Siete bases militares apuntarán desde Colombia a toda Sudamérica
No
a las bases de Obama en Colombia
¡Cómo
pasa el tiempo! Si fue no más ayer, en abril, la “Cumbre
de las Américas” en Trinidad Tobago. El flamante
presidente “progresista” Barack Obama llegaba a esa
reunión internacional en actitud modesta, para empezar a
cerrar las heridas abiertas por Bush. Días antes, había
enviado a su vicepresidente Biden para declarar
solemnemente: “se acabó la época en que dábamos órdenes”.
Cuatro
meses después, Obama da algo más qué órdenes:
apunta a nuestros países con siete bases militares
que funcionarán en Colombia, donde sigue gobernando el
hombre de Bush en Sudamérica, el narcoparamilitar Álvaro
Uribe Vélez.
Conviene recordar lo que decíamos cuando la reunión de Trinidad
Tobago: “Theodore Roosevelt, presidente de 1901 a 1909,
uno de los «padres fundadores» del imperialismo yanqui,
tenía como lema la frase: «habla suavemente, pero lleva
un gran garrote». Ahora, con Obama, en relación a América
Latina, es la hora de «hablar suavemente». Pero esto no
implica que el «gran garrote» haya dejado de existir.”
(Socialismo o Barbarie, periódico, 16/04/09)
Efectivamente, por si un palo fuera poco, siete grandes
garrotes han entrado en escena.
Hasta un diario de derecha y nada antiimperialista como Clarín
–y además fan de Obama de la primera hora– ha calificado esto como un “plan
provocador de EEUU”:
“Esta propuesta alimenta la noción de quienes... vienen
sugiriendo la existencia de un George W. Bush dentro de
este Obama, que llegó al poder prometiendo abrir
puertas que se suponía estarían cerradas para siempre.
“Una certeza en un mar de dudas aparece nítida respecto
a la iniciativa colombiana de que Estados Unidos instale en
ese país siete bases militares: la enorme inconveniencia
de la medida y la sorprendente ceguera geopolítica de
sus patrocinadores. La iniciativa tiene un alto grado de
provocación en un escenario donde las tensiones son el
dato permanente, por lo menos desde el golpe cívico-militar
en Honduras y las perspectivas que su continuidad abren en
este espacio mundial.
“Al mismo tiempo, esto acaba por darle oxígeno retórico
a una línea crítica de cualquier arquitectura que
reconstruya los puentes en el hemisferio que los
gobiernos norteamericanos anteriores al presidente demócrata
Barack Obama habían destruido.” (Clarín, 11/08/09, subrayados nuestros)
Es el indignado lamento del creyente que ve cómo su
profeta, Rey Mago o Papá Noel, en vez de “reconstruir
los puentes” entre América Latina y EEUU, ahonda el
abismo. Pero estos sollozos, que se escuchan en todo el
continente desde el golpe en Honduras, olvidan que entre
EEUU y América Latina no ha habido puentes sino cadenas.
¿Por qué, ahora?
Como advertimos desde mucho antes de ser presidente, las
diferencias entre Bush y Obama serían de tácticas y no de
estrategias ni de intereses. En relación a América Latina,
ese interés consiste en recuperar el grado de dominio
perdido. A eso apuntan las siete bases. Ellas son la continuación
de otro paso dado por Bush en el 2008: el Comando Sur
con sede en Miami reconstituyó la IV Flota que,
después de décadas de inactividad, vuelve a patrullar las
aguas sudamericanas.
El principal esfuerzo bélico del imperialismo yanqui
sigue centrado en las guerras coloniales de Oriente Medio.
Pero eso no significa que deje de mover sus piezas en América
Latina, con vistas al futuro. Y con más razón, cuando eso
no implica, por lo menos en lo inmediato, una
participación directa en ninguna operación militar.
Si hay algún choque armado, será su títere colombiano el
que pondrá la cara.
¿Pero por qué EEUU detona ahora este incidente, cuando
lo de Honduras sigue humeando? De hecho, Colombia es ya una
inmensa base yanqui. Desde 1999 está en marcha el llamado
“Plan Colombia”, con participación de tropas y
mercenarios de EEUU e Israel, y que explícitamente contempla
operaciones más allá de sus fronteras. Nadie va allí
a inspeccionar si operan desde una, siete o veinte bases. ¿Por
qué no seguir así?
Aunque las siete bases sean, efectivamente, una provocación,
puede haber varias razones para hacerla: 1) no hay seguridad
de que Uribe consiga un tercer mandato y conviene legalizar
formalmente la utilización de hecho de las bases. 2) En
Venezuela, por la caída de ingresos petroleros y el
desastre de la administración chavista, despunta una seria
crisis económica. ¿Llegó el momento de poner un revólver
en la cabeza de Chávez? ¿Y quizás dispararlo? 3) La
deriva hacia una mayor autonomía de Sudamérica
–consecuencia de la crisis de hegemonía del imperialismo
yanqui bajo Bush– abrió las puertas a iniciativas como la
Unasur y su Consejo Sudamericano de Defensa. Ahora Obama,
con las siete bases, pone en claro quién manda militarmente
en Sudamérica.
Estratégicamente, las bases son la plataforma para llevar
adelante y/o apoyar guerras contrarrevolucionarias en toda
Sudamérica. Pero, en lo inmediato, son también un
chantaje a los gobiernos sudamericanos. Y los hechos están
demostrando que las reacciones de la mayoría de ellos son
una vergüenza. Los únicos que se han opuesto con mayor
o menor firmeza son los de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Lula –que presume de “Brasil gran potencia”– ha
metido el rabo entre la piernas, aunque las bases apuntan
directamente a la Amazonia, un bocado con el que sueña el
imperialismo yanqui desde hace mucho tiempo. La UNASUR y el
Consejo Sudamericano de Defensa, creados a iniciativa de
Brasil, se han dividido totalmente. Como remate, Lula, que
empezó poniendo el grito en el cielo, finalmente sólo pide
“garantías a Uribe de que las operaciones del ejército
estadounidense desde las siete bases militares se
restringirán al territorio colombiano” (AFP,
Brasilia, 06/08/09).
Frente a esta noticia, una lectora del diario mexicano La
Jornada, hizo el comentario justo: “¡Ay, Lula! Como
dice Tomás Mojarro: le estás exigiendo al tigre que se
vuelva vegetariano...”
Por su parte, nuestra Presidenta no ha sido más valiente.
Primero trató de tomar distancias con el pretexto de que
Argentina no es limítrofe con Colombia. Luego acordó que
Bariloche –bien lejos de las probables manifestaciones de
repudio en Buenos Aires– sería el escenario de una reunión
de la UNASUR con Uribe. Es que a Cristina –como reconoce
el mismo Página 12
(11/08/09)–, “le preocupa el tema Colombia, pero no
quiere plantear una posición antiestadounidense”.
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