Socialismo o Barbarie, periódico Nº 162, 22/10/09
 

 

 

 

 

 

Prepararse para nuevos Kraft

Lecciones de una gran lucha obrera

“El conflicto de la alimentaria Kraft puso sobre la superficie una tendencia que surgió en forma aislada en el último lustro y que hizo eclosión este año. Se trata de los delegados y las comisiones internas de fábricas y actividades que funcionan al margen de los sindicatos alineados con la CGT y que disputan sus propias reivindicaciones incluso cuando los gremios ya dieron por clausuradas las negociaciones formales. El fenómeno no reconoce límites geográficos ni de rubros de la economía, y es una de las principales preocupaciones del gobierno y de los empresarios”[1].

Después de dos largos meses terminó la lucha de los obreros y obreras de Kraft-Terrabusi. El saldo ha sido una derrota parcial: se ha logrado que permanezca adentro la comisión interna, pero la flor y nata del activismo quedó afuera. Esto se podría haber evitado dada la proyección nacional que alcanzó el conflicto.

Sin embargo, parecen preanunciarse nuevos capítulos porque la situación adentro no es de desmoralización. Hay rechazo al acta firmada por la mayoría de la interna: la base parece entera. El problema es que el acuerdo firmado por orden del PCR[2] significó poner un doble candado a las posibilidades de lucha inmediata. No sólo se dejó 53 compañeros afuera… sino que para colmo se firmó una “paz social” por dos meses que impide tomar cualquier medida de lucha para seguir la pelea por ellos: ni adentro ni en los portones. En todo caso, desde el nuevo MAS opinamos que se debería montar un campamento con los despedidos y “suspendidos” en la puerta para seguir metiendo “presión” sobre la patronal.

En este texto no nos queremos detener en el balance específico (y las tareas que hay por delante) de la huelga de la ex Terrabusi (ver nota aparte) sino sacar algunas enseñanzas y conclusiones de conjunto que la misma ha dejado preparándonos para las nuevas Kraft que seguramente estarán por delante.

El proletariado al frente

Lo primero que hay que destacar es cómo después de prácticamente dos años en los que la coyuntura política del país estuvo mediada por la pelea campo-gobierno (u oposición patronal-gobierno K) se logró “colar” una lucha obrera de magnitud nacional. Una heroica pelea que alcanzó una proyección política como en su momento fue la del Hospital Garrahan o los compañeros del Subterráneo de Buenos Aires. Pero ahora con un valor agregado: se trata de un destacamento de la clase obrera industrial. “Los Kirchner miran este nuevo mundo azorados. Se habían preparado para llegar al 2011 repitiendo el mantra de la distribución del ingreso y rivalizando con la ‘derecha’. Es decir, con Duhalde, Macri, De Narváez, Reutemann o Cobos. Pero no se entrenaron para un conflicto con la izquierda”[3].

Esta última tendencia –el paso al centro de la lucha de sectores del proletariado industrial– ya se venía expresando desde hace un par de años: ahí se destaca la experiencia de FATE y el Neumático (entre otras) y la enorme lucha del año pasado que Wasiejko termina entregando en una Asamblea General que la Marrón pierde por solo 42 votos.

Pero es un hecho que lo que sobresale en el caso de Kraft es que logró una proyección política de alcance nacional[4]. Entre otras razones, porque a pesar de la Santa Alianza patronales-gobierno-burocracia que pervive y se renueva contra los conflictos obreros que tienen al frente direcciones independientes, la división en las alturas y el rol de los medios opositores al gobierno K en este caso dejó “filtrar” un movimiento reivindicativo de los trabajadores como forma de pegarle al gobierno. Esto por su “incapacidad” de controlar el conflicto social: en la pelea entre los de arriba hay una suerte de “vale todo” que en ese sentido –hasta cierto punto– jugó a favor.

