lo opuesto.

La realidad fue haciendo trizas pilares ideológicos fundamentales; en primer lugar, el dogma de la infalibilidad e infinita bondad del Dios Mercado y sus popes de Wall Street. La crisis ha puesto todo en cuestión: ahora el buen Dios Mercado envía a millones al infierno del desempleo, los salarios miserables, la pérdida de la vivienda y la jubilación.

Esto venía impactando especialmente sobre las cabezas de la nueva generación. Obama se ha apoyado sobre este giro: por eso, logró la gran mayoría de los votos juveniles, como también de trabajadores.

Al mismo tiempo, este terremoto ideológico es un factor favorable para que, el día de mañana, los que hoy esperan soluciones de Obama, mañana pasen a reclamarlas mediante la movilización.

Para la izquierda independiente y socialista se está abriendo un nuevo escenario, como no se presentaba en EEUU desde hacía décadas.