Socialismo o Barbarie, periódico Nº 162, 22/10/09
 

 

 

 

 

 

CNBA, luego de la toma

Un primer balance

Por Ale K.

El viernes 9/10 se levantó la toma del Buenos Aires, después de diez días desde su comienzo. Sin duda alguna fue una toma heroica: su masividad, su energía y su duración la pusieron en el centro de la escena política nacional durante varios días. Sin embargo, terminó en una derrota clara, aunque no catastrófica: no obtuvo ninguna de sus reivindicaciones, pero el movimiento estudiantil salió entero, el activismo quedó fortalecido y el nivel de desmoralización fue bajo. A continuación presentamos un balance de esta experiencia valiosísima para el movimiento estudiantil secundario.

Un ataque contra las libertades del movimiento estudiantil

Desde principios de este año, el CENBA logró obtener una importante cantidad de triunfos contra el Consejo Superior: la movilización estudiantil permitió derrotar todos los intentos del CS de negociar con CAPMSA el campo de deportes. Se le impuso también el respeto a la semana de Octubre para todos los años. Se conquistaron también varias jornadas de discusión, y la autorización para marchar en muchas ocasiones, entre ellas contra el golpe en Honduras. La rectora quiso (en sus propias palabras) “ponerle límites” a este proceso de movilización estudiantil[1]. Esto debe entenderse en el contexto post-28 de junio, en el que el gobierno K y los sectores patronales intentan avanzar en una “normalización conservadora” del país (parte de lo cual fue también el ataque brutal contra los obreros de Terrabusi y su organización gremial independiente). Eso llevó a la rectora a desconocer una fecha tan sentida por los estudiantes como es el 16/9.

El levantamiento de turno efectuado por los estudiantes para poder marchar, puso en cuestión su autoridad. Fue por eso que la rectora respondió con sanciones y no quiso ceder ni un milímetro: para ella de lo que se trataba el asunto era demostrar quién manda realmente en el colegio.

Una respuesta a la altura del ataque

El movimiento estudiantil pudo comprender, con mayor o menor claridad, que las sanciones eran un ataque contra su libertad de organizarse y movilizarse, y por eso dio una respuesta a la altura del ataque, tomando el colegio durante diez días. A lo largo de ellos, además de asambleas todos los días, se realizaron todo tipo de actividades: movilizaciones al Consejo Superior y al Ministerio de Educación, festivales de bandas y hasta un día de las Artes. Cientos de estudiantes participaron día a día en cada una de estas actividades y en la ocupación del colegio. Entre los activistas que bancaron la toma, le dieron vida y la defendieron, jugó un rol muy destacado la agrupación Tinta Roja (formada por compañeros del ¡Ya Basta! e independientes) y los plenarios de activistas pro-toma que se realizaron (ver número anterior del periódico SoB).

Sin embargo, todo esto no alcanzó para ganar. La toma fue levantada el viernes 9 sin conseguir ninguna reivindicación, tras el desconocimiento por parte de la rectora del acuerdo que ella misma había propuesto, y tras la amenaza de expulsar a toda la mesa directiva. Para entender este desenlace de la toma, hace falta comprender el conjunto de factores que la condicionaron.

Todos contra los estudiantes

Respecto a los factores “externos” al movimiento estudiantil, fueron centralmente dos: por un lado, el bloque reaccionario que se formó para apoyar a la rectora, empezando por el Consejo Superior y por los medios de comunicación patronales, y siguiendo por la mayoría de los docentes, de los padres, la Asociación de Ex Alumnos, etc. La rectora contó también con el apoyo institucional del ministro de Educación K (aunque éste señaló que “había que ser cuidadosos” con el 16/9, marcándole el “offside” a la rectora). Por otro lado, el límite de tiempo natural que tenía la toma: la semana de vacaciones de Octubre, en la cual los estudiantes ya tenían sus viajes de estudios y de egresados pagos. Tampoco resultó de gran ayuda el rol de los supuestos “docentes combativos”, que si bien se opusieron a las sanciones, pusieron como condición para el diálogo el levantamiento de la toma, haciéndole de esta manera un muy flaco favor a los estudiantes.

