Ya
hay más de 40.000 infectados por ...
El
dengue “importado” por el capitalismo
Por Oscar Alba
El
dengue se está convirtiendo en el nuevo flagelo que el
capitalismo en nuestro país nos tiene reservado a cada
instante. Lo que hasta no hace mucho era una enfermedad que
se desarrollaba en países limítrofes como Bolivia o Brasil
se ha instalado en 19 provincias de nuestro país. Mientras
Gonzalo Basile, presidente en la Argentina de Médicos por
el mundo planteó que ya hay 40.000 afectados y es epidemia
nacional, el gobierno ha comenzado a reconocer su existencia
aunque mintiendo cifras y ocultando información cuando ya
hay víctimas fatales en el Chaco y Catamarca.
En
la provincia del Chaco se concentra el núcleo más fuerte
de irradiación de la enfermedad y es Charata la localidad
en donde el dengue está haciendo verdaderos estragos en la
población. Hasta allí llegó la ministra de Salud de la
Nación, Graciela Ocaña, quien junto al gobernador chaqueño
Jorge Capitanich se mostró para los medios
“encabezando” la campaña en ese lugar contra la
enfermedad.
El
dengue, que como sabemos, se trasmite a través de una
determinado tipo de mosquito, el ahora tristemente popular aedes
aegypti, no irrumpió como un rayo en cielo claro. Su
historia se ha desarrollado al compás de las calamidades
del capitalismo.
Después
de la Segunda Guerra Mundial se inició una pandemia de
dengue en el sudeste asiático que se fue propagando al
resto del planeta. Fue entre 1950 y 1960 que la Organización
Panamericana de la Salud inició una campaña que pudo
erradicar al mosquito aedes
aegypti en la mayor parte de los países
latinoamericanos. Pero una década después el insecto volvió
a aparecer como vehículo de la enfermedad.
En
nuestro país, en 1997 ya había serios indicios de la
existencia del virus en el nordeste, a lo cual el gobierno
nacional hizo oídos sordos. Como dijimos, es en ese lugar
donde hoy reside la mayor fuente de propagación.
Sus
causas: sed de ganancia y condiciones de pobreza
El dengue ha sido definido
como una “enfermedad de la pobreza”. Con esta suerte de
definición la mayoría de los medios y algunos sectores de
la izquierda obvian otra de las causas fundamentales: los
cambios climáticos en la región provocados por la
desforestación y la contaminación de ríos, arroyos y
lagunas. En este caso el “boom sojero” ha operado sobre
regiones forestales arrasando montes y selvas para dar lugar
a los sembradíos de sojas y engordar así los bolsillos de
grandes y medianos productores.
“En
Argentina, en el ciclo 2006/2007 se obtuvo un volumen récord
de cosecha de 47,5 millones de toneladas, alcanzando 16
millones de hectáreas cultivadas, lo que representa más
del 50 % de la superficie agrícola. En este último año,
la soja se expandió 450 mil hectáreas y en los últimos 4
años se han deforestado 1 millón de hectáreas de bosques.
Se calcula que se pierde un promedio de 821 hectáreas de
bosques por día y la mayor parte de estas tierras han sido
plantadas con soja.” (1)
Es decir, no hay dudas que las
condiciones que rodean a la pobreza son caldo de cultivo
para enfermedades. Viviendas precarias, falta de agua
potable, deficiente alimentación y falta de elementales
medidas de higiene y salubridad en las poblaciones más
humildes, potencian las condiciones para el desarrollo del
dengue y golpean más fácilmente a los sectores más
pobres.
Pero es la voracidad
capitalista la que no mide consecuencias para depredar la
naturaleza en pos de mayores ganancias. Así, no es casual
que el foco central de la enfermedad sea Charata en el
Chaco. Esa localidad es conocida en el Norte y Nordeste como
la “capital de la soja”. “La proliferación del dengue tiene como base sustancial el
incremento de la masa biológica del vector, como
consecuencia de la ‘tropicalización del clima que produce
la sojización’ ”. (2) Coincidimos con esta afirmación
cuando asocia el fenómeno de la “sojización” con el
desarrollo del aedes
aegypti y la profundización de las condiciones de
pobreza.
