Latinoamérica:
una nueva coyuntura de crisis, zarpazos reaccionarios,
polarización y creciente resistencia popular
El
futuro se está jugando en Honduras
Por Roberto Sáenz
“Lo que pasó en Honduras no
es anecdótico. No se arregla comprando constitucionalistas
para que digan que no hubo golpe porque salvo el Ejecutivo,
se mantienen ‘intactos’ los demás poderes del Estado.
Acá no es cuestión de si Zelaya sí, Zelaya no, Chávez sí,
Chávez no. Sacaron a un presidente en pijamas. El desenlace
que se perfila, representa un fuerte retroceso para las
democracias de la región y una seria amenaza para la
estabilidad de sus sistemas políticos. Hace dos años ni el
más afiebrado conspirador imaginaba un golpe militar en
Latinoamérica. Hoy, bajo determinadas circunstancias,
tomando las precauciones del caso, todas las opciones
vuelven a estar sobre la mesa. Ya lo saben los autonomistas
bolivianos, los magnates bananeros de Guatemala y Ecuador,
los oviedistas paraguayos, los discípulos de D’Aubisson
en El Salvador, los ex contras nicaragüenses, los
fedecamaristas venezolanos y los hacendados piqueteros de
Argentina”.
La
introducción del factor militar en la vida política
latinoamericana ha terminado decantando el inicio de una
nueva coyuntura con elementos reaccionarios y polarización
en la región. Se trata de la cuarta desde que se abrió
el actual ciclo de rebeliones populares con el comienzo del
siglo XXI, ciclo que
continúa vigente. La primera consistió en las
rebeliones populares propiamente dichas. La segunda estuvo
marcada por el ascenso al gobierno de los “progresismos”
en sus distintas variantes (de Chávez a Lula). La tercera
por la mediatización de la rebelión por estos mismos
gobiernos “populares” y la emergencia de oposiciones de
derecha conservadoras. La cuarta está siendo señalizada
por el golpe de Estado en Honduras.
Se
trata de un contexto con crecientes elementos reaccionarios,
creciente polarización
entre determinados estados (Colombia, Venezuela y
Ecuador), pero también
la
emergencia de un proceso de resistencia popular a estos
mismos zarpazos (Honduras).
Parte
de esta misma tendencia es el despliegue de siete bases
yanquis en Colombia, acontecimiento que ha marcado otro
elemento de peso en las últimas semanas. El hecho es que la
política para Latinoamérica del gobierno de Obama se ha venido deslizando hacia la derecha al compás de la profundización
de la crisis hondureña.
Sin
embargo, nunca se debe perder de vista que el quid de toda
coyuntura política está en la evolución
concreta de la lucha de clases y que a los zarpazos
reaccionarios, como “rebote” de los mismos, le
puede seguir una radicalización de la experiencia de los
explotados y oprimidos tal cual está ocurriendo en estos
mismos momentos en el país “Catracho”.
Esto
es precisamente lo que viene pasando donde sigue estando hoy
la clave de toda la evolución regional: la resistencia de masas antigolpista que se está llevando adelante en
Honduras sin que esté escrito todavía el desenlace de la
misma.
Cuando
el factor militar vuelve a la escena
El
primer elemento para dar cuenta de esta nueva coyuntura es cómo
el factor militar ha vuelto a la escena política. En la
historia de la región ha sido común –más aún en
Centroamérica–
el hecho que repetidas veces la clase dominante –de la
mano del imperialismo yanqui– ha apelado al poder
“desnudo”: el
garrote represivo de las FFAA.
A
diferencia de las últimas décadas donde las FFAA han sido
garantes del poder burgués pero el mecanismo por excelencia
de la dominación ha sido el engaño de las masas mediante las elecciones, en otras
circunstancias históricas esta dominación se ejerció
directamente “manu militari”. La historia de los golpes
militares en toda la región es suficientemente elocuente
como para volver a recordarla aquí.
Pero
en las últimas décadas las burguesías regionales y los
EEUU han impulsado lo contrario: la
apelación a los mecanismos del engaño como forma
privilegiada para hacer valer sus intereses de clase.
Esto
ha implicado “contradicciones” en los últimos tiempos.
