Desastrosa derrota electoral de Obama y los demócratas
¿Qué paso y qué sigue?
Por Kasandra Dalton
Corresponsal de Socialismo o Barbarie en EEUU, 07/11/10
En el espacio de lo evidente hay que apuntar el desastre
político que significa para el gobierno de Obama esta
derrota electoral. Vamos a los números: el partido
republicano conquistó la Cámara de Representantes al añadir
60 puestos más, lo que, según datos de David Brooks,[1] es
el triunfo numérico más grande desde 1948; además aumentó
en 6 el número de senadores, sin obtener mayoría; y se
adueñó de 8 nuevas gobernaciones estatales. Los últimos
resultados son: para la cámara baja 239 republicanos y 185
demócratas (se requiere por lo menos 218 para ser mayoría),
11 aún no están definidos; en el Senado 52 demócratas
contra 46 republicanos y dos por determinarse; y 29
gobernaciones republicanas por 15 demócratas, una de un
independiente, y cinco por determinarse.[2]
Es fácil entonces constatar que la derrota fue
aplastante y este aplastamiento se acrecienta en la
medida en que, luego de su triunfo electoral de 2008, Obama
gozaba de una mayoría importante en ambas cámaras.
Ahora bien, una de las preguntas elementales por
plantearse es: ¿qué pasó?, ¿cómo explicar que la super
estrella de los demócratas cayera en tales niveles de
desgracia tan sólo dos años después de haber iniciado su
gobierno?
Pues la respuesta forma parte del nivel evidente de la
cuestión: Obama no ha hecho nada por resolver los
problemas fundamentales que aquejan a la sociedad
norteamericana, estructuralmente y en el marco de la
crisis. Pero fueron sus promesas de soluciones las que
pusieron a Obama en Washington. Por eso, la actitud
generalizada que experimenta la sociedad gringa frente a
Obama es de un desencanto radical… ni tan siquiera
dos años duró la borrachera que causó la elección
del primer afroamericano a la Casa Blanca.
Entonces es fácil explicar el desencanto generalizado
frente a una administración que no ha hecho nada por
resolver los problemas que aquejan a las masas que la
pusieron en el poder. Pero lo que comienza a ser más
complejo es responder a otra pregunta: ¿cómo leer estos
resultados más allá de la simple constatación del
desencanto y su subsecuente derrota?
Frente a esta pregunta se abren dos posibilidades de
interpretación. La primera diría que frente a los embates
de la crisis económica y frente a la parálisis de Obama al
momento de ofrecer respuestas concretas, sectores de masas
norteamericanos mayoritariamente blancos, cristianos,
conservadores y con un tinte racista muy significativo han
hecho irrupción en la escena política transformando las
condiciones y obteniendo mayores cuotas de poder. Este fenómeno
ha sido canalizado fundamentalmente por los republicanos y
por el Tea Party.
No dejamos de asumir que existe un nivel de realidad
objetiva en esta explicación. Pero lo que quisiéramos señalar
enfáticamente es que la realidad política coyuntural de
Norteamérica es más compleja y que esta sola explicación
resulta insuficiente.
Nuevamente veamos algunos números: Con un nivel de abstencionismo
que llegó al 60%, la elección fue determinada por un incremento
de participación de votantes conservadores blancos,
sobre todo los de mayor edad (de 32% en las pasadas
intermedias de 2006, a 41% este año), junto con más
votantes independientes que votaron a favor de los
republicanos que en los últimos dos ciclos electorales. Un
23% del voto fue de mayores de 65 años (en 2008 sólo
fueron 16% del voto total). Los blancos fueron 78% del voto,
comparado con 74% en 2008. Los jóvenes, votantes de entre
18 y 29 años, sólo fueron 11% de los participantes este año,
un desplome de 18% que participó en 2008 –y que fueron un
factor clave en el triunfo de Obama–, lo que marca el
nivel más bajo en dos décadas. Otros sectores claves que
redujeron su participación fueron los latinos, que
representaron 8% del voto emitido (en 2008 fue 9%), y los
afroestadounidenses que en esta ocasión llegó a sólo 10%
del total comparado con el 13% hace dos años).[3]
¿Hacia dónde apuntan estos números? Fundamentalmente señalan
que estamos en presencia de un voto castigo contra
Obama, más que gigantescos segmentos de masas afiliándose
a las cuasi fascistas líneas del Tea Party y del
republicanismo ultraconservador, estamos frente al desmantelamiento
del semi–movimiento político que puso a Obama en el poder.
Como señalamos antes, hay una presencia objetiva y
material de la ultraderecha pero ésta no es la explicación
fundamental de lo que pasó en las elecciones de midterm.
La explicación central radica en que los sectores de
masas que apoyaron a Obama lo han abandonado. Y lo han
abandonado con razón, puesto que la práctica política de
Obama ha demostrado contundentemente su rapidez y
efectividad para aprobar políticas procorporativas, como el
bailout federal a las pirañas de Wall Street. Pero
en lo tocante a políticas dirigidas a las masas que
depositaron sus esperanzas en él, Obama ha sido
retardatario y cuando hizo algo, lo ha hecho con soluciones
políticas basura y superficiales, como la supuesta health
care bill, o “reforma” al desastroso sistema de
salud norteamericano.
En este escenario de desencanto generalizado frente a la liberalidad
demócrata, la izquierda radical tiene un rol central
por jugar: desgastar hasta el final la confianza y
dependencia de las masas trabajadoras en relación al
Partido Demócrata.
En este sentido, no es posible hacer concesión alguna a
la falsa salida del mal menor, argumento utilizado por
algunos sectores de izquierda para justificar su “apoyo crítico”
a Obama. Todo esfuerzo desde la izquierda radical debe
dirigirse hacia lograr la independencia política
respecto a los demócratas, de esos sectores de masas
progresivos que apoyaron a Obama en el 2008, y que ahora,
luego de haber hecho la experiencia con él, se encuentran
sumidos en la desesperanza y la apatía política.
Con estas claves de lectura es posible entonces sacar
conclusiones distintas a las de la izquierda moderada
gringa: no es el momento de cerrar filas detrás de Obama
para evitar el advenimiento del presunto fascismo Tea Party.
Por el contrario, es necesario pasar a la ofensiva,
a la lucha y la movilización independientes de Obama, por
empleo y contra los despidos, contra la degradación del
salario y las condiciones de trabajo, contra el racismo xenófobo
y los derechos de los inmigrantes. Pero esto exige e implica
una política y una acción independientes de Obama y los
demócratas. Eso es lo único que permitirá, además,
derrotar a la ultraderecha del Tea Party y al capitalismo
corporativista de los Estados Unidos.
Notas:
1.- La Jornada, 04/11/10.
2.- Ídem.
3.- Datos citados por Brooks de los sondeos del Pew
Research Center.
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