Una
vez más acerca de la estrategia para ganar
“El secretario textil
y tesorero de la UIA, Jorge Sorabilla, se declaró
esperanzado con que el conflicto de la ex planta de
Terrabusi se convierta en un caso testigo para desalentar
nuevas ocupaciones de plantas (…) al menos esperamos que
el desenlace con el desalojo de la fábrica se convierta en
un ‘leading case’ para disuadir futuras tomas de
plantas”.
Tomando
en cuenta las luchas más importantes del último período,
entre las filas de la izquierda se ha ido abriendo un
debate que se repite: ¿qué medida impulsar ante la
eventualidad de despidos masivos? Hay que arrancar señalando
que, desde ya, ninguna
lucha puede ser abordada con un “recetario” a aplicar en
toda circunstancia de tiempo y lugar. Es decir, siempre
hace falta el análisis
concreto de la situación concreta: la diversidad de
coyunturas políticas y económicas, de patronales, del ala
de la burocracia que peso en el lugar determinado, de
características de la base y el activismo, hace
que cada conflicto sea siempre un escenario específico y de
mucha complejidad.
Lucha sindical, lucha política y lucha legal
En
términos generales, lo que se puede decir es que hay
siempre como una combinación
de tres elementos: la lucha dentro de la fábrica (y hacia
el gremio en su conjunto), la pelea en el plano político
(hacia el gobierno) y la disputa legal. Toda
pelea de importancia debe tener alguna combinación específica
de estos tres elementos.
La
lucha adentro es obvia. Se trata de las medidas que deben
tomar los propios compañeros afectados en su lugar de
trabajo buscando la mayor
unidad de todos los compañeros, que la vanguardia no se
“despegue” de la base, ni que se realicen acciones
“descolgadas” del conjunto: ni
hay que “delirarse”… ni hay que “marcar el paso”
con los elementos más atrasados: se trata de un
equilibrio muy complejo.
La
proyección hacia afuera tiene que ver con pegar sobre el
conjunto del gremio. Es decir, ver la forma de lograr pelearle
la dirección del conjunto a la burocracia sindical que
si en general es desbordada donde se produce el conflicto,
la más de las veces logra controlar el resto de las
plantas: esto vía la
exigencia, la denuncia y la organización independiente según
sea el caso. Este
plano implica también la proyección de la lucha hacia el
conjunto de la sociedad: es el plano más político que hoy por hoy se ordena alrededor de la
responsabilidad del
gobierno K, de impulsar la desconfianza
en el Ministerio de Trabajo.
En
el contexto anterior, la lucha legal tiene una importancia
enorme: no se puede desconocer infantilmente la manera en
que las leyes
laborales “rigen” materialmente las relaciones
obrero-patronos-sindicatos. “Mediaciones” que, claro
está, se ponen enteramente en juego a la hora de una medida
de fuerza: es un
hecho que a toda la lucha de fábrica hay que ir con abogado
“en mano”. En fin, el
que desconozca que estos tres planos se combinan en toda
lucha obrera es un cretino infantilista.
Pero
hay algo más: en la izquierda ha venido madurando un debate
acerca de cómo combinar estos tres planos, se
trata de una discusión que venimos teniendo desde la
experiencia de Pilkington y que ahora se acaba de renovar
con el caso Kraft.
Para
abordarlo se pueden aquí formular una serie de “leyes
generales”, leyes alrededor de las cuales ha venido
madurando, repetimos, este debate. La primera tiene que ver
con el necesario equilibrio entre los planos de la lucha
sindical y política y la legal. Lo
legal debe estar subordinado a lo político y no al revés:
no puede ser que sean los abogados los que den la política
para la lucha. Eso no responde a ninguna tradición de
la lucha de clases obrera sino que configura una
desviación
“legalista”.
Luego
está el complejísimo tema de las conciliaciones
obligatorias: siempre es muy difícil resolverlo porque,
efectivamente, la clase obrera argentina sigue siendo muy
legalista y entonces, la más de las veces, no
hay otra alternativa que pasar por la experiencia de la
conciliación… Cuestión ésta que a veces se logra
afrontar exitosamente y en otras, tal es la “plancha”
que le mete a la lucha, que termina siendo el factor por
excelencia para desgastar la pelea hasta el infinito. En
fin, la conciliación es un arma de doble filo que,
en última instancia, siempre
está al servicio de la patronal y no de los obreros.
La problemática de la ocupación
Una
cuestión decisiva tiene que ver con las medidas de lucha: ha
venido madurando un debate alrededor de la oportunidad o no
de la ocupación de fábrica frente a la eventualidad de
despidos masivos. Claro que esta medida nunca puede ser
una receta y que, para efectivizarla en serio, debe ser masiva.
Además, desde estas mismas páginas hemos reconocido
que no estamos todavía en presencia de una tendencia clara:
no es nada fácil
ocupar realmente una fábrica, ni hacer frente a las órdenes
de desalojo.
