El
gobierno, que está disfrutando del impasse producido por la
ineptitud de la oposición de derecha, se hace un picnic político
alardeando de sus recetas “heterodoxas” para capear la
crisis internacional, y acusa (con razón) a la Locademia de
política llamada “Grupo A” de propiciar un ajuste
neoliberal. Lo irónico del caso es que los Kirchner se dan
el lujo de correr por izquierda a la UCR, Carrió, Macri y Cía.
mientras lleva a la práctica una de las medidas más
“ortodoxas” que se le hayan conocido: el nuevo canje de
bonos.
En
realidad, se trata de un intento de “normalización”
económica y de reabrir el “acceso a los mercados” que
ya estaba en carpeta desde la misma asunción de Cristina.
Pero siempre aparecía algo para postergarlo: primero fue la
embestida de los patrones agrarios, luego el estallido de la
crisis mundial, después la derrota electoral de 2009 y últimamente
los sainetes Redrado-Marcó del Pont-Parlamento. Ahora,
finalmente, se conjugan las condiciones locales e
internacionales para que los Kirchner le hagan un “gesto a
los mercados” después de tanta “demagogia populista”
(infinito ruido y casi ninguna nuez, claro).
Como
reconoció el ministro Randazzo, el combo completo del
“desendeudamiento” incluye: a) arreglar con los
tenedores de bonos que quedaron fuera del primer canje (holdouts),
b) el pago a los acreedores internacionales con reservas, y
c) arreglar un plan de pago con el Club de París. Pero no
es cuestión solamente de cerrar el capítulo del default y
recuperar la posibilidad de que el Estado nacional (y las
provincias) puedan volver a endeudarse. Uno de los objetivos
declarados por el ministro Boudou en la reunión del BID en
Cancún es el de darle
una mano a las grandes empresas para que ellas también
se beneficien de crédito más barato. De todos modos, el
gran negocio será, sin duda, para los especuladores
extranjeros y locales, para no hablar de los bancos
patrocinantes.
Una
“quita” muy beneficiosa
Los
“mercados” están eufóricos con el canje de bonos. Y no
es para menos. Los bonos argentinos actuales subieron como
la espuma en su cotización, gracias a una tasa de retorno
que es el doble o el
triple de otros de nivel de riesgo similar. Todo el
espectro de consultores y analistas de inversión salieron a
respaldar la operación como una “muy buena noticia”,
(así la calificó, entre otros, el neoliberal acérrimo
Daniel Artana, de FIEL). Y la síntesis definitiva la hizo
el Financial Times, vocero de los más rabiosos especuladores
neoliberales, que al comentar el fallo judicial autorizando
el pago de deuda con reservas y el canje de bonos tituló
“Bienvenida de regreso, Argentina”.
Los
bonos en default, por un valor total de 29.000 millones de dólares,
son un bocado financiero muy apetitoso. ¿Por qué? Sin
entrar en demasiados detalles técnicos, digamos que esos
bonos deberían tener una quita nominal superior al 66% del
canje anterior. Pero, al igual que en 2005, ese porcentaje
es engañoso, porque no representa la quita final que tienen
los bonos. En efecto, los bonos viejos serán canjeados por
otros con una quita de, digamos, el 67%, pero a la vez se
reconocen intereses acumulados desde 2005 y los pagos del
cupón de los bonos atados al PBI (D. Epstein, BAE, 28-3).
Así, el valor final del bono será de entre
45 y 53 dólares cada 100. Un negocio espectacular para
los especuladores que compraron esos bonos en el mercado
global (o a pequeños inversores desesperados) a entre un 20 y 30% del valor nominal. La ganancia para esos señores
será cercana al 80-100%. Los que sí saldrán perdiendo son
los pocos compradores originales de bonos que quedan, por más
que el gobierno diga que va a hacer una oferta especial para
los “pequeños ahorristas”. El resto se frota las manos.
La
frutilla del postre es que uno de los bancos internacionales
encargados de la “ingeniería financiera” de la operación,
el Barclays (los otros son Deutsche Bank y Citigroup) es, a
la vez, ¡representante de los bonistas que van a cobrar! ¡Esta
gente, por las dudas, se pone de los dos lados del
mostrador! Para no hablar de que, para colmo, el mismo
Barclays era uno de los interesados en la exploración británica
de petróleo en Malvinas (finalmente frustrada por razones
geológicas, parece). Así de cortas son las patas de la
“defensa de la soberanía” por parte de los Kirchner.
El
plan de la oposición de derecha es todavía peor
La
histeria anti K de la oposición parlamentaria no la llevó
a ninguna parte más que al descrédito. Todas las movidas
que generó para embarrarle la cancha al gobierno terminaron
volviéndosele en contra. Por supuesto, su santa indignación
por el uso de reservas para pagar deuda era puro teatro. ¡Si
todos ellos tienen un frondoso currículum de pagadores y
ajustadores! Por lo tanto, Cristina se dio el lujo de
torearlos para ver qué propuesta tenían. La respuesta fue
un conveniente silencio... aunque varios, como Macri y
Patricia Bullrich, no supieron disimular y se les escapó la
vieja receta del ajuste de los gastos del Estado combinado con la toma
de deuda a la tasa que los “mercados” dispongan. De
hecho, Macri ya tomó deuda para la Ciudad a tasa bien
leonina (12,5%); total, pagarán los vecinos con el aumento
de impuesto municipal, y a los que protesten les van a dar
con la pistola eléctrica.