También es un hecho que la experiencia de Kraft no logró superar la limitación de otros grandes conflictos del período en el sentido que no es fácil arrastrar a otros sectores del propio gremio o incluso ir más allá provocando un ascenso más de conjunto. Pero si este ascenso todavía no se está dando, creemos que Kraft marca sí una tendencia in crescendo: la perspectiva de que ante el desarrollo desigual de la crisis –la combinación ahora entre el deterioro salarial y cierto incremento de la producción luego del primer pico de la crisis– es probable que haya más conflictos obreros por delante. Y que estos conflictos se desarrollen por la vía de un creciente desborde a todas las expresiones de la burocracia sindical (CGT o CTA, lo mismo da): “[hay] que esperar un recalentamiento social. La inflación acumulada de los últimos tres años fue, según cálculos conservadores, del 55%. Entiéndase: los ciudadanos que viven de la asistencia social tuvieron un recorte del 55% de sus ingresos. La desocupación está hoy en el 14%. La pobreza en más del 30%, [los salarios están quedando rezagados]. Cualquiera que fuere la fuente a la que se recurra, la Argentina está en recesión”[5].

Un giro estratégico en la geografía de la lucha

Pero hay algo más respecto de la tendencia “estructural” a la entrada en la pelea de sectores del proletariado industrial: sólo hace falta echar una mirada para ver cómo ha cambiado la geografía de la lucha en los últimos años.

El cambio en el componente de los trabajadores que ha pasado al centro de la lucha ha sido “copernicano”. Si parte de la década del ’90 (luego de las grandes derrotas obreras bajo el menemismo) y a comienzos del nuevo siglo, en el centro de la escena estuvieron los movimientos de desocupados; y luego, promediando la actual década, el lugar lo pasaron a ocupar sectores de trabajadores de servicios (Subte, Garrahan, Francés, etc.), ya desde hace un par de años la tendencia es a la creciente centralidad de la lucha del proletariado industrial.

En esto está operando una cierta “astucia histórica”: la gran “conquista” material del Argentinazo fue “obligar” a la burguesía a cambiar un “modelo” de desempleo de masas por uno de mayor empleo super-explotado. La “astucia” histórica está en que por esta vía entró a trabajar una nueva generación obrera dado que la economía y el empleo lograron despegar del pozo catastrófico en que habían caído: “Esto [la recuperación económica] ha permitido una disminución general de la tasa de desempleo y, consecuentemente, un aumento de la tasa de ocupación. Si bien esto muestra grandes desigualdades regionales y por rama de la economía, es un hecho que en este marco se han recuperado de manera importante los índices de ocupación asalariada industrial, y ha entrado a trabajar una nueva generación obrera, que ha renovado –en proporciones variables– los planteles de las fábricas”[6].

Hay que tomar nota que esta tendencia llegó para quedarse: la crisis económica internacional más grave desde la Gran Depresión, ha tenido hasta ahora un impacto muy desigual en el país. El desempleo ha aumentado pero no catastróficamente; además ahora parece haber una cierta “estabilización” o “piso” –eventualmente transitorio– de la misma crisis. En todo caso, en el país van a ir jugando otras presiones: el peligro por los despidos se va a ir combinando con los reclamos por el retraso salarial, amén de otras reivindicaciones más de conjunto que podría configurar un escenario futuro de más luchas.

Este cambio en la geografía de la lucha ha llegado entonces para quedarse y bienvenido sea: es mucho más estratégico para la perspectiva de la transformación revolucionaria del país que los que estén en el centro de la lucha sean parte de la flor y nata de la clase obrera industrial del país de este nuevo siglo y, sobre todo, su generación más joven. Por esto mismo no hay tarea más estratégica para la izquierda revolucionaria que redoblar sus esfuerzos para hacer profundizar esta experiencia.

Los “brotes trotskistas” en el movimiento obrero

La lucha de Kraft ha encendido una luz de alerta entre las patronales, el gobierno y la burocracia sindical. Columnistas como Carlos Pagni (La Nación) han salido a denunciar la “existencia de ‘brotes trotskistas’ en las fábricas”. Se han dado cuenta que los “muros de contención” de los sindicatos burocráticos están cediendo –quizás como hace décadas no se veía– bajo la presión de una nueva generación de luchadores obreros que se “insurrecciona” frente a las condiciones de superexplotación.

