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A
36 años del golpe militar en Chile
El
fin de la vía pacífica y el reformismo
hacia el socialismo
Por
Oscar Alba
El
11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas chilenas al
mando del general Augusto Pinochet Ugarte terminaron con la
experiencia que el presidente Salvador Allende y el Partido
Comunista habían dado en llamar “la vía chilena al
socialismo”. Este proyecto terminó siendo un callejón
sin salida para la clase obrera chilena que masivamente había
dado su apoyo al gobierno de la Unidad Popular. Cuando la
vanguardia obrera comenzó a sufrir en carne propia las
limitaciones de este proyecto, ya era tarde. Fábricas y
barriadas obreras fueron bombardeadas por la Fuerza Aérea y
a pesar de la heroica resistencia de los trabajadores, sobre
todo en los Cordones Industriales la represión golpeó
duramente a los sectores obreros y populares.
El
imperialismo y la burguesía chilena tenían en claro desde
mucho antes de la llegada al gobierno de Allende, que en el
país trasandino había comenzado un ascenso revolucionario
de las masas. Allende y el Partido Comunista, por su parte,
se demostraron incapaces de llevar a los trabajadores al
poder.
El
ascenso político de los trabajadores chilenos va a ser el
punto más alto del proceso que vivían amplios sectores de
masas en el Cono Sur de nuestro continente. Que colocaba al
movimiento obrero de esos países como sujeto político para
un cambio revolucionario de la sociedad capitalista.
A
mediados de los 60, Chile estaba cruzado por una profunda
crisis social, la que fue alimentando una creciente
polarización social que va a reflejarse en las elecciones
nacionales de 1964. El fortalecimiento de las fuerzas de
izquierda colocó al Frente de Acción Popular (FRAP) como
punto de referencia política de la clase obrera y el
pueblo. El FRAP era una coalición formada por el Partido
Comunista, el Partido Socialista Popular, el Partido Democrático
del Pueblo y el Partido del Trabajo.
Por su parte las fuerzas de la derecha, ante la
convulsión social que aumentaba despliega una campaña
electoral tendiente a crear un ambiente de temor ante la
posibilidad de que la izquierda llegara al gobierno. Las
fuerzas de la derecha presentaron la alternativa
“democracia o comunismo” por un lado, y la Democracia
Cristiana, por otro lado, va a desarrollar su propaganda
sobre la base de llevar adelante una “revolución en
libertad”.
Finalmente,
los resultados electorales darán el mando presidencial a
Eduardo Frei, representante de la Democracia Cristiana. No
obstante, Salvador Allende, candidato del FRAP, logra el
segundo puesto con el 40% de los votos, mostrando un avance
sostenido en el terreno electoral.
El
gobierno de Frei acentuará la explotación y la dependencia
del imperialismo yanqui. La explotación del cobre,
principal sector de la economía, va a estar orientado por
lo que los democristianos dieron en llamar la “chilenización”
del cobre, término que en los hechos, lejos de apuntar a la
nacionalización minera significará un aumento de las
ganancias de los capitalistas extranjeros. Ganancias que no
sólo crecieron en el sector del cobre sino que penetraron
en el sector industrial. “En 1968, el capital extranjero
controlaba más de un sexto del capital pagado de todo el
sector manufacturero, y entre las 100 mayores empresas, 61
tenían participación externa (en 40 de las mismas la
participación era suficiente para controlarlas
efectivamente).”1 En otro aspecto, creció la
deuda externa y en el campo la reforma agraria no fue más
allá del marco burgués y trató de establecer y consolidar
la pequeña propiedad. Lo que por supuesto empantanó el
proyecto, ya que los grandes hacendados, que tenían
representantes en el mismo partido del presidente Frei, se
van a oponer firmemente. “Entre 1965 y 1970 se expropiaron
1.400 predios que abarcaban 279.000 hectáreas, beneficiando
a 30.000 campesinos. Esta cantidad representa apenas el 4%
del total de campesinos sin tierra. Los grandes
latifundistas seguían disponiendo del grueso de la
propiedad agraria y se mantenía sin cambios substanciales
el atraso secular del campo.”2 Esto profundizará
los enfrentamientos por la tierra y un aumento de la
sindicalización de los trabajadores rurales. Mientras que
en 1966 habían 10.647 campesinos sindicalizados; en 1969,
superaban los 100.000.
