Es indispensable una alternativa obrera
independiente para impedir que la bancarrota de este
nacionalismo burgués del siglo XXI sea capitalizada por la
derecha y el imperialismo yanqui.
El régimen de Chávez en Venezuela está pasando por una
de sus peores crisis. A las serias dificultades económicas,
financieras y productivas, y la megadevaluación del bolívar
producida en enero, se le ha sumado la renuncia en cadena de
ministros y altos cargos que pertenecían al riñón del
chavismo.
La oposición burguesa ha aprovechado el momento para
sacar otra vez a la calle a los sectores estudiantiles de
derecha. Tiene en vista las elecciones parlamentarias de
septiembre: si llegara a ganarlas, Chávez quedaría
malherido y con serias dificultades para seguir gobernando.
No es ésta la primera crisis de Chávez en más de 10 años
de presidencia. Sin embargo, la de ahora tiene un signo muy
distinto a las crisis de sus primeros años, como por
ejemplo, la del golpe de estado de abril del 2002 o la del lockout
(“paro” patronal) de dos meses, iniciado el 2 de
diciembre de ese mismo año.
En esas oportunidades, las crisis se dieron en el marco de
un curso de ascenso del chavismo. No sólo se
resolvieron en desenlaces victoriosos, sino también en la
conquista o reafirmación de un apoyo activo y fervoroso
de las masas populares y también de la mayoría de la clase
obrera.
Hoy, por el contrario, en el telón de fondo de esta
crisis se dibuja una creciente desilusión y escepticismo
de los sectores populares y pobres (que fueron siempre las
capas sociales en que Chávez ha buscado primordialmente
apoyarse) y una ruptura también creciente de sectores de
la clase trabajadora.
Causas de un divorcio
A lo largo de los dos últimos años, los trabajadores,
especialmente los obreros industriales, han protagonizado
luchas que fueron reprimidas violentamente al costo
de varios dirigentes asesinados por la policía o por
sicarios, despidos en masa de activistas (como en Mitsubishi
y otras empresas) y casi 2.400 luchadores procesados
penalmente y algunos ya presos (como Rubén González,
secretario general del sindicato de Ferrominera Orinoco,
hasta hoy detenido por encabezar un paro en reclamo del
cumplimiento del convenio).
Este último caso –como el de muchos otros activistas víctimas
de represión y despidos– es un símbolo de la contradicción
política en que están los trabajadores venezolanos, una
contradicción que para muchos se estaría resolviendo en el
sentido de la ruptura con Chávez. Es que Rubén González,
como muchos de los activistas procesados y despedidos, era
miembro del PSUV, el partido de gobierno, y fervoroso
partidario del “comandante”... que hoy lo tiene preso
por dirigir una huelga.
El hecho es que el número de conflictos obreros en el
2009 ha sido el mayor en los diez años de chavismo. El duro
y creciente enfrentamiento de sectores de la clase obrera
venezolana con Chávez no es casual. El “socialismo con
empresarios” practicado por el gobierno bolivariano está
haciendo pagar a la clase trabajadora –en términos de
salario, empleo y condiciones de trabajo– los costos de
este extraño matrimonio entre un (supuesto)
“socialismo” y sectores de la burguesía (una clase que
vive de explotar el trabajo ajeno). Esto se ha agravado
desmedidamente en los últimos tiempos, por varios factores.
El primero de ellos es la crisis mundial, que en Venezuela
ha pegado con más fuerza que en otros países de América
Latina. Después de jactarse que el “socialismo del siglo
XXI” sería inmune a ella, Chávez la fue encarando con medidas
y planes de ajuste típicos del neoliberalismo.
