El
Frente Amplio uruguayo al igual que la Concertación
chilena, aparecen en el firmamento político como
formaciones de “izquierda” o por lo menos progresistas,
debido al áurea de “viejas glorias”. En el caso
chileno, la referencia inevitable es Salvador Allende y en
el uruguayo el Frente Amplio, los Tupamaros, Raúl Sendic, y
el Pepe Mujica, quien quiere suceder a Tabaré Vázquez en
la presidencia. Hace años, tanto la Concertación como el
FA vienen administrando respectivos estados burgueses de
manera nada progresista. En esta nota queremos desmitificar
el “áurea” uruguaya, que más que a viejas glorias
pasadas nos remite a las traiciones de los estalinistas, los
límites infranqueables del reformismo pequeño burgués y
al callejón sin salida de la colaboración de clases.
A
fines de la década de los 50 comienza el fin del
“milagro”. Uruguay, al que se lo llamaba la “Suiza de
América” pasará a ser “el balcón de un inquilinato en
ruinas”, tal como lo cantara el uruguayo Alfredo Zitarroza
en los años 70, en alusión a la ubicación del país
oriental en la realidad latinoamericana.
El
derrumbe del mercado mundial de la lana debido a la irrupción
de las fibras sintéticas, va a echar por el suelo las
exportaciones laneras desde el Río de la Plata. Si entre
1950 y 1955, las exportaciones alcanzaban a 250 millones de
dólares, en 1967 sólo llegaban a 159 millones. Junto a la
caída de las exportaciones laneras también pegó un salto
la penetración imperialista yanqui y se va a dar
fundamentalmente en los sectores financiero y bancario.
Los
conflictos obreros y populares van a estar a la orden del día
a partir de que la burguesía orienta la resolución de la
crisis con la vieja receta de ajuste y represión, para que
la paguen los trabajadores. Los cañeros, los remolacheros y
otros trabajadores rurales comenzarán un proceso de
movilizaciones. El movimiento obrero comenzará un ascenso
de luchas y unificación de sus fuerzas que concluirán en
la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) bajo la
influencia del Partido Comunista. Y la poderosa clase media
alimentada por años de un Estado paternalista se
radicalizará, tomando posiciones de izquierda.
A mediados de los 60 surgirá el Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros. Raúl Sendic será su principal
dirigente. Hijo de pequeños propietarios del departamento
de Flores, estudiante de Derecho y procurador, organizará
lo que fue en su momento una de las guerrillas urbanas más
importantes de la región.
Hacia
la huelga general y la traición
En
marzo de 1967 asume la presidencia el general Oscar Gestido,
acompañado en la vicepresidencia por Jorge Pacheco Areco.
En diciembre del mismo año, tras la muerte de Gestido,
Pacheco Areco llegará a la presidencia para seguir
ajustando a los trabajadores. La situación económica seguía
cruzada por la crisis y Pacheco debió realizar varias
devaluaciones monetarias y congelar los salarios. El régimen
pachequista fue autoritario y ante el aumento de las luchas
obreras y la creciente actividad guerrillera no vaciló en
recortar libertades y derechos constitucionales.
El
año 1968 mostrará un país muy distinto al del presidente
Batlle. Se incrementó la represión y se eliminó el
Consejo del Salario. Hubo conflictos en frigoríficos,
bancarios y UTE. El movimiento estudiantil volcó su
solidaridad hacia las luchas obreras con marchas en donde
fueron asesinados jóvenes manifestantes. Surgen los
“Escuadrones de la Muerte” que asesinarán a estudiantes
y militantes de izquierda. Es en este marco político
nacional que va a nacer el 5 de febrero de 1971 el Frente
Amplio (FA).
El
FA estaba conformado por socialistas, comunistas, la
izquierda democristiana y algunos sectores de los partidos
Colorado y Blanco. Este frente fue producto y engendro del
Partido Comunista que, al igual que en Chile, venía
abogando por agrupar a sectores burgueses
“progresistas”, militares “patriotas” y sectores de
izquierda como una alternativa política. En Uruguay, a
diferencia de la Argentina, por ejemplo, donde existía un
fuerte movimiento nacional como el peronismo que lo echó a
un costado de las masas obreras, el estalinismo se pudo
consolidar como dirección del movimiento obrero, a quien
controlaba en forma burocrática y fue, de esta manera, una
referencia de la vanguardia. Lo que le posibilitó, entre
otras cosas, estructurar esta fuerza política. Claro que en
relación a los sectores burgueses, no logró la
concurrencia de sectores importantes y tuvo que conformarse,
al decir de Trotsky, con “la sombra de la burguesía”.
Aunque se regocijó de su política al encontrar un general
“patriota”: Líber Seregni. Al cual por supuesto, dada
su investidura, lo ubicó en primer lugar en los puestos
electorales, y en las elecciones de 1971, el Frente va a
lograr el 18% de los votos.
