Por
supuesto, rechazamos ambas posiciones. Pero para ubicarnos
en este debate, hay que empezar por comprender el marco
nacional e internacional en que se presenta.
Los
destinos de Cuba son de una importancia trascendental,
tanto para el proceso político latinoamericano como
mundial.
Es
que estamos en medio de una crisis del capitalismo que
condena a millones de seres humanos a un salto en la
superexplotación, los salarios de hambre o directamente la
marginalidad del desempleo. Por esos motivos, pese a la
debilidad de las alternativas anticapitalistas y
socialistas, y a las desiguales respuestas de lucha del
movimiento obrero, se viene desarrollando un profundo
proceso de desprestigio y deslegitimación del capitalismo,
sobre todo en sus formas neoliberales. ¡Esto puede terminar
siendo explosivo!
En
esa situación, le vendría muy bien al capitalismo mundial
hacer en Cuba la remake de la película “El
fracaso del socialismo”, que las masas ya vieron hace
20 años con el derrumbe de la ex Unión Soviética. Sería
un golpe muy duro en la cabeza de millones de trabajadores,
que empiezan a pensar en “otra cosa” frente la realidad
cada vez más insoportable del capitalismo.
¡Y
hay que decir que el desastre económico, social y político
de la burocracia cubana está contribuyendo a que este
peligro pueda hacerse realidad!
Una crisis redoblada que es
aprovechada por el imperialismo
En
artículos anteriores hemos venido alertando sobre el curso
cada vez más crítico seguido por Cuba. En agosto pasado,
ante el anuncio hecho por Raúl Castro de postergación
indefinida del Congreso del PC –que se viene aplazando
desde hace ¡10 años!– decíamos lo siguiente:
“La
refracción de la crisis mundial en la isla, junto con los
fracasos de la conducción burocrática y su incapacidad
para alentar la productividad de los trabajadores, han
puesto otra vez a la economía de Cuba en una difícil
situación. [...] Esta doble crisis hace cada vez más
apremiante el surgimiento de una alternativa obrera y
popular independiente, antes de que el desastre burocrático
lleve a consumar una restauración del capitalismo como en
la ex Unión Soviética o China.
“Pero
el verdadero drama no consiste en el hecho (inevitable para
un pequeño país aislado) de que la crisis mundial lo
golpee. El gran problema es que esos golpes caen sobre una
economía cuya gestión burocrática sigue siendo un
desastre. Entonces, sus consecuencias se multiplican
peligrosamente.
“Un
economista ‘gusano’, residente en EEUU, se asombra y, al
mismo tiempo, se regocija de lo que llama ‘la gran
paradoja cubana: una economía centralizada que no toma
ventaja de su poder para planificar y establecer una
estrategia coherente que la saque del marasmo que sufre’
(Carmelo Mesa-Lago, “La paradoja económica cubana”, El
País, 12-7-09).
“Por
supuesto, este economista, satisfecho del nuevo ‘fracaso
del socialismo’, no puede (o no quiere) entender que la
clave de una ‘economía centralizada’ es quién
la conduce. De eso depende el ‘poder para planificar y
establecer una estrategia coherente’.
“La
experiencia del siglo XX con la URSS, China y demás países
(supuestamente) ‘socialistas’ y, ahora tardíamente con
Cuba, indica que las burocracias son orgánicamente
incapaces de lograr eso. Sólo la clase trabajadora
democráticamente autodeterminada podría resolver este
desafío de vida o muerte para marchar hacia una sociedad
superadora del capitalismo explotador.
“El
motivo es simple: los trabajadores se sienten ajenos
a planes siempre decididos desde arriba, y cuyos principales
beneficiarios no son ellos. No tienen mayor interés,
ni ponen mayor esfuerzo, en una producción que no
controlan ni deciden, y de cuyos frutos se apropian
principalmente los burócratas.
“El
resto del discurso de Raúl Castro que comentamos está en
gran medida dedicado a este atolladero de la economía: la productividad
del trabajo. Hoy es doblemente dramático, porque el
mayor déficit se viene dando en la producción de
alimentos. Esto se venía cubriendo con la importación.
Pero ahora la caída de los ingresos está llevando a un
callejón sin salida”.[2]
Desde
entonces, las cosas no han hecho sino empeorar. Y la
respuesta esencial de la burocracia ha sido profundizar
el recorte de las conquistas que restan de la revolución de
1959, mediante una política de ajuste que incluye la
eliminación de los comedores obreros gratuitos, la
disminución de los presupuestos de educación, vivienda y
salud pública, etc.
El
último ataque es contra la garantía de empleo: Raúl
Castro acaba de anunciar que “sobran cientos de miles de
trabajadores en los sectores presupuestado y empresarial...
el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas”,
amenazando así con el despido del 20% de la fuerza
laboral de Cuba.[3] ¡En ese discurso, Raúl Castro hace
responsables de la baja productividad a los “trabajadores
haraganes” y no a los burócratas del PC!