La
UCR, con más disimulo, hablaba de “revisar el
Presupuesto”. Inclusive, algunos diputados radicales
presentaron el 22 de marzo un proyecto que hablaba de crear
un fondo de 6.000 millones de dólares para “pagar la
deuda interna” con los jubilados, a los que se les daría
prioridad presupuestaria. ¡Qué raro tanta generosidad en
el mismo partido que los hambreó con Alfonsín y
directamente les rebajó los haberes con De la Rúa! ¿Cuál
era la trampa? Simple: si el saldo del fondo no alcanzaba
para cubrir los pagos de deuda externa, el gobierno debería
recurrir... al FMI.
¡Picarones!
A
todo esto, la patronal campestre, por boca de sus diputados,
reconoció lo más suelta de cuerpo que es imposible (o
irresponsable) eliminar las retenciones sin desfinanciar al
Estado. ¡Oia! ¿No era que los pobrecitos productores
millonarios merecían llevarse el precio íntegro de sus
exportaciones porque si no quebraban? ¿No era que el
“campo” estaba al borde del colapso? Parece que las 53
millones de toneladas de soja (y 20 millones de maíz) que
esperan para este año, con muy buenos precios
internacionales, le sacaron urgencia al pedido de eliminar
las “confiscatorias” retenciones. ¿Qué dirá al
respecto la izquierda sojera, el PCR y el MST? ¿Les pedirá
una “contribución patriótica” a sus opulentos aliados?
En
suma, la oposición de derecha sólo agita demagogia anti K
para cubrir un plan económico que, al igual que el del
gobierno, recurre a la renovación de la espiral de endeudamiento, sólo que en condiciones
aún más lesivas para los intereses de los trabajadores,
del pueblo y del país.
“Desendeudamiento”
para volver a endeudarse... y hacer política
Resulta
una de las tantas formas de la hipocresía política que el
gobierno llame a todo este proceso “desendeudamiento”,
porque el objetivo confeso de la operación pago con
reservas-holdouts-Club de París es sentar las bases para volver a tomar deuda de lo lindo. Eso es lo
que festejaba el Financial
Times: el “regreso” a la posibilidad de hacer
jugosos negocios financieros, relativamente bloqueada desde
2003.
El gobierno presenta como un triunfo “volver a los
mercados financieros”, esto es, volver a tener crédito
para endeudarse. Algo que aprovecharán las empresas y las
provincias, aunque los trabajadores estatales y privados,
por supuesto, serán los que paguen las cuotas.
El
festival de endeudamiento ha empezado: en el ámbito
privado, YPF, Pan American Energy, IRSA (shoppings) y Telefónica
ya están por emitir deuda. La deuda de las empresas suma
60.000 millones de dólares, y las condiciones financieras
creadas por la política kirchnerista les convienen (otra señal
de “normalización” de las relaciones entre el gobierno
y la clase capitalista). Las provincias no se quedan atrás:
Buenos Aires busca 1.100 millones de dólares, la Ciudad de
Buenos Aires 460 millones, Córdoba 350 millones, Santa Fe
250 millones, Chubut 300 millones...
La cuestión de fondo no es otra que el fin del superávit fiscal. A diferencia de lo que pasó en décadas
anteriores, cuando el Estado sufría la penuria de divisas, lo que ahora le faltan al gobierno no son dólares, sino pesos.
Mientras el comercio exterior siga con buenas cosechas,
buenos precios e importaciones limitadas artificialmente, dólares
habrá. Lo que se terminó es el superávit fiscal, y es por
eso que el gobierno decidió cancelar deuda con reservas: de
esa manera, se ahorra los pesos que tenía destinados en el
Presupuesto para pagar deuda. Esos pesos podrán ser
destinados a lo de siempre: mantener el nivel de gasto público
(subsidios a las empresas de servicios, obra pública, presión
a gobernadores e intendentes) que permita a los Kirchner
seguir en carrera pensando en 2011.
El ajuste de la economía será, entonces, no por la vía
del trabajo sucio de recortar gastos y endeudarse (lo que la
oposición pretende que hagan los Kirchner para que se
hundan del todo), sino vía inflación y baja del salario
real. Para tapar los agujeros que queden está la emisión
de deuda nueva, que gracias al “regreso a los mercados”
será menos cara… a corto plazo, que es el único que
importa.
Una cosa queda clara: las condiciones excepcionales,
políticas y económicas, nacionales e internacionales, que
colaboraron para insuflarle vida al proyecto kirchnerista, se
van agotando de a poco. Y a medida que eso suceda, la
noria de la economía
argentina va a volver a girar alrededor de las políticas de
endeudamiento externo para salir del paso y que el
problema le caiga a otro. Y en eso, las diferencias entre
kirchnerismo y oposición de derecha son sólo de forma y de
grado, no de sustancia.