“Que
la gente aplaudiera a los granaderos y cantara la Marcha de
San Lorenzo, y al mismo tiempo aplaudiera con tanto respeto
la alegoría a las Madres, demuestra que diferencia con
claridad una cosa de la otra. Que el juicio a los represores
es a los asesinos y no a la institución. En todo caso
rechaza la forma golpista en que fue instrumentada la
institución, pero puede diferenciar una cosa de la otra”
(Luis Bruschtein, Página 12, 29/05/10).
Esta
cita es una de las tantas frases de “unidad nacional”
que recorren los medios oficialistas post Bicentenario, que
cuentan con el total apoyo de personajes como Duhalde y de
los medios de la oposición de derecha, Clarín y La Nación.
La nueva bajada de línea de la Casa Rosada es la
relegitimación de las Fuerzas Armadas, institución que
salió profundamente castigada en la sociedad post
dictadura. También “6-7-8” se sumó a la campaña
oficialista de “reconciliación” con los boinas verdes,
con el discurso que “las nuevas FF.AA son ‘otra cosa’
que las del proceso militar”. Desde estas páginas
repudiamos esta campaña reaccionaria con discurso
“progresista”, al tiempo que denunciamos que nunca las
fuerzas armadas de la burguesía van a defender a los
trabajadores y el pueblo y seguimos exigiendo el
desmantelamiento del aparato represivo.
En este momento se están desarrollando dos juicios emblemáticos
en el marco del terrorismo de Estado. Son el de la Masacre
de Margarita Belén en Chaco y el de Automotores Orletti en
los tribunales de Comodoro Py en la Ciudad de Buenos Aires.
En ambos se está juzgando a reconocidos responsables de la
represión, como Guglielminetti.
Al mismo tiempo, desde los discursos oficiales y los
medios del Estado se ha largado una furiosa campaña ideológica
de relegitimación de las FF.AA.
La Presidenta y el teniente general Luis Alberto Pozzi,
jefe del Estado Mayor General del Ejército, dirigieron
sendos mensajes en la ceremonia en la que se conmemoró el
Bicentenario de la fuerza.
Aquélla expresó:
“Pudimos construir nuestras victorias más importantes
cuando la Nación fue por sobre todas las cosas pueblo,
dirigida también por quienes tenían el honor de ser su
brazo armado. Cada vez que ese brazo armado confundió su
rol y se separó de su pueblo, hubo amargas derrotas. Creo
que es el aprendizaje que todos debemos hacer en estos 200 años
de historia.”
Éste “admitió que la historia alterna ‘luces y
sombras’ pero aseguró que la institución celebra ‘el
reencuentro con nuestro pueblo’ y que ha internalizado
‘que el único camino posible es respetar la Constitución
Nacional y los derechos humanos’.” (Página 12,
29/5/10). Trazan una línea divisoria entre las que
integraron el Proceso y las actuales, profesionales y
defensoras de la democracia.
¿Qué
es y a quién defiende esta institución?
Si
desde el surgimiento de las modernas clases sociales, el
Estado resume y representa el poder de la burguesía sobre
la clase obrera, son las FF.AA. su principal sostén
institucional.
“El ejército permanente y la policía son los
instrumentos fundamentales de la fuerza del poder del
Estado”. (El Estado y la revolución, V.I. Lenin)
¿De qué le sirven a la burguesía los presidentes,
primeros ministros, diputados, senadores, concejales, Corte
Suprema, si no tienen un aparato represivo que, ante el
desborde y descrédito de estas instituciones, defienda su
poder?
Que desde la caída de la dictadura los mecanismos democrático-burgueses
sean los que imperen y los que actúen cotidianamente y les
conozcamos las caras a políticos y funcionarios y no
sepamos ni quiénes son los jefes de la Armada, Aeronáutica
o Ejército, no significa que no sigan siendo la columna
vertebral del orden burgués.
