La profundidad política del proceso de la lucha de
clases en Honduras, el choque de las fuerzas sociales, la
situación actual con la instalación del gobierno de
Porfirio Lobo y la existencia de un Frente Nacional de la
Resistencia que aglutina a los trabajadores, sectores medios
y la población más pobre, hace indispensable trazar
claramente los objetivos estratégicos que las masas hondureñas
pondrán en el horizonte político y social. Para saber por
dónde seguir caminando hay que saber hacia dónde se quiere
llegar. El presente artículo de Carlos Amaya plantea un
debate fundamental para los jóvenes trabajadores y
estudiantes que han sido protagonistas en la lucha contra el
régimen de Micheletti y también para los luchadores que en
Latinoamérica enfrentan la explotación y el ataque del
capitalismo.
El golpe de Estado ha
puesto en evidencia la bancarrota del capitalismo
hondureño. La burguesía aliada con el imperialismo ha
llevado el país al colapso económico, político y
social convirtiéndose en un obstáculo absoluto para
garantizar el nivel de vida de la población, preocupada únicamente
por SU ganancia lograda mediante la rapiña y el
saqueo de los recursos naturales del país y el trabajo
colectivo del pueblo.
Con el golpe hay dos conclusiones fundamentales que
debemos sacar:
1. La burguesía oligárquica no está dispuesta
a tolerar la más mínima reforma a su orden político
social, que defiende con las armas en la mano asesinando
al pueblo.
2. La burguesía llamada “reformista” es
incapaz de impulsar y defender sus tímidas reformas y
llevarlas hasta el final.
Como ha quedado demostrado en la lucha de la
Resistencia, la tarea de impulsar las reformas democráticas
(aún en el terreno burgués como es la Constituyente) y de
resolver las numerosas demandas vitales del pueblo
(expresadas en el programa de la Coordinadora Nacional de
Resistencia Popular, los 12 puntos) ha quedado en manos del
pueblo explotado: los trabajadores, campesinos, pobladores
de los barrios populares, la llamada clase media y otros
sectores minoritarios oprimidos y explotados por la burguesía
(resaltando al interior de estos sectores la juventud y la
mujer).
Siendo el sujeto social de este proceso de
lucha por cambios fundamentales en el país, el pueblo
explotado sólo podrá avanzar y llegar al triunfo, si se
convierte en sujeto político, en otras palabras, si
deja de ser furgón de cola de la burguesía —tanto oligárquica
como reformista— definiendo su propio programa y sus
propios métodos de lucha.
Es tarea de quienes nos reclamamos marxistas avanzar
en clarificar este carácter del proceso revolucionario
hondureño, en particular el rol estrictamente coyuntural
que juega un sector del Partido Liberal (llámese melista,
morazanista, de la Resistencia o liberal socialista) y la
necesidad absoluta de construir una dirección
revolucionaria que retome las tradiciones y modalidades
propias de la lucha de clases hondureña, en particular el
rol irremplazable de la clase obrera con sus propias
organizaciones, objetivos y métodos de lucha.
Sin la incorporación decidida del proletariado a la
cabeza del actual proceso, la Resistencia será incapaz de
resolver la contradicción del actual proceso
revolucionario: reforma burguesa o revolución socialista.