La
clase obrera chilena estaba organizada en la Central Única
de Trabajadores creada en 1953 y los mineros constituían el
sector de mayor peso. Desde su creación la CUT hizo público
su aspiración socialista. En su declaración de principios,
la CUT planteaba: “Que el régimen capitalista actual,
fundado en la propiedad privada de la tierra, de los
instrumentos y medios de producción del hombre por el
hombre, que divide a la sociedad en clases antagónicas,
explotados y explotadores, debe ser sustituido por un régimen
económico–social que liquide la propiedad privada hasta
llegar a la sociedad sin clases, en la que se aseguran al
hombre y a la humanidad su pleno desarrollo.”3
A
poco de iniciada la gestión presidencial de Frei, la CUT
pone en pie una “plataforma de lucha” que abarcaba
distintas reivindicaciones laborales. Ajuste de los salarios
de acuerdo al costo de vida, la formación de una Comisión
Tripartita para fijar los sueldos y salarios anualmente,
tanto para el sector privado como para el estatal y para el
control de precios de los productos básicos. También
reclamaba vivienda, educación y derechos sindicales. La
plataforma reivindicativa se ampliaba a los trabajadores del
campo, reclamando la expropiación de los grandes
latifundios y el reparto de la tierra.
La
caldera de la lucha de clases chilena seguirá aumentando su
presión. En noviembre de 1965, el gobierno de la Democracia
Cristiana va a enfrentar la primera huelga general que dura
casi un mes. Y a comienzos del 66, los trabajadores de la
empresa Braden Copper Co., explotadora del cobre,
paralizaran sus actividades durante tres meses. La
Confederación de Trabajadores del Cobre llamará a una
huelga en solidaridad con los trabajadores de la mina de El
Teniente, la mayor de Chile. El 11 de marzo el gobierno
lanza la represión contra una asamblea de los mineros de El
Salvador y asesina a seis trabajadores y dos mujeres. La CUT
llama a un paro general que se hace efectivo el 15 de ese
mes.
Al
año siguiente, en noviembre de 1967, se realiza un nuevo
paro nacional que tendrá un alto grado de combatividad. Los
barrios obreros son escenario de movilizaciones. La comuna
de San Miguel, llamada la “comuna roja”, baluarte
proletario, va a ser el punto más álgido de los
enfrentamientos. La represión gubernamental se cobra cinco
vidas: cuatro obreros y un niño son asesinados. En Puerto
Montt, al sur del país, la represión mata a ocho
trabajadores. La tensión social aumenta y en 1968 salen a
la lucha los trabajadores de Correos y Teléfonos, del
Servicio Nacional de Salud y de la Educación Básica y
Media. En las minas de Huachipato y las salitreras los
obreros también se movilizan.
Hacia
la formación de la Unidad Popular
Las
fuerzas de izquierda que habían logrado un avance
significativo en las elecciones de 1964 irán ganando aún más
espacio político entre las masas obreras, populares y
campesinas. Pero el desarrollo de las mismas será desigual.
El Partido Socialista de orientación reformista y al cual
pertenecía Salvador Allende, será quien va a ir
capitalizando con mayor fuerza este proceso. Surge un ala
izquierda en su seno reflejando la radicalización de los
trabajadores, encabezada por Carlos Altamirano, Clodomiro
Almeida y Adonis Sepúlveda. En el Congreso partidario de
1967 se acuerda la táctica de “Frente de los
Trabajadores” y el ala izquierda sostiene una posición crítica
frente a la vía pacífica al socialismo. Por su parte el
Partido Comunista enmarcado en la “coexistencia pacífica”
entre la burocracia soviética de Moscú y el imperialismo
yanqui, había orientado su táctica política hacia un
frente con sectores burgueses. Poco después de las
elecciones del 64, Orlando Millas, dirigente del PC,
“declaró en la reunión del Comité Central que hizo el
balance electoral: sin duda, en la campaña presidencial
hubo una notoria posición defensiva, manifestada en la
mayor importancia concedida a la captación de sectores de
la burguesía antes que a la ampliación de la influencia en
el proletariado y en las capas populares.”4 De
esta manera los estalinistas chilenos cedieron una franja
fundamental de la clase obrera chilena al PS. No obstante
serán parte de la dirección política de los trabajadores.
