Socialismo o Barbarie, periódico Nº 162, 22/10/09
 

 

 

 

 

 

Rebelión en el XXIV Encuentro de Mujeres en Tucumán - Las mujeres decidieron:

¡Fuera la Iglesia de los Encuentros!

Por Patricia López

La capital tucumana nos recibió con carteles en puentes y edificios contra la legalización del aborto, de un tamaño como para que los ángeles miopes los vean desde el cielo. El obispo de Tucumán venía dedicando sus misas al Encuentro, diciendo que la emancipación de la mujer es la virgen María, y tenía organizada una contramarcha. Pero el clima no venía pesado sólo con la Iglesia y el gobierno: dentro mismo de la Comisión Organizadora las discusiones se habían puesto tensas, por el intento del PCR[1] de lanzar a los medios un comunicado (falsamente en nombre de toda la Comisión) donde el reclamo de legalización del aborto había desaparecido. El PCR venía de un triunfo en el Encuentro del año pasado, donde lograron aislar a la izquierda de las demás corrientes feministas e imponer a golpes el pronunciamiento del Encuentro en apoyo a la patronal agraria. Pero esta vez la reacción no venía con bombacha y chiripá, sino con cruces y sotanas: ¿cómo reaccionarían las Verdes[2] y las Violetas[3], y las participantes no organizadas del Encuentro, ante un ataque directamente dirigido a las mujeres, sin mediaciones “políticas”?

La Iglesia y el PCR rompen el consenso

La respuesta a esta pregunta llegó el sábado, en la primera sesión de los talleres. En la misma escuela estaban los de Anticoncepción y Aborto, Derechos Sexuales y Reproductivos y Estrategias para la Legalización del Aborto. Este último taller es donde nunca iban las católicas: había un acuerdo histórico en que todas las asistentes al taller de Estrategias están de acuerdo con el derecho al aborto legal, y discuten allí la mejor forma de lograrlo. Era el último reducto del feminismo en todo ese enorme encuentro, el único rincón donde no “se les da la bienvenida a todas, creyentes y no creyentes” –como reza el credo del PCR– sino sólo a las que quieren discutir políticas feministas, sin tener antes que convencer a las mujeres de la iglesia de que el virus del sida no vuela y que el placer no produce cáncer. Hay que conocer esta particularidad del taller para entender el viraje en la política de la Iglesia, que hasta ahora mantenía cierto “consenso” con la existencia del Encuentro en sí y su modo de organizarse. Porque la “estrategia” de la Iglesia fue, justamente, invadir el taller de Estrategias para no dejarlo funcionar. Se vinieron en masa, gritando cosas como: “Si una mujer se muere por un aborto clandestino, ella lo eligió”, y provocaciones por el estilo.

Muchas participantes del taller exigieron que se fueran, y al escuchar los gritos empezamos a salir al patio las que estábamos en los demás talleres. Allí, compañeras de la Campaña Verde nos invitaban a actuar para sacar a la Iglesia. Se armó una asamblea espontánea en el patio, donde una de las organizadoras trató de bajar los decibeles hasta que se hizo la hora de dejar la escuela, y entonces Las Rojas propusimos reunirnos en la puerta al día siguiente a las 9 para decidir qué hacer ante este ataque.

La rebelión

Esa noche, algunas Rojas fueron al Festival de la Visibilidad Lésbica, cuyas participantes no habían estado en los talleres y no sabían lo que había pasado. El relato de las compañeras causó indignación general, y se comprometieron a acudir el domingo.

Las demás nos pasamos la noche haciendo decenas de cartelitos con un piolín para colgarse del cuello, que decían: “Decidámoslo de una vez: fuera la Iglesia de los Encuentros”.

Al día siguiente, cuando llegamos con los cartelitos, tantas mujeres nos los pedían que nos quedamos sin un solo cartel para nosotras. La Iglesia había ocupado los talleres en masa temprano, junto con el PCR. Empezamos a agitar en el patio y al rato llegaron las Violetas del Festival, con bombos y redoblantes. Junto a las Verdes y muchas mujeres no organizadas, empezamos a juntarnos en la puerta de cada taller, donde la patota del PCR hacía cordón para proteger a las católicas. Llegaron varias integrantes de la Comisión Organizadora para unirse a nosotras: “¡Estamos podridas de aguantar los acuerdos del PCR con la Iglesia!”, decían. El repudio no tardó en unificarse: “¡PCR traidor, siempre junto a la Iglesia, la yuta madre que te parió!”. La patota fue vencida, y las mujeres, aula por aula, fuimos echando a la Iglesia de los talleres. Cada grupo que sacábamos era seguido por una explosión de cantos y batucada, y luego la alegre caravana se dirigía al siguiente taller, a forcejear de nuevo con las chinas, que en poco tiempo desistieron y se fueron a deliberar a un costado. La movida no se detuvo hasta que la escuela quedó libre de Iglesia, al menos por unas horas.

