Después
de asistir, en estos días, a una asamblea de los
ferroviarios de la estación Saint Lazare, puedo muy bien
imaginar a la clase obrera francesa tomando el poder y
dirigiendo el país. Cada uno tomaba la palabra
tranquilamente y con confianza. Hablaban los obreros de base
de todos los sindicatos de la estación, de la CGT, Sud, FO,
CFDT, Unsa. Sin ninguna agresividad y seguros de sí mismos,
votaron por unanimidad la continuación de la huelga. Además
votaron también la constitución de un comité de
organización de la huelga formado por trabajadores
sindicalizados y no sindicalizados, una tradición que viene
de las luchas de 1995.
Algunos
viejos trabajadores de la CGT se opusieron pero eran una
pequeña minoría. Los votos los contaba un trabajador que
tocaba a cada votante para que bajara el brazo. Antes habían
hablado en la asamblea maestros, estudiantes universitarios,
liceístas y carteros que apoyaron a los huelguistas y que
trataban de que en sus frentes de trabajo se votara otro día
de huelga. Al final, todos aplaudieron y cantaron la
Internacional, con el puño en alto.
Esta es
una escena que se repite en muchos lugares desde hace dos
semanas. Admiramos la calmada determinación de los obreros
cuando deciden entrar en la lucha contra el gobierno. Se nos
dirá que sólo del 30 al 40% de los ferroviarios hacen
huelga. Pero los activistas recordaron que eran menor en
1995, cuando la huelga de los trenes, metros y buses
paraliza el país durante 3 semanas, y lograron echar abajo
el proyecto neoliberal del primer ministro Juppé, derrota
de la que ese señor no se ha recuperado todavía. Este fue
uno de los primeros ataques neoliberales contra los
trabajadores franceses.
La clase
obrera va acumulando experiencias, sus activistas tienen
cultura política, y también, al calor de la lucha, hay una
recuperación de la democracia obrera. La burocracia
sindical de la CGT es mucho más débil que hace 15 ó 20 años,
tiene que aparentar querer luchar para no perder
completamente el prestigio y el control. Cada día más
militantes sindicales rompen con la CGT y parten para otro
sindicato más pequeño, Sud, menos burocratizado y
aparentemente más radical.
Lo
importante en este proceso son esas tendencias a independizarse
del control burocrático, lo que implica, por un lado,
actuar desbordando los diques con que la burocracia quiere
contener el movimiento. Por otro lado, en esta lucha y acción
independientes, se esboza un nuevo movimiento obrero,
una recomposición que delinea estructuras y formas de acción
superadoras de los marcos burocráticos, estructuras de lutte-de-classe,
como se dice aquí. Es decir, para el combate de clase
contra clase, y no para la colaboración con las
patronales y el gobierno de turno.
Las “asambleas
interprofesionales” por ciudad y barrio
Los
trabajadores han montado asambleas interprofesionales por
ciudad o barrio. Quizás lleguen a formarlas por región,
podrían llegar hasta una gran asamblea nacional de
trabajadores.
¿Cómo
se forman las “interprofesionales”? Generalmente la
gente comienza a reunirse en torno a un sector de punta en
la lucha, por ejemplo los trabajadores de las refinerías, o
de las estaciones de tren.
De esta
manera han venido desbordando a la burocracia sindical, que
se ha visto obligada a llamar a otras jornadas de
manifestaciones, pero cuidándose de no convocar a la huelga
general indefinida “reconductible”.[1] Se ha desatado
una ola de solidaridad con los huelguistas, hay innumerables
iniciativas para juntar dinero para que ellos y sus familias
aguanten una huelga larga. La traición de la burocracia
sindical es clara también en este aspecto: Una central
multimillonaria como la CGT no ha puesto sus fondos al
servicio de los que se movilizan, ni ha hecho una campaña
financiera para ayudar a los que hacen huelga.
Crisis política: los
trabajadores y el pueblo no soportan más este gobierno
El
proceso que comenzó por la lucha contra el proyecto de
gobierno de aumentar la edad de la jubilación para recibir
pensión completa, terminó por unificar a todos los
explotados.
El
sentimiento de odio ya existía. Estallaron las primeras
huelgas y acciones, nos vimos las caras y comprendimos que
sentíamos lo mismo. Los que no podían ponerse en huelga
por su aislamiento, muestran su simpatía con las luchas,
aunque causen molestias inmediatas. El rechazo al gobierno
es general, a pesar de las mentiras con que nos bombardean
por radio, televisión y prensa. Hasta las encuestas lo
reconoce: más del 70% de los franceses ven con simpatía
las huelgas y 69% quieren que el movimiento continúe.
La
salida masiva de los estudiantes y liceístas, cada vez más
numerosos en las movilizaciones, describen muy bien la
situación. Lo de las pensiones fue sólo la gota que derramó
el vaso. Ya estaban hasta el borde con las pocas
perspectivas de empleo para la juventud, con el deterioro de
las condiciones de estudio, el desempleo de sus padres, etc,
etc. Otros jóvenes dicen que lo que más los enfurece es el
mismo gobierno, soberbio y autoritario, que desde hace meses
no cede ante la movilización.