“En el Chaco se ha desmontado
el 40% del territorio en la última década.
El modelo
socio-económico-demográfico planteado por este tipo de
‘sojización’ ha llevado a la expulsión de campesinos
hacia las ciudades, dado que la renta agraria concebida de
esta manera, ha concitado la concentración del capital del
campo de una clase muy exclusiva y a la especulación
inmobiliaria en las ciudades. Así, la población sobrante
del campo, aborígenes y criollos, se agolpa en las ciudades
en construcciones sin urbanizar, sin agua potable, entre
zanjas y cacharros donde se reproducen los mosquitos.” (3)
Pero el dengue
sigue su avance más allá de las zonas pobres hasta llegar
a centros urbanos donde ya no sólo afecta a los de menores
recursos. La directora del nuevo Hospital de Aguilares en
Tucumán expresa: “Hemos quedado sorprendidos al ver que
se contagió gente de nivel social alto”(4) y da el caso
del cura párroco de nuestra Señora del Carmen en el centro
de la ciudad y en la Capital Federal, en el barrio de
Recoleta se habrían detectado dos casos.
El gobierno es
el primer responsable
En el diario La
Nación del 10 de abril pasado, el profesor de Infectología
de la Facultad de Medicina de la UBA, Hugo López plantea:
“El dengue es hoy un serio problema que debemos enfrentar y
resolver, entre todos. En ese sentido, no sirve seguir
buscando culpables, ni si se ha hecho todo lo necesario para
controlar al vector.” Para después decir qué es lo que
hay que hacer. Pero no hay forma de terminar con este azote
epidémico si no a partir de marcar a fuego a los
responsables y saber que los trabajadores no pueden confiar
en los “especialistas” que el régimen kichnerista pone
a charlatanear todos los días mientras las víctimas
aumentan.
El dengue ha
puesto al desnudo no sólo la precariedad de miles y miles
de trabajadores y pobladores sino también la falta de
medidas para prevenir y combatir con posibilidades de éxito
a esta nueva plaga capitalista. En el Chaco, por ejemplo,
radicales y peronistas se dedican a pelear por la plata de
subsidios y presupuestos como valiosos botines de la
miseria. Muchas salas sanitarias no funcionan o directamente
se han convertido en unidades básicas con las puertas
abiertas a la clientela electoral. Y la campaña del
gobierno se limita a fumigaciones, repelentes y consejos.
No puede ser que
exista solo un instituto nacional para detectar los casos de
dengue. El Instituto “Dr. Julio Maiztegui” de la ciudad
bonaerense de Pergamino ha colapsado y ya no tiene capacidad
de trabajo para la cantidad de casos que llegan desde las
provincias. En este sentido es necesario un plan de
asistencia no sólo sanitaria para los sectores más
humildes sino un plan tendiente a resolver los problemas de
viviendas, alimentación, potabilización del agua y control
de toda la población.
Desde otro ángulo
hay que terminar con la especulación y manipulación que ya
comienzan a hacer laboratorios y productores de insumos para
combatir la enfermedad, para lo cual es necesario la
expropiación de los mismos con control de sus trabajadores.
Este plan nacional de salud debe buscar la coordinación con
los países fronterizos afectados también por el dengue.
Pero no podemos
esperar que este gobierno lo haga por su cuenta. Para los
trabajadores es una tarea que debemos incorporar para pelear
por estas medidas y todas aquéllas que frenen y terminen
con el dengue.
(1) “La
expansión de la soja en Latinoamérica”, Javiera Rulli
(2) “Lo oculto
del dengue”, Dr. Humberto Bravo en Diario del Norte
(Chaco), 9/4/09
(3) Ídem.
(4) Clarín, 10/4/09
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