El debate de cómo seguirla

Al abrir la escuela a la tarde, el doble de gente de la Iglesia y el PCR volvió a invadir las aulas, esta vez no permitiendo la entrada a nadie que no fuera de ellas. Teníamos dos opciones: volver a repetir la movida de la mañana, o reunirnos a tomar alguna resolución con vistas a la lucha del año y al próximo Encuentro. Volvimos a concentrarnos en el patio, y decidimos armar talleres que discutieran cómo continuar esta pelea. Allí empezaron las diferencias: Las Rojas propusimos que después de hacer los talleres nos unificáramos en un plenario. Nos parecía que había que elegir una comisión organizadora autoconvocada de los talleres que habían funcionado en esa escuela, que son los que se refieren a derechos sexuales (Anticoncepción, Aborto, Estrategias, etc.), y declararlos talleres libres de Iglesia desde que empiece el próximo Encuentro. Veíamos la necesidad de darle a la rebelión alguna continuidad, para que no quedara como una anécdota o a mitad de camino. Las Verdes propusieron pedirle a la Comisión Organizadora que desconociera los talleres donde había estado la Iglesia, pero no quisieron acordar nada hacia los futuros Encuentros, ni aceptaron un plenario unificado. Tampoco el Plenario de Trabajadoras quiso hacerlo, y las Violetas, que fueron las primeras en acudir para echar a la Iglesia junto con nosotras, se encerraron en su taller propio de donde echaron a nuestras compañeras diciendo que Las Rojas somos lo mismo que la Iglesia (¿¿¿???). Esto a pesar de que muchas compañeras de estas mismas corrientes nos habían expresado su acuerdo en discutir en común cómo seguirla.

Obviamente, unas horas de rebelión no alcanzan para romper prejuicios e ideologías instaladas durante muchos años en el movimiento de mujeres, como el terror a la izquierda o a la mera unificación de la lucha. Paciencia. Apostamos a que de esta experiencia vayamos sacando las necesarias conclusiones y avanzando en la unidad.

El final

Esta negativa de las agrupaciones feministas y el PO a hacer un frente común para seguir la pelea, le permitió al PCR reacomodarse rápidamente. En el acto de cierre del lunes, dijeron que todos los talleres se habían pronunciado por la legalización del aborto y en apoyo a los trabajadores de Terrabusi, salvo algunos donde la izquierda había hecho lío. Miente, miente, que algo quedará.

Sin embargo, aunque escondieron la acción de todas las mujeres de la escuela haciéndola pasar por “líos de la izquierda”, esta afirmación del reclamo de legalización del aborto es un intento de “concederle algo” a la rebelión contra la Iglesia, que se volvió contra el propio PCR haciendo que perdiera por completo el control de esa escuela y cuestionando su control general sobre el Encuentro. Suponemos que a estas horas ya estarán tratando de recomponer acuerdos con otras corrientes con miras al Encuentro que viene. Y esperamos sinceramente que la convicción con que nos levantamos ese domingo no ceda ante una nueva maraña de transas por arriba. Luchemos por eso.

Conclusiones

Por nuestra parte, creemos que lo que pasó en Tucumán marca un antes y un después.

Las Rojas estábamos, por decirlo así, “en nuestra salsa”. Donde mejor se expresó el significado de esta movida fue en las voces de compañeras que no son de la izquierda, que van desde hace años a los Encuentros convencidas de que no se puede echar a nadie porque hay que respetar la diversidad, y de que el famoso “consenso”[4] es la mejor forma de funcionar. Estas compañeras parecía que se habían sacado una montaña de encima, sobre todo las de la Comisión Organizadora, que todo el año se aguantaron las agachadas del PCR con la Iglesia. Su reacción tuvo la fuerza y el alivio de quien, por fin, sigue sus propias convicciones por encima de transas y maniobras. O también la salida de una compañera de la Campaña Verde que pasaba con nosotras por los talleres: cuando alguien se puso a recordarle la diversidad y el consenso, ella contestó, anticipándose a Maradona: “¡Basta de consenso, me ch… ésta el consenso!”. Tiene razón la compañera. Lo que quedó cuestionado irremediablemente no fue la mera presencia de la Iglesia, sino la organización misma del Encuentro de Mujeres, mantenida incluso a golpes por esa repodrida burocracia estalinista con el único fin de paralizar cualquier posibilidad de acción unificada del movimiento. Que este es el único objetivo del “consenso” ha quedado recontra archiprobado desde que el PCR se caga en ese consenso cuando conviene a su política, y lo utiliza sólo como arma para silenciar cuestionamientos, evitar que las mujeres decidan nada y arreglar todo por arriba. Y esa política es cada vez más peligrosa para el movimiento de mujeres, porque ese partido está aliado con la derecha más excecrable, como la Sociedad Rural y la Iglesia.

Las bases sobre las que está construido este Encuentro tambalearon, y apostamos a que la unidad que construimos para defendernos de la avanzada fascista abra la puerta para discutir con calma, sin mitos ni prejuicios, sobre qué nuevas bases tiene que funcionar el movimiento de mujeres.

Tenemos por delante el Día Contra la Violencia hacia las Mujeres, el 25 de noviembre, y proponemos juntarnos a hacer un balance de este Encuentro y organizar una gran marcha para ese día, con centro en el derecho al aborto legal, y avanzar en un plan para sacar definitivamente a la Iglesia de los Encuentros, como acto inaugural de una nueva etapa de lucha del movimiento.


Notas:

[1] PCR: partido estalinista maoísta, actualmente aliado al movimiento de derecha reunido a partir de la lucha de la oligarquía sojera por no pagar impuestos a la exportación, devenido en bloque político fascista.

[2] Campaña Verde: llamada así por el color de sus pañuelos, está dirigida por feministas históricas, dedicadas principalmente a la actividad académica. Presentaron un proyecto de ley por el aborto legal con una campaña de firmas en todo el país, a partir de la cual organizaron mujeres en varias provincias.

[3] Llamamos así a las activistas organizadas en innumerables grupos feministas o posfeministas, que generalmente rechazan a los partidos y la lucha política en general.

[4] Este método funciona así: no se vota; mientras haya una sola mujer entre veinte mil que se oponga, el punto no se lleva adelante. Es imposible entonces que del Encuentro salga ninguna acción unificada, por ejemplo, por el derecho al aborto, ya que incluso si el taller de Estrategias lo propusiera, en los otros talleres (donde sí va la Iglesia) muchas mujeres expresarían su oposición.