La capital tucumana nos recibió con carteles en puentes y
edificios contra
la legalización del aborto, de un tamaño como para que los
ángeles miopes los vean desde el cielo. El obispo de Tucumán
venía dedicando sus misas al Encuentro, diciendo que la
emancipación de la mujer es la virgen María, y tenía
organizada una contramarcha. Pero el clima no venía pesado
sólo con la Iglesia y el gobierno: dentro mismo de la
Comisión Organizadora las discusiones se habían puesto
tensas, por el intento del PCR[1] de lanzar a los medios un
comunicado (falsamente en nombre de toda la Comisión) donde
el reclamo de legalización del aborto había desaparecido.
El PCR venía de un triunfo en el Encuentro del año pasado,
donde lograron aislar a la izquierda de las demás
corrientes feministas e imponer a golpes el pronunciamiento
del Encuentro en apoyo a la patronal agraria. Pero esta vez
la reacción no venía con bombacha y chiripá, sino con
cruces y sotanas: ¿cómo reaccionarían las Verdes[2] y las
Violetas[3], y las participantes no organizadas del
Encuentro, ante un ataque directamente dirigido a las
mujeres, sin mediaciones “políticas”?
La Iglesia y el PCR rompen el consenso
La
respuesta a esta pregunta llegó el sábado, en la primera
sesión de los talleres. En la misma escuela estaban los de
Anticoncepción y Aborto, Derechos Sexuales y Reproductivos
y Estrategias para la Legalización del Aborto. Este último
taller es donde nunca iban las católicas: había un acuerdo
histórico en que todas las asistentes al taller de
Estrategias están de acuerdo con el derecho al aborto
legal, y discuten allí la mejor forma de lograrlo. Era el
último reducto del feminismo en todo ese enorme encuentro,
el único rincón donde no “se les da la bienvenida a
todas, creyentes y no creyentes” –como reza el credo del
PCR– sino sólo a las que quieren discutir políticas
feministas, sin tener antes que convencer a las mujeres de
la iglesia de que el virus del sida no vuela y que el placer
no produce cáncer. Hay que conocer esta particularidad del
taller para entender el viraje en la política de la
Iglesia, que hasta ahora mantenía cierto “consenso” con
la existencia del Encuentro en sí y su modo de organizarse.
Porque la “estrategia” de la Iglesia fue, justamente,
invadir el taller de Estrategias para no dejarlo funcionar.
Se vinieron en masa, gritando cosas como: “Si una mujer se
muere por un aborto clandestino, ella lo eligió”, y
provocaciones por el estilo.
Muchas participantes del taller exigieron que se fueran, y
al escuchar los gritos empezamos a salir al patio las que
estábamos en los demás talleres. Allí, compañeras de la
Campaña Verde nos invitaban a actuar para sacar a la
Iglesia. Se armó una asamblea espontánea en el patio,
donde una de las organizadoras trató de bajar los decibeles
hasta que se hizo la hora de dejar la escuela, y entonces
Las Rojas propusimos reunirnos en la puerta al día
siguiente a las 9 para decidir qué hacer ante este ataque.
La rebelión
Esa noche, algunas Rojas fueron al Festival de la
Visibilidad Lésbica, cuyas participantes no habían estado
en los talleres y no sabían lo que había pasado. El relato
de las compañeras causó indignación general, y se
comprometieron a acudir el domingo.
Las demás nos pasamos la noche haciendo decenas de
cartelitos con un piolín para colgarse del cuello, que decían:
“Decidámoslo de una vez: fuera la Iglesia de los
Encuentros”.
