|
Cuba:
Suspenden
por tiempo indefinido el Congreso del partido único, que se
viene aplazando desde 1997
Crisis
económica y política
Por Claudio Testa
|
La
burocracia cubana
Cierra
filas y posterga debates
Los
elementos críticos que señalamos en otro artículo, están
en el fondo de las dos principales medidas votadas, una en
la Asamblea Nacional y otra en el CC del PCC.
La
primera, es la creación de un superórgano de control
sobre la misma burocracia. Se trata de la “Contraloría
General de la República...” para “la fiscalización de
todos los organismos del Estado y el Gobierno...”. (Raúl
Castro, discurso citado)
“Esta
institución –añade Raúl– desempeñará un rol
esencial en la elevación del orden, la disciplina
económica, el control interno y el
enfrentamiento resuelto a cualquier manifestación de
corrupción, así como a las causas y condiciones que
pueden propiciar el actuar negligente y delictivo de
cualquier dirigente y funcionario... Contribuirá a la
depuración de responsabilidades administrativas y
penales, tanto de los comisores directos de delitos como
los colaterales, que son, estos últimos, como define la
propia Ley, los cuadros, dirigentes o funcionarios
administrativos que por falta de exigencia, conducta
negligente o inobservancia de los controles establecidos
favorecen la ocurrencia de violaciones de la disciplina
o no las enfrentan o informan de inmediato”
(subrayados nuestros).
Es
un autorretrato del régimen que, para hacer frente al caos
y la corrupción de los administradores burocráticos (algo
que la crisis pone al rojo vivo), se apele no al control
democrático de las masas obreras y populares, sino a un
superorganismo... igualmente burocrático. Además, ¿quién
controlará a la Contraloría? Fidel ya no está. ¿Dios se
hará cargo de eso?
Pero,
políticamente, lo más importante es que la todopoderosa
Contraloría aparece como un instrumento para disciplinar
a la misma burocracia, en momentos en que las tensiones
internas podrían desbocarse, como sucedió cinco meses atrás.
Ahora cada funcionario sabe que hay una espada de Damocles
sobre su cabeza.
La
otra medida es la mencionada postergación del VI
Congreso. Por supuesto, los anteriores congresos del
partido único nunca se salieron del libreto y todo se votó
por unanimidad. Pero ahora nadie podía saber si la cosa sería
igual. Hay peligros en dos frentes:
Uno,
que las diferencias en el seno de la misma burocracia
terminen expresándose abiertamente, rompiendo la fachada de
“unanimidad”.
El
otro, potencialmente más grave, es que en la parodia
de debate “por abajo” que implica el período
precongreso, irrumpan sectores obreros y populares
independientes de las fracciones burocráticas. En ese
sentido, decíamos el año pasado que la reconvocatoria del
VI Congreso en el 2007 había sido precedida por “el
llamado a un «debate nacional» para que la población
manifieste sus opiniones, especialmente sobre la economía.
Los fines de esto eran obviamente encauzar a través de
canales burocráticos una discusión y un descontento que ya
están instalados... Pero, contradictoriamente, medidas como
el «debate nacional» y la nueva convocatoria al VI
Congreso pueden poner también en estado de asamblea
a sectores de trabajadores, estudiantes e
intelectuales...”[1]
Sin
embargo, la postergación del VI Congreso no hace más que patear
para adelante los problemas sin resolverlos. Mañana
volverán a presentarse, corregidos y aumentados.
Mientras
tanto, en medio del fraccionamiento, confusión y pérdida
de legitimidad del PCC, la única garantía de evitar un
retorno al capitalismo en Cuba –que sería una derrota
para la causa del socialismo en todo el mundo–, es el
surgimiento de una alternativa obrera y popular
independiente de la burocracia.
Nota:
1.
Roberto Ramírez, “Cuba frente a una encrucijada”,
Socialismo o Barbarie, revista, Nº 22, noviembre
2008.
|
La refracción de la crisis mundial en la isla junto con los fracasos de la
conducción burocrática y su incapacidad para alentar la
productividad de los trabajadores, han puesto otra vez a
la economía de Cuba en una difícil situación. Muchos
ya la comparan con la del terrible “período especial”
de los años 90, luego del derrumbe de la ex URSS. Pero si
bien la situación no llega (todavía) a esos extremos, esto
se combina con una “crisis de legitimidad” del régimen
que puede ser mayor, tanto por el retiro de Fidel Castro
como por la ineptitud de la burocracia gobernante para ganar
políticamente a la joven generación. Esta doble crisis
hace cada vez más apremiante el surgimiento de una
alternativa obrera y popular independiente, antes que el
desastre burocrático lleve a consumar una restauración del
capitalismo como en la ex Unión Soviética o China.
