Socialismo o Barbarie, periódico Nº 155, 16/07/09
 

 

 

 

 

 

Acerca de la muerte de Robert McNamara

Un buen representante de la historia de rapiña y genocidio del imperialismo yanqui

Por Oscar Alba

El martes 7 de julio murió Robert McNamara, ex secretario de Defensa de los presidentes demócratas John F. Kennedy y Lyndon Johnson entre 1961 y 1968 y quien fuera una de las figuras más emblemáticas y representativas del imperialismo yanqui. Su trayectoria política es la personalización clara de la política de opresión y sojuzgamiento de los trabajadores y los pueblos en el mundo por parte del imperialismo y la de sus actos asesinos. Los medios de prensa le dieron un espacio importante a su muerte e incluso lo hicieron mostrando cierto arrepentimiento por hechos ocurridos bajo su responsabilidad.

De la Ford a Bahía de los Cochinos

Nacido en 1916 en Oakland, San Francisco; Robert McNamara se graduó en Economía en la Universidad de Berkeley y luego prosiguió su doctorado en Harvard. Siendo docente universitario dejó los claustros y se incorporó a la Aeronáutica norteamericana. Allí, su manejo de las cifras numéricas lo llevó al Centro de Estadísticas donde se estudiaba la eficacia de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue parte del mecanismo que organizó el bombardeo sobre la ciudad de Tokio en la que fueron muertas 100.000 personas. Como dato significativo de la manera en que veía su trabajo, hay que saber que al momento de analizar las estadísticas de los bombardeos, las víctimas civiles no contaban en sus balances.

McNamara, un tiempo después se hizo ejecutivo de la Ford, llegando a ocupar el sillón de la presidencia de la empresa. Pero en el año 1961se va a hacer cargo del Ministerio de Defensa y desde allí dirigió el Pentágono, centro militar de los Estados Unidos. Junto al presidente Kennedy planificó la invasión a Cuba para derrocar al gobierno de Fidel Castro que se había encaminado a la expropiación de la burguesía cubana. El desembarco de los “marines” en Bahía de los Cochinos apoyados por los “gusanos” exilados en Estados Unidos, va a sufrir un duro revés. El heroísmo de las milicias y el pueblo cubano va a rechazar la invasión y será una de las estadísticas de McNamara en que los números le cerraron mal.

El hombre del napalm

El 22 de noviembre es asesinado el presidente John F. Kennedy y lo va a suceder en el cargo quien era el vice, Lyndon Johnson. Y McNamara va a alcanzar renombre con el estallido de la Guerra de Vietnam en el marco internacional de la llamada “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética. El pueblo vietnamita había luchado duramente contra el coloniaje francés hasta lograr su derrota militar en Dien Bien Phu en 1954. En aquel entonces, en la ciudad de Ginebra se firmó un acuerdo por el cual Vietnam quedaba partido temporalmente en Vietnam del Norte (dirigido por el Partido Comunista vietnamita) y Vietnam del Sur (con un gobierno anticomunista). El acuerdo contemplaba elecciones a dos años para reunificar el país. Pero el gobierno de Saigón (1) apoyado por los yanquis se negó a realizar las elecciones lo que derivó en un nuevo enfrentamiento armado. En 1964, McNamara fue el artífice en el montaje de una provocación en el Golfo de Tonkín, presentando al Congreso norteamericano supuestas “pruebas” del ataque de lanchas norvietnamitas a buques estadounidenses. Ante esto el Congreso resolvió dar amplios poderes al presidente para obviar limitaciones legales a la hora de la preparación de la guerra. En 1965 el presidente Johnson va a ordenar una escalada militar que tenía como táctica, el bombardeo indiscriminado sobre Vietnam del Norte. Los bombardeos descargaron 10 millones de toneladas de bombas y 55.000 toneladas de desfoliante, conocido como “el agente naranja”. De esta manera las bombas de napalm tuvieron como objetivo el delta selvático del Río Mekong. Pero no pudieron evitar que se convirtiera en el pantano sudasiático donde se fueron hundiendo, en aquel momento, las apetencias imperialistas y las siniestras estadísticas de McNamara. Otras estadísticas mostraron los verdaderos cálculos de McNamara y los asesinos imperialistas: 900 mil muertos del Vietcong y norvietnamitas y entre 250.000 y 430.000 civiles (2). El 20% de los bosques fue destruido y los cultivos y el agua quedaron contaminados dejando serias secuelas en la población, sobretodo en el nacimiento de los niños.

