Socialismo o Barbarie, periódico Nº 162, 22/10/09
 

 

 

 

 

 

A propósito de las elecciones uruguayas

El surgimiento del Frente Amplio

Por Oscar Alba

El Frente Amplio uruguayo al igual que la Concertación chilena, aparecen en el firmamento político como formaciones de “izquierda” o por lo menos progresistas, debido al áurea de “viejas glorias”. En el caso chileno, la referencia inevitable es Salvador Allende y en el uruguayo el Frente Amplio, los Tupamaros, Raúl Sendic, y el Pepe Mujica, quien quiere suceder a Tabaré Vázquez en la presidencia. Hace años, tanto la Concertación como el FA vienen administrando respectivos estados burgueses de manera nada progresista. En esta nota queremos desmitificar el “áurea” uruguaya, que más que a viejas glorias pasadas nos remite a las traiciones de los estalinistas, los límites infranqueables del reformismo pequeño burgués y al callejón sin salida de la colaboración de clases.

A fines de la década de los 50 comienza el fin del “milagro”. Uruguay, al que se lo llamaba la “Suiza de América” pasará a ser “el balcón de un inquilinato en ruinas”, tal como lo cantara el uruguayo Alfredo Zitarroza en los años 70, en alusión a la ubicación del país oriental en la realidad latinoamericana.

El derrumbe del mercado mundial de la lana debido a la irrupción de las fibras sintéticas, va a echar por el suelo las exportaciones laneras desde el Río de la Plata. Si entre 1950 y 1955, las exportaciones alcanzaban a 250 millones de dólares, en 1967 sólo llegaban a 159 millones. Junto a la caída de las exportaciones laneras también pegó un salto la penetración imperialista yanqui y se va a dar fundamentalmente en los sectores financiero y bancario.

Los conflictos obreros y populares van a estar a la orden del día a partir de que la burguesía orienta la resolución de la crisis con la vieja receta de ajuste y represión, para que la paguen los trabajadores. Los cañeros, los remolacheros y otros trabajadores rurales comenzarán un proceso de movilizaciones. El movimiento obrero comenzará un ascenso de luchas y unificación de sus fuerzas que concluirán en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) bajo la influencia del Partido Comunista. Y la poderosa clase media alimentada por años de un Estado paternalista se radicalizará, tomando posiciones de izquierda. A mediados de los 60 surgirá el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Raúl Sendic será su principal dirigente. Hijo de pequeños propietarios del departamento de Flores, estudiante de Derecho y procurador, organizará lo que fue en su momento una de las guerrillas urbanas más importantes de la región.

Hacia la huelga general y la traición

En marzo de 1967 asume la presidencia el general Oscar Gestido, acompañado en la vicepresidencia por Jorge Pacheco Areco. En diciembre del mismo año, tras la muerte de Gestido, Pacheco Areco llegará a la presidencia para seguir ajustando a los trabajadores. La situación económica seguía cruzada por la crisis y Pacheco debió realizar varias devaluaciones monetarias y congelar los salarios. El régimen pachequista fue autoritario y ante el aumento de las luchas obreras y la creciente actividad guerrillera no vaciló en recortar libertades y derechos constitucionales.

El año 1968 mostrará un país muy distinto al del presidente Batlle. Se incrementó la represión y se eliminó el Consejo del Salario. Hubo conflictos en frigoríficos, bancarios y UTE. El movimiento estudiantil volcó su solidaridad hacia las luchas obreras con marchas en donde fueron asesinados jóvenes manifestantes. Surgen los “Escuadrones de la Muerte” que asesinarán a estudiantes y militantes de izquierda. Es en este marco político nacional que va a nacer el 5 de febrero de 1971 el Frente Amplio (FA).

El FA estaba conformado por socialistas, comunistas, la izquierda democristiana y algunos sectores de los partidos Colorado y Blanco. Este frente fue producto y engendro del Partido Comunista que, al igual que en Chile, venía abogando por agrupar a sectores burgueses “progresistas”, militares “patriotas” y sectores de izquierda como una alternativa política. En Uruguay, a diferencia de la Argentina, por ejemplo, donde existía un fuerte movimiento nacional como el peronismo que lo echó a un costado de las masas obreras, el estalinismo se pudo consolidar como dirección del movimiento obrero, a quien controlaba en forma burocrática y fue, de esta manera, una referencia de la vanguardia. Lo que le posibilitó, entre otras cosas, estructurar esta fuerza política. Claro que en relación a los sectores burgueses, no logró la concurrencia de sectores importantes y tuvo que conformarse, al decir de Trotsky, con “la sombra de la burguesía”. Aunque se regocijó de su política al encontrar un general “patriota”: Líber Seregni. Al cual por supuesto, dada su investidura, lo ubicó en primer lugar en los puestos electorales, y en las elecciones de 1971, el Frente va a lograr el 18% de los votos.

