En un artículo que
publicamos en Socialismo o Barbarie en la web días
antes de las elecciones del domingo pasado y que
reproducimos aquí, nuestra corresponsal venezolana
pronosticaba que: “El chavismo conservaría la mayoría
en la Asamblea debido a la distribución de
circunscripciones, pero no sacaría más votos que la
oposición... el juego de polarización –alentado
tanto desde el gobierno como desde la burguesía y el
imperialismo yanqui que interviene de mil maneras en la
campaña– es entre Chávez y la oposición de derecha.”
Efectivamente, esto
es lo que ha sucedido. Los votos de la oposición de
derecha alcanzan el 52% de los emitidos pero debido
al mapa de circunscripciones electorales, la mayoría de
diputados correspondería al PSUV, el partido de
gobierno. Otro dato importante es que votó un 66,45% de las
listas de electores, lo que dentro de las tradiciones
venezolanas es una participación alta.
Esta votación ha sido
la resultante de varias tensiones opuestas. Por un lado, el
desastre de la crisis económica y social que el chavismo no
resuelve, y que se traduce en la caída del salario real, el
abrumador desempleo y subempleo, y la descomposición
social, sobre todo en las grandes ciudades como Caracas. A
esto se suma la escandalosa desigualdad y corrupción que
exhiben los funcionarios del régimen, que falsamente se
autodenomina “socialista”. Esto le ha hecho perder apoyo
popular, especialmente en el movimiento obrero.
Pero,
por otro lado, como se subrayaba en ese artículo, “a
pesar del desgaste del chavismo, eso no implica que automáticamente
la gente se vuelque a votar por la derecha. Es que la
oposición de derecha no resulta creíble. Los
trabajadores recuerdan cómo era la vida con esos partidos.
Las contradicciones entre los diferentes grupos de derecha
también son demasiado visibles, a pesar de la ‘unidad’
electoral. Además que no es difícil darse cuenta de cuáles
son sus verdaderos intereses, aunque hagan una campaña
demagógica”. Así que, para muchos, Chávez sigue
apareciendo como el “mal menor”.
A
estos dos factores –desgaste del chavismo pero también
desprestigio de la oposición de derecha entre los sectores
populares–, hay que sumarle la debilidad electoral de las
alternativas independientes a la izquierda de Chávez.
Tienen peso en sectores de la vanguardia obrera y popular,
pero no pueden aún contrarrestar en el terreno electoral
–que siempre es el más desfavorable para las corrientes
independientes– ese juego tramposo de polarización entre
el aparato de estado chavista y la oposición de derecha.
Sea
como sea, este resultado no resuelve ninguno de los gravísimos
(y cada vez peores) problemas de los trabajadores de
Venezuela. Con Chávez o con la oposición de derecha, la
perspectiva es que la carestía, el desempleo y la
descomposición social sigan avanzando.
Ni con Chávez y el PSUV, ni con los escuálidos y su Mesa de la Unidad Democrática
se solucionará nada. La única salida es la unidad y
fortalecimiento de las alternativas obreras y populares
independientes, tanto de Chávez como de la oposición
de derecha.