Recuerdan
la lucha contra el CPE (Contrato Primer Empleo) del 2006,
que los jóvenes tiraron abajo después de haber sido
aprobado en el parlamento. Gritan a los adultos que no se
preocupen, que ahora todos derrotaremos el proyecto del
gobierno.
Como los
trabajadores, los jóvenes se baten por conservar las
conquistas de la posguerra. Es que todos saben que esto no
termina aquí. Después del régimen de pensiones, el Estado
va a atacar la seguridad social universal. Ya el deterioro
de los hospitales lo demuestra, quieren imponer la medicina
privada a lo yanqui. Y después atacarán las ayudas y
subsidios a los desempleados y las familias. Quieren que
volvamos 100 años atrás en nuestras condiciones de vida.
Así
quieren hacer “competitiva” la economía capitalista
francesa en el mercado mundial y seguir garantizando a los
bancos y grandes empresas ganancias siderales en medio de la
crisis mundial y el estancamiento de Europa.
Un combate de clase
contra clase
En estos
últimos días el enfrentamiento entre el gobierno y los
huelguistas aparece claramente como un combate de clase
contra clase. Los trabajadores amenazan al gobierno públicamente
y éste responde mandándoles la policía.
Ayer,
viernes 22, el gobierno tomó la refinería de Grandpuits,
cerca de Paris. Mandaron la policía a levantar el bloqueo
de los trabajadores y de los piquetes que habían ido a
solidarizarse. Tres obreros de la CGT resultaron heridos. Oímos
por la radio a los trabajadores expresarse con cólera: “¡Gobierno
de fascistas, dictadura! ¡No respetan el derecho a
huelga!”
Ya el país
había pasado varios días con penuria de gasolina por la
huelga de las refinerías y el bloqueo de los choferes de
camiones. Sarkozy estaba muy ridiculizado porque desde el
principio había asegurado que nunca faltaría la gasolina.
Ahora obliga a los trabajadores a trabajar militarizándolos
con una ley de “defensa nacional”. Los sindicatos de
base de los trabajadores van a Tribunales denunciando que no
es el caso ya que no hay ninguna guerra, que es simplemente
un ataque contra el derecho de huelga. El tribunal les da
razón, pero el gobierno vuelve a obligarlos bajo amenaza de
prisión. Los sindicatos vuelven a denunciar al gobierno…
compás de espera hasta el fin de semana.
Trabajadores,
pensionados, estudiantes organizan también blocajes de
autopistas. Viene la policía y desbarata el bloqueo. Pero
se vuelven a reunir para bloquear otro punto.
Momento crítico: el
Senado aprobó la reforma, pero los burócratas siguen sin
declarar la huelga general reconductible
Todo el
mundo sabía que los senadores iban a aprobar la reforma tan
combatida. La votaron 177 contra 153. El número es
sorprendente, puesto que hay sólo 80 senadores de oposición.
Esto refleja el grado del repudio social, porque el Senado
es una de las instituciones más reaccionarias del estado
burgués y del régimen de la V República.
Ya los
trabajadores habían advertido que el voto en la Asamblea y
el Senado no detendría la movilización. Pero los burócratas
de las confederaciones buscan calmar la situación, aunque
no lo reconozcan abiertamente. La Intersyndicale,
en vez de declarar formalmente la huelga general
reconductible, que de hecho ya ha comenzado sin
ellos, sigue llamando a acciones aisladas para
ver si la gente finalmente se cansa.
Así han convocado a dos nuevas “jornadas de acción” el 28 octubre y el
6 de noviembre. Con esas jornadas quieren hacer el
"entierro digno" del movimiento. Van a aprovechar
los días de la Fête de la Toussaint (Fiesta de Todos los
Santos) para tratar de enfriar las cosas, también a los
estudiantes porque hay vacaciones.
Me parece, sin embargo, que estas maniobras no enfriarán a los trabajadores
ni a los jóvenes en lucha. El sentimiento general es que la
movilización recién está comenzando. Pero, de todos
modos, representa un peligro porque a la acción del
gobierno se suma el pérfido accionar de los burócratas
sindicales, en espacial los de la CGT y CFDT.
Pero el voto puede desencadenar un estallido
de rabia y
que las cosas vayan a un
enfrentamiento aún mayor,
llegándose a una verdadera rebelión con
huelga general.
Al mismo tiempo, la lucha se
vuelve aún más política
contra el gobierno y también contra el régimen, que
toman estas medidas tanto contra los intereses como contra
la voluntad manifiesta de la inmensa mayoría. No hay
posibilidad de lograr nada, si no se cuestiona la
legitimidad del gobierno
y de las instituciones que votan este atropello a la
inmensa mayoría. ¡La más grande tarea democrática y al
mismo tiempo de clase, es hoy tirar abajo ya a Sarko y la V
República! ¡Que se vayan todos, ya!
Aunque
esto no esté aún muy claro en la cabeza de la mayoría del
pueblo, todos sentimos que no podemos aguantar este
gobierno hasta 2012 (año de elecciones presidenciales y
parlamentarias) como quisieran los socialistas, comunistas y
otros partidos de “izquierda”, y también los burócratas
de la Intersyndicale.
Nota:
1.- Ver Ramate Keita, “Reclamos en el movimiento obrero
por huelga general indefinida - ¿Hacia un cambio en la
situación de la lucha de clases?”, Socialismo o
Barbarie, periódico Nº 187, 14/10/10.