La lucha de Terrabusi ha sido aleccionadora aunque sea parte de una tendencia que va mucho más allá: se trata del hecho que en fábricas de importancia los tradicionales organismos de base del movimiento obrero argentino muchas veces están en manos de direcciones independientes con peso de importancia de la izquierda partidaria. No hace falta más que echar una ojeada a los diarios de los últimos días para ver cómo la propia prensa burguesa se puso a “contar las costillas” de la izquierda y su peso e inserción en los diversos sectores obreros. De repente resulta que los “grupúsculos de ultra izquierda” no son tan “grupúsculos” ni tan de “ultra izquierda”… sino direcciones reconocidas de parte fundamental de alguno de los lugares más importantes de la rama económica de la que se trate[7].

Pero atención, no se trata simplemente de salir a “festejar” esta incipiente pero revolucionaria tendencia al interior de nuestra clase: se trata de tomar plena conciencia que el “estado mayor” de los de arriba ya está trabajando a destajo para ver en cada caso cómo realizar nuevas provocaciones estilo Kraft e intentar barrer a la izquierda independiente de todos y cada uno de esos lugares. Sólo hace falta recordar cómo se encarnizaron años atrás con el movimiento piquetero. Aunque en la circunstancia actual hay un elemento que es cualitativo respecto de esa experiencia: no es para nada lo mismo “barrer”, “reabsorber” o “cooptar” un movimiento inorgánico de compañeros desocupados que cuando se trata de direcciones reconocidas y queridas por los compañeros en los lugares de trabajo. Cuando hablamos de esto hablamos de una tendencia mucho más profunda y estructural, que por esto mismo no es tan fácilmente “reabsorbible” y muchos menos “cooptable” hasta por el mismo hecho que los trabajadores ocupados no dependen de ninguna “dávida que provenga desde arriba” sino de su propio trabajo productivo.

El debilitamiento de la burocracia

Un elemento de enorme importancia tiene que ver con la caracterización de la burocracia. Aquí hay varios elementos. Es un hecho que el “modelo” sindical tradicional de un sindicato por rama de actividad parece estar “crujiendo”. Hay una pelea en las alturas entre la CGT y la CTA (de la mano de los diversos sectores patronales) que podría abrir brechas por abajo: ahí está el caso de los compañeros del Subte que han roto con la UTA y están en la pelea por el reconocimiento de su nuevo sindicato. Detrás de esta experiencia hay varias más que no por ser “invisibles” dejan de ser de importancia.

Sin embargo, esta pelea no hace a ninguna cualidad de contenido distinta entre ambas centrales burocráticas. Sí de la CGT no hace falta hablar mucho, la CTA suele confundir a “propios y extraños”… La reciente lucha de Kraft debería servir de ilustración a los que dicen que esta última sería cualitativamente “distinta” de la CGT. Hay efectivamente una diferencia a tomar en cuenta: es mucho más débil. Pero su rol concreto en la lucha de clases es igualmente pérfido: si para muestra basta un botón sólo hay que ver cómo vergonzosamente se mantuvieron a miles de kilómetros de la lucha de Terrabusi y no movieron ni un dedo por la misma.

Pero lo más importante tiene que ver con la relación “estructural” de la burocracia –como un todo– con la base obrera: si la recomposición de los planteles y la cierta “despolitización” de las nuevas generaciones a priori permitieron una cierta “recuperación” de la misma, en el fondo, lo que se está viendo, es un histórico proceso de debilitamiento de su capacidad de “encuadramiento” de la base obrera. Esto se expresa en el “desborde” que se está produciendo con la aparición de nuevos delegados, comisiones internas, y seccionales independientes e, incluso, la posibilidad de que en un futuro no muy distante se le pueda disputar algunos sindicatos.

Esta es la honda preocupación que expresaron los medios en oportunidad del conflicto de Kraft: cómo era que en la empresa más grande del sindicato de la Alimentación, Rodolfo Daer “no tenía ningún control y la dirección estaba en manos de sectores de la izquierda” (más allá de la tradición burocrática del PCR)…

La aparición de una nueva generación “rabiosa”[8].

