El viernes 9/10 se levantó la toma
del Buenos Aires, después de diez días desde su comienzo.
Sin duda alguna fue una toma heroica: su masividad, su energía
y su duración la pusieron en el centro de la escena política
nacional durante varios días. Sin embargo, terminó en una
derrota clara, aunque no catastrófica: no obtuvo ninguna de
sus reivindicaciones, pero el movimiento estudiantil salió
entero, el activismo quedó fortalecido y el nivel de
desmoralización fue bajo. A continuación presentamos un
balance de esta experiencia valiosísima para el movimiento
estudiantil secundario.
Un ataque contra las libertades del movimiento estudiantil
Desde principios de este año, el CENBA logró obtener una
importante cantidad de triunfos contra el Consejo Superior:
la movilización estudiantil permitió derrotar todos los
intentos del CS de negociar con CAPMSA el campo de deportes.
Se le impuso también el respeto a la semana de Octubre para
todos los años. Se conquistaron también varias jornadas de
discusión, y la autorización para marchar en muchas
ocasiones, entre ellas contra el golpe en Honduras. La
rectora quiso (en sus propias palabras) “ponerle límites”
a este proceso de movilización estudiantil[1]. Esto debe
entenderse en el contexto post-28 de junio, en el que el
gobierno K y los sectores patronales intentan avanzar en una
“normalización conservadora” del país (parte de lo
cual fue también el ataque brutal contra los obreros de
Terrabusi y su organización gremial independiente). Eso
llevó a la rectora a desconocer una fecha tan sentida por
los estudiantes como es el 16/9.
El levantamiento de turno efectuado por los estudiantes
para poder marchar, puso
en cuestión su autoridad. Fue por eso que la rectora
respondió con sanciones y no quiso ceder ni un milímetro:
para ella de lo que se trataba el asunto era demostrar quién
manda realmente en el colegio.
Una respuesta a la altura del ataque
El movimiento estudiantil pudo comprender, con mayor o
menor claridad, que las sanciones eran un ataque contra su
libertad de organizarse y movilizarse, y por eso dio una
respuesta a la altura del ataque, tomando el colegio durante
diez días. A lo largo de ellos, además de asambleas todos
los días, se realizaron todo tipo de actividades:
movilizaciones al Consejo Superior y al Ministerio de
Educación, festivales de bandas y hasta un día de las
Artes. Cientos de estudiantes participaron día a día en
cada una de estas actividades y en la ocupación del
colegio. Entre los activistas que bancaron la toma, le
dieron vida y la defendieron, jugó un rol muy destacado la
agrupación Tinta Roja (formada por compañeros del ¡Ya
Basta! e independientes) y los plenarios de activistas
pro-toma que se realizaron (ver número anterior del periódico
SoB).
Sin embargo, todo esto no alcanzó para ganar. La toma fue
levantada el viernes 9 sin conseguir ninguna reivindicación,
tras el desconocimiento por parte de la rectora del acuerdo
que ella misma había propuesto, y tras la amenaza de
expulsar a toda la mesa directiva. Para entender este
desenlace de la toma, hace falta comprender el conjunto de
factores que la condicionaron.
Todos contra los estudiantes
Respecto a los factores “externos” al movimiento
estudiantil, fueron centralmente dos: por un lado, el bloque
reaccionario que se formó para apoyar a la rectora,
empezando por el Consejo Superior y por los medios de
comunicación patronales, y siguiendo por la mayoría de los
docentes, de los padres, la Asociación de Ex Alumnos, etc.
La rectora contó también con el apoyo institucional del
ministro de Educación K (aunque éste señaló que “había
que ser cuidadosos” con el 16/9, marcándole el
“offside” a la rectora). Por otro lado, el límite de
tiempo natural que tenía la toma: la semana de vacaciones
de Octubre, en la cual los estudiantes ya tenían sus viajes
de estudios y de egresados pagos. Tampoco resultó de gran
ayuda el rol de los supuestos “docentes combativos”, que
si bien se opusieron a las sanciones, pusieron como condición
para el diálogo el levantamiento de la toma, haciéndole de
esta manera un muy flaco favor a los estudiantes.
