Puede parecer escandaloso que se haya dado el Premio Nóbel
de la Paz a un señor que es Comandante en Jefe del
principal ejército del mundo. Que, además, no está
precisamente en paz.
Sin embargo, esto no es novedad. Basta revisar la lista de
los Premios Nóbel de la Paz –que se otorgan desde 1901–
para comprobar que Obama está en buena compañía.
En verdad, el
Premio Nóbel de la Paz (como también el de Economía y,
algo menos, el de Literatura) siempre ha sido un premio político...
y de realpolitik. Los premios a algunos
“idealistas” descafeinados –como el argentino Pérez
Esquivel, la guatemalteca Rigoberta Menchú o la Madre
Teresa (premios que también tuvieron su significado político)–,
han servido para “blanquear” a una lista de monstruos.
Para subrayar este
carácter político del premio, Alfred Nóbel, su creador,
dispuso que lo otorgara una entidad política: una
comisión especial del Parlamento de Noruega. Así, está
estrictamente separado del resto de los premios Nóbel:
Física, Química, Medicina y Literatura son decididos por
diversas entidades académicas de Suecia; y el de Economía,
por el Banco Central de ese país.
En la lista de Premios Nóbel de la Paz abundan personajes
no menos cuestionables que Obama. Hay otros dos presidentes
de EEUU –Theodore Roosevelt (1901-09) y Woodrow
Wilson (1913-21)–, que recibieron el premio en 1906 y
1919, respectivamente.
El primero, impulsó desde la Secretaría de Marina la
guerra contra España de 1898 para apoderarse de Cuba y
Filipinas. Durante la ocupación de este último país,
masacró a decenas de miles de filipinos que exigían la
independencia. Formuló la política del Big Stick (Gran
Garrote) en relación a América Latina, y aplicándola se
apoderó de Panamá.
Woodrow Wilson, por su parte, se la pasó de guerra en
guerra. Inauguró su presidencia invadiendo México en 1914.
En 1915 mandó los marines a Haití y en 1916 a
Dominicana. En 1917, metió a EEUU en la carnicería de la
Primera Guerra Mundial.
También recibieron el Premio Nóbel de la Paz genocidas
como Menachem Begín (1978), primer ministro de
Israel, que en 1948 fue uno de los responsables de la
masacre de Deir Yassin y de otras atrocidades de la
organización terrorista que dirigía, el Irgún. Otros
sionistas no menos tintos en sangre también recibieron el
Premio Nóbel: Shimon Peres y Yitzhak Rabin en
1994.
Pero el campeonato lo ganó el Premio Nóbel de 1973: Henry
Kissinger, Secretario de Estado de EEUU, calificado
correctamente por el gran escritor norteamericano Gore
Vidal, como “el mayor criminal de guerra que anda suelto
por el mundo”. Kissinger fue un organizador de
genocidios a gran escala, desde los golpes que instigó
en América Latina (como los de Pinochet y Videla) hasta las
guerras y bombardeos de Vietnam, Laos y Camboya. A su lado,
Obama es un aprendiz.