Al día siguiente, cuando llegamos con los cartelitos,
tantas mujeres nos los pedían que nos quedamos sin un solo
cartel para nosotras. La Iglesia había ocupado los talleres
en masa temprano, junto con el PCR. Empezamos a agitar en el
patio y al rato llegaron las Violetas del Festival, con
bombos y redoblantes. Junto a las Verdes y muchas mujeres no
organizadas, empezamos a juntarnos en la puerta de cada
taller, donde la patota del PCR hacía cordón para proteger
a las católicas. Llegaron varias integrantes de la Comisión
Organizadora para unirse a nosotras: “¡Estamos podridas
de aguantar los acuerdos del PCR con la Iglesia!”, decían.
El repudio no tardó en unificarse: “¡PCR traidor,
siempre junto a la Iglesia, la yuta madre que te parió!”.
La patota fue vencida, y las mujeres, aula por aula, fuimos
echando a la Iglesia de los talleres. Cada grupo que sacábamos
era seguido por una explosión de cantos y batucada, y luego
la alegre caravana se dirigía al siguiente taller, a
forcejear de nuevo con las chinas, que en poco tiempo
desistieron y se fueron a deliberar a un costado. La movida
no se detuvo hasta que la escuela quedó libre de Iglesia,
al menos por unas horas.
El debate de cómo seguirla
Al abrir la escuela a la tarde, el doble de gente de la
Iglesia y el PCR volvió a invadir las aulas, esta vez no
permitiendo la entrada a nadie que no fuera de ellas. Teníamos
dos opciones: volver a repetir la movida de la mañana, o
reunirnos a tomar alguna resolución con vistas a la lucha
del año y al próximo Encuentro. Volvimos a concentrarnos
en el patio, y decidimos armar talleres que discutieran cómo
continuar esta pelea. Allí empezaron las diferencias: Las
Rojas propusimos que después de hacer los talleres nos
unificáramos en un plenario. Nos parecía que había que
elegir una comisión organizadora autoconvocada de los
talleres que habían funcionado en esa escuela, que son los
que se refieren a derechos sexuales (Anticoncepción,
Aborto, Estrategias, etc.), y declararlos talleres
libres de Iglesia desde que empiece el próximo Encuentro.
Veíamos la necesidad de darle a la rebelión alguna
continuidad, para que no quedara como una anécdota o a
mitad de camino. Las Verdes propusieron pedirle a la Comisión
Organizadora que desconociera los talleres donde había
estado la Iglesia, pero no quisieron acordar nada hacia los
futuros Encuentros, ni aceptaron un plenario unificado.
Tampoco el Plenario de Trabajadoras quiso hacerlo, y las
Violetas, que fueron las primeras en acudir para echar a la
Iglesia junto con nosotras, se encerraron en su taller
propio de donde echaron a nuestras compañeras diciendo que
Las Rojas somos lo mismo que la Iglesia (¿¿¿???). Esto a
pesar de que muchas compañeras de estas mismas corrientes
nos habían expresado su acuerdo en discutir en común cómo
seguirla.
Obviamente, unas horas de rebelión no alcanzan para
romper prejuicios e ideologías instaladas durante muchos años
en el movimiento de mujeres, como el terror a la izquierda o
a la mera unificación de la lucha. Paciencia. Apostamos a
que de esta experiencia vayamos sacando las necesarias
conclusiones y avanzando en la unidad.
El final
Esta negativa de las agrupaciones feministas y el PO a
hacer un frente común para seguir la pelea, le permitió al
PCR reacomodarse rápidamente. En el acto de cierre del
lunes, dijeron que todos los talleres se habían pronunciado
por la legalización
del aborto y en apoyo a los trabajadores de Terrabusi,
salvo algunos donde la izquierda había hecho lío. Miente,
miente, que algo quedará.
Sin embargo, aunque escondieron la acción de todas las
mujeres de la escuela haciéndola pasar por “líos de la
izquierda”, esta afirmación del reclamo de legalización
del aborto es un intento de “concederle algo” a la
rebelión contra la Iglesia, que se volvió contra el propio
PCR haciendo que perdiera por completo el control de esa
escuela y cuestionando su control general sobre el
Encuentro. Suponemos que a estas horas ya estarán tratando
de recomponer acuerdos con otras corrientes con miras al
Encuentro que viene. Y esperamos sinceramente que la
convicción con que nos levantamos ese domingo no ceda ante
una nueva maraña de transas por arriba. Luchemos por eso.
