"Hoy
hemos sido testigos de la magia de la democracia, amigas y
amigos. Hoy todos somos iguales. El voto del más humilde
vale lo mismo que el voto del más poderoso. La democracia
sirve para desentrañar los anhelos y esperanzas de la
gente.” (Palabras de la presidenta electa Michelle
Bachelet, 15/01/06)
Santiago de Chile.-
En vísperas de las elecciones del domingo 13, ya conocemos
el viejo cuento que nos ha vendido la Concertación (alianza
del PS y la Democracia Cristiana): la democracia burguesa
representa la igualdad. “El voto del más humilde vale lo
mismo que el voto del más poderoso”… pero sólo el
voto. Después de eso nada más nos hace iguales. Esa es la
magia de la democracia de la Concertación de Bachelet,
Lagos, Frei y Aylwin, ese es el viejo truco de las últimas
dos décadas: la ilusión de que con la democracia burguesa,
con el sufragio universal, todos seríamos iguales.
El viejo truco del mismo mago
Hoy esta magia no despierta la pasión de los
primeros años después de Pinochet. Hoy no se vive un
ambiente electoral. Las encuestas han tomado su lugar y el
resultado se conoce de antemano: Piñera, el candidato de la
Coalición por el
Cambio (representante de la facción más conservadora y
reaccionaria de la burguesía chilena) y Frei el candidato
de la Concertación
de Partidos por la Democracia (la facción democrática
y liberal de la burguesía, aunque igual de reaccionaria
cuando se trata de las demandas populares) pasarían a
segunda vuelta, mientras MEO (Marco Enríquez–Ominami,
conocido por ser el hijo del secretario general del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Miguel Enríquez,
asesinado por la dictadura en 1974, que hoy representa a la
burguesía progresista de la Nueva
Mayoría) y
Arrate, candidato del Frente Amplio-Juntos Podemos Más (la actualización de la política
stalinista de los frente populares) quedarían en un tercer
y cuarto lugar.
Los medios masivos de (des)información relatan la
siguiente historia: la Concertación durante estos 20 años
de gobierno se ha desgastado por el paso del tiempo (como se
gasta un lápiz o una bicicleta) y la Coalición ha
preparado un programa de gobierno que sacará a Chile de la
pobreza, limpiará las calles de los delincuentes, y llevará
al desarrollo… Mientras tanto Chile es el tercer país del
mundo con mayor población en las cárceles.
También nos han recalcado que quien gane las
elecciones en segunda vuelta será Piñera y que Chile ya
salió de la crisis porque las cifras de desempleo son menos
altas de lo que se esperaban...
Piñera
y Frei: una alternativa sin alternativa
"Tal
vez nunca en la historia tuvimos un grado tan alto de
consensos sobre cuáles son las tareas que tenemos por
delante, tal vez pocas veces en nuestra historia hemos
tenido una percepción común de qué es lo que nos
convoca..." (Ex presidente Ricardo Lagos, hablando en la central patronal Sociedad de
Fomento Fabril, 2005)
Estas palabras del ex presidente Lagos dan cuenta del
devenir de la Coalición que se constituyó en oposición al
régimen militar pero que, como él mismo señala, alcanzó
un grado tan alto de consenso... en las clases dirigentes.
Patricio
Navia, un intelectual burgués pero con
mucha claridad, escribió en ocasión de la muerte del
dictador que, "para bien o para mal, Pinochet es el
padre del Chile actual" (La Tercera, 11 de
Diciembre de 2006). Y la Concertación que se construyó
como “oposición” a la dictadura es simultáneamente una
hija (i)legítima del mismo.
Para bien de la burguesía y mal de los trabajadores,
los concertacionistas aceptaron el “juego democrático”
de Pinochet en el plebiscito de 1988, y legitimaron la
Constitución Política de la Dictadura de 1982. Legitimaron
las reestructuraciones del capitalismo chileno que la
Dictadura realizó desde 1974/5 y construyeron una hegemonía
ideológica de la democracia burguesa que ha servido de
chaleco de fuerza para neutralizar las luchas obreras y
populares. Ese ha sido el costo del “grado tan alto de consensos”
que mencionaba Lagos.
Y este fue el sentido que tuvo la “transición
democrática” como proyecto político tejido desde arriba,
sin ruptura con la dictadura, para dar una salida a la
crisis de legitimidad que tenía el régimen (al menos,
desde la crisis económica de 1982).
