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Para después del 28 de junio
La patronal quiere un gobierno de ajuste
Por Marcelo Yunes
En
un escenario político y electoral con tendencia al
enrarecimiento y la tensión, con los Kirchner jugando a un
clima de “todo o nada”, y mientras no talla el
movimiento obrero como actor social o político, los
sectores de la burguesía barajan sus opciones. No las económicas,
en las que tienen bastante consenso, sino las políticas: ¿quién
conviene que encabece el ajuste por venir?
¿Quién recuerda cuando los Kirchner gustaban presentarse
de abanderados de la “burguesía nacional”? Más allá
de que tal entidad comparte, al menos en la Argentina,
existencia mítica con las hadas y los Reyes Magos, el hecho
es que cada vez son más las ratas burguesas que abandonan
el barco kirchnerista. O, como mínimo, empiezan a subirse a
los botes de naufragio.
Algunos sectores hace rato que están en el bando “destituyente”,
en primer lugar los sojeros y toda la comparsa que los
lisonjea. Para esa gente, la apuesta mayor es la catástrofe
electoral del oficialismo, lo que, sumado al ajuste post 28
de junio, un poco de “presión del mercado” y otro poco
de desequilibrio K, abriría la compuerta para una salida
“institucional”: Cobos al gobierno, el complejo sojero
al poder. Naturalmente, nadie se puso a pensar con seriedad
cómo se administraría un escenario social, económico y
político tan convulsivo. Pero ese es el perfil de este
grupo, y sobre todo de sus abogados políticos (y mediáticos):
primero se tiran a la pileta y después se fijan si hay
agua.
Un poco más responsable es la actitud de otros sectores,
acaso la mayoría de la burguesía argentina real. No tienen
un miligramo de simpatía por los Kirchner (y los que lo tenían,
lo perdieron), pero no son tan proclives a jugar con fuego.
Saben que cuando Néstor les agita en la cara el recuerdo
del 2001 no se trata sólo de demagogia electoral: ese fantasma está vivito y coleando. Por eso, los peces más gordos
del empresariado local, la AEA, ya plantearon el principal
problema político a partir del 29 de junio. Que no es el
dengue, ni la gripe porcina, ni la inseguridad: es
la gobernabilidad del país burgués.
Plan burgués busca ejecutor
El panorama post electoral no ofrece muchas variantes y sí
una sola seguridad: el gobierno va a salir debilitado y sin
mayoría parlamentaria. Los sojeros quisieran que los
Kirchner exhalaran su último suspiro bajo una montaña de
votos opositores, pero la alternativa hasta ahora más
factible es la de una mala o incluso muy mala elección K,
no un derrumbe. Por otra parte, es verdad que al subir la
apuesta con las candidaturas testimoniales el gobierno se
juega casi el todo por el todo.
Si las perspectivas electorales son sombrías para el
oficialismo, el escenario que se viene después no pinta
mejor. Y es por eso que, salvo los jugados con todo a la
movida destituyente, el resto de la clase capitalista busca
alambre para atar la inestable estabilidad político-económica.
Un papel digno de nota cumple allí la Unión Industrial
Argentina, cuyos realineamientos han sido altamente
significativos e indicativos del humor empresarial respecto
de los Kirchner. De haber sido la
entidad patronal más fervorosamente oficialista en 2003,
pasó al apoyo global pero con ciertas reservas; luego al
apoyo silencioso; en el conflicto con los ruralistas fue
casi neutral y últimamente se pasó al bando de la oposición
silenciosa. Sólo le falta saltar a la oposición violenta;
claro que ese lugar ya lo ocupan las patronales rurales.
En todo caso, tanto la UIA como la AEA pretenden poner un
poco de orden en “los asuntos comunes de toda la clase
burguesa”, tarea que Marx adjudicaba al Estado capitalista
y en la que Néstor y Cristina no se vienen luciendo mucho
últimamente. La gran patronal no es tan idiota como parte
de la oposición política, que serrucha alegremente la rama
donde se sientan los Kirchner sin advertir que ellos también
se apoyan allí. Pero los alarma la falta de previsión del
gobierno, que vive del día a día y cuyo plan a largo plazo
es zafar de la debacle el 28 de junio. Después, a pensar
todo de nuevo.
