17/05/10. “Compañeras/os: saludamos la iniciativa y agradecemos la
invitación. Quería dedicar estas palabras a la lucha de
nuestras/os 400 compañeras/os LGBT detenidos desaparecidos
para que se sepa, ya que este dato se conocía a la hora de
elaborar el informe de la CONADEP pero por presiones de la
Iglesia, nunca figuró. Desde hace un tiempo como una suerte
de campaña permanente lo mencionamos en cada intervención
pública. También lo dedico a mis compañeras de Las Rojas
presentes en la sala, y muy especialmente al
pueblo griego que está luchando en las calles para
resistir el feroz ajuste que su gobierno quiere imponer para
hacerle pagar los costos de la crisis, descargándola sobre
sus espaldas. Ajuste que cuenta con todo el aval de la UE y
los EEUU, incluso de los gobiernos supuestamente
‘progres’ como el de Rodríguez Zapatero.
Para comenzar, una consideración
de carácter general que hace a la honestidad política y al
contenido de nuestra intervención y es que para quienes
venimos de la tradición del marxismo revolucionario, la
sociedad no se cambia desde el parlamento sino con la lucha
en las calles.
De todas maneras, gustosamente aceptamos toda ocasión que
se nos presenta para transformarla en una tribuna pública
donde dar a conocer nuestras ideas, debates y propuestas. Es
con ese sentido que estamos presentes hoy aquí.
Compañeras/os:
la agrupación de minorías sexuales Carne Clasista
junto a otras organizaciones hemos recorrido un largo camino
desde el Argentinazo, nos asumimos como feministas
militantes en la lucha por la libertad de Romina Tejerina
luchando codo a codo con las compañeras de las Las Rojas en
cada Encuentro
Nacional de Mujeres, en la pelea contra los Códigos
Contravencionales represivos denunciando al Estado y al
gobierno local y nacional, en la lucha por la libertad de
los/as presos/as en la puerta de esta misma Legislatura y,
en la pelea por trabajo
genuino para nuestras compañeras travestis en situación
de prostitución. En las luchas obreras y populares lo
hicimos junto a nuestros compañeras/os del Nuevo MAS.
Hoy los ecos de esa rebelión
popular de 2001 que nos vio nacer, resuenan en otra parte
del mundo con el pueblo griego en las calles. Hoy que la sociedad
capitalista y patriarcal vive una crisis de magnitudes históricas,
los trabajadores de Grecia se han levantado para resistir al
brutal ajuste que el gobierno capitalista quiere aplicar
para descargar sobre sus espaldas el costo de la crisis. Hoy
nos toca a nosotros en esta tarde, preguntarnos y tratar de
responder por qué luego de décadas de lucha, pese a los
avances obtenidos, sigue existiendo la homo/lesbo/trans/bi
fobia en nuestra sociedad. Por qué la lesbofobia sigue
cobrándose vidas como la de Natalia Gaitán y
fundamentalmente qué tenemos que hacer para terminar con
esto, y cómo debemos luchar para conseguirlo.
Habitualmente el ‘progresismo’ nos dice que existe la homofobia porque todavía hay
‘ignorancia’ y ‘prejuicio’, y que con más acceso a
los derechos ciudadanos y con más información, ésta se
erradicaría como si fuera una infección extraña al cuerpo
social que con una ‘pastilla de conocimiento’ se curaría.
Llama a esto ‘batalla cultural’ e ‘inclusión
ciudadana’.
Pero quienes venimos del
marxismo revolucionario, aun cuando el debate cultural o la
adquisición de derechos civiles son importantes, sostenemos
que hay bases materiales e históricas
para que esta opresión se mantenga, y hasta que esas bases
no sean removidas no puede haber solución de fondo. Y esas
bases tienen que ver con el sostenimiento de la familia
patriarcal, monogámica y la imposición de la heterosexualidad obligatoria y meramente reproductiva. La familia es
uno de los pilares imprescindibles para sostener la sociedad
dividida en clases. Y esto tiene consecuencias directas para
las minorías sexuales, puesto que para perpetuar la
institución familiar y la opresión sobre las mujeres con
el trabajo doméstico, también se debe
reprimir,
discriminar, estigmatizar y criminalizar a las personas
lgtbi.