La última de esas medidas –la megadevaluación del bolívar
“fuerte”, dispuesta el 8 de enero– fue arrasadora
para los salarios, que ya venían licuados en el 2008
por la inflación más alta de América Latina.[1] Pero, al
mismo tiempo, la megadevalución fue un maná del cielo para
los capitales extranjeros (especialmente para los que
participan en las “empresas mixtas” con PDVSA, la compañía
estatal de petróleo) y también para la mayoría de los
capitalistas “nacionales”, en primer lugar los
exportadores. Por eso el Fondo Monetario y varias entidades
empresarias de Venezuela se apresuraron a aplaudir a Chávez:
“La devaluación de la moneda es un buen paso para
Venezuela”, dictaminó el FMI desde Washington.(El
Universal, 13/01/10)
Otro
factor importante de contradicción entre los trabajadores y
Chávez es el desastre fenomenal del gobierno
bolivariano en la administración del estado en general y de
las empresas nacionalizadas en particular. En eso, el
“socialismo del siglo XXI” está repitiendo,
corregidas y aumentadas, las tristes experiencias del
nacionalismo burgués del siglo XX en Asia, África y América
Latina. Los desastres del nacionalismo burgués del pasado
(junto con la otra catástrofe que fueron los supuestos
“estados socialistas”) sirvieron al capitalismo para
poder imponer el neoliberalismo y las privatizaciones.
Ahora, por supuesto, ya son aprovechados en el mismo sentido
por la propaganda de la derecha opositora, que otra vez ha
ganado la calle.
Esta
calamidad de la administración chavista está llevando a situaciones
críticas, tanto a PDVSA como al corazón de la
industria pesada de Venezuela, situada principalmente en el
Orinoco, y hoy semiparalizada. La actitud del gobierno ha
sido responsabilizar a los trabajadores. Pero sucede
que ni los obreros del petróleo ni los de las demás
industrias estatizadas tienen arte ni parte en la dirección
y administración de esas empresas. ¡Si hay algo a lo que
Chávez se ha opuesto de plano, es al control obrero!
Es
que PDVSA y las demás empresas estatales –como sucedió siempre
en la historia venezolana– son el botín de guerra de
las cúpulas del partido de gobierno, antes adecos y
copeyanos, y ahora “socialistas” bolivarianos. ¡El
control democrático de los trabajadores haría difícil
meter la uña!
Uno de las consecuencias es, entonces, una corrupción
a gran escala, que compite con la de la IV República de
AD y COPEI. Pero otra consecuencia es que origina descalabros
administrativos y productivos. La producción de
electricidad, por ejemplo, ya era un sector históricamente
deteriorado. Y en la década bolivariana no se hizo gran
cosa para solucionar este desastre heredado de la IV República,
a pesar de la magnitud de los ingresos petroleros. Ahora una
severa sequía ha puesto en crisis el suministro de
electricidad... en un país que es uno de las mayores
productores mundiales de energía!!!
Curso a la derecha matizado por discursos
“rojos”
El punto es que, en diez años de chavismo, no ha habido
ningún cambio serio de la formación económico-social de
Venezuela, ni siquiera en los marcos del capitalismo. Tal
como en la IV República (y también antes), sigue en pie la
llamada “Venezuela saudita”, que vive de la renta
diferencial petrolera, gracias a que Dios la bendijo (o
maldijo) con grandiosas reservas de hidrocarburos de
extracción mucho más barata que en Texas. Nueve de cada
diez dólares que ingresan al país, vienen de allí. La
otra cara de la moneda es que Venezuela importa la mayor
proporción de los productos que consume, desde gran parte
de los alimentos (a pesar de haber sido un país agrícola)
hasta pasta de dientes o jabón.
Dentro de ese mecanismo, una lumpen-burguesía, un lumpen-estado,
sus lúmpenes-administradores militares y civiles, y sus séquitos
sociales y políticos, se disputan el reparto de la renta
petrolera: todo bajo las presiones contradictorias del
imperialismo y sus capitales, de un lado, y de las masas
trabajadoras y populares, del otro.
Chávez impuso cambios en ese reparto (lo que
incluye importantes gastos de asistencialismo a las masas
populares más pobres), pero no condujo ninguna
transformación estructural, ni siquiera sobre bases
capitalistas. Por eso la descomposición social
(especialmente en Caracas) causada por el desempleo, el
subempleo y el trabajo precario, hoy es mayor que nunca.
E incluso las “mejoras” del asistencialismo comenzaron a
derrumbarse al primer soplido de la crisis mundial.
