Socialismo o Barbarie, periódico Nº 175, 29/04/10
 

 

 

 

 

 

Papelera Quilmes (ex Massuh)

El plan menemista del gobierno

Trabajadores Sin Cadenas zona Sur

En mayo de 2009, luego de cuatro meses de lucha de los trabajadores y en plena campaña electoral, el gobierno se hizo cargo de la administración de Massuh, creando la firma Papelera Quilmes. Reinició la producción alquilando las instalaciones de la fábrica a través de un fideicomiso del Banco Nación. Al asumir como director de la nueva empresa, Guillermo Moreno les habló a los trabajadores: “De ahora en adelante, nosotros nos hacemos cargo de este proyecto; ustedes, de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Los instaba así a renunciar a la autoorganización que habían construido durante los meses de lucha: nada de asambleas, dejen pensar y hacer al gobierno. Hay que decir que para esto contó con la anuencia de la comisión interna de los jornalizados, que no volvió a llamar a una asamblea hasta que las cosas se pusieron muy feas de nuevo.

Pero el gobierno, en cuanto vio una oportunidad de romper el contrato firmado con los trabajadores, se dispuso a aprovecharla. Esa oportunidad llegó en marzo de este año, cuando una jueza hizo lugar a uno de los muchos pedidos de quiebra presentados contra Massuh. “La situación legal de la empresa es incierta. La jueza podría determinar, si el síndico designado así lo recomendara, que el contrato entre la papelera y el Fondo Fiduciario expiró (…). Tras la quiebra, la propiedad pasa a ser decidida por la justicia” (Clarín, 27/4).

Todavía el síndico no recomendó, ni la jueza determinó nada respecto del contrato, pero Guillermo Moreno empezó a actuar como si éste ya hubiera caducado.  Reunió a los delegados y directivos y les dijo que la empresa le está “costando millones” al Estado; que si los trabajadores no arman una cooperativa ya, hay que cerrar la fábrica; que si la arman, no pretendan que el gobierno les pague las deudas, porque las pérdidas de la fábrica las crearon los trabajadores al seguir cobrando el salario aunque la empresa andaba mal. Y si no la arman, igual se va a empezar a funcionar como cooperativa, socializando las pérdidas mediante la rebaja de todos los salarios a 1.500 pesos. Además, abrió retiros voluntarios con dos meses de sueldo por toda indemnización y ordenó a los directivos la confección de una lista de despidos.

Estas expresiones de la profunda vocación antiobrera que tienen todos los burócratas del Estado desde la China a la Argentina, las completó el funcionario nacional y popular expulsando de la reunión a un delegado, que se atrevió a recordarle que el gobierno se había comprometido a mantener los puestos de trabajo hasta noviembre de 2011.

El Barba rebelde y el control obrero

Esta política de ajuste ortodoxo (como la llamó un trabajador de la empresa, provocando otra rabieta del secretario de Comercio), tan sin tapujos, hizo que el propio Gutiérrez –intendente de Quilmes y coautor del proyecto Papelera Quilmes– tuviera que protestar, declarándose públicamente por la estatización de la empresa para la producción de libros a bajo precio.

En realidad, Gutiérrez se apropió de las ideas publicadas en una declaración anterior de los trabajadores mensuales de la fábrica, en la que fundamentan su propio plan para darle a la empresa una función social, previa nacionalización. O sea que los funcionarios K pueden pelearse entre ellos, pero ninguno, jamás, le va a dar la palabra a los trabajadores: aun al utilizar esa palabra para diferenciarse por izquierda del gobierno, Gutiérrez le pone su propia firma. Esta actitud es consecuente con lo que el mismo funcionario les propuso a los compañeros en cuanto salió la quiebra: “Yo voy a apoyar el reclamo de nacionalización, pero si ustedes bajan las banderas de la izquierda, como eso del control obrero”.