Pero crisis y descomposición
del capitalismo mediante, la familia
y el ‘hogar dulce hogar’ se ha convertido en el
lugar más inseguro para las mujeres por la violencia de
género, el lugar donde se producen abusos de niños/as
generalmente a manos de familiares adultos heterosexuales, y
el lugar por excelencia donde se discrimina y violenta a
gays, lesbianas y trans y desde donde son expulsadas
tempranamente las niñas travestis.
Para reforzar esta opresión,
el Estado burgués y sus gobiernos cuentan con una siniestra
e imprescindible aliada: la
Iglesia, institución que se encarga de quebrar
subjetivamente a las personas reprimiendo y culpabilizando
la sexualidad.
En nuestro país, desde hace un
tiempo venimos enfrentando una ofensiva
de la Iglesia y los sectores más reaccionarios en
contra de los derechos de las minorías sexuales y las
mujeres. Ante esta situación nuestro movimiento viene dando
una dura batalla para conquistar el derecho a decidir sobre
el propio cuerpo, ejercer libremente nuestra sexualidad y
expresar nuestras identidades de género y conseguir la
equiparación de derechos. Y aquí también entre las
distintas agrupaciones del movimiento lgtb tenemos
diferencias y debates: muchos creen que a través del
‘lobby parlamentario’ y la ‘lucha por arriba’ por
los derechos civiles se puede terminar con la homofobia y la
opresión a las minorías. Para eso lamentablemente buscan
el apoyo de los partidos patronales afines al gobierno, o de
la oposición patronal del campo.
Nosotros hoy aquí queremos
denunciar al gobierno de los Kirchner que pretende
cubrirse de ‘progresismo’ con la sanción de la Ley
de matrimonio no heterosexual, mientras es
responsable por las 800 muertes por abortos clandestinos. Al
tiempo que dice defender los derechos humanos,
tiene procesados a más de 4.000 luchadores
populares, ha reprimido en Las Heras, en el Casino, en Kraft-Terrabusi,
y mantiene en las fuerzas armadas a más de 9.000 conocidos
ex represores. Es responsable además de la desaparición de
Julio López y garante de la impunidad del asesinato del
compañero Carlos Fuentealba. Y aunque Cristina Kirchner se
pelee con monseñor Bergoglio para las cámaras de TV, sigue
sosteniendo económica y políticamente a la Iglesia
represora y genocida de los curas abusadores, y sigue
respondiendo a las órdenes del Vaticano. Del mismo modo que
Macri, subvenciona las escuelas católicas con el
presupuesto de la educación pública y se ampara en el Código
Contravencional para reprimir la protesta social, sacar a
las travestis en situación de prostitución de las calles y
esconder las consecuencias sociales que su política
privatizadora de los
espacios públicos, la educación, la salud y la cultura han
generado. Macri, que escandalosamente espía a los maestros
porteños y arma a la Policía Metropolitana con pistolas
Taser, prohibidas por organismos internacionales. Macri, que
ha convertido la ciudad en un conjunto de negociados para su
grupo empresarial amigo.
Categóricamente, ninguno
de estos dos bandos patronales pueden ser nuestros aliados
a la hora de pelear por nuestros derechos como minorías.
Que comprendamos la importancia del enfrentamiento con el Estado burgués patriarcal y sus gobiernos es
central, so pena de quedar planteando la lucha contra el
patriarcado como
una abstracción, y convertir al patriarcado mismo una
‘entelequia’. Es en las políticas de estos estados
donde se materializa la opresión patriarcal, y el control y
las decisiones políticas de esos estados son de los
gobiernos patronales de los Macri y los Kirchner. Por todo
esto, no debemos depositar ninguna confianza en ellos y
tomar la lucha en nuestras manos, salir
a las calles mediante la movilización a conseguir
nuestros derechos. En la revuelta de Stonewall
del 69 la consigna fue ‘salir del closet y tomar las calles’, y el tomar las calles no
es una frase vacía sino que entraña un contenido muy
profundo: es una apelación al movimiento al sujeto
político de cambio, no a supuestos ‘representantes’
del movimiento, e implica que en caso de golpes
reaccionarios, el
movimiento estará allí para defender ese derecho que
se logró arrancar con la lucha. Y esto parte también de la
comprensión de que en
el capitalismo, toda conquista está amenazada: lo que
hoy la burguesía se vio obligada a dar, mañana nos lo
puede quitar, si no pensemos en los derechos democráticos
en Honduras. Por eso es imprescindible discutir el cómo
luchar, porque si hay movimiento de lucha en las calles
podremos, no sólo defendernos si no ir por más, y
eventualmente ir por todo. En esta lucha debemos construir
alianzas con el movimiento
de mujeres y otros explotados y oprimidos.