La
radicalización de los trabajadores llegará al campo y va a
provocar una ruptura en el partido gobernante. Jacques
Chonchol, dirigente del ala izquierda demócrata cristiana,
va a impulsar la reforma agraria propagandizada en la campaña
electoral por Frei. Pero, como dijimos anteriormente, esta
reforma no apuntaba a liquidar el latifundio y sus
propietarios: los terratenientes. Las ocupaciones de tierra
y la lucha campesina se convirtieron en una presión
permanente sobre Chonchol y sus seguidores. Esto terminará
con la ruptura del ala izquierda de Chonchol en 1969 y la
creación del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU)
que extenderá su programa político hacia una posición de
“vía no capitalista de desarrollo”. De esta manera, la
lucha campesina en Chile y la situación de procesos
revolucionarios a escala internacional, acercaron a este
sector de la Democracia Cristiana a posiciones de izquierda.
Así
se van a ir delineando las principales fuerzas políticas
que conformaran la dirección política de las masas
trabajadoras en Chile y confluirán en la Unidad Popular en
vísperas de las elecciones nacionales de 1970. En agosto de
1969, Salvador Allende va a ser proclamado candidato
presidencial por el Partido Socialista. El PC había lanzado
una campaña tendiente a formar un Frente Popular y proclamó
a Pablo Neruda como primer candidato. La derecha política
había dado surgimiento al Partido Nacional y la Democracia
Cristiana había perdido apoyo conformándose así un nuevo
tablero político donde la polarización se profundizaba
tanto en las calles como en el terreno electoral.
Finalmente,
con
las candidaturas de Jorge Alessandri del Partido Nacional,
Radomiro Tomic por la DC y Salvador Allende por al Unidad
Popular (UP), el régimen chileno se encaminó hacia las
elecciones del 70. Pero el camino electoral siguió sembrado
de convulsiones sociales y políticas. El 21 de octubre, el
general Roberto Viaux Marambio produjo una asonada militar
golpista. Fue en el Regimiento de Tacna de Santiago y aunque
sus protagonistas declararon que era un movimiento por
reivindicaciones a la cúpula del Ejército, no había dudas
que se trataba de una reacción militar frente al avance de
las luchas y la influencia creciente de la izquierda entre
los trabajadores. El presidente Frei declaró que no se
movería del gobierno. Pero la CUT llamó a un paro general
por tiempo indefinido y obreros y sectores populares
rodearon al regimiento y al día siguiente se llegó a un
acuerdo con los golpistas. La movilización obrera había
inclinado la balanza a favor y se había fortalecido. La UP,
creada unos días antes del intento de golpe, capitalizará
este triunfo contra los golpistas en su perspectiva
electoral. El 21 de enero Allende será proclamado candidato
presidencial de la Unidad Popular. El semestre anterior a
las elecciones será escenario de un recrudecimiento de las
luchas obreras y campesinas. “Enero de 1970 se inició con
paros en las grandes industrias de Sumar y Fensa y con una
dramática ‘marcha del hambre’ de los mineros de Ovalle.
En febrero los obreros ocuparon la fábrica de fideos
Carozzi, paralizaron los obreros del cuero y del calzado y
decenas de miles de obreros jubilados se movilizaron en todo
Chile para exigir un aumento en el pago de sus miserables
pensiones. La lucha campesina se desarrolló paralelamente
en las provincias de Curicó, Nuble y Magallanes. En marzo
paralizaban sus tareas los trabajadores de los puertos, las
tomas de los fundos se extendían en Coquimbo y en
O’Higgins estallaba la huelga del salitre”.5
Los Comités de la Unidad Popular se habían extendido en
todo el país. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), con su orientación guerrillerista, va a llamar a la
abstención y no va a tener mayor influencia en el
movimiento de masas.
