Lecciones
de una gran lucha obrera
“El conflicto de la
alimentaria Kraft puso sobre la superficie una tendencia que
surgió en forma aislada en el último lustro y que hizo
eclosión este año. Se trata de los delegados y las
comisiones internas de fábricas y actividades que funcionan
al margen de los sindicatos alineados con la CGT y que
disputan sus propias reivindicaciones incluso cuando los
gremios ya dieron por clausuradas las negociaciones
formales. El fenómeno no reconoce límites geográficos ni
de rubros de la economía, y es una de las principales
preocupaciones del gobierno y de los empresarios”[1].
Después
de dos largos meses terminó la lucha de los obreros y
obreras de Kraft-Terrabusi. El saldo ha sido una derrota
parcial: se ha logrado que permanezca adentro la comisión
interna, pero
la flor y nata del activismo quedó afuera. Esto se podría haber
evitado dada la proyección nacional que alcanzó el
conflicto.
Sin
embargo, parecen preanunciarse nuevos capítulos porque la
situación adentro no es de desmoralización. Hay
rechazo al acta firmada por la mayoría de la interna: la
base parece entera. El problema es que el acuerdo
firmado por orden del PCR
significó poner un doble
candado a las posibilidades de lucha inmediata. No sólo
se dejó 53 compañeros afuera… sino que para colmo se
firmó una
“paz social” por dos meses que impide tomar
cualquier medida de lucha para seguir la pelea por ellos:
ni adentro ni en los portones. En todo caso, desde el
nuevo MAS opinamos que se debería montar un campamento con los despedidos y “suspendidos” en la puerta
para seguir metiendo “presión” sobre la patronal.
En
este texto no nos queremos detener en el balance específico
(y las tareas que hay por delante) de la huelga de la ex
Terrabusi (ver nota aparte) sino sacar algunas enseñanzas y
conclusiones de conjunto que la misma ha dejado
preparándonos para las nuevas Kraft que seguramente estarán
por delante.
El proletariado al frente
Lo
primero que hay que destacar es cómo después de prácticamente
dos años en los que la coyuntura política del país estuvo
mediada por la pelea campo-gobierno (u oposición
patronal-gobierno K) se
logró “colar” una lucha obrera de magnitud nacional.
Una heroica pelea que alcanzó una proyección política
como en su momento fue la del Hospital Garrahan o los compañeros
del Subterráneo de Buenos Aires. Pero ahora con un valor
agregado: se trata de
un destacamento de la clase obrera industrial. “Los
Kirchner miran este nuevo mundo azorados. Se habían
preparado para llegar al 2011 repitiendo el mantra de la
distribución del ingreso y rivalizando con la
‘derecha’. Es decir, con Duhalde, Macri, De Narváez,
Reutemann o Cobos. Pero
no se entrenaron para un conflicto con la izquierda”.
Esta
última tendencia –el paso al centro de la lucha de
sectores del proletariado industrial– ya se venía
expresando desde hace un par de años: ahí se destaca la
experiencia de FATE y el Neumático (entre otras) y la
enorme lucha del año pasado que Wasiejko termina entregando
en una Asamblea General que la Marrón pierde por solo 42
votos.
Pero
es un hecho que lo que sobresale en el caso de Kraft es que logró
una proyección política de alcance nacional.
Entre otras razones, porque a pesar de la Santa Alianza
patronales-gobierno-burocracia que pervive y se renueva
contra los conflictos obreros que tienen al frente
direcciones independientes, la división en las alturas y el rol de los medios opositores al
gobierno K en este caso dejó “filtrar” un
movimiento reivindicativo de los trabajadores como forma de
pegarle al gobierno. Esto por su “incapacidad” de controlar el conflicto social: en
la pelea entre los de arriba hay una suerte de “vale
todo” que en ese sentido –hasta cierto punto– jugó a
favor.