Conclusiones
Por nuestra parte, creemos que lo que pasó en Tucumán
marca un antes y un después.
Las Rojas estábamos, por decirlo así, “en nuestra
salsa”. Donde mejor se expresó el significado de esta
movida fue en las voces de compañeras que no son de la
izquierda, que van desde hace años a los Encuentros
convencidas de que no se puede echar a nadie porque hay que
respetar la diversidad, y de que el famoso “consenso”[4]
es la mejor forma de funcionar. Estas compañeras parecía
que se habían sacado una montaña de encima, sobre todo las
de la Comisión Organizadora, que todo el año se aguantaron
las agachadas del PCR con la Iglesia. Su reacción tuvo la
fuerza y el alivio de quien, por fin, sigue sus propias
convicciones por encima de transas y maniobras. O también
la salida de una compañera de la Campaña Verde que pasaba
con nosotras por los talleres: cuando alguien se puso a
recordarle la diversidad y el consenso, ella contestó,
anticipándose a Maradona: “¡Basta de consenso, me ch…
ésta el consenso!”. Tiene razón la compañera. Lo que
quedó cuestionado irremediablemente no fue la mera
presencia de la Iglesia, sino la organización misma del
Encuentro de Mujeres, mantenida incluso a golpes por esa repodrida
burocracia estalinista con el único fin de paralizar
cualquier posibilidad de acción unificada del movimiento.
Que este es el único objetivo del “consenso” ha quedado
recontra archiprobado desde que el PCR se caga en ese
consenso cuando conviene a su política, y lo utiliza sólo
como arma para
silenciar cuestionamientos, evitar que las mujeres
decidan nada y arreglar todo por arriba. Y esa política es
cada vez más peligrosa para el movimiento de mujeres,
porque ese partido está aliado con la derecha más
excecrable, como la Sociedad Rural y la Iglesia.
Las bases sobre las que está construido este Encuentro
tambalearon, y apostamos a que la unidad que construimos
para defendernos de la avanzada fascista abra la puerta para
discutir con calma, sin mitos ni prejuicios, sobre qué
nuevas bases tiene que funcionar el movimiento de mujeres.
Tenemos por delante el Día Contra la Violencia hacia las
Mujeres, el 25 de noviembre, y proponemos juntarnos a hacer
un balance de este Encuentro y organizar una gran marcha
para ese día, con centro en el derecho al aborto legal, y
avanzar en un plan para sacar definitivamente a la Iglesia
de los Encuentros, como acto inaugural de una nueva etapa de
lucha del movimiento.
Notas:
[1]
PCR: partido estalinista maoísta, actualmente aliado
al movimiento de derecha reunido a partir de la lucha de la
oligarquía sojera por no pagar impuestos a la exportación,
devenido en bloque político fascista.
[2] Campaña Verde: llamada así por el color de sus pañuelos,
está dirigida por feministas históricas, dedicadas
principalmente a la actividad académica. Presentaron un
proyecto de ley por el aborto legal con una campaña de
firmas en todo el país, a partir de la cual organizaron
mujeres en varias provincias.
[3] Llamamos así a las activistas organizadas en
innumerables grupos feministas o posfeministas, que
generalmente rechazan a los partidos y la lucha política en
general.
[4] Este método funciona así: no se vota; mientras haya
una sola mujer entre veinte mil que se oponga, el punto no
se lleva adelante. Es imposible entonces que del Encuentro
salga ninguna acción unificada, por ejemplo, por el derecho
al aborto, ya que incluso si el taller de Estrategias lo
propusiera, en los otros talleres (donde sí va la Iglesia)
muchas mujeres expresarían su oposición.