Más
concretamente, estamos ante la crisis de la “vía china”
(o, más modestamente, “vía vietnamita”) elegida por
los núcleos centrales de la burocracia cubana
–principalmente la oficialidad del ejército que
administra las empresas mixtas– como el curso de
restauración del capitalismo que puede preservar el régimen
de partido único y los consiguientes privilegios de
la burocracia. Esto implica, al mismo tiempo, tratar de
mantener una relativa independencia frente a los distintos imperialismos, aunque
se busque
afanosamente hacer negocios y sociedades con sus
corporaciones. Es que el “modelo chino-vietnamita”
consiste esencialmente en la inversión de capitales para
instalar industrias de bienes de consumo para exportar y que
emplean mucha mano de obra de bajísimos salarios. Pero esto
no ha funcionado en Cuba. Y ahora la crisis mundial agrava
el fracaso.
En
oposición a eso, desde EEUU se presiona por otra forma
muy diferente de restauración capitalista: el derrumbe
del régimen y el regreso de la burguesía cubana
(que vive en Miami y que, además, hoy forma parte de la
burguesía yanqui). Con esa perspectiva, en EEUU se ha
confeccionado oficialmente un milimétrico catastro de las
propiedades que les serán devueltas a la burguesía cubana
y a las corporaciones de EEUU, no bien caiga el
“comunismo” y regrese la “democracia”. En este
proyecto, que además implica la recolonización de la isla,
no hay mucho margen de ganancia para la burocracia cubana.
¡Es como si el imperialismo le hubiese exigido a la
burocracia china entregar todo a la burguesía de Taiwán
para llegar a un arreglo!
La
asunción de Obama hizo pensar que estas diferencias podrían
acortarse. En vista de eso, Raúl Castro dijo que “estamos
listos para hablar de todo, repito, de todo”.[4] Pero
Obama, como en otras materias, demostró su continuidad
con las políticas del imperialismo yanqui, más allá de
cambios de modales.
La ubicación política de
la “disidencia” y su marco internacional
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Todos
en 4 x 4
En
Argentina, los "sojeros"; en Miami, las
"Damas de Blanco" |
Es
en este marco que hay que ubicar a los grupos de la llamada
“disidencia”. Son organizaciones políticas en su gran
mayoría financiadas por EEUU, a través de
organismos como el National Endowment for Democracy (NED) y
otras “fundaciones”. En Argentina, por ejemplo, el NED
financia a personajes como Lilita Carrió y Macri; en
Venezuela, a la derecha “escuálida”, en Honduras a las
diversas organizaciones de “camisas blancas” que
apoyaron al golpe, etc.
Más
allá de sus diferencias, los programas de la
“disidencia” coinciden en la vuelta a la “economía de
libre mercado” y, a nivel político, en la democracia
burguesa modelo Washington. La casi totalidad de la
“disidencia” no condena el infame bloqueo que el
imperialismo yanqui mantiene desde hace casi medio siglo. Su
triunfo significaría la recolonización de la isla.
Como
corriente política (no por sus dimensiones), ocupan un
lugar similar al de los “escuálidos” de Venezuela y
otras oposiciones de derecha en el continente. Para aclarar
esto con una comparación: tiempo atrás, en una reunión pública
que tuvo gran difusión, un grupo de estudiantes encaró a
Ricardo Alarcón (uno de los máximos burócratas del régimen)
con críticas, desde posiciones socialistas, a los
privilegios de la burocracia. Se puede decir que esto,
aunque fuese inorgánico, expresaba, como esbozo, una oposición
desde la izquierda a la burocracia. La “disidencia”,
por el contrario, expresa un polo opuesto: hace oposición
por la derecha.
Junto
con esto, hay que saber que, coyunturalmente, son estas
oposiciones de derecha las que están teniendo la
iniciativa en varios estados latinoamericanos. En Cuba,
por supuesto, no tienen, ni de lejos, el volumen de masas de
las de otros países, como Venezuela, pero hoy tienen la
iniciativa política como oposición.
Por
último, no es de sorprender que el único punto del planeta
donde ha habido movilizaciones masivas de apoyo a la
“disidencia” es en Miami, la capital de la burguesía
cubana. Por sus calles desfilaron los mismos personajes y
las mismas organizaciones que meses atrás sostuvieron el
golpe gorila en Honduras.
Estos
hechos –y también sus aspectos coyunturales– no pueden
ser dejados de lado a la hora de definir una posición.
Nuestra posición sobre
las libertades democráticas
Por
supuesto, no podemos dar el más mínimo apoyo político
a la “disidencia”. Las caracterizaciones adelantadas
por algunos sectores de la izquierda que le ven aspectos
“progresivos” desde un punto de vista “democrático”
en abstracto nos parecen completamente equivocadas.