También
es un hecho que la experiencia de Kraft no logró superar la
limitación de otros grandes conflictos del período en el
sentido que no es fácil
arrastrar a otros sectores del propio gremio o incluso ir más
allá provocando un ascenso más de conjunto. Pero si
este ascenso todavía no se está dando, creemos que Kraft
marca sí una tendencia in crescendo: la
perspectiva de que ante el desarrollo desigual de la crisis
–la combinación ahora entre el deterioro salarial y
cierto incremento de la producción luego del primer pico de
la crisis– es probable que haya más conflictos obreros por delante. Y que estos conflictos se
desarrollen por la vía de un creciente
desborde a todas las expresiones de la burocracia
sindical (CGT o CTA, lo mismo da): “[hay] que esperar un
recalentamiento social. La inflación acumulada de los
últimos tres años fue, según cálculos conservadores, del
55%. Entiéndase: los ciudadanos que viven de la asistencia
social tuvieron un recorte del 55% de sus ingresos. La
desocupación está hoy en el 14%. La pobreza en más del
30%, [los salarios están quedando rezagados]. Cualquiera
que fuere la fuente a la que se recurra, la
Argentina está en recesión”.
Un giro estratégico en la geografía de la lucha
Pero
hay algo más respecto de la tendencia “estructural” a
la entrada en la pelea de sectores del proletariado
industrial: sólo
hace falta echar una mirada para ver cómo ha cambiado la
geografía de la lucha en los últimos años.
El
cambio en el componente de los trabajadores que ha pasado al
centro de la lucha ha sido “copernicano”. Si parte
de la década del ’90 (luego de las grandes derrotas
obreras bajo el menemismo) y a comienzos del nuevo siglo, en
el centro de la escena estuvieron los movimientos de
desocupados; y luego, promediando la actual década, el
lugar lo pasaron a ocupar sectores de trabajadores de
servicios (Subte, Garrahan, Francés, etc.), ya
desde hace un par de años la tendencia es a la creciente
centralidad de la lucha del proletariado industrial.
En
esto está operando una cierta “astucia
histórica”: la gran “conquista” material del
Argentinazo fue “obligar” a la burguesía a cambiar un
“modelo” de desempleo de masas por uno de mayor empleo
super-explotado. La “astucia” histórica está en que por
esta vía entró a trabajar una nueva generación obrera
dado que la economía y el empleo lograron despegar del pozo
catastrófico en que habían caído: “Esto [la
recuperación económica] ha permitido una disminución
general de la tasa de desempleo y, consecuentemente, un
aumento de la tasa de ocupación. Si bien esto muestra
grandes desigualdades regionales y por rama de la economía,
es un hecho que en este marco se han recuperado de manera
importante los índices de ocupación asalariada industrial,
y ha entrado a trabajar una
nueva generación obrera, que ha renovado –en
proporciones variables– los planteles de las fábricas”.
Hay
que tomar nota que esta tendencia llegó para quedarse: la
crisis económica internacional más grave desde la Gran
Depresión, ha tenido hasta ahora un impacto muy desigual en
el país. El desempleo ha aumentado pero no
catastróficamente; además ahora parece haber una
cierta “estabilización” o “piso” –eventualmente
transitorio– de la misma crisis. En todo caso, en el país
van a ir jugando otras presiones: el peligro por los
despidos se va a ir combinando con los reclamos por el
retraso salarial, amén de otras reivindicaciones más de
conjunto
que podría
configurar un escenario futuro de más luchas.
Este
cambio en la geografía de la lucha ha llegado entonces para
quedarse y bienvenido sea: es mucho más estratégico para la perspectiva de la transformación
revolucionaria del país que los que estén en el centro de
la lucha sean parte de la flor y nata de la clase obrera
industrial del país de este nuevo siglo y, sobre todo, su
generación más joven. Por esto mismo no hay tarea más
estratégica para la izquierda revolucionaria
que redoblar sus esfuerzos para hacer profundizar esta experiencia.
Los “brotes trotskistas” en el movimiento obrero
La
lucha de Kraft ha encendido una luz
de alerta entre las patronales, el gobierno y la
burocracia sindical. Columnistas como Carlos Pagni (La Nación)
han salido a denunciar la
“existencia de ‘brotes trotskistas’ en las fábricas”.
Se han dado cuenta que los
“muros de contención” de los sindicatos burocráticos
están cediendo –quizás como hace décadas no se veía–
bajo la presión de
una nueva generación de luchadores obreros que se
“insurrecciona” frente a las condiciones de
superexplotación.
