Tenemos nuevo sainete parlamentario: la discusión
por la ley que aprobaría el pago del 82% móvil a los
jubilados. La iniciativa partió de la oposición de
derecha. Sus abanderados son Gerardo Morales y Patricia
Bullrich, ambos ex funcionarios de De la Rúa. Claro, el
mismo que rebajó las jubilaciones y los sueldos estatales
en un 13%, al mejor estilo plan FMI para la Europa de hoy.
Se ve que después de largo reflexionar y una profunda
autocrítica, éstos y otros adalides de la oposición
burguesa han llegado a la conclusión de que nuestros
abuelos se merecen un esfuercito de parte de las arcas de la
ANSeS. Curiosamente, en sus declaraciones y proyectos de ley
el llamado "Grupo A" no especifica de dónde van a
salir los más o menos 30.000 millones de pesos anuales
adicionales que demandaría pagar el 82%. Pero eso no
importa mucho, dicen; lo urgente es "cumplir con
nuestros abuelos", según declaran con lágrimas en los
ojos radicales, macristas y el resto.
El kirchnerismo está furioso. Si hay cosa que le
molesta es que lo corran por la izquierda. "¡Demagogos,
irresponsables, chantas, caraduras!", braman.
Reconozcamos que argumentos no les faltan: el historial
antipopular de la muchachada opositora es tan impecable que
hasta un santo desconfiaría de tan súbito fervor
populista. Por supuesto, unos y otros saben que, con el
actual esquema presupuestario que destina un porcentaje
decisivo al servicio de deuda pública, el 82% es
impracticable e impagable. Los radicales y sus socios no
buscan el bienestar de los jubilados (da risa sólo pensarlo
diez segundos seguidos), sino obligar al gobierno a
despojarse de su vestimenta populista y ponerse el traje
gris de la austeridad. En criollo: quieren forzar un veto
presidencial a la ley del 82%, si es que se aprueba, para
después tener argumentos de campaña contra el kirchnerismo,
del estilo: "¡Se negaron a aumentarle a los jubilados!
¡Se cagan en el Congreso y las instituciones!", etcétera.
Los argumentos del oficialismo no se detienen aquí.
Abandonando su pose populista y mutando rápidamente a
capitalistas "responsables", explican que el 82%
"sólo existe en Luxemburgo", que es
"imposible de pagar", y que los jubilados debieran
darse por satisfechos con el actual esquema de ajuste
semestral por inflación. Es curioso: cuando el kirchnerismo
toma medidas más o menos a contramano del ajuste europeo,
se declaran los más nobles "amigos del pueblo"
del planeta. No les importa que toda Europa esté planteando
ajustazo porque "nosotros somos distintos". Pero
cuando los corren "por izquierda" y los quieren
forzar a más "populismo" del que pueden dar, ahí
sí se escudan en la ortodoxia de los países desarrollados,
ninguno de los cuales paga el 82% a sus jubilados...
El resumen es simple: todos dicen la verdad y
todos mienten
La oposición dice la verdad cuando plantea que
no es imposible aumentar las jubilaciones; miente cuando
dice que lo hace por los jubilados, cuando lo único que
busca es complicar políticamente al gobierno, y por ende
miente por omisión al no decir cuál es la fuente de
financiamiento. En el fondo, se trata de la misma pelea de
la resolución 125 y del pago de deuda con fondos del Banco
Central: el objetivo es reventar la caja con la que el
kirchnerismo hace política y obligarlo a endeudarse de lo
lindo.
El oficialismo dice la verdad cuando califica de
demagogos y oportunistas a los dirigentes de la oposición
de derecha, y también cuando argumenta que el pago del 82%
descalabra el actual presupuesto. Miente cuando saca la
conclusión de que no se puede hacer nada distinto de lo que
hace el gobierno, porque, en efecto, si de priorizar las
necesidades populares se trata, los recursos están. Pero
claro, se los llevan los acreedores gracias a la estrategia
de "desendeudamiento".
Y es esa estrategia de convertirse en los más
rabiosos y mejores pagadores de deuda la que el gobierno se
apresta a ratificar en el Presupuesto 2011. Terminado el
canje con un resultado aceptable para el kirchnerismo, todos
los cañones están apuntando a "volver a los mercados
internacionales de crédito". Esto es, mostrar que la
Argentina quiere volver a ser un país "normal" y
"confiable" para los prestamistas. Justamente en
ese sentido es que los primeros lineamientos del Presupuesto
2011, a la vez que repiten ritualmente la importancia de los
"superávits gemelos" y de la "defensa del
empleo y la producción", ponen el acento en lo que más
importa: renegociar la deuda con el Club de París y
desarrollar los mecanismos de colocación de deuda pública.
En suma: reanudar la rueda del endeudamiento, pero con un
ritmo controlado desde el gobierno en vez de la carrera
desenfrenada de toma de deuda que quiere forzar la oposición.
Pero entonces, ¿se puede pagar el 82%?
Por supuesto que se puede, pero no con la política
del kirchnerismo y menos con la de la oposición. Hasta
los diputados de centroizquierda salieron a decir, a su
manera pusilánime, que es un escándalo que el gobierno
tire a la basura sin más discusión el reclamo del 82%.
Claro, el "progresismo" cree que todo se puede
arreglar subiendo algunos impuestitos a los ricachos, los
banqueros y demás privilegiados de este país. ¡Por
supuesto; si no hay nada más fácil que sacarle plata a los
capitalistas con impuestos específicos y buenos modales; ahí
está la historia de la resolución 125 para demostrarlo!
Como dirían en el barrio: a ver, centroizquierda, ¿ustedes
y cuántos más van a ir a convencer a los banqueros,
especuladores de bolsa, sojeros, etc., de que hay que
resignar unos pesitos para los pobres jubilados? Porque con
argumentos civilizados y votaciones en el Parlamento
sospechamos que no va a alcanzar...
El kirchnerismo ahora pide "no hacer
demagogia y no engañar a la gente prometiéndole lo
imposible". Pero la justicia del reclamo está fuera de
discusión. ¡Si el propio Moyano tuvo que salir a hacer
malabarismos, diciendo que estaba a favor del 82%, pero en
contra de la "irresponsabilidad" de la oposición!
Pero ni ésta ni otras reivindicaciones, sean de los
jubilados, de los asalariados o de la sociedad en general,
van a ser logradas merced a la graciosa voluntad de tal o
cual gobierno capitalista, sea más "populista" o
menos. Como ha sido a lo largo de toda la historia del
movimiento obrero desde 1848 e incluso antes, hasta las
medidas más "reformistas" sólo pueden lograrse
como un subproducto de la lucha de clases más intransigente
e independiente de parte de los trabajadores y el movimiento
de masas. Y mucho más en la actual fase del capitalismo
globalizado y en crisis, que amenaza en todo el orbe con
atacar todas las conquistas de la clase trabajadora incluso
en los países donde nunca habían sido cuestionadas a
fondo, como los de Europa occidental.
Corresponde a las actuales organizaciones de los
trabajadores y luchadores levantar este reclamo como una de
sus banderas, con la más absoluta independencia de todo
sector patronal, sea el que hoy quiere enterrarlo
definitivamente (el kirchnerismo) o el que busca utilizarlo
de manera demagógica sólo para traicionarlo a la vuelta de
la esquina (la oposición de derecha).