La responsabilidad no es sólo de la naturaleza,
es también del
capitalismo colonial
El pasado 12 de enero un sismo
de 7.3 grados en la escala de Ritchter desató una verdadera
catástrofe humanitaria en la República de Haití. De
acuerdo a los primeros cálculos brindados por la Cruz Roja,
la cantidad de personas fallecidas por el terremoto oscilaría
entre las 45 mil y 50 mil, mientras que el gobierno haitiano
estima que la cifra podría alcanzar las 100 mil víctimas
fatales. Independientemente de cuál de estas estimaciones
resulte más certera, es incuestionable que esta catástrofe
es de dimensiones gigantescas, una
de las más grandes que se haya vivido en la historia sobre
el territorio de Latinoamérica.
Desde la Corriente Socialismo
o Barbarie Internacional, consideramos que la actual catástrofe
humanitaria en Haití no debe enfocarse como una simple
consecuencia de un “desastre natural”; por el contrario,
interpretamos que la misma tiene largas raíces históricas y es de carácter político.
Es que este terremoto, y sus
desastrosas repercusiones, tan sólo ha venido a acentuar aún
más la situación de barbarie
económico-social a que ha estado sometido el pueblo
haitiano tras siglos de expoliación imperialista; el
desastre natural se ha superpuesto sobre un verdadero
desastre social, que toma forma en un raquítico estado capitalista colonial donde se han realizado más
de 160 golpes de estado; donde el 80% de su población vive
en la pobreza; donde el 30% del PIB es producido por el envío
de remesas y el 60% del presupuesto nacional proviene de
donaciones internacionales….
Una catástrofe humanitaria con largas raíces históricas…
En sus doscientos años de
vida “independiente”, Haití ha sido víctima de un feroz saqueo por parte de las potencias imperialistas –en
particular los Estados Unidos y Francia– las cuales han
utilizado a sus organismos internacionales –FMI, BM,
ONU– y a sus fuerzas militares para garantizar la
más efectiva expoliación de este país caribeño.
El largo martirio del pueblo
haitiano con las potencias imperialistas se inició pocos años
después de su independencia de Francia en 1804. La misma
fue conquistada mediante una
verdadera revolución política y social (el más importante
proceso de la independencia latinoamericana) que emancipó a
la población negra y fue un ejemplo para toda la América
hispánica.
Sin embargo, como era de
esperar, esto provocó la furia del imperialismo galo (y no
solamente de él, también de España y demás potencias
imperiales), el cual no tardó mucho en idear una forma más
“sutil” de continuar con la explotación de su
ex-colonia caribeña: le impuso –de manera ilegal– el
pago de una compensación económica por las propiedades
perdidas con la independencia.
De esta forma, la joven nación
haitiana tuvo que cancelar desde 1825 hasta 1947 la astronómica
cifra de 21 mil
millones de dólares para compensar los “perjuicios”
económicos provocados a los capitalistas franceses,
cantidad que supera en más de 19 mil millones de dólares
la actual deuda externa haitiana.
Pero la rapiña imperialista
no provino solamente de Francia, sino que también contaría
(y cuenta) con la participación de los Estados Unidos, que
conforme aumentó su poderío político-militar, se fue
haciendo del control de la antigua zona de influencia
europea en Latinoamérica y el Caribe. Una buena muestra de
esto son las tres
invasiones militares (1915, 1994 y 2004) y los 19 años de
ocupación militar (1915-1934) estadounidense en Haití.
Además de las intervenciones
militares directas, el imperialismo estadounidense aplicó
en Haití formas de dominación más indirectas por medio
del establecimiento de gobiernos de su confianza.
Así, los Estados Unidos
apoyaron a la dictadura militar-dinástica de los Duvalier
(1957-1986), la cual jugó un papel destacable como contención
de la Revolución Cubana en el Caribe y que en su momento no
presentó el menor reparo en masacrar al movimiento obrero y
popular haitiano por medio de su policía secreta (los
llamados “Tonton Macoutes”), además de saquear las
arcas estatales y endeudar al país con los organismos
internacionales (un 40% de la deuda externa actual haitiana
se originó durante la dictadura de los Duvalier).
Un caso reciente: la ocupación de la MINUSTAH
Pero las intervenciones
militares imperialistas en Haití no hacen parte de un
pasado lejano, puesto que en el 2004 los Estados Unidos y
Francia encabezaron una nueva intervención militar bajo la
máscara de la ONU, con la supuesta finalidad de
“estabilizar” políticamente al país.