Al mismo tiempo, a la sombra de la V República, se han
generado nuevos sectores enriquecidos mediante la rapiña de
la renta petrolera vía sus conexiones con el gobierno. Los
llamados “boliburgueses” ya son un sector (aunque
minoritario) de la burguesía y la alta clase media.
Igual que en las anteriores repúblicas, la “corrupción”
no es un mero fenómeno “moral”, sino principalmente un
modo de acumulación. Éste es un fenómeno común a todos
los países rentistas petroleros.
Pero esto también impulsa la actual crisis política y
sobre todo la desilusión con Chávez en las filas
obreras y populares. Así, a fines del año pasado
estalló uno de los mayores escándalos en los diez años de
la V República. En el centro de la crisis bancaria que llevó
al cierre de siete bancos, estuvo involucrado uno de los más
prominentes “boliburgueses”, Arne Chacón, hermano de
Jesse Chacón, ministro y figura histórica del chavismo,
como ex militar que participó con Chávez en las
sublevaciones de 1992.
Pero el hecho más significativo es cómo Chacón se
convirtió en millonario y propietario de bancos. Estaba
asociado a otro boliburgués también comprometido en
estafas bancarias –el empresario Ricardo Fernández–, y
tenían un negocio muy lucrativo: el de proveedores de la
cadena estatal de supermercados subsidiados Mercal. Es un
“detalle” que arroja luz sobre los circuitos del
“socialismo del siglo XXI” y su carácter de clase:
parte de la renta petrolera que ingresa al estado es
invertida en asistencialismo; pero, en el camino, no sólo
alivia algo la pobreza de muchos, sino que también hace
millonarios a los “bolivarianos” bien situados.
Es de suponer que un obrero con el salario licuado (y que
además, si trabaja en una empresa estatal, es
responsabilizado de su ruina) no va a aumentar su adhesión
a Chávez cuando es golpeado por hechos así.
Pero las rapiñas de los “boliburgueses” son apenas
moneditas en los aspectos económicos del curso a la derecha
de la V República. Además de los planes de ajuste como el
de la megadevaluación de enero que hacen pagar la crisis a
los trabajadores, son de consecuencias muy serias los
acuerdos y contratos billonarios que vienen siendo firmados
con las grandes corporaciones petroleras.
Ya bajo la forma de “empresas mixtas” está en curso
desde hace tiempo una desnacionalización parcial del
petróleo, que ha sido además ruinosa para Venezuela
y PDVSA.[2]
Ahora esto saltó a un nuevo nivel: el 11 de febrero, Chávez
anunció que Chevron, Repsol, Mitsubishi y otras
corporaciones se harán cargo de la explotación de
importantes sectores de la Faja Petrolífera del Orinoco, en
condiciones también leoninas. Es el primero de una
serie de contratos que van a entregar la explotación de
la Faja a las corporaciones extranjeras y a algunas
empresas privadas venezolanas menores asociadas a ellas.
“Esto es algo histórico”, sentenció Chávez,
"hemos puesto a disposición del mundo (¡textual!) la
Faja Petrolífera del Orinoco... tiene una gran importancia,
y recibimos con mucho afecto la inversión
internacional".(Agencia EFE, 11/02/10). ¡Efectivamente,
es “histórico” para corporaciones como la Chevron
apoderarse de una de las reservas de hidrocarburos más
grandes del planeta!
Al mismo tiempo, por intermedio de los ejecutivos de
Chevron, Chávez invitó a Obama a visitar la Faja del
Orinoco: "sin resentimientos. Debemos ser todos
amigos"... hay que “restablecer el diálogo y
propiciar mejores relaciones bilaterales". (Agencia
EFE, cit.)
Pero el cuadro no está completo, si no recordamos que, al
mismo tiempo, este curso político y económico a la derecha
es “matizado” con discursos mucho más “rojos” que
el dado a los ejecutivos de Chevron, y también con algunas
“expropiaciones” menores.
En ese sentido, lo sucedido en los días de la
“megadevaluación” retrata bien al chavismo. Fue
esencialmente un mazazo a la clase trabajadora. Pero, simultáneamente,
Chávez expropió a la cadena de supermercados Éxito que se
pasó de la raya en la remarcación de precios... Claro que
las expropiaciones de Chávez se hacen pagando generosamente
a los “expropiados”...