En el contexto que por la vía electoral han emergido una
serie de gobiernos burgueses reformistas que no responden
directamente a los dictados del imperio, lo que Honduras está
marcando es la eventualidad de que los golpes militares
–en todo caso en una versión “atenuada” del siglo XXI
y viendo primero cómo termina el experimento en Honduras–
se transformen
nuevamente en una de las alternativas para el ejercicio de
la autoridad.
Está
claro que ambas vías nunca han sido “excluyentes”:
determinados regímenes políticos –como el del propio
Uribe en Colombia hoy en día– vienen combinando ambos componentes en distintas proporciones: el
garrote y la zanahoria.
La
novedad es que con el golpe en Honduras y el establecimiento
de nuevas bases norteamericanas en Colombia, la
introducción del factor militar está pegando un salto en
calidad que no deja de ser una amenaza al proceso de rebelión
popular latinoamericano:
“No
hace falta ser un experto militar para comprobar que con la
entrega de estas bases Venezuela queda completamente
rodeada, sometida al acoso permanente de las tropas del
imperio estacionadas en Colombia, amén de las nativas y los
‘paramilitares’. A ello habría que agregar el apoyo que
aporta en esta ofensiva en contra de la revolución
bolivariana las bases norteamericanas en Araba, Curacao y
Guantánamo; la de Palmerola, en Honduras; y la Cuarta Flota
que dispone de suficientes recursos para patrullar
efectivamente todo el litoral venezolano. En Paraguay, EEUU
se aseguró el control de la estratégica base de Mariscal
Estigarribia y que cuenta con una de las pistas de aviación
más extensas y resistentes de Sudamérica. También en ese
país dispone de una enorme base en Pedro Juan Caballero”.
Desde
ya que el desenlace de la actual lucha antigolpista en
Honduras (desenlace que insistimos todavía no está
escrito) no dejará de ser un factor de primerísimo orden:
los elementos de “militarización” de la vida política
regional se reafirmarán o no dependiendo del resultado de
esta heroica lucha.
Hablando
bajito pero llevando un gran garrote
“Se
trata de un aumento
desmesurado e inédito de la presencia militar
norteamericana en la región, en momentos en que ningún
país sudamericano es una amenaza directa para su seguridad.
La guerra fría quedó atrás, pero esto se da en el marco
del crecimiento de Brasil como jugador global. El horizonte
estratégico de las políticas de EEUU en la región es
Brasil”.
Un
factor de importancia de la coyuntura regional tiene que ver
con la política de Barack Obama para la misma. El fiel de
la balanza acerca de la misma lo está marcando su cada vez
más reaccionario
papel en Honduras (y ahora el tema de las bases en
Colombia). Como atinadamente señalara el politólogo Atilio
Borón: “Barack Obama, a quien los perpetuamente
desorientados ‘progres’ europeos y latinoamericanos
continúan confundiendo con Malcom X está siguiendo al pie
de la letra los consejos de Theodore Roosvelt, el padre de
la gran expansión imperialista norteamericana en el Caribe
y Centroamérica, cuando dijera ‘speak softly and carry a
big stick’, es decir, ‘habla bajito pero lleva un gran
garrote’. Con su
política de remilitarización forzada de la política
exterior hacia Latinoamérica y el Caribe, Obama se interna
por el camino trazado por su predecesor”.
Precisamente,
respecto del caso Honduras, el gobierno de Obama se ha
caracterizado por irse
deslizando cada vez más hacia la derecha. En los
primeros días del golpe, Obama había aparecido por los
medios “condenándolo”, quizás todavía preocupado por
la necesidad de recuperar la legitimidad perdida de los EEUU
frente a los pueblos del mundo y la región.
Sin
embargo, con el transcurrir de las semanas, lo que se
observa es lo mismo que está ocurriendo en prácticamente
todos los demás frentes de su gestión: un permanente corrimiento hacia la derecha.
Respecto
de Honduras, el gatopardismo imperial de Obama tiene cada
vez menos de “gatopardismo” y más
de defensa de los intereses digamos permanentes del
imperialismo en su patio trasero: “En 1929, queriendo
explicar lo fácil que era comprar un congresista, Samuel
Zamurray, alias ‘Banana Sam’, presidente de la Cuyamel
Fruit, empresa rival de la United Fruit, afirmó: ‘Un
diputado en Honduras cuesta menos que una mula’. Al
final de los años 80, el presidente José Azcona Hoyos
admitió el sometimiento de Honduras a la estrategia de EEUU
confesando: ‘Un país
tan pequeño como Honduras no puede permitirse el lujo de
tener dignidad’. Hoy, la relación económica con la
gran potencia estadounidense es de dependencia
casi absoluta: hacia allá va el 70% de sus
exportaciones (plátanos, café y azúcar); y de allí
llegan unos 3 mil millones de dólares que envían a sus
familias en calidad de remesas 800.000 hondureños
emigrados. Y el capital principal (40%) de las fábricas
maquiladoras (de mano de obra barata) en zonas francas es
estadounidense”.
