Para entender los desarrollos presentes en la
organización sindical de los trabajadores de Brasil hay que
remontarse sumariamente a la historia de la misma.
El modelo “varguista”
El hecho es que en dicho país la organización
sindical de los trabajadores proviene del período de
gobierno de Getulio Vargas (mediados del siglo pasado). Éste
impuso un modelo de encuadramiento de la organización
obrera muy parecida a la del peronismo en Argentina: un
único sindicato reconocido por rama de actividad, el
descuento compulsivo de la cuota sindical, una legislación
laboral donde el Estado interviene en la organización
obrera, y la ausencia de toda instancia de organización de
base tipo comisiones internas y/o cuerpos de delegados.
En otras palabras: una estructura de “sindicalismo
de Estado” que asegura la subordinación de los
trabajadores al mismo. Su base “material” está en la
necesidad del reconocimiento oficial-legal del sindicato por
parte de las instituciones del mismo Estado. A partir de
este fundamento –llamado “investidura sindical”– se
despliegan todos los demás elementos que componen su
estructura:
1) Unicidad sindical obligatoria: el Estado reconoce
un sindicato único y otorga la representación de los
trabajadores bajo la forma de un monopolio con fuerza de
ley, cuestión que rige hasta el día de hoy no habiendo
firmado Brasil la convención 87 de la OIT acerca de la
libertad sindical;
2) La tutela del Estado sobre la actividad
reivindicativa del sindicato, particularmente la justicia
laboral;
3) Las contribuciones sindicales compulsivas;
4)
La falta de organización de base en los lugares
de trabajo.
En fin: una
estructural sindical cuya representatividad y recursos
materiales son “otorgados” por el Estado con fuerza de
ley y es “cohesionada” por una ideología legalista que
estimula el “fetichismo en el papel mediador del
Estado”. Un aparato sindical integrado al Estado y
separado de los trabajadores y que continúa –en sus
trazos esenciales– hasta el día de hoy.
Los viejos y nuevos “pelegos”, la Intersindical
y CONLUTAS
Andando el tiempo, la burocracia sindical brasilera
más identificada con este “modelo” –abiertamente cómplice
de la dictadura militar inaugurada en el año 1964– terminó
siendo cuestionada.
El hecho histórico es que el enorme ascenso obrero
del año 1978 terminó desbordando por la izquierda a estos
dirigentes llamados popularmente “pelegos”. A la cabeza
de ese proceso –que dio lugar a la organización de
huelgas de masas organizadas y dirigidas por fuera de los
sindicatos tradicionales a partir de la participación
militante de los trabajadores en los lugares de trabajo–
se colocó sin embargo un sector proveniente de la misma
vieja burocracia, cuyo máximo exponente terminó siendo el
hoy presidente de Brasil (y ex dirigente metalúrgico), Lula
da Silva.
Este ascenso tuvo su punto culminante en la formación
de dos instancias que más allá de todos sus límites
–los tuvieron desde el comienzo mismo, siendo hegemónica
la corriente burocrático-reformista ligada a la Iglesia Católica
de la cual hacía parte Lula– tuvo su momento
“progresivo” en la fundación del PT (Partido de los
Trabajadores) y de la CUT (Central Única de Trabajadores).
Sin embargo, promediando los años 80 –y todavía
más en los 90– ambas instancias se
adaptaron completamente al Estado capitalista y la
democracia patronal.
Desde el año 2003, de la mano del gobierno de Lula
(y de la transformación del PT en un aparato lisa y
llanamente burgués), éste gobierna Brasil con una política
capitalista-neoliberal casi completamente “pura y dura”[3].
Como para dejar claro ante los capitalistas su carácter
de gobierno burgués hecho y derecho, Lula inauguró su
mandato poniendo en marcha un ataque en regla contra las
jubilaciones de los trabajadores estatales federales. Este
hecho dio lugar a un proceso de ruptura de una amplia
vanguardia –sobre todo de trabajadores estatales– por la
izquierda tanto políticamente como en el terreno sindical.
Este sector de vanguardia, cuya expresión política
es “variopinta” (y la más de las veces con fuertes
rasgos reformistas), dio lugar a la emergencia del PSOL (y a
la “consolidación” del PSTU), y en el sindical a
CONLUTAS y la Intersindical.
La historia de ambas entidades sindicales creadas en
los últimos años a la izquierda de la CUT y de “Forza
Sindical” (la central que sigue agrupando a la vieja
burocracia y que tiene sindicatos de enorme importancia como
los metalúrgicos de San Pablo) es la siguiente: CONLUTAS
fue creado –a instancias del PSTU– hace seis años
reagrupando sectores que salieron de la CUT en función de
la adaptación completa de ésta al Estado y al gobierno
Lula.
Un poco la idea fue que dentro de la CUT no había más
posibilidades de dar la pelea antiburocrática y que la
salida era ir a la creación de una nueva entidad por fuera.