Fruto de esta invasión se
instaló la “Misión de Estabilización”
–escandalosamente liderada por el gobierno de Lula, en su
política de postular al Brasil como potencia regional–,
que en realidad es un nombre elegante para denominar a una ocupación militar que persiste hasta la fecha.
Tras seis años de ocupación
militar de la MINUSTAH, las condiciones de vida del pueblo
haitiano no solamente no han mejorado en absoluto, sino que
ahora mismo ocurre la inmensa catástrofe que se está
viviendo, lo que deja
en claro que las fuerzas de la ONU tan sólo han actuado en
función de garantizar los intereses del imperialismo en ese
país.
Para explicar de mejor manera
esto que acabamos de indicar, basta con repasar algunos índices
socioeconómicos de Haití durante la ocupación de la
MINUSTAH, que sin lugar a dudas tenderán a empeorarse hasta
el infinito tras el terremoto:
•
Un
80% de la población vive en la pobreza, lo cual hace de
Haití el país más pobre del hemisferio.
•
Aunque
el salario mínimo oficial es de 1,80$ diarios, se estima
que más de la mitad de las y los trabajadores tan sólo
recibe 44 céntimos de dólar al día.
•
75%
de la población no tiene acceso al agua potable.
•
49%
de las y los niños haitianos no asiste a la escuela.
•
Debido
a la miseria extrema, gran parte de la población haitiana
se alimenta con “galletas” de barro seco amarillo, el
cual mezclan con sal y grasa vegetal, con tal de sobrevivir
ante la imposibilidad de comprar mejores alimentos.
•
Mientras todo esto sucede, el
mantenimiento de las fuerzas de ocupación de la MINUSTAH
–poco más de 9 mil personas– durante seis años ha
significado una inversión de 700 millones de dólares para
el gobierno brasileño y unos 3.200 millones de dólares
para la ONU.
Por la solidaridad obrera con el pueblo de Haití
Fuera las tropas imperialistas de Obama y la OEA
Resulta claro que la histórica
expoliación de Haití a manos del imperialismo –en
colaboración con los capitalistas haitianos– es
la verdadera causa de la catástrofe humanitaria en este país.
Por esto, es absurdo pensar que van a ser los países
imperialistas y la ONU quienes resuelvan la actual crisis
humanitaria.
Más allá de sus lamentos y
discursos de corte “humanitario”, para el imperialismo
lo fundamental es garantizar que, en el marco de la actual
crisis social en Haití, el
país permanezca lo suficientemente estable como para
garantizar la continuidad de sus intereses económicos.
En este sentido, la ayuda
“humanitaria” que ha prometido Obama (5.500 soldados y
una verdadera flota naval al mando de la cual estaría el
mismísimo George W. Bush…) y compañía para nada pone en
cuestión el modelo de país que durante décadas ha sumido
en la miseria a millones de haitianos y
que ahora condena a los trabajadores y el pueblo haitiano a
sufrir impunemente una catástrofe sin precedentes.
Por todo esto, desde la
Corriente Socialismo o Barbarie Internacional
rechazamos la intervención de los EEUU y demás potencias
imperialistas.
Hacemos un llamado a que
sea
el pueblo trabajador de Haití el cual mediante sus
organizaciones sindicales y de lucha tome en sus manos la
organización de las tareas contra la barbarie producida por
el terremoto.
Desde ya que no nos oponemos a
toda ayuda humanitaria que vaya llegando –provenga de
donde provenga– y que es absolutamente necesaria. Pero ésta
no debe estar en manos de gobiernos como el de Obama (u
organizaciones imperialistas como la ONU).
Debe estar en manos de las propias organizaciones de los explotados y
oprimidos del país, más aún cuando los propios medios de
comunicación están dando cuenta –en estos mismos
momentos– acerca del “vacío de poder” que reina en la
isla y de la inutilidad del gobierno de René Preval (agente
del imperialismo), que no pudo prever la catástrofe.
Al mismo tiempo,
hacemos
un llamado a las organizaciones obreras de todo el
continente, a los partidos de izquierda, a los sectores que
se consideran democráticos, a poner en marcha la más
amplia asistencia que pueda ser posible para extenderle un
brazo de solidaridad humanista, obrera y socialista al
pueblo haitiano.