La
lucha de Terrabusi ha sido aleccionadora aunque sea parte de
una tendencia que va mucho más allá: se
trata del hecho que en fábricas de importancia los
tradicionales organismos de base del movimiento obrero
argentino muchas veces están en manos de direcciones
independientes con peso de importancia de la izquierda
partidaria. No hace falta más que echar una ojeada a
los diarios de los últimos días para ver cómo la propia
prensa burguesa se puso a “contar las costillas” de la
izquierda y su peso e inserción en los diversos sectores
obreros. De repente resulta que los “grupúsculos de ultra
izquierda” no son tan “grupúsculos” ni tan de
“ultra izquierda”… sino direcciones reconocidas de parte fundamental de alguno de los lugares más
importantes de la rama económica de la que se trate.
Pero
atención, no se trata simplemente de salir a “festejar”
esta incipiente pero revolucionaria tendencia al interior de
nuestra clase: se trata de tomar plena conciencia que el
“estado mayor” de los de arriba ya
está trabajando a destajo para ver –en
cada caso– cómo
realizar nuevas provocaciones estilo Kraft e intentar barrer
a la izquierda independiente de todos y cada uno de esos
lugares. Sólo hace falta recordar cómo se encarnizaron
años atrás con el movimiento piquetero. Aunque en la
circunstancia actual hay un elemento que es cualitativo
respecto de esa experiencia: no es para nada lo mismo
“barrer”, “reabsorber” o “cooptar” un movimiento
inorgánico de
compañeros desocupados que cuando se trata de direcciones reconocidas y queridas por los compañeros en los lugares de
trabajo. Cuando hablamos de esto hablamos de una tendencia mucho más profunda y estructural, que por esto mismo
no es tan fácilmente “reabsorbible” y muchos menos
“cooptable” hasta por el mismo hecho que los
trabajadores ocupados no dependen de ninguna “dávida que
provenga desde arriba” sino
de
su propio trabajo productivo.
El debilitamiento de la burocracia
Un
elemento de enorme importancia tiene que ver con la
caracterización de la burocracia. Aquí hay varios
elementos. Es un hecho que el “modelo” sindical
tradicional de un sindicato por rama de actividad parece
estar “crujiendo”. Hay una pelea en las alturas entre la
CGT y la CTA (de la mano de los diversos sectores
patronales) que podría
abrir brechas por abajo: ahí está el caso de los compañeros
del Subte que han roto con la UTA y están en la pelea por
el reconocimiento de su nuevo sindicato. Detrás de esta
experiencia hay varias más que no por ser “invisibles”
dejan de ser de importancia.
Sin
embargo, esta pelea no hace a ninguna cualidad de contenido
distinta entre ambas centrales burocráticas. Sí de la CGT
no hace falta hablar mucho, la CTA suele confundir a
“propios y extraños”… La reciente lucha de Kraft
debería servir de ilustración a los que dicen que esta última
sería cualitativamente “distinta” de la CGT. Hay
efectivamente una diferencia a tomar en cuenta: es mucho más débil. Pero su rol concreto en la lucha de clases es
igualmente pérfido:
si para muestra basta un botón sólo
hay que ver cómo vergonzosamente se mantuvieron a miles de
kilómetros de la lucha de Terrabusi y no movieron ni un
dedo por la misma.
Pero
lo más importante tiene que ver con la relación
“estructural” de la burocracia –como un todo– con la
base obrera: si la recomposición de los planteles y la
cierta “despolitización” de las nuevas generaciones a
priori permitieron una cierta “recuperación” de la
misma, en el fondo, lo que se está viendo, es
un histórico proceso de debilitamiento de su capacidad de
“encuadramiento” de la base obrera. Esto se expresa
en el “desborde” que
se está produciendo con la aparición de nuevos delegados,
comisiones internas, y seccionales independientes e,
incluso, la
posibilidad de que en un futuro no muy distante se le pueda
disputar algunos sindicatos.
Esta
es la honda preocupación que expresaron los medios en
oportunidad del conflicto de Kraft: cómo era que en la
empresa más grande del sindicato de la Alimentación,
Rodolfo Daer “no tenía ningún control y la dirección
estaba en manos de sectores de la izquierda” (más allá
de la tradición burocrática del PCR)…
La
aparición de una nueva generación “rabiosa”.