Pese a lo anterior, la toma se dio en un contexto político
muy particular, que abría la posibilidad al triunfo. Si
bien en un nivel más general se venía de la situación
derechizada post-28 de junio, la coyuntura estuvo
fuertemente marcada por la brecha abierta por la represión
en Terrabusi, que puso durante varias semanas en el centro
de la escena política a las demandas de los sectores
obreros y populares. Esta coyuntura abría posibilidades de
ganar la toma, porque le significaba al gobierno un frente más
de conflicto, cuando ya estaba pagando un costo político
elevado por los que ya tenía. Esta situación se vio
reflejada en la enorme presencia mediática que tuvo la toma
durante varios días.
Para aprovechar esta coyuntura, había que salir
hacia afuera con todo, a pegarle al Consejo Superior y al
gobierno. Pero este fue precisamente el mayor límite de
la toma, el terreno donde más débil estuvo.
Las políticas en el interior del colegio
Las acciones “hacia afuera” llegaron tarde, y se le
dio muy poca importancia al apoyo de otros sectores, como
las organizaciones gremiales y estudiantiles combativas.
Esto ocurrió centralmente por la política que levantó
cada día la agrupación Desde Bolívar (a la que pertenece
el presidente del centro, ligado al PCR), que consistía básicamente
en liquidar el conflicto para poder “negociar” después
con la rectora con relaciones de fuerza totalmente
desfavorables. Si bien esta política perdió la votación
en las asambleas de tres días seguidos, desgastó y
confundió mucho a los estudiantes en largos debates
desmoralizantes. Por otro lado la agrupación El Resto
(orientada por Lobo Suelto-La Mella), si bien votó contra
Desde Bolívar los primeros días, tuvo una estrategia
abstracta de “diálogo” con no se sabe quién (ya que
del otro lado nadie estaba dispuesto a dialogar), y los últimos
días terminó votando junto a Desde Bolívar la aceptación
de la “propuesta fantasma” de la rectora. A esto se le
suman los prejuicios legalistas que arrastra la mayoría de
lo estudiantes, que se opusieron por ejemplo a cortar las
calles para no ofender a nadie. Esto se vio también en la
excesiva confianza en el “diálogo” y en el supuesto
apoyo de los organismos de Derechos Humanos. Todo esto tuvo
como resultado que las discusiones se centraran
exclusivamente en las medidas a tomar adentro del colegio,
dejando de lado el problema del mundo exterior, donde
realmente se resolvía la relación de fuerzas.
Pese a todo lo anterior, a diferencia de la toma de 2008,
el activismo no salió desmoralizado. En este aspecto
jugaron un rol central la agrupación Tinta Roja y los
plenarios pro-toma, abriéndole al conjunto de los
activistas la discusión sobre la orientación a seguir. El
protagonismo democrático y conciente del activismo permitió
mantenerlo firme y unido hasta el último momento,
reafirmando la superioridad del camino “concientista”
que emprendieron los compañeros de Tinta Roja (ya desde la
experiencia de la CEBA en 2007) contra las políticas de
aparato.
Este es el saldo más positivo de la toma, el
fortalecimiento político del activismo combativo y de sus
organizaciones, en primer lugar Tinta Roja. Este activismo
tiene ahora la responsabilidad de sacar las conclusiones de
la derrota y de llevarlas a todos los estudiantes, para
poder seguir adelante en la lucha contra las sanciones y en
todas las otras luchas. Desde el ¡Ya Basta! y el Nuevo MAS,
saludamos nuevamente la heroica pelea de los estudiantes del
Buenos Aires.
Notas:
[1] Desde 2006 que los estudiantes del colegio vienen
dando peleas muy fuertes. La toma del colegio de ese año
(en el marco de la lucha de las facultades por la
democratización de la UBA) significó una herida de muerte
para el régimen del rector Sanguinetti (aferrado a su cargo
desde el 83), que había impuesto un modelo elitista y
expulsivo, recortando año tras año las libertades de los
estudiantes y de su organización. Ese año se logró también
derrotar un intento del Consejo Superior de negociar el
campo de deportes. En 2007, asumió como rectora Virginia
Gonzáles Gass (nombrada a dedo por Hallú), a lo cual el
Buenos Aires le respondió tomando el colegio con la
consigna “ningún rector desde el Consejo Superior”. En
2008 se tomó nuevamente el CNBA para exigirle al CS que
cumpliera el acta-acuerdo que había firmado con los
preuniversitarios, que le imponía la constitución de
Consejos Resolutivos.