Los máximos organismos del poder en Cuba –el Comité
Central del PCC y luego la Asamblea Nacional del
Poder Popular– sesionaron a fines de julio e inicios
de agosto. El principal tema público fue la crisis económica.
Pero el secretismo que caracteriza el funcionamiento del
aparato burocrático no pudo evitar que, con la postergación
indefinida del ya eterno VI Congreso del PCC, trascendiesen
los síntomas de una crisis política.
En su discurso del 1º de agosto ante la Asamblea, Raúl
Castro señaló que “pensábamos crecer un 6%, ya en
abril, cuando nos vimos obligados a realizar el primer
ajuste del plan, rebajamos nuestra expectativa al 2,5% y
hemos constatado que en el primer semestre, el crecimiento
del PIB ha sido de un 0,8%. A pesar de ello, calculamos que
terminaremos el año en el entorno del 1,7%.
“Han decrecido significativamente nuestras exportaciones
a causa de la caída de sus precios. El níquel, por
ejemplo, de un precio medio de 21.100 dólares por tonelada
el pasado año, se ha vendido como promedio a 11.700 en el
primer semestre. En los primeros meses del año fue incluso
menor y llegamos a plantearnos el cierre temporal de algunas
plantas de níquel.
“El turismo enfrenta la paradoja de que a pesar de haber
recibido, en lo que va de año, un 2,9% más de visitantes,
los ingresos disminuyen por el deterioro de la tasa de
cambio frente al dólar estadounidense del resto de las
principales monedas. En pocas palabras, más turistas, pero
menor ingreso.
“También ha disminuido, en mayor medida, el valor de
nuestras importaciones, lo que ha propiciado un balance
comercial casi equilibrado, pero el efecto acumulado de
compromisos contraídos con anterioridad, así como las
dificultades adicionales para acceder a fuentes de
financiamiento, han complicado todavía más la situación
financiera del país.”
Incapacidad
de la conducción burocrática para gestionar la economía y
elevar la productividad del trabajo
Pero el verdadero drama no consiste en el hecho
(inevitable para un pequeño país aislado) de que la crisis
mundial lo golpee. El gran problema es que esos golpes caen
sobre una economía cuya gestión burocrática sigue
siendo un desastre. Entonces, sus consecuencias se
multiplican peligrosamente.
Un economista “gusano”, residente en EEUU, se asombra
y, al mismo tiempo, se regocija de lo que llama “la gran
paradoja cubana: una economía centralizada que no toma
ventaja de su poder para planificar y establecer una
estrategia coherente que la saque del marasmo que
sufre”.[1]
Por supuesto, este economista, satisfecho del nuevo
“fracaso del socialismo”, no puede (o no quiere)
entender que la clave de una “economía
centralizada” es quién la conduce. De eso depende
el “poder para planificar y establecer una estrategia
coherente”.
La experiencia del siglo XX con la URSS, China y demás países
(supuestamente) “socialistas” y, ahora tardíamente con
Cuba, indica que las burocracias son orgánicamente
incapaces de lograr eso. Sólo la clase trabajadora,
democráticamente autodeterminada podría resolver este
desafío de vida o muerte de marchar hacia una sociedad
superadora del capitalismo explotador.
El motivo, en el fondo, es simple: los trabajadores se
sienten ajenos a planes siempre decididos desde
arriba, y cuyos principales beneficiarios no son ellos. No
tienen mayor interés, ni ponen mayor esfuerzo, en una
producción que no controlan ni deciden, y de
cuyos frutos se apropian principalmente los burócratas.
El resto del discurso de Raúl Castro que comentamos, está
en gran medida dedicado a este atolladero de la economía:
la productividad del trabajo. Hoy es doblemente dramático,
porque el mayor déficit se viene dando en la producción
de alimentos. Esto se venía cubriendo con la importación.
Pero ahora la caída de los ingresos está llevando a un
callejón sin salida.
El enésimo plan burocrático para resolver este problema
que expone Raúl Castro en su discurso, es también una
confesión tácita del fracaso de los anteriores planes. La
“nueva” idea de la burocracia cubana –copiada en
verdad de una “solución” que dio hace décadas la
burocracia soviética– es que los habitantes de las
ciudades tomen sobre sus espaldas la producción de
alimentos:
“El pasado 26 de julio... mencioné la urgencia de
aprovechar en la forma más intensiva posible los terrenos
existentes en los alrededores de casi todos los pueblos y
ciudades.
