Socialismo o Barbarie, periódico Nº 150, 30/04/09
 

 

 

 

 

 

Para después del 28 de junio

La patronal quiere un gobierno de ajuste

Por Marcelo Yunes

En un escenario político y electoral con tendencia al enrarecimiento y la tensión, con los Kirchner jugando a un clima de “todo o nada”, y mientras no talla el movimiento obrero como actor social o político, los sectores de la burguesía barajan sus opciones. No las económicas, en las que tienen bastante consenso, sino las políticas: ¿quién conviene que encabece el ajuste por venir?

¿Quién recuerda cuando los Kirchner gustaban presentarse de abanderados de la “burguesía nacional”? Más allá de que tal entidad comparte, al menos en la Argentina, existencia mítica con las hadas y los Reyes Magos, el hecho es que cada vez son más las ratas burguesas que abandonan el barco kirchnerista. O, como mínimo, empiezan a subirse a los botes de naufragio.

Algunos sectores hace rato que están en el bando “destituyente”, en primer lugar los sojeros y toda la comparsa que los lisonjea. Para esa gente, la apuesta mayor es la catástrofe electoral del oficialismo, lo que, sumado al ajuste post 28 de junio, un poco de “presión del mercado” y otro poco de desequilibrio K, abriría la compuerta para una salida “institucional”: Cobos al gobierno, el complejo sojero al poder. Naturalmente, nadie se puso a pensar con seriedad cómo se administraría un escenario social, económico y político tan convulsivo. Pero ese es el perfil de este grupo, y sobre todo de sus abogados políticos (y mediáticos): primero se tiran a la pileta y después se fijan si hay agua.

Un poco más responsable es la actitud de otros sectores, acaso la mayoría de la burguesía argentina real. No tienen un miligramo de simpatía por los Kirchner (y los que lo tenían, lo perdieron), pero no son tan proclives a jugar con fuego. Saben que cuando Néstor les agita en la cara el recuerdo del 2001 no se trata sólo de demagogia electoral: ese fantasma está vivito y coleando. Por eso, los peces más gordos del empresariado local, la AEA, ya plantearon el principal problema político a partir del 29 de junio. Que no es el dengue, ni la gripe porcina, ni la inseguridad: es la gobernabilidad del país burgués.

Plan burgués busca ejecutor

El panorama post electoral no ofrece muchas variantes y sí una sola seguridad: el gobierno va a salir debilitado y sin mayoría parlamentaria. Los sojeros quisieran que los Kirchner exhalaran su último suspiro bajo una montaña de votos opositores, pero la alternativa hasta ahora más factible es la de una mala o incluso muy mala elección K, no un derrumbe. Por otra parte, es verdad que al subir la apuesta con las candidaturas testimoniales el gobierno se juega casi el todo por el todo.

Si las perspectivas electorales son sombrías para el oficialismo, el escenario que se viene después no pinta mejor. Y es por eso que, salvo los jugados con todo a la movida destituyente, el resto de la clase capitalista busca alambre para atar la inestable estabilidad político-económica.

Un papel digno de nota cumple allí la Unión Industrial Argentina, cuyos realineamientos han sido altamente significativos e indicativos del humor empresarial respecto de los Kirchner. De haber sido la entidad patronal más fervorosamente oficialista en 2003, pasó al apoyo global pero con ciertas reservas; luego al apoyo silencioso; en el conflicto con los ruralistas fue casi neutral y últimamente se pasó al bando de la oposición silenciosa. Sólo le falta saltar a la oposición violenta; claro que ese lugar ya lo ocupan las patronales rurales.

En todo caso, tanto la UIA como la AEA pretenden poner un poco de orden en “los asuntos comunes de toda la clase burguesa”, tarea que Marx adjudicaba al Estado capitalista y en la que Néstor y Cristina no se vienen luciendo mucho últimamente. La gran patronal no es tan idiota como parte de la oposición política, que serrucha alegremente la rama donde se sientan los Kirchner sin advertir que ellos también se apoyan allí. Pero los alarma la falta de previsión del gobierno, que vive del día a día y cuyo plan a largo plazo es zafar de la debacle el 28 de junio. Después, a pensar todo de nuevo.