El
triunfo electoral de la Unidad Popular y el gobierno de
Salvador Allende
El
4 de septiembre se llevaron a cabo las elecciones nacionales
y Allende logrará el primer lugar, aumentando
levemente su caudal electoral,
seguido del candidato de la derecha, Jorge Alessandri, quien
mostrará un apoyo electoral renovado al captar a
sectores de la clase media que había apoyado a la DC y el
gobierno de Frei,
que quedará tercera, con una disminución significativa de
los votos. El Congreso tendrá que resolver, ya que Allende
no logra la mayoría absoluta.Y el Congreso tendrá que
resolver, ya que Allende no logra la mayoría absoluta. La
tensión política se profundizó. La burguesía chilena
debatía si impedían la asunción de Allende, ya sea a través
del Congreso o por medio de un golpe militar. Comenzaron
atentados terroristas de la derecha y pocos días antes de
la sesión del Congreso fue baleado el comandante en jefe
del Ejército, René Shneider, quien va a morir unos días
después. Finalmente, la Democracia Cristiana exigió a
Allende asegurar “las garantías democráticas” para
respetar el resultado electoral. Esto permitió a la Unidad
Popular llegar al gobierno. No obstante, la derecha siguió
conspirando, a instancias del imperialismo yanqui, contra el
nuevo gobierno.
Con
Allende en el gobierno, la Unidad Popular comienza a llevar
adelante una serie de reformas importantes. En el terreno
latinoamericano, a poco de asumir, Allende reanudará
relaciones diplomáticas con Cuba y dejará de pagar la
deuda externa. Y las primeras medidas a nivel nacional serán
un aumento salarial del 35% y hacia fines de 1970 la
estatización de los bancos a través de las compras de sus
acciones, pero no de su expropiación. En julio de 1971, el
gobierno nacionaliza el cobre y posteriormente las minas de
carbón y la Corporación de Aceros del Pacífico. En el
campo se profundiza la reforma agraria que había planteado
el gobierno anterior de Frei. “En 20 meses de gobierno se
registraban ya más de 2.500 fundos expropiados, entre ellos
uno de los más grandes del mundo (520.000 has.)”.6
Cada
medida del gobierno provocaba una mayor demanda de los
trabajadores que sentían al gobierno como suyo
y, por otro lado, la reacción de la burguesía, que
veía, en las fábricas y el campo, más que en el
Parlamento, que sus intereses estaban en peligro.
En
el programa de la UP la economía chilena se dividía en
tres sectores o áreas: social, privada y mixta. En el área
social se agrupaban las empresas estatales ya existentes
junto con la incorporación de un pequeño grupo de
empresas, mientras en el área mixta el Estado controlaba la
mayor parte de las acciones. Y su lado, la propiedad
privada. Es decir, el programa político de la UP desde su génesis
no contemplaba la expropiación total de la burguesía y en
los hechos, a pesar de las profundas reformas económicas,
la burguesía y las empresas multinacionales mantendrán el
margen necesario para comenzar a boicotear y provocar el
caos en la economía chilena.
El
mercado negro fue una de las consecuencias de esta política,
ya que la patronal comenzó a desabastecer los almacenes y
para adquirir productos básicos como, por ejemplo, el arroz
y la harina, había que pagar precios carísimos.
En
octubre de 1972, los dueños de camiones dirigidos por León
Vilarín, van a declarar una huelga que paralizó la
actividad en el país con el objetivo de desestabilizar al
gobierno. Allende en lugar de llamar a la movilización
hasta aplastar el paro patronal, negoció, y a principios de
noviembre, nombró al comandante Carlos Prats ministro del
Interior.
Se
profundiza la polarización entre las clases
El
4 de marzo de 1973, a pesar de la crítica situación, la UP
logra una nueva victoria electoral con el 43 % de los votos.
Este triunfo en las urnas, lejos de utilizarlo para llamar a
la movilización obrera contra la derecha golpista, el
gobierno lo utiliza para mantener su política reformista y
la ilusoria “vía pacífica al socialismo”.
