Perú
Trabajadores,
campesinos y comuneros
enfrentan a Alan García
Por
Vicente
Kalhel
La
lucha de las comunidades indígenas de la Amazonia peruana
contra la política entreguista y de expoliación de los
recursos naturales de la región del gobierno de Alan García
se ha extendido a sectores campesinos y mineros. Mientras el
gobierno aceptó reanudar el diálogo con comuneros de la
selva y hasta se comprometió a derogar los decretos 1.090 y
1.064 que atacan la propiedad colectiva de las comunidades,
ha enviado fuerzas represivas a la provincia de Yauli-La
Oroya donde había comenzado un paro regional en defensa de
las fuentes de trabajo en la minera Doe Run Perú.
Los
mineros se enfrentan a una suspensión de tareas por 90 días
ante la crítica situación de la empresa que se encuentra
acosada por los acreedores. La patronal minera ha propuesto
pagar el 50 % de los salarios. Para el 19 de junio, había
sido convocado
un paro regional en apoyo de los trabajadores. “El
alcalde de la provincia de Yauli-La Oroya, César Gutiérrez,
sostuvo que algunas organizaciones de La Oroya han convocado
un paro regional para hoy, aunque no mencionó cuáles.
Piden la pronta solución del problema. El congresista Jorge
del Castillo informó que tenía conocimiento de esta
amenaza y que se trataba de un grupo reducido. “Yo he
llegado a un acuerdo con los trabajadores. Si realizan
desmanes, yo me retiro de la mesa de diálogo que se ha
formado con ellos y el Ministerio de Trabajo”, explicó.
En realidad, como ocurriera con las comunidades del
Amazonas, desde el Parlamento peruano se trata de mediar.
Sin embargo, desde la Federación Nacional de Trabajadores
Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos del Perú, su
dirigente Luis Castillo expresó que el gobierno no tiene
intenciones de solucionar los problemas de los trabajadores.
El paro regional incluye el bloqueo de las rutas que
comunican las ciudades de Huanuco y Pasco con Lima y
Huancayo y Huancavelica con la Capital.
Pero no eran estos los únicos puntos de conflictos. La
zona de Guacara en el distrito de San Ramón, fue tomada por
sus habitantes. Y campesinos apoyaban la medida llegando
desde Pasco, Huanuco y Junín. De esta manera el paro en la
región de Andahuaylas se consolidó y la Iglesia junto a la
Municipalidad de dicha localidad debió organizar una reunión
con los principales dirigentes del paro.
La
combatividad de la medida quedó reflejada, por ejemplo,
cuando después de una semana, la periodista Vilma Ayala
Rojas expresaba: “El
alcalde de la localidad de Huancarama, Carlos Cavero, y el
presidente comunal, Julio Palomino, fueron retenidos y
azotados por algunas horas por más de 500 comuneros que
llegaron a esa zona desde la ciudad de Andahuaylas. El
ataque fue un acto de represalia contra las autoridades
debido a que se negaron a acatar la medida de fuerza, ya que
están a puertas de celebrar el aniversario de esa
localidad”.
Finalmente,
el gobierno logró abrir una nueva instancia de diálogo. El
ministro Yehude Simon llegó a un acuerdo con los
andahuaylinos tras firmar un acta de trenita y tres puntos
que abarcaban la mayor parte de los reclamos. Entre ellos se
encuentra un nuevo tratamiento de la legislación sobre los
recursos hídricos de la región. En cuanto a la minería,
se aprobó una nueva elaboración de una propuesta para que
una parte de los recursos del canon minero vaya directamente
a las comunidades campesinas. Ante este acuerdo los
campesinos y los indígenas han levantado el paro.
Un
nuevo frente de tormenta: transportistas salen a la lucha
El
martes 30 de junio la oleada de conflictos entró a la
ciudad. Diversos gremios del transporte paralizaron sus
unidades ante el alza de las multas por infracciones de tránsito.
Esto derivó en un alza de tarifas que llegaron al 600%. El
ministro de Transporte y Comunicaciones, Enrique Cornejo,
reconoció que la capital limeña estaba paralizada por la
medida de fuerza. Por otro lado, el paro no tuvo nada de pacífico
ya que transportistas y policías se enfrentaron en
distintos puntos urbanos. “En la Carretera Central el
principal piquete estuvo en el kilómetro 15, donde los
policías lanzaron bombas lacrimógenas y dispararon al aire
para dispersar la protesta. A pocos kilómetros de allí, en
la avenida Wiese, así como en el óvalo Mariátegui y
Puente Nuevo, en San Juan de Lurigancho, la policía también
tuvo que usar la fuerza para controlar a manifestantes que
rompían los vidrios de automóviles o bloqueaban la vía
con piedras. En Villa El Salvador, Villa María del Triunfo
y San Juan de Miraflores supuestos choferes cerraban el paso
a autos particulares y obligaban a bajar a la gente que había
subido.” (1) Los 4.500 efectivos de la policía que se habían
dispuesto para garantizar la circulación de los transportes
fueron desbordados por los manifestantes que atacaban a las
combis y coches “truchos” que buscaban hacer su negocio
en medio del paro llevando
pasajeros por costosos pasajes. Más de un centenar
de detenidos, coches volcados y policías heridos fueron la
consecuencia de la huelga.
Una
nueva situación política
Desde
el estallido de la selva, la situación en Perú ha seguido
un curso de luchas de trabajadores y comuneros en distintos
puntos del país. Se abrió de esta manera una nueva situación
política en el país. Los reclamos abarcan un amplio
espectro, que va desde la defensa de los recursos naturales
y los intereses de las comunidades indígenas y campesinas,
hasta la defensa de las fuentes de trabajo, como en el caso
de los mineros de la Doe Run Perú y la huelga de los
transportistas. El gobierno ha oscilado entre la represión
y el diálogo, pero los trabajadores están estableciendo
una nueva relación de fuerzas en la lucha de clases
peruana. Por eso, la pelea actual de los trabajadores del país
andino requiere de una centralización nacional para golpear
en forma decisiva al gobierno del aprista Alan García. La
coordinación y la solidaridad en algunas regiones muestran
las posibilidades de seguir avanzando en esta dirección y
conformar un organismo obrero y popular que centralice las
medidas de lucha. La lucha va a continuar y su desarrollo
puede fortalecer la lucha en los países vecinos. Nuestra
solidaridad con trabajadores y comuneros peruanos también
está puesta en esta perspectiva.
(1)
El Comercio, 1º/7/09.
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