Hoy defienden la Constitución burguesa y respetan “los
derechos humanos” porque la situación política del país
no les permite tener otro rol, pero no significa ni que son
“distintas” ni que dejaron de ser represivas, porque esa
es la razón de su existencia.
¿Son
distintas porque hubo recambio generacional?
Es cierto que las cúpulas que actuaron durante el golpe
no tienen relevancia política actualmente. Pero eso no
significa que no tengan influencia en algunos sectores y que
cuenten con el encubrimiento del resto para su accionar. Así
lo prueban los dramáticos casos de Julio López y Silvia
Suppo, además de centenares de intimidaciones, aprietes y
amenazas.
Son tan consecuentes en la defensa de su pasado genocida
que lo reivindican desde las salas donde son juzgados y
piden amnistía desde la cárcel por sus crímenes.
Que
sean “otros” sus componentes y hoy no sean golpistas, no
modifica su carácter de institución al servicio de la
clase dominante. Por lo tanto, no están “vacunadas”
contra ningún “virus” si la clase de la que depende
decidiera encarar un ataque por derecha a las instituciones
democráticas, como lo hicieron en Honduras.
Menos
aún en Latinoamérica, que por ser países dependientes,
las decisiones del amo yanky y su influencia en las clases
burguesas de la región son muy fuertes.
Sin necesidad de ir a estas situaciones extremas, ¿qué
papel cumplen hoy además de desfilar en el Bicentenario,
que ya es todo un símbolo de su poder actual, no futuro?
Desde el 2004, están cumpliendo funciones
“humanitarias” en Haití, acompañando la invasión
encubierta de la ONU al servicio de la dominación
imperialista. Son conocidas además las denuncias de los
atropellos cometidos a la población por parte de los
ocupantes.
En la represión a conflictos obreros ha actuado no sólo
la Policía sino la Gendarmería y la Prefectura en la
huelga del Casino, que por ser fuerzas de menor jerarquía,
no significa que pegan menos.
Los sectores más reaccionarios, como Duhalde, han
reclamado la actuación del Ejército para combatir la
delincuencia en las calles. Combate que es fundamentalmente
contra los pobres y los que protestan, como fue en el Puente
Pueyrredón en el 2002.
¿Quién garantiza que el Ejército no salga a dar palos y
balas si un gobierno de derecha lo manda? ¿Hubo alguna
declaración de algún jefe castrense repudiando el reclamo
de Duhalde?
Son la salvaguarda del orden burgués y por lo tanto, están
a sus órdenes, no las del “pueblo”.
Una campaña de largo alcance
La campaña K tiene un sentido que trasciende el gobierno
de Cristina. Tiene una proyección estratégica, a largo
plazo.
Esta
institución ha sido muy deteriorada ante los ojos de los
trabajadores y el pueblo porque éstos han sufrido en carne
propia los sucesivos atropellos de los gobiernos militares.
Con la caída de la dictadura del 76 ha quedado dañada
seriamente. Quedó desenmascarada ante la población, ganándose
su legítima “bronca”.
Desde Alfonsín en adelante todos los gobiernos trataron
de recomponerlas. La intención K es avanzar en esa cruzada,
relegitimando su imagen y su accionar, haciendo un corte
total con las odiadas FF.AA. del Proceso.
Son
tiempo de crisis profundas y conmociones sociales que,
aunque están estallando a kilómetros de distancia, nadie
se cree que “acá está todo bien y no nos toca”. La
burguesía no quiere estar desprevenida y se prepara para
estar curada en salud. Necesita afianzar a su principal
institución represiva mandando presos a un centenar (o algo
más de un centenar) de milicos del Proceso y vivando a los
cuadros actuales de las FF.AA. como la contracara de
aquéllos.
A esta campaña reaccionaria disfrazada de “progre”
con el discurso de unas supuestas “fuerzas armadas
nacionales” debemos contraponerle una campaña obrera y
revolucionaria, quitándole la careta a los embustes sobre
las “renovadas” FF.AA.