Con
un cinismo casi abiertamente descarado “Obama Sam” acaba
de declarar que “no tiene un botón” para apretar en el
sentido de lograr el reestablecimiento de Mel Zelaya en el
gobierno hondureño (todos sabemos que EEUU sí tiene “un
botón” y que lo ha apretado varias veces, sino que lo
digan Hiroshima y Nagasaky…) Más aún, acaba de acusar de
“doble discurso” a aquellos “que se la pasan hablando
contra la intervención de EEUU en Latinoamérica” y
quieren que ahora su gobierno actúe contra los golpistas…
Aquí
el doble juego ya
es escandaloso: la política de condena en las palabras y
ausencia total de todo hecho en el sentido de dar algún
paso efectivo contra los golpistas lo que está mostrando es
la caída de una careta que Obama siquiera alcanzó a
calzarse: el brete de Honduras lo está obligado a dejar de
lado toda veleidad discursiva porque la
verdad es que EEUU se siente mucho más cómodo con
Micheletti que con Zelaya.
Además,
lo principal es que en la administración yanqui parece
dominar el criterio de que dada la heroica resistencia
popular hondureña, una eventual salida de la dictadura
–aunque sea mediatizada por los tramposos acuerdos de San
José de Costa Rica– podría ser vista como un triunfo
popular: la principal
preocupación de Obama para la región es que el ciclo de
rebeliones populares no pegue un salto que lleve a
cuestionar mucho más consecuentemente la subordinación al
imperialismo aunque esté disfrazado de presidente de color.
La
táctica del apaciguamiento o donde mueren las palabras
Apaciguamiento
se llamó a la fracasada política de los gobiernos de la
democracia burguesa imperialista frente a la guerra civil
española y el ascenso de Hitler en Alemania. Está claro
que esa política fracasó… Salvando las obvias
distancias, el progresismo continental –incluso en sus
expresiones más verborrágicas como Hugo Chávez– ha
venido teniendo una
orientación similar frente al golpe hondureño dados sus
insalvables límites de clase.
Es
que se han ido en palabras, palabras y más palabras sin ser
capaces de tomar una sola medida práctica
contra el gobierno de Micheletti: no
han sido capaces de convocar a una sola manifestación seria
de repudio al golpe en Honduras (y la creciente militarización
de la vida política continental) en sus respectivos países
(y muchos menos a nivel continental).
¿O
acaso alguien vio una concentración de masas en Caracas
convocada por Hugo Chávez? ¿O en La Paz o El Alto llamada
por Evo Morales? ¿O en la región centroamericana alguna
convocatoria llevada adelante por los gobiernos del FSLN
(Ortega) o el FLNM (Funes)? Nadie las vio porque estas
convocatorias no han existido: ¡se
trata de una verdadera vergüenza que repite punto por punto
la historia de las direcciones reformistas de toda la vida![7]
Quizás
haga falta recordar aquí la historia de la ignominiosa
salida del poder de un Juan Domingo Perón en la Argentina
de 1955, de un Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, o, algo más
cerca en el tiempo, la caída de Allende en Chile en 1973,
todas circunstancias cortadas por la misma “tijera”: ¡la negativa de los gobiernos “progresistas” a organizar a las
masas populares para la lucha antigolpista!
Con
las lágrimas de cocodrilo de la OEA, la UNASUR, el
MERCOSUR, el mismo el ALBA y todas las demás instituciones
regionales la historia se repite: la política del apaciguamiento no podrá parar a los golpistas.
Tampoco las rondas negociadoras como las de Arias en San José
de Costa Rica donde se le ha entregado todo a los golpistas
salvo la cuestión de la restitución condicionada de
Zelaya… sólo para que ahora Micheletti no sólo siga al
frente del poder sino que se niegue a recibir al propio
Insulza (secretario general de la OEA) acusándolo de
“parcialidad”.