En
febrero de 1972 asumirá la presidencia Juan María
Bordaberry. El nuevo mandatario había sido ministro de
Agricultura del gobierno de Pacheco y provenía de una
familia de estancieros llegando a dirigir la Liga Federal de
Acción Ruralista (LFAR) que representaba a la alta burguesía
agraria ligada al sector financiero y bancario imperialista.
Las
conmociones sociales se profundizaron. Los Tupamaros, aunque
se mantenían en actividad, tenían a sus principales
dirigentes, incluido Sendic, en prisión y cuando Bordaberry
resuelve cerrar el Congreso, suspender las garantías democráticas
y proscribir a los partidos políticos con el apoyo de las
fuerzas armadas, los guerrilleros serán incapaces de
enfrentar efectivamente, el “golpe blanco” de Bordaberry.
Quienes
enfrentaron el golpe rápidamente y en forma heroica fueron
los trabajadores. El 27 de junio, día del golpe, los turnos
que en las fábricas entraban a las 6 de la mañana
comenzaron la jornada organizando asambleas para resolver qué
hacer. La decisión
obrera fue tomar las fábricas demostrando cuál era la
alternativa al golpismo. Hacia el mediodía la dirección
de la CNT, dirigida por el Partido Comunista, llamó a la
huelga general con ocupación de fábricas. El PC desde un
primer momento buscó dialogar con sectores militares, pero
sus reclamos no tuvieron eco en las filas castrenses y
decidió llamar a la huelga para presionar y negociar
posteriormente.
“Por
la tarde la ocupación se extendió como reguero de pólvora
a todo el país, bancos y hospitales, oficinas públicas y
transportes, todo fue tomado por los trabajadores.
La clase obrera había abierto el camino y la resolución de
la CNT había facilitado la generalización de la huelga”.[1]
En los primeros tres días de lanzada la huelga general, los
militares quedaron paralizados ante la inmensa respuesta
obrera. Recién el 29 de junio, el ministro Bolentini habla
al país. El discurso será una mezcla de amenazas y búsqueda
de apoyo. Por otra parte anuncia la decisión del gobierno
de desalojar la refinería ANCAP que estaba ocupada por los
obreros privando de combustible al ejército y a las fuerzas
represivas. El sábado al mediodía tropas y camiones
militares se encaminan hacia la destilería y el barrio
obrero de La Teja, en donde estaba ANCAP, organiza el apoyo
a los obreros. Cuando el ejército llega a la refinería, el
PC le permite sacar combustible. Para esto debe matonear a
los trabajadores que se niegan a suministrar combustible
para los militares represores. Finalmente el ejército
irrumpe en la destilería con un tanque, soldados y perros y
los trabajadores logran rechazarlo en un primer momento. Los
soldados ocupan entonces los talleres y se larga la represión
sobre el barrio La Teja que se había movilizado. Casa por
casa los militares van en busca de los obreros mientras en
las demás fábricas, oficinas y bancos ocupados, los
obreros estaban pendientes del desenlace en ANCAP. El PC en
lugar de plantearle al movimiento obrero el objetivo claro
de derrotar a los militares extendiendo la lucha y armando a
los trabajadores, se dedicó a buscar la salida
“antigolpista” en algún sector del ejército al estilo
“peruanista”. Líber Seregni emite un comunicado
desconociendo al gobierno de Bordaberry y plantea la
destitución del mismo y la restauración del Parlamento. El
problema es que no se trataba sólo de destituir a
Bordaberry sino de aplastar a las Fuerzas Armadas que eran
las que detentaban el poder real y hacer de la huelga
general un primer paso hacia un gobierno obrero y popular.
Las corrientes clasistas, aunque impulsaron las ocupaciones,
no contaban con las fuerzas necesarias para revertir la política
de la dirección estalinista de la CNT. De esta manera la
heroica huelga y las ocupaciones se fueron desgastando y el
ejército va a ir retomando las plantas ocupadas, apresando
y haciendo desaparecer a cientos de activistas y militantes
de izquierda. El estalinismo volvía a jugar su rol histórico:
sepulturero de las revoluciones obreras. Porque en Uruguay
la huelga general con ocupaciones de fábricas y lugares de
trabajo era un primer paso en esa dirección. El PC y el
Frente Amplio la orientaron en sentido opuesto: hacia el
triunfo de la reacción burguesa.
Las
lecciones del proceso uruguayo no deben caer en el olvido.
Sobre todo ahora que el mismísimo Frente Amplio se encamina
hacia un nuevo período de gobierno en el país vecino con
una nueva máscara “progre”: la del ex tupamaro José
Mujica. Y en un plano más estratégico debemos asimilar la
experiencia uruguaya del 74 porque las nuevas generaciones
obreras en la construcción de una herramienta política
deben saber diferenciar entre el reformismo, sendero de las
derrotas, y la revolución, como posibilidad de triunfo de
la clase.
Notas:
1.
“15 días que conmovieron al Uruguay”, Pablo Ramírez en
Revista de América, 1974.