Socialismo o Barbarie, periódico Nº 149, 16/04/09
 

 

 

 

 

 

El gobierno encontró un prestamista, pero nada es gratis

¿Qué hay detrás del acuerdo con China?

Por Marcelo Yunes

Desde estas páginas venimos señalando una paradoja. La tremenda presión sobre el tipo de cambio (es decir, la relación entre el peso y el dólar) inclinaba irresistiblemente a los Kirchner a golpear las puertas del FMI para recomponer el equilibrio monetario amenazado. Pero la supuesta moneda “fuerte”, el dólar, plantea a futuro contradicciones tremendas que hasta el G-20 puso bajo la lupa. En esta brecha se coló la iniciativa de China, que por primera vez firma un acuerdo financiero y cambiario con un país latinoamericano. Se trata de un alivio momentáneo para el gobierno en un contexto muy delicado.

Comencemos por la situación económico-financiera del gobierno, que es bien preocupante. Ya observamos en SoB 147 que la escasez de dólares se está convirtiendo en una bomba de tiempo para los Kirchner, y que los “superávits gemelos” no salen de terapia intensiva. Los últimos datos no hacen más que confirmar ese escenario. Ya hay quienes sostienen que considerando no el resultado primario (antes del pago de servicio de deuda) sino el resultado total, el Tesoro Nacional está claramente en déficit, que se financia vía los depósitos de la ANSéS, la AFIP y fondos fiduciarios varios en el Banco Nación. La prueba es que los depósitos del sector público en el Nación bajaron en seis meses de 42.000 millones de pesos a menos de 30.000 millones (A. Oña, Clarín, 31-3-09).

Pero a los apurones para financiarse en pesos, el Tesoro le suma los sobresaltos con el tipo de cambio y con la recaudación. Los depósitos en dólares crecieron en un año del 10 al 19% del total, reflejando la desconfianza sobre la cotización del peso. Ni hablar de la continua fuga de divisas. Y para colmo, el fisco recibirá en concepto de retenciones a las exportaciones de soja no los 9.000 millones de dólares del año pasado, sino a lo sumo 5.000 millones (M. Longoni, Clarín, 6-4-09).[i]

De más está decir que los ingresos por exportaciones agrícolas siguen estando en el centro del “modelo”. La prédica “industrialista” de los Kirchner es, desde el punto de vista del comercio exterior, totalmente risible: el déficit comercial industrial fue en 2008 de 8.000 millones de dólares, y si se considera sólo la cuenta de bienes de capital y equipos eléctricos (que dan la medida de la verdadera acumulación y capacidad industrial de base), el rojo fue de 13.000 millones de dólares.

Así las cosas, el gobierno se encaminaba al acuerdo con el FMI, y sólo esperaba que la reunión del G-20 lo ayudara a disimular el sapo político, pegándole un buen reto al Fondo y aliviando las condiciones que exigía para dar préstamos. Pero las cosas dieron un giro relativamente inesperado.

Del verde dólar al amarillo yuan

Los resultados del G-20 se analizan en nota aparte, pero cabe señalar dos puntos. Uno, casi lo único concreto que se resolvió allí fue darle más lugar al FMI triplicando su capacidad de crédito. Pero de aflojar condiciones, ni hablar. El otro, que China decidió no quedarse de brazos cruzados en su pelea por bajar al dólar de su pedestal financiero. Su propuesta de pasar a usar los DEG (derechos especiales de giro, la moneda del FMI que es una canasta de dólar, euro y libra esterlina) fue rechazada en el G-20. El establishment tiene demasiado miedo y EEUU demasiado peso como para darle ese golpe al dólar. Pero China no se amilanó, y el convenio del Banco Central de ese país con el BCRA fue una clara muestra.

Esta vez, los Kirchner no pudieron ni amagar decir que fue idea de ellos. Es más, el anuncio (hecho por Beijing) los tomó casi de sorpresa. ¿De qué se trata?

