Tras veinte años de gobiernos de la Concertación de
Partidos por la Democracia, bloque de
“centro–izquierda” que agrupa a demócratacristianos,
socialdemócratas y social–liberales, la
“centro–derecha” de la Coalición por el Cambio,
ligada política e históricamente a la dictadura militar de
Augusto Pinochet, vuelve al mando del Estado este 11 de
marzo.
No se trata, por supuesto, del regreso de una dictadura
militar, pero sí de un intento evidente de acentuar el
autoritarismo y la "mano dura" que ha tenido el régimen
"democrático" chileno postPinochet, aunque lo
presidiese la "centroizquierda" con la Concertación.
Este traspaso de mando, como reconocía un grupo de
economistas norteamericanos, es más bien un “cambio en el
equipo” de la burguesía chilena, un “cambio de piloto,
pero no de rumbo”, decían.
Es que los gobiernos de la Concertación firmaron más de
veinte tratados de libre comercio que profundizaron la
“herencia” neoliberal de la dictadura militar. Ahora los
pinochetistas que vuelven al poder no harán sino seguir el
mismo “rumbo” de medidas antiobreras y antipopulares:
flexibilización y precarización laboral, mercantilización
de la educación y la salud…
Quizá la fuerte réplica de 7.2 grados en la escala de
Richter durante la ceremonia de traspaso de mando en la sede
del Congreso nacional, en el puerto de Valparaíso, refleja
en parte las tensiones de la nueva situación política en
el país: la preocupación de los partidos políticos del régimen
democrático sobre la actual coyuntura abierta por el
terremoto del 27 de febrero pasado, coyuntura de crecientes
presiones sociales en el marco de la inmensa incertidumbre
sobre las repercusiones y el impacto de la recaída de la
economía mundial.
Concertacionistas y pinochetistas cierran filas contra los trabajadores
Todo hacía prever antes del 27–F que la oposición
concertacionista no se haría parte de la política de la
“unidad nacional” y que tendría cierto margen para
“el tira y afloje” de la democracia burguesa.
El supuesto “gabinete de la unidad” no había exhibido
más que una figura histórica de la Concertación, hoy
ministro de Defensa de la administración piñerista, Jaime
Ravinet, y en general los concertacionistas tras esta
maniobra se habían cuadrado para hacer una oposición
“constructiva” que le diera margen para imponer ciertos
temas de su agenda, sin dejar de prestarle ropa al gobierno.
Se repetía así en su versión criolla el bipartidismo de
otras latitudes. Sin embargo, tras el 27–F lo que se puso
al descubierto fue la enorme desigualdad sobre la que se
monta ese bipartidismo. El “modelo neoliberal” de
exportación de la burguesía chilena, admirado y envidiado
por sus pares en la región, mostró la pobreza y miseria
extendidas y encubiertas por la militarización de la vida
cotidiana y las tarjetas de crédito para acceder a la
lejana esfera del consumo.
Esa grieta social ampliada por el sismo, pues el impacto
desigual del mismo no hace sino reflejar las desiguales
condiciones sociales imperantes, redujo considerablemente el
margen para el “juego democrático” de gobierno y
oposición.
Por lo mismo, concertacionistas y pinochetistas, se han
cuadrado bajo las reaccionarias banderas de la “unidad
nacional” para contener, cooptar o reventar cualquier
intento de organización independiente de las masas
trabajadoras y populares. No sólo van a intentar pasarle la
cuenta del impacto de la crisis económica mundial sino
ahora también los costos de la “reconstrucción
nacional”.
Una grieta social creciente y el nefasto papel de los burócratas de la
CUT
Como decíamos antes, el impacto desigual del sismo viene
a reflejar las condiciones desiguales de vida en Chile. Dos
millones de damnificados, 800 muertos y cientos de
desaparecidos, son las cifras que deja este fenómeno
natural en lo social.
Esta dramática modificación en las condiciones
materiales de vida de las masas trabajadoras y populares
acrecienta, por una parte, la grieta social que develó el
sismo, y por otra, opera como acelerador de las tensiones
sociales y políticas entre las clases sociales y el
gobierno, cuyos intereses son opuestos.
