Adriana
fue secuestrada en la ciudad de La Plata un 4 de febrero de
1977. Era docente en la Facultad de Ciencias Exactas de esa
ciudad.
Su trágico
paso por los campos de concentración de la dictadura la
llevaron a una lucha consecuente contra sus crímenes.
Producto de ésta, funda en 1984 la Asociación de Ex
Detenidos y Desaparecidos, que agrupó a los sobrevivientes
de los secuestros que colaboraron activamente por el castigo
a los culpables. Organismo que integra actualmente el
Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.
Junto con
su abnegación y militancia perseverantes, lo “grande”
de Adriana fue que nunca se dejó embaucar por las políticas
de los sucesivos gobiernos patronales.
Fue la
primera sobreviviente que testimonió en el Juicio a las
Juntas Militares. Hecho histórico que se desarrolló en
plena euforia alfonsinista, sobre el cual ella tenía esta
apreciación: “’El día de la sentencia
fue uno de los más tristes de mi vida’, relató Calvo, al
referirse al 9 de diciembre de 1985, cuando el tribunal
absolvió a Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y
Basilio Lami Dozo, y condenó a Jorge Rafael Videla, Eduardo
Massera, Ramón Agosti, Armando Lambruschini, Roberto Viola.
…’Estaba preparado para castigar a unos pocos y dejar al
resto’, dijo, y recordó que ‘los años que han pasado
no hacen más que demostrar que teníamos razón’.” (Télam
8/12/10).
Menos que
menos se ilusionó con la política de los derechos humanos
de los Kirchner. Estuvo en la primera fila en la lucha por
el esclarecimiento del secuestro de Jorge López y el
asesinato de Silvia Suppo, denunciando la falta de
investigación de estos hechos.
Por eso la
“premiaron” no llamándola a festejar el Día de los
Derechos Humanos en los despachos oficiales.
Desde el
Nuevo MAS despedimos y reconocemos en ella una luchadora de
esa calidad política y humana.