Es
un disparate, por ejemplo, la semejanza que hace el PO
(Partido Obrero) de Argentina entre Zapata Tamayo y Bobby
Sands, el militante del IRA fallecido en 1981 en una huelga
de hambre. Con todas sus limitaciones, el IRA fue un
movimiento muy progresivo contra el dominio del imperialismo
británico en Irlanda. ¡No tiene nada que ver con una
“disidencia” que en última instancia expresa a la
burguesía cubano-estadounidense de Miami y la recolonización
de la isla!
Pero
también, con la misma fuerza, rechazamos la política de
represión permanente del régimen burocrático, que no
va dirigida, ante todo, a combatir la injerencia del
imperialismo, sino a impedir y amordazar cualquier expresión
independiente de la clase trabajadora, el estudiantado y el
pueblo cubano.
Cuba
no está en situación de guerra civil, y la misma
burocracia reconoce que el arraigo de la disidencia es
insignificante. En verdad, la injustificada falta de
libertades a nivel masivo va dirigida, en primer
lugar, contra las masas trabajadoras.
Lo
de Zapata Tamayo fue una consecuencia de ese régimen
represivo. Pero, insistimos, el objetivo central de la
ausencia de libertades va dirigido, ante todo, contra las
masas trabajadoras. Y esto se hace cada vez más patente, en
la medida en que la legitimidad y el consenso que tuvo hace
50 años la dirección cubana se ha ido desvaneciendo,
especialmente en las nuevas generaciones.
Las
masas trabajadoras no tienen nada que ver con el
imperialismo yanqui ni con la burguesía gusana de Miami,
pero no obstante no tienen derecho a tener las
organizaciones sindicales que se les dé la gana, ni tienen
derecho a organizarse en sus propias corrientes políticas
aunque sean antiimperialistas y socialistas. No tienen
tampoco derecho a dirigir y controlar la producción, cuando
los mismos órganos de la burocracia –comenzando por el
diario Granma– reconocen un crecimiento fenomenal
de la corrupción y el saqueo de los burócratas, para los
cuales robar al Estado se ha convertido en una tarea
fundamental agudizada por la crisis.
¡Ni gusanos ni burócratas!
Por una salida revolucionaria obrera
y popular independiente
En
esa situación de crisis, creemos que se ratifican algunos
de los puntos programáticos que planteábamos hace menos de
dos años, cuando ya se esbozaba este curso de crisis:
-
Por una nueva revolución que defienda las conquistas de
1959 y establezca realmente el poder de la clase
trabajadora.
-
Por el fin del régimen de partido único y de estatización
de los sindicatos y demás organizaciones obreras,
populares, juveniles, femeninas, etc. Plena libertad de
organización política, sindical y asociativa de los
trabajadores, estudiantes y sectores populares que defiendan
las conquistas de 1959, especialmente la independencia
nacional y la expropiación del capitalismo, y repudien el
bloqueo imperialista. Por la constitución de un partido o
instrumento político obrero y socialista, independiente de
la burocracia.
-
Por la democracia obrera y socialista. Ni “democracia”
burguesa fraudulenta estilo Miami ni “voto unido” por la
lista única de la burocracia. Que las organizaciones de
masas obreras, campesinas, estudiantiles y populares, con
funcionamiento absolutamente democrático, designen el
gobierno de Cuba, y debatan y decidan los planes económicos
y políticos.
- Ni
plan económico burocrático, ni anarquía capitalista.
Democracia socialista para determinar el plan económico, y
verificación por el mercado de su realización. Por la
administración y/o control obrero democrático de todas las
empresas, con absoluta publicidad de sus operaciones, como
forma principal de avanzar en la productividad y terminar
con el saqueo a la propiedad nacionalizada que hace la
burocracia. Por una moneda única. Frenar y revertir el
crecimiento de la desigualdad.
- El aislamiento nacional de la economía
cubana y el bajo desarrollo de sus fuerzas productivas hacen
por supuesto imposible abolir “por decreto” la ley del
valor y las relaciones mercantiles, como se intentó en algún
momento. Esto, concretamente, implica peligrosas concesiones
en dos sentidos: hacia fuera, al capital extranjero; hacia
adentro, a sectores del campesinado y la pequeña burguesía
urbana. Pero el control y manejo de todo esto no puede ser
la tarea de una burocracia que no rinde cuentas a nadie. La
total transparencia de la democracia obrera y socialista
debe ser el contrapeso ante estas serias presiones, sobre
todo las más peligrosas, las que vienen del capitalismo
mundial.[5]
1.
“Frente a la muerte de Orlando Zapata Tamayo y las
libertades en Cuba”, Boletín Electrónico LIT-CI Nº 125,
15-3-10.
2.
“Crisis económica y política - Suspenden por tiempo
indefinido el Congreso del partido único”, SoB Nº
157 (en www-socialismo-o-barbarie.org, edición del
16-8-09).
3.
Raúl Castro, Discurso del 04/04/10, Cubadebate,
5-4-10.
4.
Raúl Castro, Discurso del 01/08/09, Granma, 2-8-09.
5.
Roberto Ramírez, “Cuba frente a una encrucijada”,
revista Socialismo o Barbarie Nº 22, noviembre 2008.