McNamara va a dejar su cargo al frente del Pentágono antes de que los yanquis huyeran de Vietnam colgados de las patas de los helicópteros. En octubre de 1967 fracasa una incursión aérea que tenía como objetivo 57 blancos en Hanoi y va a ser el punto de crisis en la gestión de McNamara como responsable militar del gobierno yanqui. La guerra va a ir tomando un cariz no esperado para la población de Estados Unidos y cuando comenzaron a llegar miles de bolsas con los cadáveres de soldados estadounidenses, la movilización contra la guerra va a ocupar las calles en Norteamérica.

De la guerra al Banco Mundial

Pero en 1968, el ex Ministro de Defensa y masacrador del pueblo vietnamita, va a ocupar un nuevo puesto en defensa de los intereses imperialistas: presidente del Banco Mundial. Asume el cargo en momentos en que el imperialismo debía valerse de una nueva estrategia política y económica para seguir expoliando a los países y los pueblos, para recuperar y acentuar sus ganancias. El endeudamiento económico de los países periféricos y el sostenimiento de gobiernos autoritarios o dictatoriales serán uno de los puntos de apoyo de esta política. El Banco Mundial junto al FMI ejecutarán a fondo este proceso. Algunos medios buscan ocultar la verdadera faz de McNamara durante esta etapa. En la nota necrológica del martes 7 de julio, correspondiente al deceso del genocida de Vietnam, el diario Clarín dice: “Ya salido del gobierno, fue presidente del Banco Mundial durante 13 años, buscando fomentar el desarrollo en esos mismos países que antes sólo habían sido objeto de la banalidad del mal de sus diseños bélicos”. Lo que McNamara y el imperialismo buscaron fueron nuevos negocios para que los usureros internacionales aumentaran sus ganancias, “abrir los mercados” de los países al exterior, privatizando servicios públicos y expoliando las fuentes de materias primas, entre otras medidas, en beneficio de las corporaciones multinacionales. Bajo la presidencia de Robert McNamara, el Banco Mundial aumentará el volumen de sus préstamos de 1 a 13 mil millones de dólares. "Presionados por el Banco, varios países no tuvieron más remedio que pasar por las arcas caudinas de McNamara. Éste ya no destruía poblados para salvarlos sino economías enteras. El Tercer Mundo se encuentra hoy con grandes embalses encenagados, carreteras en ruinas que no conducen a ninguna parte, edificios de oficinas vacíos, bosques y campos asolados. Deudas monstruosas que el pueblo nunca podrá devolver. Estos son los frutos venenosos de la política llevada a cabo por el Banco Mundial desde McNamara... Por muy grande que haya sido la destrucción que sembró este hombre en Vietnam se superó a sí mismo durante su mandato en el Banco"(3). McNamara, desde su puesto, va a presionar permanentemente para que los países pobres acepten las condiciones leoninas de sus préstamos desquiciando las economías tradicionales para bien de los capitalistas imperialistas y sus socios.

Un peculiar “arrepentido”

Unos años después McNamara, escribe su libro “En retrospectiva: La tragedia y lecciones de Vietnam (Times Books,1995) donde, aparentemente, reconoce que fue un error embarcarse en la guerra de Vietnam. Pero este balance lo hace partiendo de que fue un error porque no se podía ganar, no porque fuera una guerra injusta.

En sus últimos años trastocó su imagen de guerrero a filósofo y “maestro de la vida”. Colaboró con Errol Morris en el documental “La niebla de la guerra” que tiene como subtítulo “Once lecciones de vida de Robert McNamara”. En estas “lecciones” tal cual un anciano venerable, McNamara mezcla generalidades con cínicos juicios para justificar sus atrocidades en la guerra, como el que señala que “para alcanzar el bien muchas veces hay que pasar por el mal”(4). Pero no hay un McNamara guerrero y presidente del Banco Mundial y otro McNamara, filósofo y abuelito bueno. Fue un mismo representante de la historia de rapiña y genocidio del imperialismo yanqui. Que actuó de acuerdo a las necesidades imperialistas en cada etapa que le tocó vivir. Los gusanos irán por sus restos en el lógico proceso de la naturaleza. Esa misma naturaleza que él bombardeó con napalm, asesinando y envenenando a generaciones de vietnamitas o contaminado ríos y sumiendo en la miseria a pueblos enteros desde sus dictados en el Banco Mundial. Lo que hace más que nunca necesario redoblar la tarea estratégica de los trabajadores y los revolucionarios para terminar con toda la mugre imperialista y construir la verdadera historia de los pueblos.


Notas:

1. Saigón era la capital de Vietnam del Sur y la ciudad de Hanoi era la capital de Vietnam del Norte.

2. Datos del Comité senatorial de Edward Kennedy sobre los refugiados.

3. Jerry Mander. “Le proces de la mondialisation” Fayard, 2001, citado por Jean Ziegler "Los nuevos amos del mundo” (Destino 2003).

4. Citado en Clarín 7/7/09.