A
fines de 1975, la dictadura franquista se precipitaba hacia
una crisis final. El “generalísimo” Francisco Franco
que había conducido la contrarrevolución burguesa durante
la guerra civil española de 1936 a 1939, luego de la
derrota de la clase obrera española consolidó el régimen
durante más de treinta y cinco años a sangre y fuego,
aplastando a las organizaciones obreras y toda oposición
política. Pero a mediados de los años setenta la estantería
franquista se había resquebrajado ante los embates de una
creciente recuperación y ascenso de las luchas obreras y un
giro a la izquierda de las clases medias.
En este marco político;
capitalistas, curas y militares debieron hacer concesiones
al movimiento de masas. “…Hubiera sido inconcebible en
los años 40 la existencia de prensa opositora legal, la
publicación y venta legal de literatura marxista, la
realización de mítines opositores encubiertos bajo la
denominación de ‘conferencias’ y/o ‘banquetes’, el
funcionamiento semiclandestino de partidos de oposición con
dirigentes públicamente conocidos y residentes en España
(…) Y especialmente, más inconcebible habría sido en
1940 que los trabajadores pudieran elegir sus dirigentes a
nivel de empresa (enlaces y jurados), doblemente
inconcebible que se pudieran presentar listas opositoras de
izquierda y triplemente inconcebible que estas listas
ganaran en las fábricas, como en las elecciones sindicales
de junio pasado”. (1)
Si bien estas concesiones fueron
retaceadas y la represión siguió manifestándose en la
clausura de prensa legal, persecución de opositores políticos
y las cárceles seguían pobladas de presos políticos, era
evidente que en el régimen dictatorial se abrían grietas
por donde el movimiento obrero ganaba espacio.
En 1966, los trabajadores habían
logrado imponer listas de oposición a la burocracia
fascista de la Organización Sindical (OS) franquista.
Fueron elecciones limitadas y los activistas, en general,
luego fueron despedidos y reprimidos. Las elecciones
sindicales del año 71 van a estar signadas por la abstención
de los obreros. Pero en junio de 1975, con el ascenso obrero
y la crisis final de la dictadura, las elecciones sindicales
van a significar un salto cualitativo en la lucha
antidictatorial. “…Los trabajadores concurrieron a votar
masivamente (88,86% según Cambio 16 del 7/7/75) y en gran
medida lo hicieron por la CDU (2) que fueron impulsadas por
el Partido Comunista y corrientes sindicalistas). (3) Las
Comisiones Obreras (CCOO), nacidas a principios de la década
del 60, van a consolidarse como organismos obreros. Su
desarrollo a lo largo de esos años se combina con otros
organismos como las asociaciones de vecinos, de mujeres,
etc., que jugaran un rol de primer orden en las
movilizaciones contra el régimen. Por otra parte, las
reivindicaciones obreras irán tomando cada vez más un carácter
político. “Mientras hasta 1966 casi un 40% de las huelgas
eran por mejoras salariales, en 1967, ocupan el primer lugar
las motivaciones político-sociales con un 38,4% por sólo
un 9,3% de las salariales. La solidaridad con despedidos o
represaliados es otro motivo importante de conflicto”. (4)
Las luchas obreras complican la transición política
El 20 de noviembre de 1975 muere
Franco y en enero del 76 las huelgas y movilizaciones
obreras conmueven al régimen y al nuevo gobierno del rey
Juan Carlos de Borbón, sucesor del “Generalísimo”. El
5 de ese mes los trabajadores del Metro (Subterráneo) de
Madrid salen a una huelga por un aumento salarial del 50% en
respuesta al alza del costo de vida. Esta lucha arrastra a
otros sectores. “ La metalurgia se incorporaba encabezada
por la Standard-ITT (15.000 trabajadores), Chrysler, Intelsa,
Electromecánica de precisión, Pegaso, CASA, Kelvinator,
Siemens, Jhonn Deere (…) más de veinte bancos parados; la
Telefónica, los funcionarios de Correos, las compañías de
Seguros, los de la construcción. Más de 150.000
trabajadores en lucha en Madrid utilizando todo tipo de
medios”. (5)
Los mítines y movilizaciones
levantaban las consignas de “¡Amnistía!” “¡Libertad”
y “¡Todos en lucha contra la monarquía!”. En los
primeros días de marzo de ese año caen asesinados en
Vitoria cinco obreros que participaban de una manifestación,
lo que provoca un recrudecimiento de las huelgas contra el
gobierno monárquico. En esta situación ya no sólo
preocupaba a la burguesía española sino también a los países
de Europa central que veían que el ascenso obrero en la Península
Ibérica podía contagiar a los trabajadores de sus países.
Portugal también sufría el impacto de la lucha de liberación
de sus colonias en África.