“[...] Hemos denominado a este programa agricultura
suburbana. Se desarrollará en las tierras que rodean
las ciudades y pueblos hasta una distancia que permita que
en ellas laboren sus habitantes, con el menor gasto
posible de combustible.
“[...] Olvidémonos en este programa de tractores y
combustible, aunque los tuviéramos en cantidades
suficientes, el concepto es ejecutarlo fundamentalmente con
bueyes...” (subrayados nuestros).
Crisis
política en las alturas y presiones del imperialismo yanqui
La situación de Cuba había mejorado después de los
peores años del “período especial” en los 90. Sin
embargo, este crecimiento, producto de las condiciones
favorables de la economía mundial, de la reorientación
hacia el turismo y la exportación de minerales, y
decisivamente del sostén de Venezuela, benefició muy
desigualmente a los cubanos. Una minoría (burocracia,
sectores ligados al turismo y las empresas mixtas, y gente
que recibe remesas de familiares del exterior) prosperó,
pero la mayoría quedó por atrás. Este salto de la
desigualdad social, trajo dos consecuencias graves: un
fenomenal aumento de la corrupción y el descreimiento
y desmoralización de amplios sectores populares,
especialmente de la juventud.
A nivel del aparato, esto se ha ido expresando en un
evidente crecimiento de las presiones restauracionistas del
capitalismo... y de las consiguientes disputas en la
burocracia al respecto.
Como todas las peleas burocráticas, se procesan en
secreto hasta que estallan ruidosamente. El último síntoma
de serios problemas se produjo en marzo último. Del día a
la noche, fueron descabezadas no sólo la cúpula política
del gobierno, sino también la conducción económica.
En 50 años nunca había sucedido algo así. Comentando este
hecho, advertíamos “los dilemas e intereses
contrapuestos que se cruzan en las distintas ramas del
aparato burocrático” y que “las presiones
restauracionistas vuelven a ser más fuertes que nunca”.
Señalábamos que esto es así, porque intervienen “dos
nuevos factores: la crisis mundial y el posible
cambio de la política de EEUU hacia Cuba”.[2]
Hoy, ambos factores de presión se han potenciado.
Y la pérfida “apertura” de Obama a negociaciones podría
ser más peligrosa que las estúpidas exigencias de
“rendición incondicional” de Bush.
En relación a esas negociaciones y en respuesta a las
exhortaciones de Hillary Clinton de producir “cambios
fundamentales en el régimen cubano”, Raúl Castro enfatizó
en su discurso que “a mí no me eligieron Presidente
para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la
Revolución”. Pero luego tuvo cuidado de aclarar que
“estamos listos para hablar de todo, repito, de todo, pero
de aquí, de Cuba, y de allá, de Estados Unidos; no a
negociar nuestro sistema político y social”.
El énfasis de estas respuestas parece no sólo dirigida a
la Casa Blanca, sino también a sectores de la misma
burocracia que alienten una salida en ese sentido, y que
sueñen ser los Gorbachov o los Yeltsin cubanos. Hay
indicios de que la “purga” de marzo descabezó a algunos
candidatos a ese rol.
Sin embargo, aunque más independiente de EEUU, no es
menos restauracionista la otra alternativa: el “modelo
chino”, alabado por Raúl Castro y un buen sector de la
burocracia, sobre todo por los “hombres de negocio en
uniforme” del Ejército cubano. Esta alternativa tiene la
gran diferencia de que deja intacto el régimen político
de la burocracia. A nivel de la economía, ésta se
convierte, en una primera fase, en socia del capital
extranjero vía el capitalismo de estado. En China, esto
derivó luego en la formación de una burguesía nacional,
principalmente a partir de sectores de la misma burocracia.
Pero ha ido surgiendo un pequeño obstáculo para recorrer
hasta el final esa ruta: Cuba no es China. En el
peculiar curso restauracionista de la burocracia de Pekín,
fue decisiva una amplia asociación con el capital
imperialista a fin de producir para el mercado mundial, algo
que Cuba no parece en condiciones de alcanzar... y menos en
tiempos de crisis.
La resultante de todo esto es un rumbo incierto. Se
va respondiendo con medidas empíricas a los desafíos, sin
que aparezca una estrategia clara y un curso preciso. El VI
Congreso iba a definir esto, pero ahora queda en suspenso.
Notas:
1. Carmelo Mesa-Lago, “La
paradoja económica cubana”, El País,
12/07/09.
2.
Ver “Recambio de cúpula y trasfondo de crisis política”
y “Las coordenadas nacionales e internacionales de la
crisis”, en Socialismo o Barbarie, periódico,
05/03/09.
|
|