Pero
el debate no es ese, sino hay que ir educando
a la vanguardia obrera en ese sentido. Porque la
pregunta a hacernos es: ¿qué es mejor, pelear desde
adentro del alambrado o desde afuera de la planta? Este último
fue el caso del Casino (no hubo alternativa por la patota) u
otras experiencias del pasado como es el “síndrome” que
hay en FATE por la experiencia de la derrota del 91 (por una
maniobra de la empresa, todo el personal quedó del lado de
afuera). En todo caso, lo
que no se puede ni debe hacer es sacar una oportunista
“ley general” en contra de la ocupación. “La
experiencia de la ocupación es estratégica: revela
el verdadero poder que anida en la acción colectiva de la
clase obrera cuando se saca de encima todas las telarañas
mentales, jurídicas y de todo tipo y color que oprimen su
conciencia”.
Lo
anterior es así sobre todo en el caso de que lo que haya
que enfrentar sean provocaciones del tipo despidos de comisiones internas (o cuerpos de
delegados) o echadas masivas de compañeros de la base y el
activismo.
Unas
palabras acerca de otro problema: la coordinación de las
luchas todavía sigue siendo muy embrionaria;
mas bien, lo que se está dando, es la tendencia a comités
de apoyo y recorrida de fondo de huelga. La coordinación
es más difícil porque para que sea efectiva
y real tiene que haber simultaneidad
real en las luchas que permitan realmente coordinarlas.
Es decir:
debería haber un ascenso de conjunto de la clase obrera –que todavía
no se está verificando– para que ésta sea una
posibilidad efectiva y no un saludo a la bandera.
Las tareas del próximo período
“Las
huelgas de los trabajadores del Casino, del Subte, del Neumático
y del Teléfono ya pertenecen a la historia del movimiento
obrero revolucionario”.
Todavía
no hay un ascenso de las luchas obreras de conjunto. El
proceso de recomposición no deja de ser “fragmentario”:
de gremio en gremio.
Esto no quiere decir que no haya que ir pensando cómo
prepararse para el futuro también en el sentido digamos “organizacional”
del término. Cada partido de izquierda tiene el derecho
inalienable a poner en pie su propia corriente político-sindical
si así lo desea; o impulsar
las agrupaciones que en cada caso crea conveniente para la
organización de la vanguardia. Incluso en el caso del
impulso de una corriente clasista al interior de la
vanguardia obrera (delimitándose no sólo de la burocracia
en todas sus expresiones, sino incluso de aquellas
“corrientes” que tienden a darle un apoyo “crítico”
a la CTA o a ser absorbidas por tendencias de este tipo),
para que una alternativa así sea real no
podrá descansar en los esfuerzos de una sola corriente,
sino que deberá tener elementos de frente único real. En
todo caso, lo que parece estar planteando en el futuro más
o menos inmediato, es
la posibilidad de que la izquierda independiente apunte a la
disputa lisa y llana de algunos sindicatos, lo que sería
histórico.
La
misma “ley” señalada arriba vale para el desafío de ir
creando las condiciones para poner en pie un Encuentro
Nacional de Trabajadores, esto en la medida que se
produzca un salto más de conjunto en las luchas obreras.
Inevitablemente éste deberá tener elementos
de frente único de tendencias. Porque ninguna corriente
por sí sola podrá, de manera ultimatista,
poner en pie un organismo de lucha efectivo de este tipo so
pena que esta experiencia sea una
mera caricatura para el “auto bombo” interno.
Por
lo pronto, hay que ir
acumulando fuerzas preparando la respuesta a un
verdadero ascenso obrero de conjunto para que sobre la base
de una experiencia de lucha real
(del tipo coordinadoras obreras del Gran Buenos Aires en
el año 1975) se puedan poner
en pie organismos de frente único que desborden las
corporativas fronteras de los sindicatos.
[1]
La Nación, 29 de septiembre.
[2]
Para más detalles ver a este respecto “El debate
sobre la estrategia para ganar” en SoB periódico Nº
159.
[3]
En esto todavía recordamos como Ramón Bogado insistió
a lo largo de todo el conflicto de que “la conciliación
es una herramienta a favor del obrero”: toda la
experiencia histórica de las luchas de los últimos 20
años atestigua en contra de este acerto, más allá de
que, efectivamente, muchas
veces no quede otra que agarrar una conciliación para
que los compañeros hagan la experiencia con la misma.
[4]
Ojo, esto no quiere decir que experiencias de
permanencia en planta como la reciente en Kraft o la que
vivimos nosotros como nuevo MAS en oportunidad de la
lucha de Crónica de hace unos años, sean, como tales,
“ultradas”, siempre y cuando sean tomadas dentro de determinadas condiciones.
[5]
SoB periódico Nº 159.
[7]
En varias de las experiencias de reorganización en
curso (como por ejemplo el caso del Subte, pero no solo
allí) hay
peligros o presiones en el sentido de una adaptación a
la burocracia de la CTA.
[8]
Da toda la impresión de que por estas horas el PTS está
intentando dar pasos de este limitado tipo.