En febrero de 1972 asumirá la presidencia Juan María Bordaberry. El nuevo mandatario había sido ministro de Agricultura del gobierno de Pacheco y provenía de una familia de estancieros llegando a dirigir la Liga Federal de Acción Ruralista (LFAR) que representaba a la alta burguesía agraria ligada al sector financiero y bancario imperialista.

Las conmociones sociales se profundizaron. Los Tupamaros, aunque se mantenían en actividad, tenían a sus principales dirigentes, incluido Sendic, en prisión y cuando Bordaberry resuelve cerrar el Congreso, suspender las garantías democráticas y proscribir a los partidos políticos con el apoyo de las fuerzas armadas, los guerrilleros serán incapaces de enfrentar efectivamente, el “golpe blanco” de Bordaberry.

Quienes enfrentaron el golpe rápidamente y en forma heroica fueron los trabajadores. El 27 de junio, día del golpe, los turnos que en las fábricas entraban a las 6 de la mañana comenzaron la jornada organizando asambleas para resolver qué hacer. La decisión obrera fue tomar las fábricas demostrando cuál era la alternativa al golpismo. Hacia el mediodía la dirección de la CNT, dirigida por el Partido Comunista, llamó a la huelga general con ocupación de fábricas. El PC desde un primer momento buscó dialogar con sectores militares, pero sus reclamos no tuvieron eco en las filas castrenses y decidió llamar a la huelga para presionar y negociar posteriormente.

“Por la tarde la ocupación se extendió como reguero de pólvora a todo el país, bancos y hospitales, oficinas públicas y transportes, todo fue tomado por los trabajadores. La clase obrera había abierto el camino y la resolución de la CNT había facilitado la generalización de la huelga”.[1] En los primeros tres días de lanzada la huelga general, los militares quedaron paralizados ante la inmensa respuesta obrera. Recién el 29 de junio, el ministro Bolentini habla al país. El discurso será una mezcla de amenazas y búsqueda de apoyo. Por otra parte anuncia la decisión del gobierno de desalojar la refinería ANCAP que estaba ocupada por los obreros privando de combustible al ejército y a las fuerzas represivas. El sábado al mediodía tropas y camiones militares se encaminan hacia la destilería y el barrio obrero de La Teja, en donde estaba ANCAP, organiza el apoyo a los obreros. Cuando el ejército llega a la refinería, el PC le permite sacar combustible. Para esto debe matonear a los trabajadores que se niegan a suministrar combustible para los militares represores. Finalmente el ejército irrumpe en la destilería con un tanque, soldados y perros y los trabajadores logran rechazarlo en un primer momento. Los soldados ocupan entonces los talleres y se larga la represión sobre el barrio La Teja que se había movilizado. Casa por casa los militares van en busca de los obreros mientras en las demás fábricas, oficinas y bancos ocupados, los obreros estaban pendientes del desenlace en ANCAP. El PC en lugar de plantearle al movimiento obrero el objetivo claro de derrotar a los militares extendiendo la lucha y armando a los trabajadores, se dedicó a buscar la salida “antigolpista” en algún sector del ejército al estilo “peruanista”. Líber Seregni emite un comunicado desconociendo al gobierno de Bordaberry y plantea la destitución del mismo y la restauración del Parlamento. El problema es que no se trataba sólo de destituir a Bordaberry sino de aplastar a las Fuerzas Armadas que eran las que detentaban el poder real y hacer de la huelga general un primer paso hacia un gobierno obrero y popular. Las corrientes clasistas, aunque impulsaron las ocupaciones, no contaban con las fuerzas necesarias para revertir la política de la dirección estalinista de la CNT. De esta manera la heroica huelga y las ocupaciones se fueron desgastando y el ejército va a ir retomando las plantas ocupadas, apresando y haciendo desaparecer a cientos de activistas y militantes de izquierda. El estalinismo volvía a jugar su rol histórico: sepulturero de las revoluciones obreras. Porque en Uruguay la huelga general con ocupaciones de fábricas y lugares de trabajo era un primer paso en esa dirección. El PC y el Frente Amplio la orientaron en sentido opuesto: hacia el triunfo de la reacción burguesa.

Las lecciones del proceso uruguayo no deben caer en el olvido. Sobre todo ahora que el mismísimo Frente Amplio se encamina hacia un nuevo período de gobierno en el país vecino con una nueva máscara “progre”: la del ex tupamaro José Mujica. Y en un plano más estratégico debemos asimilar la experiencia uruguaya del 74 porque las nuevas generaciones obreras en la construcción de una herramienta política deben saber diferenciar entre el reformismo, sendero de las derrotas, y la revolución, como posibilidad de triunfo de la clase.


Notas:

1. “15 días que conmovieron al Uruguay”, Pablo Ramírez en Revista de América, 1974.