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A cien días de conflicto se entra en otro momento
“Massuh de los trabajadores y
al que no le gusta se jode, se jode”
Los cien días de
lucha de los trabajadores de Massuh en defensa de su fuente
de trabajo, fueron también días de un intenso y muy rico
debate entre los propios trabajadores para encontrar
soluciones a una situación que, por momentos, parecía un
callejón sin salida. La intervención directa del gobierno
en el conflicto, que es la novedad de estos últimos días,
parece mostrar una luz al final del túnel, pero hay algo
que no cambió: los trabajadores tienen que imponer su
propia estrategia, sus propios intereses en esta nueva
situación, distintos y opuestos a los intereses y
estrategias de los demás actores de este conflicto: la
patronal, el sindicato y el gobierno.
La patronal, en estos últimos días, se reunió con el
gobierno pidiéndole un préstamo para reabrir la fábrica.
El gobierno, en principio, se lo negó, lo que no es de
extrañar sabiendo que todos los préstamos que ha obtenido
Massuh para ponerse al día desaparecieron misteriosamente
sin que las deudas fueran pagadas ni la producción
normalizada. Los diarios informaron que el gobierno está
pensando en estatizar la empresa, aunque de todas las
versiones la que parece más probable es que pidan la
quiebra, pongan un síndico
a administrarla y le den a él el dinero para ponerla a
producir. Si esto sucede, puede haber dos derivaciones:
una es la estatización, como sucedió en el Hospital Francés,
donde también dieron este paso previo antes de quedarse con
el hospital. Otra es que pongan un administrador privado
ligado al gobierno.
Nuestro partido y un sector importante de los trabajadores venimos
levantando la posición de estatización bajo control
obrero. Esta posición de hacer responsable al gobierno
de la preservación de la fuente de trabajo se hizo más
fuerte con el resultado de las reuniones del gobierno con la
patronal, que terminaron con las ilusiones de que Massuh o
alguno de sus acreedores privados retomara la producción,
ilusiones sembradas por el sindicato, de las que la comisión
interna se hizo eco. La movilización de los trabajadores al
acto de Kristina en Bernal, con una gran bandera que decía
“exigimos estatización bajo control obrero” (ver foto)
es una muestra del fortalecimiento de esta posición entre
los trabajadores, y también de que los compañeros que la
defienden van dando pasos adelante en el sentido de dirigir
la lucha.
Los tiburones empiezan a rondar
Al correr la noticia de que el gobierno podría soltar
dinero, sindicato y federación se acordaron de que la fábrica
existe. Sospechamos que se enteraron antes que los
trabajadores –que supieron de esto por los diarios–,
porque un par de semanas atrás los delegados dijeron en la
asamblea que ahora el sindicato sí los iba a apoyar y que
en el congreso del gremio se iba a votar un paro nacional en
apoyo a Massuh. El congreso (al que, por otra parte, no
dejaron ingresar a los delegados de Massuh) terminó
“votando” un aval a la directiva para que decida los
pasos a seguir. Ni fecha de paro, ni tratamiento especial
del tema Massuh, que es una de las papeleras más grandes
del país.
Sin embargo, la amenaza de paro o de que el gremio va a
hacer “algo” (¿¿??) son un intento de colarse en la
mesa donde se negocie la administración de la fábrica con
el gobierno. Frente al problema del sindicato, entre los
trabajadores hay dos posiciones enfrentadas: una es la de la
interna, que quiere meter al sindicato y a la federación a
toda costa a pesar de que no movieron un dedo por los
trabajadores en estos 100 días, y a pesar también de que
la interna misma fue elegida en
oposición a la lista del sindicato. Los compañeros que
enfrentaron desde el primer día la política de la interna
de esperar en el molde a que apareciera un salvador, que
intentaron promover todo el tiempo medidas de lucha más
fuertes y que empezaron a ver primero la salida de la
estatización, quieren elegir una comisión de veinte
trabajadores que controle los pasos que se dan de ahora en más.
Este sector de compañeros empieza a ganarse el respeto del
conjunto, al ver que la estatización es posible y que la
política de la interna fracasó.