Pero en el proceso de esta papelera se ve clarísimo que el control obrero no es un saludo a la bandera de la izquierda, sino una necesidad de primer orden: lo que se destapa ahora respecto de la situación de la empresa, los trabajadores lo vienen sabiendo y denunciando hace rato. Lo que está costando es la construcción de una representación adecuada para hacerse oír, por ejemplo, la elección de un cuerpo de delegados por sección, que sustituya a la actual interna de los obreros jornalizados (que en el fondo se juega a la reprivatización) y que termine con la división entre mensualizados y jornalizados. Superar esta división es crucial, porque el gobierno y la Federación, vía la interna, machacan todo el tiempo con que si hay despidos van a ser de los mensualizados, y que entonces a los jornalizados no les interesa. Y por más independiente que sea la interna de los mensualizados, por más que se decida a pelear en la calle por la nacionalización, tiene perdida esa pelea desde el vamos si no incluye a todos los trabajadores en la lucha, porque al gobierno y al sindicato les sería muy fácil presentarla como una protesta de los jerárquicos o los que ganan más. No hay que olvidar que ésta va a ser una pelea totalmente política, contra el gobierno y frente a la sociedad, a la que hay que convencer de que la nacionalización de esta empresa no es una mera movida de unos tipos privilegiados que quieren ser “ñoquis del Estado”, como ya se está diciendo por ahí.

¿Cuál es la verdadera intención del gobierno?

Los trabajadores también vienen denunciando que el fideicomiso no puso un solo peso en la fábrica en todo este año de gestión (esta denuncia también fue plagiada por Gutiérrez en su propio nombre). O sea que las quejas de Moreno de que la empresa le está costando millones al Estado es un cuento chino, igual que su teoría de que las pérdidas se deben a la ineficiencia de los obreros.

La verdad, en cambio, es que el gobierno no quiso invertir en mejorar la maquinaria obsoleta, ni las medidas anticontaminación, ni las espantosas condiciones de trabajo y salario.

El gobierno podría salir al paso de las patronales papeleras nacionalizando la fábrica, modernizándola y regulando a través de ella el precio del papel, además de, como bien indican los trabajadores, utilizar esa producción para abaratar los costos de la educación.

Pero las ínfulas estatistas y proteccionistas de los puestos de trabajo del gobierno K nunca cruzan la línea de los intereses capitalistas, y una vez cumplida la función de propaganda electoral le soltó la mano a la empresa, y ahora culpa a los trabajadores por no poder competir con Ledesma, cuyo dueño, el señor Blaquier, desde el minuto cero de la reapertura juró barrer a Massuh del mercado.

No es de extrañarse, tratándose del mismo gobierno que, en lugar de ejercer el control de precios, pretende combatir la inflación poniendo una pescadería ambulante.

A pesar de amenazar a los obreros con la cooperativa, lo que en verdad quiere el gobierno es la reprivatización de la empresa, por eso trajo a representantes de la papelera Estrada a hacer un relevamiento de la planta. Las conclusiones de Estrada son contundentes: hay que cerrar tres secciones y despedir a 300 personas para empezar. Los gritos y provocaciones de Moreno son para cansar a los trabajadores y que se vayan yendo, haciendo lo que cualquier patrón hace antes de vender: limpiar la fábrica de trabajadores, sobre todo de estos trabajadores, que llevaron adelante una lucha muy importante por su fuente de trabajo y que encima levantan banderas “zurdas”.

La Federación del Papel de Blas Alari, a la que responde la interna de los jornalizados, tiene la misma política: ya se habían pronunciado en contra de la semiestatización del año pasado.

Como están las cosas, más allá de que el gobierno respete o no el contrato de los trabajadores hasta noviembre del 2011, las salidas están entre la privatización, con la consecuencia de cientos de despidos, y la nacionalización definitiva, que es la única forma de mantener los puestos de trabajo y a la vez hacer una fábrica eficiente desde el punto de vista de los intereses sociales.

Pero para lograrla hay que sacar el conflicto a la calle y embretar al gobierno, que esta vez está decidido a sacarse la fábrica de encima a menos que los trabajadores lo obliguen a hacerse cargo.

• ¡Abajo el ajuste menemista de Moreno!

• Nacionalización definitiva y puesta en marcha de un plan de inversiones controlado por los trabajadores

• Plan de lucha votado en asamblea conjunta de mensualizados y jornalizados