En verdad, si de plan se trata, el conjunto de la burguesía
está de acuerdo con el que esboza la oposición (por
supuesto, sin contárselo a los incautos votantes). Ajuste
en dosis negociables, baja sustancial del salario real,
apriete fiscal, devolverle a los desdichados
“productores” sus sojadólares y acuerdo con el FMI sin
ninguna veleidad de “soberanía”. En las medidas
anticrisis no hay tanto acuerdo, porque, como toda la vida,
los exportadores son paladines del libre comercio y los
industriales quieren algo de proteccionismo negociado. Pero
si sólo se tratara del rumbo económico a seguir, no habría
grandes discusiones. Lo que no cierra entre la burguesía y
la oposición de derecha es el plan político: qué hacer
con los Kirchner.
Aquí se abren los caminos, porque la caterva Macri-Solá-De
Narváez-Carrió-Alfonsín hijo-Cobos quisiera tirarlos al
Riachuelo ya mismo, pero los capitalistas intuyen que las
cosas no son tan fáciles. Es por eso que prefieren que
sigan gobernando los Kirchner, pero lo suficientemente
debilitados como para no poder imponer condiciones a lo
guapo, sino que se vean obligados a aceptar las
“sugerencias” de la gran patronal. Lo que incluiría,
justamente, ajuste de salarios y tarifas, pedir la
escupidera con el FMI, transigir con las retenciones… En
una palabra, hacer un trabajo bien sucio y terminar de
quemarse, en vez de dejarle esa antipática tarea a la
oposición en medio de un descalabro institucional
(renuncias, asunción anticipada o nuevas presidenciales,
etc.).
Dilema K: ¿sacrificar el “proyecto” o la
estabilidad institucional?
El asunto es que los Kirchner por ahora no quieren saber
nada con semejante esquema, al menos mientras la suerte
electoral no esté echada. Ya dieron algunas señales a la
gran burguesía de que no piensan quedarse sin banderas.
Como era de esperar, tras el acuerdo con China y el aumento
de la cuota que le corresponde al país en el Fondo (entre
2.500 y 3.000 millones de dólares), los K se envalentonaron
y ahora echan sapos y culebras contra cualquier acuerdo con
el FMI.
La otra movida K que le cayó muy feo a la patronal fue la
instalación de directivos oficialistas en las grandes
firmas en representación de los fondos ahora estatales de
las AFJPs. El grupo Techint, la mayor y casi única
multinacional argentina, tuvo que comerse el hígado hasta
que se acordó el ingreso de Aldo Ferrer. Figura apenas
aceptable para los Rocca y muy irritativa para los sectores
más liberales. Cristiano Rattazzi (de Fiat y vicepresidente
de la UIA), salió a sacudirle: “Lo
único que trajo la idea de vivir con lo nuestro fue pobreza
y nos alejó cada vez más del mundo, por lo que es hora de
pensar de una vez por todas en ser un país desarrollado”
(Página 12,
22-4-09).
Tal pensamiento no es mayoritario en una UIA
llena de bolicheros que dependen del proteccionismo para
sobrevivir, y que si se “liberan los mercados”, como
piden Rattazzi, los ruralistas y otros gusanos por el
estilo, desaparecen. Pero el exabrupto revela la impaciencia
de la patronal con un escenario que no da garantías. Los
que quieren hacer los deberes económicos, son unos
irresponsables políticos. Y el elenco gobernante tiene un
pie afuera y el otro sobre un pan de jabón. Pero mientras
tanto, parece dispuesto a vender cara su derrota.
Y bien cara: las arcas fiscales, como hemos comentado en
otras oportunidades, ya están boqueando, y todo indica que
el esfuerzo de llegar sin zozobras al 28 de junio va a ser
una hipoteca muy seria para el resto del año. Es decir, el
ajuste posterior (que se viene sin ninguna duda) puede llegar a ser aún más duro
por el costo de una “fiesta” preelectoral en la que no
va a festejar nadie.
Tal vez para entonces los Kirchner se hayan resignado a
que no tienen margen para hacer otra cosa que sacrificar sus
“ideales” en el altar del ajuste ortodoxo, en beneficio
de la estabilidad del régimen burgués. Tal vez decidan
dejarle ese regalo a otro y salvar su coherencia política a
costa de desatar una crisis institucional. Lo seguro es que
ese muerto deberá levantarlo el elenco gobernante… cuya
letra identificatoria la burguesía más coherente espera
que siga siendo la K.
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