La necesidad de una
alternativa independiente obrera y popular
El curso del chavismo ha motivado algunas conclusiones
unilaterales y peligrosas. Así, José Bodas, un importante
dirigente obrero petrolero que fue fervoroso partidario de
Chávez, concluye que ya es “un gobierno proimperialista...
Sería erróneo seguir catalogando a este gobierno como
relativamente independiente del imperialismo. En los hechos
este gobierno ha cruzado la frontera... se ha convertido en
fiel representante de los empresarios nacionales y las
multinacionales...”[3]
Quizás por haber creído ayer que Chávez es socialista y
que “representa el sentimiento de lucha y la esperanza de
un pueblo para cambiar el modelo capitalista”[4], hoy el
compañero Bodas –y su corriente, la Unidad Socialista de
Izquierda– sostienen que es “proimperialista”. Algo
tan equivocado como la caracterización que tenían antes
del Chávez “socialista”. Y además muy peligroso políticamente,
porque significa que Chávez no tendría prácticamente
enemigos mortales a su derecha... Y esto es un disparate
político.
Chávez aún está a años-luz de ser un
gobierno burgués “normal”, ni siquiera de
“centro-izquierda” (como por ejemplo, Lula en Brasil o
Mujica en Uruguay). No dudamos que es sincero al decir a
Obama “debemos ser amigos”, pero es un amor no
correspondido. El imperialismo yanqui quiere a gente
como Uribe, Pepe Lobo, Calderón o Alan García para
gobernar su patio trasero de América Latina. Servidores incondicionales
y no “demagogos” y “populistas” (como califican a Chávez),
con los que hay que vivir en un eterno “tira y afloja”.
Chávez y su “socialismo del siglo XXI” presentan las
mismas contradicciones y repiten el mismo curso de los
nacionalismos burgueses del siglo XX. Hoy está en crisis y
en declive, y además en una deriva a la derecha, antiobrera
y capituladora. Pero esto no significa que la mayoría de la
burguesía venezolana y el imperialismo hayan hecho paces
con él (aunque sigan haciendo negocios, cuando les
conviene). Por el contrario, están tratando de
aprovechar su crisis para ver cómo se lo sacan de encima.
Por ahora, la política principal del imperialismo
y de la mayoría cipaya y vendepatria de la burguesía
parece ser la vía “democrática”: derrotar a Chávez
en las elecciones de septiembre.
Esto no significa que haya sido dejada de lado para
siempre la opción de tumbarlo mediante un golpe. Pero hoy,
a pesar de toda su crisis, esto podría llevar a una
situación de guerra civil. Es que una cosa es que Chávez
haya perdido la confianza de muchos trabajadores. Otra cosa
es que ahora simpaticen con la repugnante derecha
venezolana, más aún si quiere regresar apuntándoles con
una pistola.
Pero lo más importante es una conclusión política: el
nacionalismo burgués (del siglo que sea) es un callejón
sin salida para los trabajadores. La experiencia del siglo
pasado es que siempre (tanto en América Latina, como en
Asia y África) terminó en desastres, cuyos costos pagaron
la clase obrera y las masas populares. Chávez repite ese
ciclo.
Hoy como ayer, es imprescindible una alternativa obrera y
popular, absolutamente independiente, tanto del
nacionalismo burgués como de la derecha proimperialista.
Notas:
1.-
Un análisis detallado de la devaluación en “Crítica
marxista a las medidas económicas...”, por Manuel
Sutherland, en
www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 31/01/10.
1.- Sobre este tema fundamental, ver “El capitalismo
rentístico...”, de Manuel Sutherland, pág. 18, en
www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 06/12/09.
2.- José Bodas: “Estamos ante un gobierno antidemocrático,
antiobrero y proimperialista”, Laclase.info,
12/02/10).
3.- “Corriente Clasista ratifica compromiso con reelección
del Presidente Chávez”, Prensa / C-CURA, Aporrea,
23/02/06.