Formalmente, es un acuerdo de intercambio recíproco cambiario (swap): el Banco Central chino abre un crédito al BCRA por 70.000 millones de yuanes, y el BCRA hace lo propio con su par chino por 37.000 millones de pesos. Ambas cifras equivalen a unos 10.200 millones de dólares. La “reciprocidad” es formal, claro; en los hechos, es un crédito en yuanes al Estado argentino. El crédito es “contingente”, es decir, no es un préstamo sino que se usa si se necesita. Es algo así como la posibilidad de girar en descubierto (sin el depósito) que otorgan los bancos a algunos clientes.

¿Qué utilidad tiene esto? Que China y Argentina, para cancelar obligaciones recíprocas, ya no necesitan recurrir a una tercera moneda, el dólar. De esta manera, los importadores argentinos, por ejemplo, podrán hacer sus pagos en moneda local. Y esto alivia la demanda de dólares de un Banco Central que no da abasto. Si bien técnicamente es un error asimilar el acuerdo a “incremento de reservas”, el efecto es parecido.

El mecanismo no es nuevo. Estados Unidos acaba de hacer algo así con Brasil, México y otros países por un monto de 30.000 millones de dólares, a fin de evitar que esos países pasen zozobras cambiarias (corridas contra la moneda local y peligro de devaluación fulminante). Una especie de seguro de cambio que Argentina, justamente, no tenía ni podía tener por su “mala imagen” en el mercado financiero internacional.

Pero China no es un actor tradicional en ese mercado. Ya había hecho recientemente varios acuerdos análogos al de Argentina, pero todos con países asiáticos. Ésta es su primera incursión financiera a gran escala en Latinoamérica. Y el gobierno argentino agradece al Celeste Imperio la llegada de un prestamista de última instancia, aunque no sea en dólares. Porque los yuanes no son pesos, sino una moneda importante. Por ejemplo, varios bancos internacionales, según contó Redrado, presidente del BCRA, ya ofrecieron canjear los yuanes por divisas… a cambio de una módica comisión (O. Martínez, Clarín, 5-4-09). En una palabra: al gobierno le vino del cielo una fuente real de financiamiento. Por un tiempo, al menos, hasta puede darse el lujo de volver a ladrar contra el FMI en los foros internacionales.

Un gigante contra el dólar

Es sabido que China es el principal acreedor de bonos del Tesoro yanqui: 800.000 millones de dólares. Y teme que se conviertan en humo si el dólar sigue el mismo curso que EEUU. Por eso hizo punta en reemplazar el dólar como divisa global. ¿El G-20 no se anima? China insiste.

La apuesta china es estratégica, de largo plazo, con una mirada geopolítica. Por un lado, se instala como opción de asistencia para países con problemas de acceso al mercado financiero. Es lo que algunos llaman “ayuda canalla” (rogue aid): no importa la nota de las calificadoras de riesgo, si hay problemas de corrupción, derechos humanos o el motivo de ostracismo que sea. China presta y no hace preguntas incómodas ni pone condiciones molestas (ver nota de O. R. Cardoso en Clarín, 31-3-09).

Por otro lado, con estos acuerdos cambiarios, China cumple un doble objetivo en el marco de la crisis internacional: protege su amenazado volumen de exportaciones y empieza a reemplazar de hecho la moneda estadounidense en los intercambios comerciales. El yuan empieza a adquirir así, poco a poco, el lugar de divisa internacional reconocida; no tanto como el dólar, el euro o la libra, pero acercándose acaso al nivel del yen japonés.

El BCRA asegura que el objetivo de la movida es financiero, no comercial. Los industriales argentinos desconfían y temen una avalancha de productos chinos, o al menos que el gobierno afloje las barreras proteccionistas que se había comprometido a levantar contra las exportaciones asiáticas.

