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El gobierno encontró un prestamista, pero nada es gratis
¿Qué hay detrás del acuerdo
con China?
Por Marcelo Yunes
Desde estas páginas venimos señalando
una paradoja. La tremenda presión sobre el tipo de cambio
(es decir, la relación entre el peso y el dólar) inclinaba
irresistiblemente a los Kirchner a golpear las puertas del
FMI para recomponer el equilibrio monetario amenazado. Pero
la supuesta moneda “fuerte”, el dólar, plantea a futuro
contradicciones tremendas que hasta el G-20 puso bajo la
lupa. En esta brecha se coló la iniciativa de China, que
por primera vez firma un acuerdo financiero y cambiario con
un país latinoamericano. Se trata de un alivio momentáneo
para el gobierno en un contexto muy delicado.
Comencemos por la situación económico-financiera del
gobierno, que es bien preocupante. Ya observamos en SoB 147
que la escasez de dólares se está convirtiendo en una
bomba de tiempo para los Kirchner, y que los “superávits
gemelos” no salen de terapia intensiva. Los últimos datos
no hacen más que confirmar ese escenario. Ya hay quienes
sostienen que considerando no el resultado primario
(antes del pago de servicio de deuda) sino el resultado total, el Tesoro Nacional está
claramente en déficit, que se financia vía los depósitos
de la ANSéS, la AFIP y fondos fiduciarios varios en el
Banco Nación. La prueba es que los depósitos del sector público
en el Nación bajaron en seis meses de 42.000 millones de
pesos a menos de 30.000 millones (A. Oña, Clarín, 31-3-09).
Pero a los apurones para financiarse en pesos, el Tesoro
le suma los sobresaltos con el tipo de cambio y con la
recaudación. Los depósitos
en dólares crecieron en un año del 10 al 19% del
total, reflejando la desconfianza sobre la cotización del
peso. Ni hablar de la continua fuga
de divisas. Y para colmo, el fisco recibirá en concepto
de retenciones a las exportaciones de soja no los 9.000
millones de dólares del año pasado, sino a lo sumo 5.000
millones (M. Longoni, Clarín,
6-4-09).[i]
De más está decir que los ingresos por exportaciones agrícolas siguen estando en el centro
del “modelo”. La prédica “industrialista” de los
Kirchner es, desde el punto de vista del comercio exterior,
totalmente risible: el déficit comercial industrial fue en 2008 de 8.000 millones de dólares,
y si se considera sólo la cuenta de bienes de capital y equipos eléctricos (que dan la medida de la verdadera
acumulación y capacidad industrial de base), el rojo
fue de 13.000 millones de dólares.
Así las cosas, el gobierno se encaminaba al acuerdo con
el FMI, y sólo esperaba que la reunión del G-20 lo ayudara
a disimular el sapo político, pegándole un buen reto al
Fondo y aliviando las condiciones que exigía para dar préstamos.
Pero las cosas dieron un giro relativamente inesperado.
Del verde dólar al amarillo yuan
Los resultados del G-20 se analizan en nota aparte, pero
cabe señalar dos puntos. Uno, casi lo único concreto que
se resolvió allí fue darle más lugar al FMI triplicando
su capacidad de crédito. Pero de aflojar condiciones, ni
hablar. El otro, que China decidió no quedarse de brazos
cruzados en su pelea por bajar al dólar de su pedestal
financiero. Su propuesta de pasar a usar los DEG (derechos
especiales de giro, la moneda del FMI que es una canasta de
dólar, euro y libra esterlina) fue rechazada en el G-20. El
establishment tiene demasiado miedo y EEUU demasiado peso
como para darle ese golpe al dólar. Pero China no se amilanó,
y el convenio del Banco Central de ese país con el BCRA fue
una clara muestra.
Esta vez, los Kirchner no pudieron ni amagar decir que fue
idea de ellos. Es más, el anuncio (hecho por Beijing) los
tomó casi de sorpresa. ¿De qué se trata?