Aquí el elemento a comprender es que no es lo mismo una
central como entidad por así decirlo “superestructural”,
que los sindicatos como tales: una cosa es crear sindicatos
“rojos” que no agrupen a nadie... y otra es buscar
reagrupar sindicatos en otra central en la medida que ella
no es más que una “superestructura”[4].
Por su parte, la Intersindical agrupa –dicho de
manera muy somera– el trabajo sindical del PSOL. Este
sector, a priori, estuvo en contra de salir de la CUT, y lo
terminó haciendo recién tiempo después. De ahí que
andando las cosas se haya planteado la unificación de ambas
instancias, lo que en sí mismo no deja de ser una
preocupación correcta y progresiva aunque a priori no
resuelva ninguno de los problemas de los trabajadores
brasileros.
De arriba hacia abajo, y de afuera para adentro.
cuando el sindicato termina en la puerta de la empresa
Para entender más concretamente lo que estamos señalando
aquí acerca de la estructura sindical de Brasil hay un
elemento que puede hacer más “gráficos” los
desarrollos señalados. El hecho es que la clase obrera
brasilera es de una potencialidad inmensa. Millones y
millones de asalariados, donde a pesar de la
des-industrialización relativa de los años 90 y la
“re-primarización” económica, existen –entre otros
ejemplos– automotrices que agrupan bajo un mismo techo
hasta 15.000 ó 20.000 trabajadores!
Sin embargo, esa clase trabajadora sufrió –por así
decirlo y aun de manera desigual– las generales de la ley:
la división entre el núcleo de compañeros efectivos y todas las
situaciones de contratación precarias.
División que la contra-reforma sindical y laboral
de Lula no viene más que a profundizar. Sobre la base de
que la Constituyente de 1988 preservó –aun parcialmente
“reformada”– la vieja estructura sindical de
sindicalismo de Estado, ahora el gobierno de Lula viene
intentando imponer una “vuelta de tuerca” aún más
conservadora del modelo sindical del país para preservar el
monopolio de la CUT y Forza Sindical, estableciendo –entre
otros puntos– que sólo
las centrales reconocidas pueden crear nuevos sindicatos
donde no los hubiera, es decir, un criterio de arriba para
abajo, y no de abajo para arriba como
debería ser….
Pero a lo anterior se le agrega un dramático
problema: una parte
de la clase obrera del país sigue teniendo rasgos de
analfabetismo. Si a esto se le suma la ausencia de
organizaciones de base (en Brasil se dice que la organización
sindical “acaba en la puerta de las empresas”), y muchas
veces de asambleas masivas (las mismas se deben hacer,
invariablemente, como “puertas afuera” de los lugares de
trabajo) se puede
tener una imagen de este otro tipo de “escisión” entre
los trabajadores.
Es que al mismo tiempo hay otra capa minoritaria que
suelen ser los compañeros calificados (y alfabetizados) que
la más de las veces son los integrantes de la vanguardia y
los que ocupan los cargos sindicales. Los mismos compañeros
que muchas veces llaman a sus bases de “peonzada”[7]…
Impulsar la organización de base
Esta misma circunstancia es la que hace a la
perentoriedad de una tarea estratégica para superar las
taras históricas de la izquierda sindical de Brasil:
el
sostener una estrategia sistemática en favor de la
organización de base del movimiento obrero. Éste sería un
componente esencial de un proceso de recomposición de la
clase obrera realmente profundo y crearía otras bases
materiales para la lucha contra la adaptación de los
sindicatos al Estado, al corporativismo y el economicismo.
[1]
Elementos tomados de A. Boito Jr., “El
sindicalismo de Estado en Brasil”, Cuaderno de
Tesis para el “CONCLAT”.
[2]
Esto ocurrió sin respetar el tradicional calendario de
negociaciones paritarias con el surgimiento de huelgas
simultáneas en la ciudad de San Pablo y en el ABC (Gran
San Pablo) y llegó a plantear la organización
inmediata de una central de trabajadores al calor mismo
de la lucha, que no
se concretó en ese momento.
[3]
Su nota distintiva son una serie de políticas de
administración de la miseria con amplio impacto en el
nordeste del país como la “Bolsa familia”, amén de
ciertos “privilegios” para determinados sectores de
los trabajadores ocupados efectivos.
[4]
A este respecto hay corrientes de “izquierda” que
mantuvieron sus sindicatos dentro de la CUT, orientación
que a la luz de los hechos parece haber quedado en
evidencia como “derechista”.
Pero atención, lo anterior no quiere decir que en el
caso de los sindicatos que siguen en la CUT no se deba
militar en ellos, lo que sería un ultra izquierdismo de
la peor especie que dejaría a la base merced de los
nuevos y viejos pelegos de la CUT y FS. Lo mismo que
CONLUTAS (y la Intersindical) no pueden dejar de
dirigirse a las bases de estas entidades burocratizadas.
[5]
Esto es llamado “criterio de representación
derivada”.
[6]
Datos tomados del “Cuaderno de Tesis del CONCLAT”, páginas
11, 12 y 13.
[7]
Se entiende, ¿no?: los peones…