El convenio, entonces, ¿es cambiario-financiero o comercial? Las dos cosas. Hoy, sin duda, más lo primero; la urgencia del BCRA por recomponer reservas es mucha. Pero, por otro lado, ¿qué obligaciones puede cancelar Argentina con China que no sean comerciales? Salvo que se usen los yuanes para cambiarlos por dólares en caso de emergencia, alternativa nada disparatada.

Hormigas contra el dólar

En suma, todo el acuerdo fue una iniciativa pura y exclusivamente china. El estímulo para avanzar en convenios financieros fuera de su área de influencia acaso se lo dio la percepción de que el G-20, aunque no se animara a tirar la primera palada para enterrar el dólar, sí encendió luces de alerta. Fue de la propia reunión del G-20 de donde salió la advertencia de que “la emisión de dólares no es infinita”. Dicho con más claridad, esto significa que EEUU no puede pretender saldar sus deudas y su crisis dándole a la maquinita de imprimir dólares. Y el resultado final va a ser, tarde o temprano (China quiere que sea temprano), un debilitamiento general del dólar como divisa global y su reemplazo por otra, o por un conjunto de ellas.

En el mismo sentido, pero a escala mucho menor, puede interpretarse el reciente anuncio de Roberto Feletti (vice del Banco Nación) y Arnaldo Bocco (BCRA) de intentar reemplazar el dólar por monedas locales en el ámbito del intercambio comercial regional (ALADI). Claro que aquí no existen las altas consideraciones geopolíticas que valen para China. La realidad aquí es mucho más llana: los gobiernos latinoamericanos aún corren la coneja contra la revaluación del dólar (y la devaluación de sus monedas).

Los verdes no abundan. Y, tal como se ha verificado siempre (fue el caso de Argentina post 2001), si falta circulante monetario, en las operaciones comerciales empieza a aparecer el trueque. En el fondo, si los países latinoamericanos comercian entre sí en moneda local y no en divisas internacionales, que escasean, estamos hablando de un mecanismo más cercano al trueque que a algún supuesto “canje cambiario”. A estas opciones nos lleva y nos va seguir llevando la penuria de financiamiento, monedas, mercados y comercio generada por la crisis global.

Claro que está por verse hasta dónde llega el “espíritu regionalista” y si los discursos sobre la “integración” se traducen en un efectivo desplazamiento del dólar en los intercambios regionales. La trayectoria de las burguesías de la región está mucho más cerca de la puñalada trapera y cortarse cada cual por su lado que de la “patria grande latinoamericana”. Por ejemplo, la posibilidad de comerciar en pesos y reales ya existe hace rato para capitalistas argentinos y brasileños. Pero, por ahora, ambos prefieren ir a lo seguro y manejarse con el billete verde. Así, en la cruzada contra el dólar como divisa internacional que encabezan los chinos, las burguesías sudamericanas siguen siendo un aliado de lo más táctico y vacilante. Y en todo caso, como lo muestra el ejemplo argentino, hijo no de la “gran política” sino de la gran necesidad.


[i] La cosecha de soja para la temporada 08-09 seguramente no llegará a las 40 millones de toneladas, contra 46,4 millones en 07-08 y 47,4 millones en 06-07. Pero cabe recordar que salvo en las cosechas 04-05 y 05-06 (38 y 40 millones de toneladas, respectivamente), nunca se habían superado los 35 millones. Así que ésta sería, a pesar de todo, la tercera o cuarta cosecha de la historia. El llanto de los sojeros debe ponerse en relación con la perspectiva que soñaban: en pleno conflicto de 2008, estimaban 51 millones de toneladas a 550-600 dólares la tonelada. Pasar de ahí a 39 millones, a 360 dólares la tonelada, miseria no es, pero la diferencia se nota. Los grandes ganan menos, los chicos salen hechos y los contratistas subidos a la ola de la soja cara perdieron plata. El “riesgo moral” capitalista es así, señores: a veces se ganan fortunas y a veces se pierde un poco, o bastante.