Lo
anterior se liga a otro debate de importancia que tiene que
ver con las características
de los compañeros que están al frente de la lucha.
Esto implica un debate incluso al interior mismo de la
izquierda. Por lo menos, por nuestra experiencia, los rasgos
fundamentales son de una nueva generación obrera muy
combativa, “rabiosa”
(“enragés” la solemos llamar en el nuevo MAS), que al
mismo tiempo todavía desde el punto de vista político está
haciendo sus primeras armas: es
mucho más una vanguardia de lucha que politizada.
Esto
que señalamos no es casual: por un lado es como que se
recoge la tradicional combatividad del movimiento obrero
argentino; pero políticamente esto ocurre en un contexto
distinto al del pasado. En gran medida, por lo menos entre
las jóvenes generaciones, la
identidad peronista se ha “diluido” (aunque lo que
persiste es una conciencia mayormente “reivindicativa”).
Es decir, lo que se da no es la tan mentada (y esperada por
décadas) “ruptura” de la base obrera con el peronismo,
porque el peronismo no es la identidad que solía ser. Mas
bien lo que ocurre es
una cierta “desafiliación” política en el sentido de
que no hay fuertes señas de identidad en el sentido político.
Pero
sí hay otros tipos de rasgos que tienen que ver con la
radicalidad, la combatividad, una joven generación que ha
entrado a trabajar bajo condiciones de superexplotación
pero que de repente
se revela de manera muy combativa frente a las mismas, básicamente
a partir de la recuperación del tradicional organismo de la
comisión interna. “La clase trabajadora argentina ha
construido históricamente sus formas de organización, de
las que subsiste, a nivel de fábrica, una instancia clásica
y de la misma importancia estratégica hoy que hace décadas:
la organización de
base de los delegados y las comisiones internas. Se
trata de instancias que están planteando, en el proceso de
recomposición abierto, recuperar de manos de la burocracia sindical. Porque sobre todo a
nivel del proletariado industrial, el proceso comienza por
estos organismos tradicionales, que siguen siendo una
inmensa conquista de la clase obrera en nuestro país, aun
cuando en la mayoría de los casos se encuentren en manos de
la burocracia”.
Por otra parte, lo que
venimos señalando acerca de los rasgos centrales del
activismo, no quiere decir que parte de este mismo activismo
no se esté inclinando a votar expresiones políticas como
la del Frente de
Izquierda en las últimas elecciones, el que tuvo en gran medida un perfil dirigido explícitamente hacia este
sector de vanguardia de la clase.
[1]
Crítica digital, 13-10-09.
[2]
Ramón Bogado, secretario general de la interna, no firmó
al parecer con dudas reales
acerca del acuerdo pero
después el PCR lo obligó a “autocriticarse”.
[3]
La Nación, 26 de septiembre del 2009.
[4]
El operativo de desalojo tuvo alcance internacional.
Incluso en países “remotos” cómo El Salvador,
Centroamérica, la noticia estaba en los diarios del día
posterior a la represión.
[5]
La Nación, 26 de septiembre del 2009. Pero no
es descartable que ahora el “rebote” económico que
podría estar preparándose genere más presiones
reivindicativas.
[6]
“Emerge una nueva generación obrera”, Socialismo o
Barbarie revista Nº20. Esta es la circunstancia que
en su “catastrofismo” el PO no alcanzó a ver y que
ahora está pagando caro.
[7]
La publicación El Aromo acaba de salir a señalar este
hecho en un artículo donde destaca el
rol nada marginal de la izquierda partidaria en las
luchas obreras de los últimos años (su estudio de
casos se basa en la investigación del rol del PO, el
PTS, el nuevo MAS, el MST y el PCR).
[8]
Los Enragés
(o “rabiosos”) eran el
sector más de izquierda de la Revolución Francesa de
1789.
[9]
Idem, Socialismo o Barbarie Nº20.
[10]
Lamentablemente esta expresión que logró muy
importantes resultados en la Provincia de Buenos Aires y
Córdoba (las dos provincias más industrializadas del
país) ha quedado
como “congelada” por responsabilidad del PTS.