Brasil golpeado por la crisis
Apunta un cambio de la situación
nacional
Por Márcio Barbio y
Antonio Carlos Soler
De Práxis,
corriente marxista revolucionaria, febrero 2009
San
Pablo.- Brasil, el pilar de la estabilidad social y política
de Sudamérica, comienza a moverse bajo el impacto de la
crisis mundial. En diciembre pasado, ocurrió aquí un
verdadero tsunami económico, que hizo que 650.000
trabajadores quedasen sin empleo, según datos
oficiales. La crisis, hasta ahora sólo “tangencial”, se
instaló con toda fuerza. El tan mentado “blindaje económico”
del que hablaba Lula, se vino abajo.
Destrucción
en masa del empleo y ataque a los salarios
La crisis
económica se está profundizando globalmente, con despidos
en masa en todo el mundo. Aquí el mito construido por Lula
del “blindaje” ya es parte del pasado. Ahora la nueva
ideología del gobierno y la burguesía es el intento de
convencer a los trabajadores de que la crisis es
“pasajera” y que si los patrones y trabajadores llegan a
“acuerdos”, en los próximos meses todos estará
resuelto.
Es esa
nueva fábula –difundida por el gobierno, la CUT y otras
centrales sindicales– la que preside los distintos “acuerdos”
de despidos, reducción de salarios y derechos laborales
en todo Brasil, para imponer a los trabajadores mayores
tasas de explotación.
Frente a
la peor crisis desde los años ’30, el presidente Lula, a
pesar de su fraseología populista, desarrolla una política
que no ha cambiado un milímetro el perfil procapitalista de
su gobierno.
Ha
gastado miles de millones de las reservas internacionales y
de los bancos del Estado en préstamos
directos a los bancos privados y las empresas automotrices,
les ha reducido el impuesto a los productos industrializados
(IPI) y el Banco Central compra dólares para frenar la
tendencia constante a la desvalorización del real. Todas
medidas destinas a garantizar la
rentabilidad del gran capital instalado en Brasil.
El cuadro de crisis económica no es pasajero
Datos del IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y
Estadística) informan que en diciembre la desaceleración
del producto industrial fue de 12,4% en relación a
noviembre. Sumado a la caída de noviembre (5,2%), ¡tenemos
una retracción de casi el 18% en ese sector, en sólo
dos meses!
Otros datos indican la tendencia a una fuerte reducción
del consumo, de la producción y las inversiones.
La fuga de capitales es otro grave problema: millones
escapan diariamente, en especial del capital invertido en
el crédito a la venta de automóviles.
Con el despido de 1.300 trabajadores de la gigantesca
empresa minera Vale do Rio Doce, se abrió la Caja de
Pandora: cientos de miles de empleos fueron liquidados en
todos los sectores de la economía.
Según el BNDES (Banco Nacional
de Desarrollo Económico y Social), las inversiones públicas
y privadas caerán 1,305 billones de reales. La industria es
el sector que enfrentará la mayor educción de inversiones.
Dentro de ella, la que más sufrirá la crisis será la
industria de bienes de consumos básicos, principalmente de
commodities para exportación.
Existen muchos otros indicadores de que estamos antes
una crisis aguda, pero también crónica.
Tenemos, por ejemplo, el indicador de actividad industrial,
que en el cuarto trimestre de 2008 tuvo el peor resultado
de la serie histórica de la CNI (Confederación Nacional de la Industria) iniciada en 1999. El indicador de producción quedó
en 40,8 puntos (en una escala de 1 a 100, donde números por
bajo de 50 indican reducción). En el tercer trimestre, el
índice estaba en 57,8 puntos, y en el cuatro trimestre de
2007, en 59 puntos. El desempeño de las grandes empresas
fue todavía peor: 38,8 puntos. Las medianas, tuvieron 42
puntos y las pequeñas, 42,3.
Atentos a una nueva situación nacional que podría
abrirse
La coyuntura política está cambiando rápidamente:
primero fue el fracaso del discurso del “blindage” y
“desenganche” de la economía de Brasil respecto a la
economía mundial en crisis.
Ahora, como ya dijimos, la verborragia de Lula y los
dirigentes de la CUT, Força Sindical, CGT, CGTB y demás
aparatos burocráticos, de que “la crisis será
pasajera”.
Con eso tratan de impedir que los trabajadores
comiencen a luchar por sus empleos. Y, cuando no lo
consiguen, llevan las luchas al callejón sin salida de los
acuerdos de reducción de salarios, precarización y pérdida
de otros derechos.
El gran problema es que el modelo que se forjó
para el crecimiento económico de los dos últimos años está
agotado: es insostenible por la crisis mundial.
Este modelo se basaba en el crédito fácil para
la compra de bienes de consumo, principalmente automóviles.
Ahora, esos préstamos son cada vez más caros y las
exigencias de los bancos y financieras son mucho mayores.
Junto a eso, la ola despidos y el aumento de los
precios ha llevado a un fuerte crecimiento de los deudores
morosos que no pueden pagar sus préstamos.
Ha terminado la farra de los préstamos fáciles, que junto con el mecanismo de las tasas
altas hizo que los bancos ganaran como nunca. El Bradesco,
uno de los principales bancos del país, reveló una caída
del 5% de sus ganancias en al 2008 en comparación con el
2007. Y, en el tercer trimestre esa caída fue del 27%
respecto al del año anterior, lo que indica la tendencia.
Datos como esos se estima que van a repetirse en los
demás bancos. Con
eso cae por tierra otro mito repetido durante todo el año
pasado: que el sistema financiero brasileño se encontraba
“sólido”.
Lula
quiere que los trabajadores paguen las cuentas
Cuando
todo “andaba bien”, las empresas tenían ganancias faraónicas.
Ahora que la crisis pega fuerte, Lula corre a darles
“ayuda”.
Así fue
con el Grupo Votorantin,
del multimillonario Antônio Hermírio de Moraes, líder del mercado nacional del papel y celulosa, y
también del cemento. Aprovechando el paraíso del crédito,
abrió su propio banco, y ahora el estatal Banco do Brasil
corrió a tirarle el salvavidas, comprando parte de sus
acciones. Por otro lado, centenares de miles de trabajadores
han quedado en la calle y millones más tiene que apretarse
el cinturón para pagar sus deudas.
En esta
coyuntura, se fortalece la Santísima Trinidad de Lula,
patronal y sindicatos burocráticos. Esa alianza está
haciendo de todo para impedir que la clase trabajadora salga
a luchar por sus derechos y con sus propios métodos de
lucha, lo que ya está aconteciendo en muchas empresas,
principalmente en el sector fabril, de gran importancia en
Brasil.
Hace
pocos días, en el ABC paulista, cuna de las grandes huelgas
obreras de fines de los ‘70 y de la década de los ‘80,
que generaron a la CUT y al PT, importantes fábricas metalúrgicas
estaban en huelga. Entre ellas Max Precision, Special
Quality, Mahle, y TWR autopeças.
Algunas
son fábricas con tradición de lucha y han sido
protagonistas de conflictos importantes en tiempos
anteriores, aunque hoy muchas estén bajo el control de la
burocracia lulista, que desvía esas luchas hacia
“acuerdos” donde terminan perdiendo los trabajadores.
Esta
nueva situación pone también de relieve la necesidad de un
giro completo en la vanguardia obrera. Concretamente,
Conlutas, que agrupa a gran parte de la vanguardia sindical
y política, ha sido incapaz de dar una respuesta a la
altura de la nueva situación, y ni siquiera ha sabido
organizar la lucha en los gremios que dirige.
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