“Estatismo”
y nacionalizaciones
¿Cómo
y por qué interviene el estado (burgués)?
Por
Claudio Testa
La
necesidad de las nacionalizaciones y, en general, de las
“intervenciones” de los estados (burgueses) en la economía
–tanto en la Gran Depresión como ahora– indican que el
capital privado está en una situación en que ya es
incapaz de garantizar “libremente” –por cuenta
propia y en forma directa– su giro
“normal”; es decir, la reproducción del
capitalismo. “Es uno de los síntomas –decía Trotsky–
de que las fuerzas productivas del capitalismo superan al
capitalismo y lo niegan parcialmente en la práctica.
Pero el sistema se sobrevive y sigue siendo capitalista, a
pesar de los casos en que llega a negarse a sí mismo.” (La
revolución traicionada, 1936).
Pero
estos roles del estado en la crisis pueden darse de diferentes
formas. Por ejemplo, no es exactamente lo mismo el “estatismo”
(intervención de los estados burgueses en la economía),
que las nacionalizaciones o estatizaciones:
aunque tienen aspectos comunes, en otro sentido son formas
contradictorias entre sí. A su vez, las nacionalizaciones y
estatizaciones, pueden tener diverso contenido político-social:
desde reaccionarias hasta progresivas o revolucionarias.
Las
nacionalizaciones significan la sustitución de la
propiedad privada de bancos y empresas por la
propiedad del estado. En cambio, el “estatismo”
consiste en la intervención del estado burgués en la
economía, pero sobre la base de mantener la
propiedad privada de bancos y empresas, para salvarlas.
Hoy los desesperados gobiernos del “Primer Mundo” están
haciendo ambas cosas... sin que por eso logren hasta ahora
revertir la crisis...
EEUU
con Obama y Gran Bretaña con Gordon Brown nos dan ejemplos
de ambas formas de “intervención del estado”, distintas
pero con el mismo objetivo: salvar al sistema, favorecer a
determinados grupos de capitalistas... y sobre todo hacer
pagar el pato a los trabajadores.
En
EEUU –primero Bush y luego Obama– han seguido hasta
ahora el sendero del “estatismo” pero, sin proceder
a nacionalizar las empresas involucradas. La forma principal
de intervenir, han sido los astronómicos “bailouts”
–“paquetes de ayuda”– que han llevado el déficit
federal a un 10% y a un endeudamiento delirante del estado.
Sin
embargo, las entidades sobre las que ha llovido ese maná
del cielo, no están mucho mejor. Son un barril sin fondo. Y
además comienzan a estallar los escándalos sobre adónde
han ido a parar esos billones de dólares. Pero lo peor
es que el generosísimo “estatismo” de los últimos
tiempos de Bush y los primeros de Obama no ha mejorado en
nada la economía. Los billones se han evaporado y el
derrumbe continúa.
Como
en toda crisis, aquí se ponen al rojo vivo los diversos
intereses en juego entre las clases, pero también entre los
distintos sectores en su seno.
Tanto
en EEUU como en Europa, entre la clase trabajadora y las
capas medias –que están perdiendo masivamente sus
empleos, sus viviendas y sus pequeños negocios– crece
la bronca por esas providenciales “intervenciones del
estado” que sólo llegan a los grandes bancos y
empresas, y que además terminarán pagando como
contribuyentes.
Pero
también, en ese panorama, se presentan “peleas de
perros” a nivel de la gran burguesía y su personal político
y administrativo. En efecto, el capitalista no sólo está
en lucha constante con los trabajadores para explotarlos.
Asimismo, permanentemente, vive en competencia con otros
capitalistas y enfrentado al mismo estado burgués (para
evadir impuestos, por ejemplo). La crisis pone todo esto al
rojo vivo.
A
ese nivel, un tema de batalla en las “intervenciones del
estado” de Bush y Obama y las “nacionalizaciones” de
Gordon Brown son los intereses contradictorios entre accionistas,
acreedores y administradores de los bancos y
empresas en apuros. Los accionistas-propietarios han visto
derrumbarse el valor de sus acciones (la del Citi, por
ejemplo, cayó de unos 50 dólares a poco más de 1 dólar).
Los acreedores quieren ante todo recuperar sus préstamos. Y
los administradores (gerentes, ejecutivos, etc.), seguir
cobrando sus fabulosos “premios” y “bonos”, aunque
hayan llevado a la bancarrota a sus empresas.