Mientras
tanto los trabajadores continuaban ocupando fábricas y
tierras. Así comienzan a surgir los Cordones Industriales
que agrupaban a fábricas de distintas zonas. Estos Cordones
no sólo ejercían el control obrero en las fábricas sino
que controlaban el abastecimiento, requisando almacenes y
depósitos donde las patronales acaparaban mercaderías. En
estas regiones se expresaba con toda crudeza la situación
política chilena. Cuando los obreros ocupaban las plantas
fabriles el gobierno enviaba a los carabineros para
desalojarlas y sucedían enfrentamientos entre ambos. Los
Cordones Industriales comienzan a ser una alternativa a la
CUT, que respaldaba la política reformista de Allende y un
germen de poder obrero. “Las movilizaciones que hacen en
los Chile los Cordones Industriales son fuertes. En Vicuña
Mackenna movilizamos 5.000 a 7.000 trabajadores en cada
movilización y caen tres o cuatro muertos. Porque la fuerza
en estos momentos está en los Cordones Industriales y no en
la CUT”. Así se expresaba Armando Cruces, presidente del
Cordón Vicuña Mackenna, que agrupaba a 350 empresas, en
una entrevista publicada en Avanzada
Socialista en agosto de 1973.7 La mayor parte
de los obreros de los Cordones Industriales habían votado a
Allende pero comenzaban a ver que el gobierno en lugar de
profundizar las medidas hacia el socialismo se inclinaba a
acordar con los partidos burgueses. La derecha y la
Democracia Cristiana van a aprovechar el “diálogo” que
les proponía la Unidad Popular para organizar el
aplastamiento de la movilización obrera.
El
29 de junio se produce otro intento de golpe que fue
conocido como el “tancazo”. Ante el mismo lanza un
discurso ambiguo: por un lado llama a los trabajadores a que
tengan confianza en las Fuerzas Armadas y Carabineros y por
otro, que estén prestos para defender y combatir junto a
“los soldados de Chile”.8 Pero los
“soldados de Chile” no son otros que los que comandaba
el general Augusto Pinochet Ugarte, designado por el propio
Allende al frente de las Fuerzas Armadas.
Consecuente
con su política conciliatoria, en lugar de movilizar a las
masas contra la reacción burguesa, Allende va a ampliar su
gabinete de gobierno dando lugar a las Fuerzas Armadas y la
oposición burguesa. Mientras que los trabajadores
reclamaban terminar con la derecha golpista, “Chicho”
Allende retrocedía haciéndole concesiones políticas.
El
11 de septiembre las Fuerzas Armadas chilenas consuman el
golpe militar. Allende, reformista consecuente, va a pegarse
un tiro en el Palacio de la Moneda antes de entregarse. Su
actitud va a expresar la impotencia de llevar adelante la
“vía pacífica al socialismo” conciliando con los
explotadores. Los obreros de los Cordones Industriales
enfrentarán decididamente a los golpistas que bombardearon
las fábricas y las barriadas obreras, pero no podrán
impedir que su confianza en la dirección política de
Allende y el Partido Comunista los lleve a la
derrota. La experiencia del gobierno de la Unidad Popular en
Chile, a más de tres décadas, no puede perderse en el
olvido. Sólo la conquista de la independencia política de
los trabajadores, la construcción de un partido obrero
revolucionario sobre la base de un programa que liquide la
explotación capitalista imperialista, superando las
fronteras nacionales, abrirán la posibilidad de un triunfo
revolucionario.
1.
Sacchi Hugo M.,
Allende. La Unidad Popular en Chile, Historia de América
en el siglo XX
2.
Sacchi Hugo, op. cit.
3.
Barría Jorge, Historia
de la CUT, Prensa Latinoamericana, Santiago, Chile, 1971
4.
Sacchi Hugo, op. cit.
5.
Labarca Godard, Eduardo. Chile al rojo. Ediciones de la
Universidad Técnica del Estado, Santiago, Chile, 1971.
6.
Sacchi Hugo, op. cit.
7.
Avanzada Socialista, periódico del Partido Socialista de
los Trabajadores de Argentina.
8.
Discurso de Allende, citado en Revista de América,
noviembre de 1973.
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