Lo anterior se liga a otro debate de importancia que tiene que ver con las características de los compañeros que están al frente de la lucha. Esto implica un debate incluso al interior mismo de la izquierda. Por lo menos, por nuestra experiencia, los rasgos fundamentales son de una nueva generación obrera muy combativa, “rabiosa” (“enragés” la solemos llamar en el nuevo MAS), que al mismo tiempo todavía desde el punto de vista político está haciendo sus primeras armas: es mucho más una vanguardia de lucha que politizada.

Esto que señalamos no es casual: por un lado es como que se recoge la tradicional combatividad del movimiento obrero argentino; pero políticamente esto ocurre en un contexto distinto al del pasado. En gran medida, por lo menos entre las jóvenes generaciones, la identidad peronista se ha “diluido” (aunque lo que persiste es una conciencia mayormente “reivindicativa”). Es decir, lo que se da no es la tan mentada (y esperada por décadas) “ruptura” de la base obrera con el peronismo, porque el peronismo no es la identidad que solía ser. Mas bien lo que ocurre es una cierta “desafiliación” política en el sentido de que no hay fuertes señas de identidad en el sentido político.

Pero sí hay otros tipos de rasgos que tienen que ver con la radicalidad, la combatividad, una joven generación que ha entrado a trabajar bajo condiciones de superexplotación pero que de repente se revela de manera muy combativa frente a las mismas, básicamente a partir de la recuperación del tradicional organismo de la comisión interna. “La clase trabajadora argentina ha construido históricamente sus formas de organización, de las que subsiste, a nivel de fábrica, una instancia clásica y de la misma importancia estratégica hoy que hace décadas: la organización de base de los delegados y las comisiones internas. Se trata de instancias que están planteando, en el proceso de recomposición abierto, recuperar de manos de la burocracia sindical. Porque sobre todo a nivel del proletariado industrial, el proceso comienza por estos organismos tradicionales, que siguen siendo una inmensa conquista de la clase obrera en nuestro país, aun cuando en la mayoría de los casos se encuentren en manos de la burocracia”[9].

Por otra parte, lo que venimos señalando acerca de los rasgos centrales del activismo, no quiere decir que parte de este mismo activismo no se esté inclinando a votar expresiones políticas como la del Frente de Izquierda en las últimas elecciones, el que tuvo en gran medida un perfil dirigido explícitamente hacia este sector de vanguardia de la clase[10].


[1] Crítica digital, 13-10-09.

[2] Ramón Bogado, secretario general de la interna, no firmó al parecer con dudas reales acerca del acuerdo pero después el PCR lo obligó a “autocriticarse”.

[3] La Nación, 26 de septiembre del 2009.

[4] El operativo de desalojo tuvo alcance internacional. Incluso en países “remotos” cómo El Salvador, Centroamérica, la noticia estaba en los diarios del día posterior a la represión.

[5] La Nación, 26 de septiembre del 2009. Pero no es descartable que ahora el “rebote” económico que podría estar preparándose genere más presiones reivindicativas.

[6] “Emerge una nueva generación obrera”, Socialismo o Barbarie revista Nº20. Esta es la circunstancia que en su “catastrofismo” el PO no alcanzó a ver y que ahora está pagando caro.

[7] La publicación El Aromo acaba de salir a señalar este hecho en un artículo donde destaca el rol nada marginal de la izquierda partidaria en las luchas obreras de los últimos años (su estudio de casos se basa en la investigación del rol del PO, el PTS, el nuevo MAS, el MST y el PCR). 

[8] Los Enragés (o “rabiosos”) eran el sector más de izquierda de la Revolución Francesa de 1789.

[9] Idem, Socialismo o Barbarie Nº20.

[10] Lamentablemente esta expresión que logró muy importantes resultados en la Provincia de Buenos Aires y Córdoba (las dos provincias más industrializadas del país) ha quedado como “congelada” por responsabilidad del PTS.