Las
declaraciones del ex presidente sobre la necesidad de la
participación de las Fuerzas Armadas en “el combate
contra el delito”, particularmente el narcotráfico, o el
rol en la “reeducación” (virtual conscripción) de los
“jóvenes en riesgo”, desataron un festín progresista
de rechazos y despegues de las declaraciones del otrora Don
Corleone de la política argentina. Hasta el fascista de Rückauf
salió a decir que no estaba de acuerdo, que el rol de las
Fuerzas Armadas no era ése (Página 12, 28/01/10). ¿Pero
acaso no se ve a la Gendarmería y Prefectura vigilando
playas, calles de la ciudad, trenes, autopistas tanto en la
Provincia y la Ciudad de Buenos Aires? ¿O no se vio a la
Gendarmería reprimiendo a los trabajadores del Subte, del
Francés y la Prefectura a los del Casino? Hay un sector
patronal que está convencido que hay que seguir el camino
de México y Colombia: los milicos como gran instrumento
policial y represivo, para controlar con mano militar las
cajas policiales y reprimir a los barrios pobres y los
grandes conflictos obreros, como hiciera Alfonsín en el
conflicto de la Ford del 85.
Ya
en otro plano se encuentran las declaraciones acerca de la
necesidad de “dejar de humillar” a las FFAA y de
“reconciliar”. "Esto (la dictadura) pasó en el 76
y si seguimos mirando para atrás no nos damos cuenta de que
las Fuerzas Armadas de hoy son necesarias". (Clarín,
26/01/10). Por
más que hable de "las Fuerzas Armadas de hoy, no
las que están enjuiciadas", sus dichos van en la misma
línea que la del el ex ministro de Educación porteño Abel
Posse, o la propuesta del presidente de la Fundación Banco
Ciudad y ex embajador menemista Diego Guelar, de una
consulta popular para amnistiar a todos los milicos
genocidas. De hecho, todas tuvieron su estrellato en un
mismo y breve período de tiempo. Por otro lado, Duhalde
también hace pie en la reacción fascista a los juicios a
los milicos genocidas, con gente como Cecilia Pando, ahora
apoyados en el amplio movimiento conservador agrario. Entre
todas estas posiciones, busca posicionarse como ala derecha
en la interna del PJ, aprovechando el aparente fin de la
entente Unión-PRO.
Pero
lo que ningún partido opositor aclaró a la hora de
rechazar las declaraciones de Duhalde, es que todos los que
contaban con representación en el Senado firmaron o
apoyaron el pedido de “emergencia en seguridad”, hecho
el 9 de diciembre por Chiche Duhalde (Clarín, 10/12/09).
Este proyecto de ley incluía “la habilitación
al Estado a tomar medidas de emergencia", la realización
de "un censo de jóvenes y niños en riesgo
social", “construir y
equipar y/o reequipar los centros de rehabilitación para niñas,
niños, adolescentes con problemas de adicciones o penales,
a cuyos efectos podrá utilizar establecimientos ociosos de
las FFAA”. La política de incorporar en la “lucha
contra el delito” a los milicos pareciera tener más
consenso que la respuesta a los exabruptos del asesino de
Puente Pueyrredón.
Los
progresistas se rasgan las vestiduras en nombre de la
democracia y el profesionalismo de las FFAA. “Por último,
lejos de humillar a las Fuerzas Armadas, la política de
memoria, verdad y justicia es la única de las intentadas
desde 1983 que les devuelve su dignidad y su respeto, porque
es la primera que no coloca bajo sospecha al conjunto del
estamento militar. Hubo criminales que deben ser castigados
y hay nuevas generaciones que no tienen por qué cargar con
esa mochila” (Verbitsky, Página 12, 26/01/10). Toda la
política de la progresía K se condensa aquí. “Hay FFAA
malas: son las del pasado. Estamos forjando unas nuevas FFAA
llenas de dignidad, por medio de nuestra política de
derechos humanos”. Pero estos “nuevos” militares son
los que, por orden del “gobierno progresista”, van a
reprimir las luchas obreras, llegando en algunos casos a
militarizarlas (como el Hospital Francés, el Casino o las
escuelas de Santa Cruz durante el conflicto docente del
2007). Son las mismas que, cuando pueden, demuestran su
insatisfacción con el gobierno por los juicios abiertos y
también por el bajo presupuesto asignado, frente a los
grandes gastos en renovación que hacen la mayoría de los
gobiernos de la región. El discurso K de reconstrucción de
“unas nuevas FFAA” va de patadas con su política de
dejar intacto el núcleo de las FFAA procesistas, borrando sólo
viejos ancianos sin gran influencia en la política de hoy.
Su política, tributo al Argentinazo y caballito de batalla,
no ataca la estructura genocida, genera reacciones fascistas
y declara “llenos de dignidad” a los milicos. Si estos
son los progres, no se podía esperar otra cosa del padre de
la maldita Bonaerense.
Con
el golpe de estado en Honduras, la reinstalación de la IV
Flota yanqui en el Atlántico Sur y la ocupación de Haití,
el factor militar vuelve a la escena de la región. Apoyándose
en el movimiento conservador agrario y sus consecuencias políticas,
Duhalde busca ganarse un espacio agitando una solución
represiva, antidemocrática a las expresiones de la miseria
que la política patronal a la que pertenece genera y vuelve
a poner como posibilidad la represión pura y dura frente a
las luchas contra esa misma miseria que puedan encabezar los
trabajadores y el pueblo pobre.