Formalmente, es un acuerdo
de intercambio recíproco cambiario (swap):
el Banco Central chino abre un crédito al BCRA por 70.000
millones de yuanes, y el BCRA hace lo propio con su par
chino por 37.000 millones de pesos. Ambas cifras equivalen a
unos 10.200 millones
de dólares. La
“reciprocidad” es formal, claro; en los hechos, es
un crédito en yuanes
al Estado argentino. El crédito es “contingente”,
es decir, no es un préstamo sino que se usa si se necesita.
Es algo así como la posibilidad de girar en descubierto
(sin el depósito) que otorgan los bancos a algunos
clientes.
¿Qué utilidad tiene esto? Que China y Argentina, para
cancelar obligaciones recíprocas, ya no necesitan recurrir
a una tercera moneda,
el dólar. De esta manera, los importadores argentinos, por
ejemplo, podrán hacer sus pagos en moneda local. Y esto
alivia la demanda de dólares de un Banco Central que no da
abasto. Si bien técnicamente es un error asimilar el
acuerdo a “incremento de reservas”, el efecto es
parecido.
El
mecanismo no es nuevo. Estados Unidos acaba de hacer algo así con Brasil, México
y otros países por un monto de 30.000 millones de dólares,
a fin de evitar que esos países pasen zozobras cambiarias
(corridas contra la moneda local y peligro de devaluación
fulminante). Una especie de seguro de cambio que Argentina, justamente, no tenía ni podía tener por su “mala imagen” en el mercado
financiero internacional.
Pero China no es un actor tradicional en ese mercado. Ya
había hecho recientemente varios acuerdos análogos al de
Argentina, pero todos con países asiáticos. Ésta es su
primera incursión financiera a gran escala en Latinoamérica.
Y el gobierno argentino agradece al Celeste Imperio la
llegada de un prestamista
de última instancia, aunque no sea en dólares. Porque
los yuanes no son pesos, sino una moneda importante. Por
ejemplo, varios bancos internacionales, según contó
Redrado, presidente del BCRA, ya ofrecieron canjear
los yuanes por divisas… a cambio de una módica comisión
(O. Martínez, Clarín,
5-4-09). En una palabra: al gobierno le vino del cielo una fuente
real de financiamiento. Por un tiempo, al menos, hasta
puede darse el lujo de volver a ladrar contra el FMI en los
foros internacionales.
Un
gigante contra el dólar
Es sabido que China es el principal acreedor de bonos del
Tesoro yanqui: 800.000 millones de dólares. Y teme que se
conviertan en humo si el dólar sigue el mismo curso que
EEUU. Por eso hizo punta en reemplazar
el dólar como divisa global. ¿El G-20 no se anima?
China insiste.
La apuesta china es estratégica, de largo plazo, con una
mirada geopolítica. Por un lado, se instala como opción de
asistencia para países con problemas de acceso al mercado financiero.
Es lo que algunos llaman “ayuda
canalla” (rogue
aid): no importa la nota de las calificadoras de riesgo,
si hay problemas de corrupción, derechos humanos o el
motivo de ostracismo que sea. China presta y no hace
preguntas incómodas ni pone condiciones molestas (ver nota
de O. R. Cardoso en Clarín, 31-3-09).
Por otro lado, con estos acuerdos cambiarios, China cumple
un doble objetivo
en el marco de la crisis internacional: protege
su amenazado volumen de exportaciones y empieza a reemplazar de hecho la moneda estadounidense en los intercambios
comerciales. El yuan empieza a adquirir así, poco a
poco, el lugar de divisa internacional reconocida; no tanto
como el dólar, el euro o la libra, pero acercándose acaso
al nivel del yen japonés.
El BCRA asegura que el objetivo de la movida es
financiero, no comercial. Los industriales argentinos
desconfían y temen una avalancha de productos chinos, o al
menos que el gobierno afloje las barreras proteccionistas
que se había comprometido a levantar contra las
exportaciones asiáticas.