También
en este sentido hay antecedentes recientes, en la misma
Centroamérica respecto del rol de la “mediación” del
presidente costarricense Arias en oportunidad de la revolución
nicaragüense en los años 80 (Grupo Contadora, Esquípulas,
Sapoa), mediación a
la cual el sandinismo y el FLMN de El Salvador capitularon
en toda la línea entregando el proceso revolucionario mismo.
En
todo caso, la impotencia de estas instituciones cuando de lo
que se trata es de los intereses populares demuestra una vez
más
su carácter de
organismos capitalistas sometidos al imperialismo yanqui.
Golpe
de noche, rebelión de día
“¿Tienen miedo? No. ¿Tienen miedo? No. Entonces,
adelante, adelante, que la lucha es constante”.
Sin
embargo, la realidad regional es mucho menos simplista de lo
que analistas superficiales podrían creer. Como dicen
nuestros compañeros del PST respecto de la situación en
Honduras: “No estamos ante una situación normal de la
lucha de clases sino frente a uno de los picos más altos de
la misma en donde toda la vida cotidiana respira política y la movilización de masas es
permanente y generalizada”.[10]
En
el mismo sentido, el abiertamente golpista diario argentino La
Nación informa que: “el
gobierno de Micheletti se encuentra acosado diariamente por
manifestaciones, bloqueos de rutas y tomas de edificios por
parte de miembros del denominado Frente Nacional de
Resistencia contra el golpe de Estado, que exige la
restitución de Zelaya”.[11]
Es
decir, en el concreto caso de Honduras, el golpe ha
significado una polarización de la lucha de clases del país como pocas veces se ha
visto. Pero, además, aquí hay una tremenda contradicción
que hace al carácter
mismo del golpe hondureño: la situación sigue siendo
una que para graficarla venimos señalándola como de
“golpe
de noche, rebelión popular de día”.
No
es que los golpistas no estén firmemente instalados en el
poder y que lo que están enfrentando las masas hondureñas
no sea un golpe de Estado hecho y derecho. Pero la
circunstancia es que no hay muchos antecedentes donde 40 días
después de un golpe de Estado se
siga manifestando una resistencia popular de masas que
impide toda normalización del país.
Nos
explicamos todavía más: es evidente que haber logrado
estar al frente del país por cinco semanas es un triunfo de
los gorilas. Los mismos tienen el control del país, control
que por ahora no parece ser posible desafiar como tal.
Sin
embargo, existe en la situación política hondureña una
enorme contradicción que sigue presente: el
país no ha sido normalizado bajo ningún parámetro que se
mire: la resistencia sigue siendo masiva y heroica. Pero
cuando a una dictadura no se le tiene miedo, este es un gravísimo problema para la misma dado que por su propio carácter
debe generar miedo, respeto, autoridad, terror, para ser una
dictadura tal: “Los daños que ya ha sufrido Honduras y el
riesgo de que la situación social, política y económica
empeore, es motivo suficiente para reconocer errores,
para no desaprovechar cualquier posibilidad de diálogo a
fin de ponerle fin a la crisis y reconciliarnos con el mundo
que, sin excepción, no considera legítimo al gobierno
actual”. Que conste que esta editorial apareció en la página
web del diario golpista El Heraldo de Honduras el
pasado lunes 10 de agosto.
Lo
que está pasando es que la propia Honduras muestra los
alcances pero también los límites de esta coyuntura con
elementos reaccionarios: sólo
parece haber espacio para una suerte de golpe de Estado del
siglo XXI, golpe de Estado que no parece todavía tener
espacio para producir un baño de sangre aunque en los
últimos días haya venido apretando el torniquete represivo
y en cualquier giro de las circunstancias podría apretarlo
mucho más…
Pero
una dictadura que es desafiada diariamente, una dictadura
que a la vez convive con una suerte de rebelión popular,
es
una contradicción que sigue buscando para dónde
resolverse.
Una
tendencia hacia los extremos
A
Lula y Cristina K no le gustaron las palabras de Hugo Chávez
en la última reunión del UNASUR en el sentido de alertar
que se comienzan a sentir en la región “tambores de
guerra”. Por nuestra parte, tenemos claro que las
bravuconadas verbales del presidente venezolano nunca pasan
a los hechos.