Hacia el Pacto de La Moncloa
El 5 de julio, el rey Juan Carlos
nombra presidente a Adolfo Suárez, un ex funcionario
franquista y dirigente de la Unión de Centro Democrático.
Suárez llevó adelante una política tendiente a encauzar
la situación política nacional hacia una salida democrática
burguesa. El objetivo fue ir organizando los partidos
burgueses, incluso integrando a este juego a los socialistas
junto a democristianos, en una democracia restringida sin
liquidar totalmente el aparato represivo del franquismo.
Para esto era fundamental llegar a un acuerdo entre los
distintos sectores políticos en pugna –de derecha a
izquierda– junto a los sindicatos. El PC, que aún era
ilegal, también será parte de este acuerdo. Santiago
Carrillo, secretario general de dicho partido expresará:
“Pero el día que haya democracia en España, el PCE, como
los demás, incluso los de origen franquista, será
legal”. (6)
El 15 de junio de 1977 se realizaron
elecciones a las Cortes. La UCD de Suárez saldrá
victoriosa con sólo el 34,65% de los votos y el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) se convertirá en la
segunda fuerza electoral con el 29,3%, restándole votos al
PC que sólo alcanzó el 9,4%.
Las elecciones fueron un paso para
controlar al movimiento obrero aunque la profundidad de la
crisis del régimen lo hacía insuficiente. Las masas
obreras seguían en las calles, la exigencia de la disolución
de los cuerpos represivos franquistas y el castigo a los
torturadores y asesinos de la dictadura era uno de los
problemas más sentido por las masas, y la crisis económica,
el estancamiento de la producción, la disminución de las
inversiones, el alza de precios (la inflación llegaba a un
44%) y un deficitario intercambio comercial externo requerían
nuevas medidas económicas que sin duda comenzaban por echar
sobre las espaldas de los trabajadores el costo de la
recuperación económica capitalista. A dos meses de las
elecciones, el gobierno se reúne con los sindicatos para
llegar a un acuerdo. Y el 25 de agosto de 1977 se firma el
Pacto de La Moncloa, suscripto por el gobierno, todas las
fuerzas políticas parlamentarias y los sindicatos. “El
pacto fue hijo de la necesidad. El gobierno de entonces había
ganado las elecciones cuatro meses atrás con poco más del
35% de los votos. Con el electorado fragmentado y las calles
llenas de manifestaciones, se vio obligado a llegar a algún
tipo de acuerdo con la oposición. De alguna manera se
trataba de pensar más allá de la identidad de un gobierno:
se trataba de encontrar una nueva identidad de país,
aceptada por el mundo exterior”, expresó la periodista
Violeta Flores García. (7) El pacto significó para los
trabajadores un techo de aumento salarial del 22% y “que
no mejoren su nivel de vida durante ese año” para
combatir la inflación, se estableció la contratación
temporal para los jóvenes que nunca habían accedido a un
puesto de trabajo y el estudio de gobierno y sindicatos para
flexibilizar el mercado laboral. A cambio, el régimen,
garantizaba el derecho de reunión y de expresión y
penalizaba la tortura. Con los socialitas, el PC y demás
fuerzas legales además se acordó un plan básico de
devaluación de la peseta y una reforma impositiva para
disminuir el entonces acuciante déficit público.
El Pacto de La Moncloa fue puesto
como modelo de acuerdo nacional por escribas y analistas
burgueses. Hoy, la realidad de la crisis económica
nuevamente azotando a Europa y en particular a España,
cuestiona sus alcances y deja la enseñanza de que los
“acuerdos nacionales” no son más que acuerdos para
hacer pagar al movimiento obrero el costo de las crisis
capitalistas. Una vez más los trabajadores salen a las
calles ante el ajuste que proponen los capitalistas para
resolver la crisis. Y es bueno recordar que el pacto de La
Moncloa tuvo en la socialdemocracia y el estalinismo español,
la pata izquierda que necesitaba la burguesía para frenar
la rebelión obrera. Junto a la lucha encarnizada que deben
dar los trabajadores en el continente europeo se suma la
necesidad de ir construyendo las organizaciones que
encabecen la lucha revolucionaria contra el capitalismo.
Notas:
1- Roberto Ramírez, “Del garrote de Franco a la trampa
monárquica”. Revista de América Nº 10, diciembre 1975.
2- Las listas opositoras se denominaban Candidatura
Unitaria Obrera y Democrática.
3- Roberto Ramírez.
Op. Cit.
4- Nicolás Sartorius, “El resurgir del movimiento
obrero”. Editorial Laia, Barcelona 1976.
5- Segismundo Rega, “La lucha por las libertades políticas
y sindicales toma expresión en la lucha por la República”
Revista de América (R.A) Nº 12, febrero de 1976.
6- Citado en “Los primeros cien días de la monarquía”
por Segismundo Rega en R.A.
7- La
Nación.com, 8/9/09.