En los días inmediatamente posteriores al sismo quedó en
evidencia el malestar hacia un gobierno que diciéndose
“socialista” no iba pasar por sobre la propiedad privada
de los capitalistas para dar de comer a las masas
trabajadoras y populares que literalmente lo habían perdido
todo, sino que iba a mandar la tropa para reprimirlas cuando
éstas se habían rebelado de manera espontánea y
desorganizada expropiando grandes centros de abastecimiento
tras días y horas de “desamparo” por parte del
gobierno.
Tras el sismo y su impacto social desigual, el precario
equilibrio entre las clases sociales en la zona centro-sur
del país se vio dramáticamente trastocado, agravando y
acelerando tensiones sociales que antes se encontraban de
algún modo mediadas.
La conclusión que deben sacar las masas trabajadoras y
populares de esto es que en la democracia burguesa,
administrada por el bloque que sea, los intereses de los
capitalistas y su propiedad privada están sobre las
necesidades sociales. Al punto de mandar al ejército para
defender su mezquino interés si es necesario.
La pregunta es cómo responderán la clase trabajadora y
los sectores populares ante la tremenda ofensiva antiobrera
y antipopular que viene en camino. El curso de los
acontecimientos dependerá de la capacidad que tenga el
movimiento obrero, estudiantil y popular de organizarse de
manera independiente y pasando sobre el nefasto rol de
contención de la burocracia sindical de la CUT y otras
direcciones políticas capituladoras como el PCCh, que no
han sido capaces siquiera de denunciar la militarización de
la zona y el tremendo paquete de medidas reaccionarias que
se vienen.
• ¡Que la crisis económica y social la paguen los
capitalistas de la construcción, las finanzas y el retail
que han vivido a costas del pueblo todos estos años!
• ¡Levantemos comités de lucha en fábricas y lugares
de estudio para solidarizarNOS con los damnificados!
• ¡Basta de toque de queda y represión militar! ¡Fuera
las tropas del Maule, el Bío Bío y la región del
“dictador” Bernardo O´Higgins!
• ¡Expropiación de los latifundios y grandes centros
de abastecimiento, bajo control de los trabajadores!
• ¡Hay que
levantar Asambleas Populares para organizar las tareas de
coordinación y distribución!
•
¡Basta de mediaguas y dividendos usureros de casas y
departamentos que se caen a pedazos! ¡Estatización bajo
control de los trabajadores de las empresas encargadas de la
reconstrucción nacional!
Un
cambio de mando con cara de funeral
El 27–F pasado no sólo modificó el eje de la Tierra,
también transformó drásticamente las condiciones
materiales de vida de millones de personas, configurando así
un nuevo escenario en la política chilena.
Pero partamos ubicando las cosas en su lugar: si antes del
27–F la situación internacional iba dirigida hacia una
nueva recaída de la economía mundial, que hacía prever un
impacto desigual en la región y difíciles tiempos para la
caja del Estado chileno, luego del 27–F las arcas fiscales
se encuentran en serios aprietos para hacer frente a la
lucrativa tarea de la “reconstrucción nacional”. En las
semanas posteriores a la elección presidencial, Piñera se
desdijo de gran parte de su programa al señalar que el déficit
histórico legado por la administración Bachelet de un 4,7%
no le iba a permitir cumplir las “demandas de la ciudadanía”
por más “legítimas que éstas fueran”.
Casi todos los analistas coinciden en que los costos de
reconstrucción ascenderían a la suma de entre 25 y 30 mil
millones de dólares, algo así como el 10% del PIB. El
ministro del Interior entrante, Rodrigo Hinspeter, declaraba
en el oligárquico diario El Mercurio que este sismo abre una crisis tres veces más grande
que la crisis financiera de 1982. Ésta tuvo enormes
repercusiones sociales, una altísima tasa de desempleo que
algunos estudiosos sitúan cercana al 30%, y significó un
cambio en la relación de fuerzas entre la dictadura
militar, su aparato comunicacional y las clases sociales
oprimidas y explotadas que comenzaron a organizarse de
manera independiente.
Por lo mismo el gobierno saliente adelantó parte de la
tarea y comenzó a hacer la larga fila “tercermundista”
en las oficinas del Banco Mundial y otras entidades
financieras internacionales, para pedir un préstamo que
cerrarán los pinochetistas, pero cuyo pago recaerá sobre
los hombros de la clase trabajadora chilena y el conjunto de
los sectores populares.
Tras las sonrisas protocolares y de rigor para las cámaras
y agencias de prensa extranjeras se percibe la cara de
funeral.