El convenio, entonces, ¿es cambiario-financiero o comercial? Las dos cosas. Hoy,
sin duda, más lo primero; la urgencia
del BCRA por recomponer reservas es mucha. Pero, por otro
lado, ¿qué obligaciones puede cancelar Argentina con China
que no sean comerciales? Salvo que se usen los yuanes para
cambiarlos por dólares en caso de emergencia,
alternativa nada disparatada.
Hormigas contra el dólar
En suma, todo el acuerdo fue una iniciativa pura y exclusivamente china. El estímulo para avanzar en
convenios financieros fuera de su área de influencia acaso
se lo dio la percepción de que el
G-20, aunque no se animara a tirar la primera palada para
enterrar el dólar, sí encendió luces de alerta. Fue
de la propia reunión del G-20 de donde salió la
advertencia de que “la
emisión de dólares no es infinita”. Dicho con más
claridad, esto significa que EEUU no puede pretender saldar
sus deudas y su crisis dándole a la maquinita de imprimir dólares.
Y el resultado final va a ser, tarde
o temprano (China quiere que sea temprano), un
debilitamiento general del dólar como divisa global y su
reemplazo por otra, o por un conjunto de ellas.
En el mismo sentido, pero a escala mucho menor, puede
interpretarse el reciente anuncio de Roberto Feletti (vice
del Banco Nación) y Arnaldo Bocco (BCRA) de intentar reemplazar
el dólar por monedas locales en el ámbito del intercambio
comercial regional (ALADI). Claro que aquí no existen
las altas consideraciones geopolíticas que valen para
China. La realidad aquí es mucho más llana: los gobiernos
latinoamericanos aún corren
la coneja contra la revaluación del dólar (y la
devaluación de sus monedas).
Los verdes no abundan. Y, tal como se ha verificado
siempre (fue el caso de Argentina post 2001), si falta circulante monetario, en las operaciones comerciales empieza a
aparecer el trueque.
En el fondo, si los países latinoamericanos comercian entre
sí en moneda local y no en divisas internacionales, que
escasean, estamos hablando de un mecanismo más cercano al
trueque que a algún supuesto “canje cambiario”. A estas
opciones nos lleva y nos va seguir llevando la penuria de
financiamiento, monedas, mercados y comercio generada por la
crisis global.
Claro que está por verse hasta dónde llega el “espíritu
regionalista” y si los discursos
sobre la “integración” se traducen en un efectivo
desplazamiento del dólar en los intercambios regionales. La
trayectoria de las burguesías de la región está mucho más
cerca de la puñalada trapera y cortarse cada cual por su lado que de la
“patria grande latinoamericana”. Por ejemplo, la
posibilidad de comerciar en pesos y reales ya
existe hace rato para capitalistas argentinos y brasileños.
Pero, por ahora, ambos
prefieren ir a lo seguro y manejarse con el billete verde.
Así, en la cruzada contra el dólar como divisa
internacional que encabezan los chinos, las burguesías
sudamericanas siguen siendo un aliado
de lo más táctico y vacilante. Y en todo caso, como lo
muestra el ejemplo argentino, hijo no de la “gran política”
sino de la gran necesidad.
[i]
La cosecha de soja para la temporada 08-09 seguramente
no llegará a las 40 millones de toneladas, contra 46,4
millones en 07-08 y 47,4 millones en 06-07. Pero cabe
recordar que salvo en las cosechas 04-05 y 05-06 (38 y
40 millones de toneladas, respectivamente), nunca se habían
superado los 35 millones. Así que ésta sería, a
pesar de todo, la tercera
o cuarta cosecha de la historia. El llanto de los
sojeros debe ponerse en relación con la perspectiva que
soñaban: en
pleno conflicto de 2008, estimaban 51 millones de
toneladas a 550-600 dólares la tonelada. Pasar de ahí
a 39 millones, a 360 dólares la tonelada, miseria no
es, pero la diferencia se nota. Los grandes ganan
menos, los chicos salen hechos y los contratistas
subidos a la ola de la soja cara perdieron plata. El “riesgo moral” capitalista es así, señores: a veces se
ganan fortunas y a veces se pierde un poco, o bastante.
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