Se
acaba de firmar un pérfido acuerdo en Paraná Metal
que deja a cientos de compañeros en la calle. La maniobra
es que esto, formalmente, no ocurre ahora sino en doce
meses. Antes de la firma del “acuerdo” (brutal
entregada es mejor llamarla) la empresa no se había
presentado a la firma del “preacuerdo”. No fue una
casualidad: lo hicieron –los empresarios y también los
burócratas– para presionar a los trabajadores jugando con
su desesperación.
Finalmente,
en la última negociación, se consumó una salida
completamente escandalosa: los trabajadores que
accedan a un retiro “voluntario” antes de que se cumpla
un plazo de 12 meses, cobrarían el 100% de su indemnización.
Se trata de una evidente invitación a irse a la casa.
Mientras tanto, sólo 360 entrarían a trabajar en un plazo
de entre 15 y 60 días. Y los 600 restantes, lisa y
llanamente quedan afuera a plazo fijo: entrarían en un
sistema de “suspensiones rotativas” donde cobrarían $
2.001 ($ 1.900 aportará el gobierno y $ 101 la patronal)
por un año. Al cumplirse el plazo de doce meses... la
patronal decidirá quienes quedarán afuera. Pero si
estos compañeros no hubieran optado por el retiro antes,
cobrarán solamente un proporcional del despido y no
todo lo que les corresponde.
La UOM y la CTA como dos
gotas de agua
Los
trabajadores fueron arrinconados por el Plan B (de Basura
con mayúscula) de Tomada y la borrada olímpica de los
dirigentes de la CTA y de la UOM. La única diferencia entre
ambas dirigencias fue que el electo secretario general,
Micheli, se “comprometió” a sacar un paro de su central
en apoyo a Paraná Metal, paro que nunca se realizó y fue
transformado en una anodina “jornada nacional de
lucha”... La UOM, en cambio, a pesar del pedido expreso
votado en asamblea de un paro nacional del gremio, no
prometieron nada… y no faltaron a su promesa.
Los
unió el objetivo de dejar correr el plan del gobierno de desgastar
la heroica lucha de los trabajadores y llegaron a un
escandaloso arreglo que tiene la evidente trampa de ser pan
para hoy y hambre para mañana: deja a la mayoría fuera
de la planta y sin ninguna garantía de preservar la fuente
de trabajo después del año de vencido el plazo firmado.
Aparte de la rebaja salarial y otras conquistas cedidas.
Además,
Cristóbal López, el empresario “nacional y popular”,
recibió el “castigo” de tener que pagar el 5% del
salario a sus empleados suspendidos... ¡Puede seguir su
carrera cerrando fábricas y llenándose los bolsillos! ¡Puede
emular a Sergio Taselli, vaciador de Yacimientos Río Turbio
y Parmalat, entre otras empresas, que no recibió ni una
multa de castigo!
Los
trabajadores fueron obligados a bajar sus demandas, a pesar
del apoyo que recibieron de otros trabajadores, de
delegados, activistas, organizaciones combativas y de la
población de Villa Constitución, que vive al compás de la
producción de las fábricas de la zona.
Prepararse
por abajo
Este
duro golpe, sin embargo, no significa que no se pueda volver
a dar pelea, aunque en condiciones mucho más difíciles.
Los trabajadores enfrentaron un duro conflicto el año
pasado, tuvieron que volver a salir a pelear este año. Y es
muy probable que lo vuelvan a tener que hacer al final de
este magro acuerdo porque incluso lo firmado ahora parece
ser que Cristóbal López lo está cuestionando. Porque,
para los que siguen en planta, está la espada de Damocles
sobre sus cabezas y además, si no se organizan, la patronal
y el gobierno van a seguir avanzando. No hay forma de
pararlos si no es organizándose desde abajo para futuras
emboscadas.
El
abandono en que los dejaron las centrales sindicales es un
duro aprendizaje para no confiar nada en ellas: lo que se
les pueda arrancar va a ser fruto de la lucha independiente
forjada desde abajo, desde las secciones, desde la discusión
entre todos los compañeros, desde la organización de los más
honestos y combativos. A esto debemos apostar para
intentar levantar la hipoteca que nos han dejado la UOM y la
CTA.