Los
accionistas desean que la intervención del estado mediante
“ayudas” evite la bancarrota, que la empresa se
recupere y suba así la cotización de sus acciones. En
cambio, a buena parte de los acreedores puede convenirles que
la empresa quiebre, ya sea porque tengan créditos
privilegiados o se sientan respaldados por CDS (credit
default swaps, seguros de créditos impagos) u otros
motivos (como apoderarse de la empresa para reorganizarla o
liquidarla). Los administradores desean, por supuesto,
seguir “metiendo la mano en la lata”.
Este
último tema ha estallado ahora en EEUU con el escándalo de
la aseguradora AIG: recibió ya 170.000 millones de dólares
del estado para evitar su quiebra, y sus
“superejecutivos” se han asignado “premios” por 165
millones de dólares. ¡Lo tienen merecido: han debido hacer
muchas horas extras para llevar a la bancarrota a la
aseguradora más grande del mundo!
Esto
ha golpeado duramente al mismo Obama. “Por primera vez en
las ocho semanas que lleva de gobierno –pinta una
periodista en EEUU– Obama enfrenta un incómodo cóctel
de ira popular, pérdida de popularidad y reproches políticos
por el uso de fondos públicos para pagar sueldos extras
a superejecutivos de Wall Street a los que, previamente, había
acusado de contaminar el mercado.”
Estos
escándalos, pero sobre todo la evidente ineficacia de la
“intervención del estado” vía “paquetes de ayuda”,
han hecho que un sector creciente de políticos y
economistas (como los premios Nobel Krugman y Stiglitz,
y el gurú de moda Nouriel Roubini) aconsejen lisa y
llanamente pasar a nacionalizar. Pero, lo increíble
es que al bando de los “nacionalizadores” se han sumado
conservadores neoliberales como Alan Greenspan, ex titular de la FED (Banco Central de EEUU).
Hablar
de nacionalización en EEUU es como llamar a usar
condones en una misa del Papa. Pero la profundización de la
crisis es una realidad tan contundente como el SIDA. Por eso
hoy es el gran debate en las alturas lo de nacionalizar
y cómo hacerlo.
La
misma AIG es la reducción al absurdo de “ayudar” sin
nacionalizar. Por vía de la “ayuda”, el estado ya
posee el 80% de AIG, pero sin embargo continúa como si
fuese una empresa privada.
Al
otro lado del Atlántico, el Reino Unido, en contraste con
su primo de América, aparece como el gran “nacionalizador”.
Sin embargo, los resultados no han sido mejores. Son
los trabajadores y el pueblo británico los que pagarán sus
costos por largos años, y Gran Bretaña está en
bancarrota.
El
gobierno “laborista” estatizó primero el Norhern Rock,
el banco hipotecario que abrió en el 2007 la catarata de
quiebras. Luego siguió Bradford & Bingley, renombrada
caja de ahorros inmobiliaria. “A comienzos de 2009, el
estado tuvo que echar otra mano y tomar el otrora segundo
banco de Gran Bretaña, el Royal Bank of Scottland. Luego,
se puso entonces proa a la fusión forzosa de otros dos
perdedores: el Lloyds TSB y el HBOS. El estado acabó como
propietario del 40%. Luego, se hizo público el plan de
rescate de ocho casas financieras, Abbey, Barclays, HBOS,
HSBC, Lloyds TSB, Nationwide Building Society, Royal Bank of
Scottland y Standard Chartered... van a ser parcialmente
estatizadas”, al costo de 50.000 millones de libras.
(Michael R. Krätke, ¡Socorro! ¡Estatícennos!, en
www.socialismo-o-barbarie.org)
En
el caso británico, los accionistas de los bancos
nacionalizados es el sector burgués que más ha salido
perdiendo: por eso, se están formando asociaciones para
pleitear. En cambio, los acreedores salieron mejor parados,
ya que el estado pasa a respaldar las deudas. Por su parte,
los administradores pasan a ser “empleados públicos”,
pero siguen metiendo mano.
Sin
embargo, la furia popular es aun mayor que en EEUU.
Es que las nacionalizaciones británicas tienen las mismas
consecuencias que las “ayudas” yanquis: el que termina
pagando es el pueblo trabajador.
Cualquiera
sea la forma, el fondo es el mismo: socializar las pérdidas
del desastre capitalista.
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