Todo esto no quiere decir que
no sea importante el debate cultural o la adquisición de
derechos civiles, ni que haya que esperar a la revolución
para reclamar por los derechos de trans, gays y lesbianas,
sino que la primera discusión que tenemos que hacer es quién
lleva adelante esa pelea, quién
es el sujeto, y para qué y con qué métodos. Es decir,
si luchamos contra la homofobia o por el derecho al aborto
para lavarle la cara al capitalismo patriarcal, o si
concebimos esa conquista como un paso más de su destrucción
para instaurar una sociedad radicalmente distinta, sin
explotación ni opresión. Por otra parte una sociedad que
sería la única garantía de que no haya más Natalias Gaitán
porque decidieron ser lesbianas, no exista ninguna muerta más
por aborto clandestino, ninguna Romina Tejerina presa, un
mundo en el que la decisión de ser travesti no sea sinónimo
de situación de prostitución, ni en el que ser gay,
bisexual o intersex tengan que ser lo mismo que ser objeto
de burla o rechazo.
Para ir terminando, recordemos
dos hechos que por varias razones se nos juntan en nuestra
memoria: uno es que a fines del siglo XIX se hablaba del
amor entre hombres como ‘el amor que no se atreve a decir
su nombre’, y otro que en el mismo siglo uno de los
primeros luchadores mártires de la clase trabajadora, uno
de los anarcosindicalistas de Chicago que peleaban por las 8
horas, al momento de ser condenados a la horca desafió a
sus propios verdugos capitalistas diciendo: ‘llegará un
tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las
voces que hoy estranguláis’. Desde entonces la potencia
de la ‘enorme mayoría silenciosa’ y las minorías
silenciadas creció, y gracias
a la lucha hemos logrado romper ese silencio y ese
silenciamiento muchas veces: una y otra vez a través de
rebeliones y revoluciones la voz de la clase trabajadora se
levantó. En la revuelta de Stonewall, las minorías nos
atrevimos a gritar no sólo nuestro nombre sino también
nuestro amor por la revolución. En los 90 nuestra voz se
alzó para hace saber que gays, lesbianas, trans, no éramos
enfermos; en el Argentinazo gritamos ‘que se vayan
todos’ y en Honduras el movimiento lgbt y las feministas
en resistencia se alzaron contra el golpe. Hoy el pueblo
griego está gritando su verdad en las calles a Europa y a
todo el mundo, preparando la huelga
general para el jueves.
Para nosotros ambas
luchas, la de la clase trabajadora y las
minorías son una, puesto que cuanto más lejos han ido
los trabajadores en sus conquistas, más lejos han ido las
mujeres y las minorías.
Pararnos sobre la conciencia
de nuestros propios deseos nos lleva a comprender que
tenemos que ir no sólo contra el prejuicio y la ignorancia
, sino contra toda una sociedad para transformarla de raíz
y crear las condiciones materiales que permiten ejercer
nuestra libertad. Libertad para decidir sobre nuestra
sexualidad y nuestras identidades de género, libertad para
decidir con quién y cómo queremos relacionarnos, libertad
para decidir con quiénes tener nuestros hijos y nuestros
proyectos de vida.
Quizá
antes de los que esperábamos, estemos llegando a las
puertas de un nuevo
tiempo en que la crisis del putrefacto capitalismo
patriarcal nos esté abriendo nuevas posibilidades, no sólo
de guerras y crisis sino de cambios revolucionarios.
De
nosotros depende, compañeras/os aprovecharlo: nos vemos en la lucha, nos vemos en las calles!!”