Sin
embargo, esto no quiere decir que lo que haya señalado no
sea verdad. Como dice el analista Juan Tokatlian: “De todo
el conjunto de América Latina, sin lugar a dudas, lo que
hoy tenemos en el mundo andino es inusitado en términos de
tensiones y pugnas. Si uno tiene perspectiva histórica, esa
región, que ha sido la más estable en el último medio
siglo, cuenta ahora
con los mayores niveles de polarización y conflicto”.[12]
Es
que la polarización política que está introduciendo la
emergencia del factor militar en la vida política
latinoamericana viene a introducir el elemento que señala
Chávez: la región puede terminar deslizándose a un
escenario más polarizado, más cruzado por conflictos en
las relaciones entre determinados estados, incluso la
eventualidad de enfrentamientos militares y/o de más golpes
reaccionarios. Pero
atención, también de mayor radicalización de masas y de respuestas –ahora sí–
revolucionarias. Esta es la dialéctica clásica de la
polarización social y política de la lucha de clases.
Es
que en el contexto del ciclo político regional más de
conjunto –y de la crisis económica mundial en curso–, la
introducción del factor militar incorpora elementos de
polarización en la coyuntura no sólo a derecha, sino
eventualmente también hacia la izquierda.
Precisamente
por eso es que esta realidad tiene su reverso
y concreto peligro para los de arriba: en las últimas décadas
la política capitalista privilegiada ha sido la “mediación”
democráticoburguesa evitando
como a la peste los extremos. No sólo los extremos
derechistas... sino también los izquierdistas. Hace un año
señalábamos: “El conjunto de estos elementos actúa en
las condiciones de una creciente crisis económica mundial
así como de una crisis de hegemonía del imperialismo
yanqui. Estos elementos mundiales tienden a recrear un
escenario internacional con rasgos más ‘clásicos’, en
el sentido de que quizás se puedan observar en el futuro próximo
más contradicciones
interestatales e ínterburguesas que lo que nos hemos
acostumbrado en las últimas dos o tres décadas. Esto es, atisbos de crisis, guerras y revoluciones”.[13]
El
curso reaccionario debilita
la mediación democráticoburguesa e introduce un
elemento imprevisible: la
eventualidad de que en el juego de la polarización se abra
paso un desborde por la izquierda, revolucionario, factor
que ha estado ausente en todos estos años.
No
vaya a ser que de la mano de una tendencia a la polarización
de los intereses económicos, sociales y de clase, y del
adelgazamiento de los tradicionales mecanismos de la
democracia patronal vía los zarpazos reaccionarios, se termine abriendo paso efectivamente la apertura de un período de
crisis, guerras y revoluciones en Latinoamérica. A esto
apostamos desde nuestra Corriente Internacional Socialismo o
Barbarie.
[1]
“Dictadura posbananera”, Santiago O’ Doncel, Página
12, 02-08-09
[2]
Palabra que viene de la tradición de la resistencia a
las invasiones
filibusteras (aventureros a sueldo del naciente
imperialismo yanqui) en Centroamérica a mediados del
siglo XIX.
[3]
Atilio Boron, Página 12, 8-08-09. Para más elementos,
no se debe perder de vista el desmesurado ejército de
Colombia, el segundo después de Brasil en Sudamérica
pero el relativamente más grande respecto de su población
y el mejor equipado por EEUU: se
trata de la friolera de 253.900 efectivos!
[4]
Andres Tokatlian, La Nación, 9-08-09
[6]
El Diplo, Agosto 2009. En la misma edición se citan
unas declaraciones muy ilustrativas de Manuel Zelaya:
“Yo pensé hacer los cambios dentro del esquema
neoliberal. Pero los ricos no
ceden un penique. Todo
lo quieren para ellos. Entonces, lógicamente, para
hacer cambios hay que incorporar al pueblo”.
[7]
En este sentido, las organizaciones de masas que les son
fieles –tipo la CGT y la CTA en la Argentina–
vergonzosamente no han movido ni el dedo meñique. Por
ejemplo, la CTA ha mandado ahora a Hugo Yasky a
Honduras… pero
no es capaz de convocar a una jornada nacional de lucha
contra los golpistas.
[8]
Ver a este respecto, “Historia General de Centroamérica”,
tomo VI, FLACSO, Madrid 1993.
[9]
Consigna cantada cotidianamente en las calles de
Honduras
[10]
Boletín interno 36 del PSTH
[13]
SoB periódico Nº 121.
|