Pese a lo anterior, la toma se dio en un contexto político muy particular, que abría la posibilidad al triunfo. Si bien en un nivel más general se venía de la situación derechizada post-28 de junio, la coyuntura estuvo fuertemente marcada por la brecha abierta por la represión en Terrabusi, que puso durante varias semanas en el centro de la escena política a las demandas de los sectores obreros y populares. Esta coyuntura abría posibilidades de ganar la toma, porque le significaba al gobierno un frente más de conflicto, cuando ya estaba pagando un costo político elevado por los que ya tenía. Esta situación se vio reflejada en la enorme presencia mediática que tuvo la toma durante varios días.

Para aprovechar esta coyuntura, había que salir hacia afuera con todo, a pegarle al Consejo Superior y al gobierno. Pero este fue precisamente el mayor límite de la toma, el terreno donde más débil estuvo.

Las políticas en el interior del colegio

Las acciones “hacia afuera” llegaron tarde, y se le dio muy poca importancia al apoyo de otros sectores, como las organizaciones gremiales y estudiantiles combativas. Esto ocurrió centralmente por la política que levantó cada día la agrupación Desde Bolívar (a la que pertenece el presidente del centro, ligado al PCR), que consistía básicamente en liquidar el conflicto para poder “negociar” después con la rectora con relaciones de fuerza totalmente desfavorables. Si bien esta política perdió la votación en las asambleas de tres días seguidos, desgastó y confundió mucho a los estudiantes en largos debates desmoralizantes. Por otro lado la agrupación El Resto (orientada por Lobo Suelto-La Mella), si bien votó contra Desde Bolívar los primeros días, tuvo una estrategia abstracta de “diálogo” con no se sabe quién (ya que del otro lado nadie estaba dispuesto a dialogar), y los últimos días terminó votando junto a Desde Bolívar la aceptación de la “propuesta fantasma” de la rectora. A esto se le suman los prejuicios legalistas que arrastra la mayoría de lo estudiantes, que se opusieron por ejemplo a cortar las calles para no ofender a nadie. Esto se vio también en la excesiva confianza en el “diálogo” y en el supuesto apoyo de los organismos de Derechos Humanos. Todo esto tuvo como resultado que las discusiones se centraran exclusivamente en las medidas a tomar adentro del colegio, dejando de lado el problema del mundo exterior, donde realmente se resolvía la relación de fuerzas.

Pese a todo lo anterior, a diferencia de la toma de 2008, el activismo no salió desmoralizado. En este aspecto jugaron un rol central la agrupación Tinta Roja y los plenarios pro-toma, abriéndole al conjunto de los activistas la discusión sobre la orientación a seguir. El protagonismo democrático y conciente del activismo permitió mantenerlo firme y unido hasta el último momento, reafirmando la superioridad del camino “concientista” que emprendieron los compañeros de Tinta Roja (ya desde la experiencia de la CEBA en 2007) contra las políticas de aparato.

Este es el saldo más positivo de la toma, el fortalecimiento político del activismo combativo y de sus organizaciones, en primer lugar Tinta Roja. Este activismo tiene ahora la responsabilidad de sacar las conclusiones de la derrota y de llevarlas a todos los estudiantes, para poder seguir adelante en la lucha contra las sanciones y en todas las otras luchas. Desde el ¡Ya Basta! y el Nuevo MAS, saludamos nuevamente la heroica pelea de los estudiantes del Buenos Aires.


Notas:

[1] Desde 2006 que los estudiantes del colegio vienen dando peleas muy fuertes. La toma del colegio de ese año (en el marco de la lucha de las facultades por la democratización de la UBA) significó una herida de muerte para el régimen del rector Sanguinetti (aferrado a su cargo desde el 83), que había impuesto un modelo elitista y expulsivo, recortando año tras año las libertades de los estudiantes y de su organización. Ese año se logró también derrotar un intento del Consejo Superior de negociar el campo de deportes. En 2007, asumió como rectora Virginia Gonzáles Gass (nombrada a dedo por Hallú), a lo cual el Buenos Aires le respondió tomando el colegio con la consigna “ningún rector desde el Consejo Superior”. En 2008 se tomó nuevamente el CNBA para exigirle al CS que cumpliera el acta-acuerdo que había firmado con los preuniversitarios, que le imponía la constitución de Consejos Resolutivos.