Otro de los que quieren morder es el “Barba” Gutiérrez,
intendente de Quilmes, que desde el principio intentó
ilusionar con hacer una cooperativa. Gutiérrez mejor que
nadie sabe que la cantidad de capital que se necesita para
hacer funcionar esa fábrica tal
como es, o sea, con toda su capacidad operativa y con los
400 trabajadores adentro, excede en mucho las
posibilidades de una cooperativa. Quizás se pueda lograr
una gestión mixta entre el Estado y los trabajadores, pero
como sea, en el caso del intendente decimos lo mismo que en
cuanto al sindicato: ninguna confianza, que los trabajadores
en asamblea controlen
cualquier proceso de puesta en marcha de la producción, y
lleven adelante la discusión con el gobierno con sus
propios representantes electos en asamblea.
Un comité de lucha tiene que tomar la dirección del
conflicto
Esta comisión de veinte que pensaron los compañeros es
muy oportuna, y habría que formarla ya. Porque no se trata
sólo de “controlar” el posible proceso de quiebra con
continuidad de que habla el gobierno, sino de seguir
luchando por la estatización. La quiebra puede ser un salto
al vacío si los trabajadores no están decididos a pelear
la estatización con todas las letras. Y en estos días se
hizo evidente que la interna está en contra de la estatización. Los delegados dicen que si la
empresa no la abre Massuh no hay que entrar, porque es
Massuh el que les debe los sueldos atrasados, y si Massuh se
va no se los van a poder reclamar. Increíble pero real: con
este argumento absurdo quieren frenar cualquier intento de
reabrir la fábrica si el sindicato queda afuera de la
mordida. No hay garantía de llegar a buen puerto si los
compañeros decididos a pelear por esta salida no agarran
con todo la dirección de la lucha.
Algunas conclusiones políticas
Cuando la interna decidió ponerse de nuevo bajo el ala del
sindicato, comenzaron los ataques a la izquierda. Un volante
nuestro, que decía que la estatización era la única
salida al conflicto, apareció “crucificado” en un árbol.
Los delegados llegaron a hacer votar que no podíamos
presenciar las asambleas (nunca hablamos, sólo escuchábamos).
Luego de la vuelta de tuerca del conflicto que relatamos aquí,
un compañero propuso en asamblea rever esa votación, y que
los militantes podamos hablar
en las asambleas, porque dábamos buenas ideas. La moción
se aprobó, eso sí, con la aclaración de que no podemos
votar. Más allá del regocijo que estas cosas nos provocan,
hay una conclusión que sacar: el rechazo hacia la izquierda está tan organizado como la izquierda.
Ese supuesto
“instinto espontáneo” de los trabajadores contra los
partidos es un invento de los autonomistas, y está
organizado por la burocracia sindical. Cuando llevamos
nuestras posiciones en forma respetuosa y firme, entre los
trabajadores y los partidos revolucionarios ocurre un
intercambio provechoso.
Pero, a nuestro ver, lo más importante que ocurrió en
este conflicto es la formación de una
nueva vanguardia, que empujó todo el tiempo para que la
lucha desbordara los chalecos de fuerza que le metían,
primero el sindicato, después la interna, y la legalidad
burguesa siempre (que son la mordaza y la atadura que
tenemos siempre los trabajadores cuando salimos a luchar).
Fue toda una experiencia pasar estos cien días viendo cómo
estos luchadores maduraban, y cómo cambió también su
relación con el conjunto de los trabajadores, en la medida
en todos fueron haciendo su experiencia con las vueltas de
esta lucha: empezaron siendo “los que juntan plata”, que
no se animaban a hablar en las asambleas; después
terminaban peleándose a los gritos con los demás y no sabían
decir otra cosa que no fuera “tomemos la fábrica” y
“lo que pasa es que acá son todos cagones”. Hoy pelean
posiciones claras y son un polo de referencia para sus compañeros,
que los miran con respeto, incluso los técnicos y
supervisores.
Gracias a la fuerza de la base y el rol jugado por estos
compañeros el conflicto se mantuvo hasta hoy, y de aquí en
más tienen un papel decisivo que jugar: dar
el paso de “oficializarse” como comité de lucha para
cambiar definitivamente el rumbo de este conflicto, y
probar a todos los trabajadores que se puede derrotar a la
burocracia sindical y a los patrones, incluso en la peor de
las situaciones como es tener la fábrica cerrada.
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