En verdad, si de plan se trata, el conjunto de la burguesía está de acuerdo con el que esboza la oposición (por supuesto, sin contárselo a los incautos votantes). Ajuste en dosis negociables, baja sustancial del salario real, apriete fiscal, devolverle a los desdichados “productores” sus sojadólares y acuerdo con el FMI sin ninguna veleidad de “soberanía”. En las medidas anticrisis no hay tanto acuerdo, porque, como toda la vida, los exportadores son paladines del libre comercio y los industriales quieren algo de proteccionismo negociado. Pero si sólo se tratara del rumbo económico a seguir, no habría grandes discusiones. Lo que no cierra entre la burguesía y la oposición de derecha es el plan político: qué hacer con los Kirchner.

Aquí se abren los caminos, porque la caterva Macri-Solá-De Narváez-Carrió-Alfonsín hijo-Cobos quisiera tirarlos al Riachuelo ya mismo, pero los capitalistas intuyen que las cosas no son tan fáciles. Es por eso que prefieren que sigan gobernando los Kirchner, pero lo suficientemente debilitados como para no poder imponer condiciones a lo guapo, sino que se vean obligados a aceptar las “sugerencias” de la gran patronal. Lo que incluiría, justamente, ajuste de salarios y tarifas, pedir la escupidera con el FMI, transigir con las retenciones… En una palabra, hacer un trabajo bien sucio y terminar de quemarse, en vez de dejarle esa antipática tarea a la oposición en medio de un descalabro institucional (renuncias, asunción anticipada o nuevas presidenciales, etc.).

Dilema K: ¿sacrificar el “proyecto” o la estabilidad institucional?

El asunto es que los Kirchner por ahora no quieren saber nada con semejante esquema, al menos mientras la suerte electoral no esté echada. Ya dieron algunas señales a la gran burguesía de que no piensan quedarse sin banderas. Como era de esperar, tras el acuerdo con China y el aumento de la cuota que le corresponde al país en el Fondo (entre 2.500 y 3.000 millones de dólares), los K se envalentonaron y ahora echan sapos y culebras contra cualquier acuerdo con el FMI.

La otra movida K que le cayó muy feo a la patronal fue la instalación de directivos oficialistas en las grandes firmas en representación de los fondos ahora estatales de las AFJPs. El grupo Techint, la mayor y casi única multinacional argentina, tuvo que comerse el hígado hasta que se acordó el ingreso de Aldo Ferrer. Figura apenas aceptable para los Rocca y muy irritativa para los sectores más liberales. Cristiano Rattazzi (de Fiat y vicepresidente de la UIA), salió a sacudirle: “Lo único que trajo la idea de vivir con lo nuestro fue pobreza y nos alejó cada vez más del mundo, por lo que es hora de pensar de una vez por todas en ser un país desarrollado” (Página 12, 22-4-09).

Tal pensamiento no es mayoritario en una UIA llena de bolicheros que dependen del proteccionismo para sobrevivir, y que si se “liberan los mercados”, como piden Rattazzi, los ruralistas y otros gusanos por el estilo, desaparecen. Pero el exabrupto revela la impaciencia de la patronal con un escenario que no da garantías. Los que quieren hacer los deberes económicos, son unos irresponsables políticos. Y el elenco gobernante tiene un pie afuera y el otro sobre un pan de jabón. Pero mientras tanto, parece dispuesto a vender cara su derrota.

Y bien cara: las arcas fiscales, como hemos comentado en otras oportunidades, ya están boqueando, y todo indica que el esfuerzo de llegar sin zozobras al 28 de junio va a ser una hipoteca muy seria para el resto del año. Es decir, el ajuste posterior (que se viene sin ninguna duda) puede llegar a ser aún más duro por el costo de una “fiesta” preelectoral en la que no va a festejar nadie.

Tal vez para entonces los Kirchner se hayan resignado a que no tienen margen para hacer otra cosa que sacrificar sus “ideales” en el altar del ajuste ortodoxo, en beneficio de la estabilidad del régimen burgués. Tal vez decidan dejarle ese regalo a otro y salvar su coherencia política a costa de desatar una crisis institucional. Lo seguro es que ese muerto deberá levantarlo el elenco gobernante… cuya letra identificatoria la burguesía más coherente espera que siga siendo la K.