En
un contexto internacional donde la crisis financiera sigue
trayendo consecuencias nefastas para los trabajadores, la
clase dominante en todo el mundo trata de imponer políticas
que buscan atacar conquistas con el objetivo de transferir
los costos de la crisis capitalista hacia los oprimidos. En
varios países se desarrollan movimientos de resistencia con
una clara tendencia a la radicalización. Después de la ola
que azotó países de segundo orden de Europa como España,
Irlanda y Grecia, ahora la nueva ola de ataques de la clase
dominante europea empieza a golpear el núcleo de los países
europeos como Francia.
En
este último caso, el ataque pasa ahora por el proyecto de
una reforma de las pensiones que incluye entre otras
perversidades el aumento del tiempo de trabajo en dos años
para obtener el derecho a jubilarse.
En
Brasil y en otros países llamados "emergentes" la
crisis se manifestó de una forma menos dramática para los
capitalistas, pero no dejó de provocar una serie de ataques
como la reducción de salarios, despidos masivos y reducción
de las inversiones en los servicios públicos, pues el
estado transfirió miles de millones de dólares a la economía
a través de préstamos a un costo bajísimo, así como
exención de impuestos para que los capitalistas no sufran
el colapso de la economía internacional.
Como era
previsible en este momento los partidos y las candidaturas
que están en la segunda vuelta asumieron idéntica postura
frente a la crisis, orientando las consecuencias (los
ataques) a los trabajadores.
Para
aquellos que tenían dudas sobre que carácter de clases
tendría el gobierno del PT,
los dos mandatos de Lula dan suficiente evidencia empírica
que lo clasifican como un
gobierno de la clase dominante. No hubo durante casi una
década ruptura con los ocho años que lo precedieron,
los dos mandatos de FHC.
Los
llamados fundamentos macroeconómicos fueron mantenidos en
su totalidad, no hubo avance algunos en las reformas básicas
–Lula mantuvo la medida cautelar que prohíbe el INCRA
iniciar el proceso de expropiación de tierras ocupadas–,
en los sectores sociales (salud y educación) la política
de privatización y los ataques a los servidores públicos
se mantuvo, la relación con el capital financiero se
mantuvo intacto, de hecho hubo un aumento significativo de
dinero que el Estado asigna al pago de las deudas interna y
externa.
Está
claro que existen diferencias entre las dos candiaturas y
los dos proyectos, pero no son diferencias que tornen a una
u otra como progresista o que defienda el "proyecto
popular."
No
hay una disputa entre privatistas o estatistas, entre demócratas
o autoritarios, entre éticos o corruptos, o entre
nacionalistas o entreguistas como quieren hacer creer las
campañas electorales de ambos lados.
Lula,
por ejemplo, mantiene todas las privatizaciones del gobierno
anterior, hizo licitaciones para la privatización y
extracción de petróleo de grandes yacimientos. En la
extracción del petróleo de la capa pre-sal, Petrobras (que
ya tiene una participación mayoritaria en manos del capital
privado) será propietaria de la mayoría de las inversiones
para asegurar la rentabilidad a las petroleras extranjeras.
Dilma mantendrá esta estrategia.
Así,
a pesar de las diferencias puntuales, la elección de Serra
(PSDB) o Dilma (PT) no traerá ningún cambio real en las
condiciones de existencia de los trabajadores y la juventud.
No estamos ante una
lucha entre derecha e izquierda, son dos proyectos de
derecha donde se quiere dominar y asegurar la
rentabilidad a través del fortalecimiento de algunos
sectores del Estado y la relación privilegiada con los
aparatos sindicales y el otro a través de una mayor
liberalización de los mercados.
En
estos dos mandatos de Lula, el primero sirvió para contener
la ola de descontento a las políticas del gobierno de
Cardoso que podían convertirse en una rebelión
generalizada como ocurrió en varios países de América
Latina, a través de la continuidad y expansión de las políticas
de compensación social iniciadas en el gobierno anterior y
que sumado a la buena performance de las exportaciones –a
expensas de una mayor primarización de la economía brasileña–
ha generado una sensación de bienestar, lo que explica en
gran medida, la gran popularidad del presidente Lula.
Sin
embargo, estas medidas están empezando a agotarse
como mecanismos de control social: esta visión es
compartida por los analistas de las políticas sociales de
diversas tendencias políticas. Cabe a la izquierda
profundizar ese debate y dar la batalla política contra las
ilusiones creadas por el gobierno, que en cierta medida, han
contribuido para que no haya habido ascenso en el movimiento
de masa en estos ocho años de gobierno petista.
Nuestra
posición para la primera vuelta fue de voto crítico al
PSTU, porque presentó un programa anti-capitalista. En
ocasiones, lamentamos la política equivocada de los
diversos sectores de la Izquierda (PSOL, PCB y PSTU) de no
apostar por la construcción de un frente de izquierda. La
posición nefasta de Heloisa Helena de no postularse como
candidata a presidente llevó a que por
una "ironía del destino", tanto Heloisa y Luciana
Genro (PSOL), sectores que sustentan una posición
claramente oportunistas, no fueron elegidas.
Esta
política llevó agua para el molino de Marina Silva
(candidata de la derecha), que se encontró con buena parte
de votos por izquierda. El caso del PSTU, que sólo obtuvo
0,08% de los votos, refuerza nuestra valoración del error
de no haber apostado a un frente de izquierda. Esta posición
ha llevado también a una mayor fragmentación de la
izquierda que causó el fortalecimiento de la derecha en
estas elecciones.
El
próximo período probablemente no estará marcado por el
"optimismo" vivido en los últimos años,
principalmente porque, independientemente de quien gane, el
ejemplo de los acontecimientos en toda Europa, muestran que
los próximos pasos con Dilma o Serra serán de una nueva
reforma de las pensiones que buscarán aumentar los años
trabajados para obtener la jubilación y otras políticas de
ajuste destinadas a reducir la deuda pública mediante el
aumento de la transferencia de riqueza a los capitales
privados.
Ninguna de las dos candidaturas
vacilarán a la hora de atacar los derechos de los
trabajadores para asegurar la rentabilidad de los grandes
capitalistas. La crisis económica fue un ejemplo claro de lo que decimos, Lula no
se movió ni un centímetro para garantizar el empleo de
miles de trabajadores, por el contrario, sólo hizo
gestiones para garantizar los intereses de los patrones.
Serra, como era de esperar, no actuó de manera diferente.
Por eso, estamos totalmente en contra de la posición
adoptada por el PSOL y el PCB que a través del “voto
contra Serra” contribuyen a crear ilusiones de que si
Dilma sale electa, la
situación de los trabajadores en el próximo período será
mejor. Esta es una posición que pasa la línea de defensa
de la clase y desarma a los militantes obreros y jóvenes de
las grandes batallas que se avecinan. Por lo tanto llamamos
a votar nulo y a conformar un frente de clase para resistir
a los próximos ataques que están programados, con Serra o
con Dilma en el gobierno.
Desde
Praxis Socialismo o Barbarie afirmamos nuestra posición de
voto nulo en la segunda vuelta y hacemos un llamado para
después de las elecciones para retomar la ofensiva, perdida
en los últimos años, contra el capitalismo y sus males.