Este es el rol de la Concertación de Partidos por la
Democracia desde su creación a fines los 80: contener las
expectativas, controlar las luchas y desarticular las
organizaciones de la clase obrera y demás sectores
explotados y oprimidos, bajo el manto de la magia de la
democracia burguesa.
El plebiscito de 1988 fue la salida que encontró el
régimen militar para dar una salida estable al capitalismo
chileno ante la acumulación de fuerzas, luchas, organismos,
partidos y conciencia de la clase obrera y el pueblo, que
venía desde comienzos de los 80 (los llamados
“cacerolazos” ante la desocupación que alcanzaba el 30%
de la población en 1982/3 fueron el principio). Esto llegó
a erosionar peligrosamente las bases sociales de un régimen
cada vez más deslegitimado.
Eliminado el disenso de la burguesía nativa sobre el
tipo de régimen político, vino el alto grado de consenso
sobre la economía y las relaciones internacionales, la
firma de tratados con China, EE.UU, la UE, México, etc., el
libre cambio, la flexibilidad (precarización) laboral y la
neutralización de las fuerzas sociales.
La
crisis de la Concertación
La realidad es contradictoria. De ahí que no sea
sencillo explicar qué pasa en la política chilena. Por una
parte, existe objetivamente una crisis de la Concertación
que se ha expresado en una serie de rupturas hacia izquierda
y derecha y que refleja también una serie de tendencias por
abajo. Por otra parte, esto no se traduce en una
deslegitimación del gobierno, ni de la democracia. Y
finalmente, la salida electoral que está teniendo la crisis
de la Concertación es hacia la derecha.
Pero vayamos atando cabos. Las elecciones municipales
del año pasado, ganadas por la derecha, ya mostraron este
cambio de tendencia del electorado. Ahora la derecha de la Coalición por el Cambio ha obtenido la presidencia de las cámaras
de Diputados y de Senadores, y es posible que también gane
la Presidencia de la República, y con esto se harán aún
duras más las condiciones para las luchas sociales.
Por su parte, la principal fuerza que se presentaba
como “a la izquierda” de la Concertación, el Partido
Comunista, ha
cumplido un rol nefasto en todo este período. Su
principal cometido, ha sido llevar las luchas de los
trabajadores a la derrota, haciendo que depositen
expectativas en la Concertación. Un ejemplo escandaloso fue
el caso del ex Ministro del Trabajo Osvaldo Andrade. El PC
afirmaba: “este ministro es de los nuestros”. Los
dirigentes sindicales del PC lo invitaban a marchas y se
sacaban fotos con él. Mientras tanto, las luchas obreras se
iban perdiendo, como el dramático caso de la huelga de
subcontratistas de Codelco en 2008.
La derecha crece, porque el PC, con su vieja concepción
stalinista de “apoyar al sector progresivo de la burguesía”,
cierra el paso a la construcción de una alternativa obrera
y popular independiente. Siguió apostando a hacer alianzas
con el gobierno burgués de la Concertación, responsable de
la represión a la vanguardia obrera y estudiantil durante
veinte años, y haber continuado con el neoliberalismo
pinochetista.
El Partido Comunista ha sido el mayor obstáculo que
ha tenido el proceso de recomposición de la vanguardia
obrera y estudiantil en Chile. Ahora es el responsable
principal de que la clase trabajadora y los explotados no
tengan ninguna alternativa en estas elecciones. El PC se ha
convertido en la pata izquierda del régimen de explotación
capitalista chileno. Ahora fue a estas elecciones junto a la
coalición de gobierno en un “pacto instrumental”, para
obtener una silla en el Parlamento. Entregaron las luchas
por migajas.
Es por eso que en estas
elecciones los trabajadores no tienen alternativa. Frei o Piñera
continuarán con el legado de Pinochet, MEO o Arrate hablarán
de un capitalismo con rostro humano que ha fracasado históricamente.
Los trabajadores y
trabajadoras de Chile tienen que construir su propia
alternativa sin depositar ninguna expectativa en los
partidos patronales, ni en las alianzas de clases,
construyendo un partido independiente, clasista y
revolucionario, que sea una herramienta para las luchas
sociales y políticas por venir.